jueves, septiembre 18, 2008

Chivite, Realidad

Realidad
19.09.2008 - F. L. CHIVITE

E l ser humano no soporta dosis elevadas de realidad. Mucha realidad deprime. Es curioso, se supone que somos seres reales, vivimos en un mundo real, nos esforzamos y trabajamos para obtener toda clase de cosas reales, una vivienda digna, una posición. Y sin embargo, todo eso es lo de menos. Aspiramos siempre a algo más. Un algo difícil de explicar. Como aquel tipo que decía: «No me falta de nada pero siento que me falta algo esencial». Una especie de fluido vital bastante intangible. Una vaga fantasía en el fondo muy necesaria. En fin. La realidad tiene un no sé qué de puré gris que desprende un cierto husmo más bien desabrido. Tanto en los trances malos como en los buenos necesitamos huir de ella. El mordaz Bierce decía que la realidad viene a ser algo así como «lo que queda en el filtro cuando se filtra un fantasma». Pero hay ocasiones en que el fantasma toma forma y alza el mentón con arrogancia. Y entonces la realidad se convierte en un asunto descomunal del que resulta muy difícil escapar. Nos cae encima de manera inapelable. Como viniendo desde arriba. Como un manotazo inesperado. Si la actualidad es rabiosa, la realidad puede ser aplastante. Rabiosa y aplastante son los calificativos más ajustados que podemos añadir a esas dos extrañas palabras. Y la realidad aplastante de hoy, la rabiosa actualidad del momento, es la crisis. Y sus lóbregos efectos. Después de todo, si algo ha quedado claro es que el poder político no es, de hecho, el verdadero poder. Y que su único papel parece reducirse a fingir que no entiende muy bien qué es lo que ha pasado para que hayamos llegado hasta este extremo. Y a tratar de suavizar o endurecer los discursos según se esté o no en el gobierno. Por otro lado, claro, en circunstancias así, suele producirse un rearme moral de los individuos. La gente se vuelve sobre sí, busca otros valores, pasa de rollos. Otro brillante inventor de citas, Oscar Wilde, en uno de los peores momentos de su vida, exclamó: «Nada de lo que actualmente sucede tiene la menor importancia». Una frase difícil de interpretar. No se sabe con certeza si se trata de una mera frivolidad, de un exabrupto cínico o de una sencilla píldora taoísta para afrontar las malas digestiones. Pero, con todo, la frase tiene el poder de ayudarnos a relativizar la arrogancia de la realidad. Y reivindicar el valor de la independencia y de la conciencia individual. Ése es, al menos, el sentido que yo le doy. Lo importante de verdad está en mi cabeza.


http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20080919/opinion/realidad-20080919.html

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