jueves, septiembre 11, 2008

Eduardo San Martin, De Churchill a Zpatero

De Churchill a Zapatero

EDUARDO SAN MARTÍN

Viernes, 12-09-08
CUANDO la galerna arrecia, las olas superan los seis metros y crujen las cuadernas del barco, los marineros no esperan de su capitán que les tranquilice hablándoles de los magníficos materiales con los que está construido el buque, o que les consuele recordándoles todas las otras naves que pasan por el mismo trance. Reclaman de su comandante que les transmita la confianza suficiente para convencerles de que la salvación es imprescindible, con el esfuerzo de todos, porque la única alternativa es el naufragio y la muerte.
Del debate parlamentario del miércoles sobre las penurias que consumen a muchas familias españolas, un gran número de ellas esperaría del presidente de su Gobierno no una retahíla de cifras, ni más explicaciones sobre el origen de la tormenta, ni evocaciones (obsesivas) sobre las dificultades, mayores o menores, de los demás. Tampoco una lista bienintencionada de estupendos propósitos para el futuro. No es tiempo de diagnósticos; ni siquiera de pronósticos. La gravedad de la situación exige sobre todo confianza y liderazgo. No hay gobierno capaz de conducir el barco de la economía a aguas más tranquilas si no transmite a sus empresas, consumidores y demás actores económicos el convencimiento de que reman con un propósito. Con un purpose, si se me admite pedantería, porque el término inglés significa al mismo tiempo propósito y determinación, y ambas exigencias se reclaman la una de la otra en situaciones de incertidumbre extrema.
En mayo de 1940, las tropas británicas acaban de retirarse de Dunquerque de manera humillante, y el Reino Unido se disponía a sufrir los inminentes ataques de la Alemania hitleriana. El gabinete de guerra volvió sus ojos a un político trashumante y borrachín, gastado en mil gobiernos desde la Primera Guerra Mundial y con el depósito del prestigio en la reserva. Pero Winston Churchill se dirigió a sus compatriotas con un discurso de apenas cuatro párrafos para asegurarles que lo que podía ofrecerles no eran remedios taumatúrgicos ni falsas promesas, sino únicamente «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». «Me preguntáis -añadía- cuál es nuestra política. Os lo diré: hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar... Esa es nuestra política». ¿Y el purpose , la aspiración? «Una sola palabra: victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror, victoria por largo y duro que pueda parecer el camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia». Todo lo cual le autorizaba a «reclamar la ayuda de todas las personas, y decir: «Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas»».
Ni por asomo nos encontramos en una situación semejante. Por fortuna. Pero aquella alocución será por siempre el más excelso referente contemporáneo de las ideas que conviene sacar a la palestra cuando de lo que se trata es de afirmar un liderazgo y reclamar la confianza de un pueblo al que sólo se le puede ofrecer en determinados momentos, si no se le quiere engañar, «esfuerzo, lágrimas y sudor». Lo de la sangre, dejémoslo para otro momento por si alguien se lo toma al pie de la letra. El debate del miércoles era, antes que nada, un debate de confianza. Lo sabía el propio Zapatero, y aludió a ello a lo largo de alguna de sus interminables intervenciones (no cuatro, sino cuatrocientos párrafos), pero se quedó en el mero enunciado. No habría estado de más que Mariano Rajoy hubiera aprovechado la ocasión para conquistar un aliento popular que boquea en el arroyo. Ignoro si era su propósito; me temo que no lo consiguió.
Un apunte final. En Moncloa debe de anidar el virus de la desconsideración, porque esa plaga ha prendido en cada uno de sus ocupantes desde Adolfo Suárez. Felipe González despreciaba (y desprecia) profundamente a José María Aznar, y éste sentía lo mismo (y lo sigue sintiendo) por Zapatero. El líder socialista transita por idéntico camino: no tolera en Rajoy lo que acepta en otros con una sonrisa de oreja a oreja. El miércoles hubo oradores tan demoledores, o más, que el líder popular. Pero es probable que Zapatero ni se enterara

http://www.abc.es/20080912/opinion-firmas/churchill-zapatero-20080912.html

No hay comentarios: