jueves, septiembre 04, 2008

Dario Valcarcel, El retorno del Estado

El retorno del Estado

DARÍO VALCÁRCEL

Jueves, 04-09-08
EL Estado ¿recupera terreno? ¿Avanza en medio de la caída de las economías occidentales? Parece que los indicios de recuperación del prestigio público en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón son visibles desde 2003, antes de la reelección de George W. Bush. Y es notable que sea el Financial Times, periódico de los empresarios europeos y norteamericanos, con casi medio millón de ejemplares y más de un millón de visitas diarias a su dirección electrónica, el que insista en el lado oeste del mundo: el control público está de vuelta. La vigilancia aumentará en las democracias desarrolladas, para qué contar entre los otros 5.000 millones de habitantes del planeta (The return of the state, John Plender, FT, 22.08.08). La reducción del Estado, defendida hace décadas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, ha dado a veces resultados distintos a los buscados: en algunos casos en sentido. Desde 2000 a hoy, se ha atajado la inflación y fomentado el crecimiento gracias a la política de control de los bancos emisores: más por la acción del Banco Central Europeo, es cierto, que de la Fed americana. La entrega última del FT, más de 3.600 palabras, lo resume. Es aventurado acotar un proceso tan intrincado en una página de periódico: aún más en una columna como ésta de ABC. Nuestro papel es advertir: no nos creemos objetivos pero sí leales al lector.
Hace cuatro meses, Paul Volker, antiguo gobernador de la Reserva Federal, se enfrentaba a los privatizadores-liberalizadores: «Frente a las necesidades percibidas, los nuevos y arrasadores poderes (empresariales) se ha ejercido de manera no natural ni decente para un banco emisor. Como custodio del dinero de la nación, la Reserva Federal tiene la responsabilidad básica de proteger su valor y resistir a las presiones crónicas de la inflación. Si garantiza un grado de independencia en el cumplimiento de esa responsabilidad, la Reserva Federal eliminará toda decisión parcial -y debe verse así- en favor de entidades privadas o de grupos políticamente sensibles». Y añadía: «El nuevo y brillante sistema financiero, con todos sus resultados favorables y toda la inteligencia de sus participantes, no ha logrado resistir la confrontación física con el mercado». Una vez más en estos 3.000 años, hemos asistido a un choque frontal entre especulación teórica y realidad.
Lo sabemos, una economía nacional entra en recesión cuando registra crecimiento negativo durante dos trimestres seguidos. Los mercados son vulnerables, leemos, precisamente porque se apoyan en frágiles fundamentos, dependientes de la buena voluntad de quienes ejercen el poder político. Hoy, ante la crisis global, Estados Unidos contamina las economías europeas y japonesa, que contagian a chinos, indios, canadienses, árabes, africanos, con pocas excepciones (Brasil). Las economías desarrolladas piden inyecciones de liquidez a sus ministerios de Finanzas. La esperanza en un sector público, cree John Plender, más reducido yace por los suelos. Y es curioso: según la OCDE, en los últimos 18 años el gasto público de sus 30 miembros apenas ha retrocedido (del 40,9 por ciento al 40,8). Esa ausencia de cambios explica, entre otras cosas, cómo la demanda de mejor salud y educación aumenta a medida que las sociedades se hacen más ricas.
Hoy vemos retroceder la pleamar de privatizaciones, liberalizaciones y desregulaciones. Vuelve el Estado vigilante, la exigencia de political accountability, el escrutinio de la banca, de toda la banca, que paga los platos rotos de algunas, muy pocas, manzanas podridas (la sección americana de UBS, el gran banco suizo, ayudaba a ciertos clientes a evadir dinero hacia paraísos fiscales). Desde hace siglos, la presión del Estado avanza o retrocede, en paralelo con el dinero privado: hay mucho dinero correcto, resignado a pagar impuestos altos y a cumplir la ley. Hay otro sector, quizá pequeño, nunca se sabe, decidido a violentar discretamente el derecho. Los ciudadanos del mundo, no sólo los ricos, recapacitan. La democracia es un sistema que propone sin cesar, a veces tarde, respuestas a los problemas. ¿Retraso? La democracia es imperfecta, humana, falible. Pero esa condición la lleva también a buscar soluciones, incansablemente.

http://www.abc.es/20080904/opinion-firmas/retorno-estado-20080904.html

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