lunes, septiembre 29, 2008

Daniel Rodriguez Herrera, El mito de la pobreza en Estados Unidos

lunes 30 de septiembre de 2008
LOS PROGRES, ERRE QUE ERRE
El mito de la pobreza en Estados Unidos
Por Daniel Rodríguez Herrera
Uno de los momentos estelares de la estupidez progre española fue aquél en que Miguel Bosé explicó, en un programa de televisión, que el país con más pobres del mundo era Estados Unidos. Semejante mito –absurdo para quien no mire la realidad con anteojeras ideológicas– se sustenta en una estadística que cifra en 30-40 millones el número de pobres en aquel país.

Desgraciadamente, con números así la propaganda ya está hecha. No hace falta añadir nada. Cualquier respuesta más interesada en la verdad que en la demagogia tiene que ser más elaborada y explicar un buen montón de cosas que quien no se preocupe demasiado en salir del prejuicio (y son legión) no escuchará jamás.

Esa cifra es criticable por muchas razones. En primer lugar porque, siendo una medida de pobreza absoluta –en España, en cambio, siempre se mide la pobreza relativa– calculada a partir del dinero que un hogar de determinado tamaño requiere para cubrir las necesidades de comida, techo y ropa de sus miembros, los datos sugieren que está bastante por encima de una línea de pobreza real; casi todos los pobres tienen televisión en color, cerca de la mitad es propietaria de su casa, el 80% tiene aire acondicionado, tres cuartos tiene automóvil, el 62% tiene televisión por cable, etc.

Existen pobres en Estados Unidos, pero son muchos menos que esos 30-40 mmillones aireados por Bosé. Alrededor de un 2% de los hogares norteamericanos pobres reconoce que en ocasiones no tiene qué comer.

Hay que tener en cuenta que las medidas de ingreso en Estados Unidos excluyen las ayudas gubernamentales y, claro, los cobros en dinero negro. Además, se calculan antes del pago de impuestos; es decir, que sobrevaloran lo que ganan los más ricos, que son quienes más pagan al fisco, e infravaloran lo que reciben los más pobres.

Pero, sobre todo, lo que estos estudios no tienen en cuenta es el carácter dinámico de la vida en EEUU. Un empresario próspero que tenga un año malo caerá durante ese ejercicio por debajo de la línea de pobreza, a pesar de que seguirá viviendo bien. Quienes empiezan de cero en trabajos mal pagados pero van ascendiendo en la escala social y económica siempre partirán por debajo del umbral de la pobreza, pero pueden acabar su vida laboral perfectamente entre quienes más dinero ganan. Un rentista que viva en Beverly Hills pero no tenga otros ingresos puede ser considerado pobre en este sistema. Lo mismo cabe decir de un jubilado que disfrute de una pensión generosa.

Si dividimos la población norteamericana en cinco grupos en función de sus ingresos y seguimos su trayectoria a lo largo del tiempo, nos daremos cuenta de lo absurdo que es tratar allí la pobreza como un estado permanente. Sólo el 5% de los situados en el 20% que agrupa a los estadounidenses con los ingresos más bajos estaba en dicho grupo en 1975 y en 1991; el resto había ascendido: de hecho, el 29% había alcanzado el grupo del 20% con los ingresos más altos.

Por otro lado, hay gente que, pese a reconocer que los datos de pobreza reales no son, ni mucho menos, los que suelen esgrimirse, aborrecen la desigualdad existente en el gigante norteamericano. El grupo más rico supera en ingresos al más pobre por un margen de 15 a 1. Pero si pasamos de evaluar hogares a individuos y nos fijamos en cuánto consumen, esa ratio se reduce a 2.1 a 1. El mercado y la globalización –y la innovación que ambos traen consigo– han abaratado casi todos los productos. La diferencia entre los que más y los que menos ganas a veces es mera cuestión de tiempo: yo no voy a comprarme un Bluray ahora, pero seguro que dentro de pocos años dispondré de uno por mucho menos de lo que pagan por él hoy los ricos.

Evidentemente, tanto aquí como en Estados Unidos hay pobres de verdad, aunque su número no esté bien estudiado. Según una investigación de la Fundación Heritage en los datos del censo, entre las causas que explican la situación de los hogares norteamericanos con menos ingresos se cuentan la escasa o nula actividad laboral de los cabezas de familia, la monoparentalidad o –en el caso de numerosos hogares inmigrantes– la ínfima capacitación laboral y comunicativa (desconocimiento del inglés) de sus integrantes; es decir, nada que la mentalidad victimista de la izquierda de aquí o allí no sepa fomentar.


© AIPE

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