jueves, septiembre 11, 2008

Carrascal, El optimismo de Zapatero

El optimismo de Zapatero

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Viernes, 12-09-08
EN el debate del miércoles brincó la frase «usted no es un optimista antropológico, como se viene diciendo, sino patológico», algo bastante más grave, sobre todo en un caso como éste, que el aludido ocupa la presidencia de un gobierno. Patología significa la conversión de un desajuste en enfermedad, y sólo nos faltaría eso en las circunstancia que atravesamos.
El optimismo es una cualidad positiva e incluso encomiable. Pero cuando desborda los límites de lo razonable, puede llevarnos a batacazos proporcionales a su volumen ¿Es este el caso de Zapatero? Indicios de ello hay. Desde que llegó a La Moncloa, la línea de actuación ha sido que basta estar plenamente convencido de algo para que se cumpla. ¿Recuerdan su fe de carbonero en que la negociación con ETA traería la paz al País Vasco? La mantuvo incluso después de que ETA hubiese vuelto a asesinar. ¿Y qué me dicen del nuevo Estatuto catalán, que según él traería la vertebración definitiva de España? Incluso cuando amenaza con romper su propio partido, sigue respaldándolo, como hizo el miércoles, al confesar con orgullo que había sido él quien redactó el capítulo sobre la nueva financiación catalana, uno de los puntos más controvertidos del mismo.
Pero la cumbre de ese concubinato de deseos y realidades se ha dado en la presente crisis económica, que, se habrán fijado, sigue sin llamar crisis cuando la Comisión Europea la llama ya recesión. Nuestro presidente continúa en lo de «situación delicada» y otros eufemismos, sin apearse de sus convicciones de que se trata de un problema que nos llega de fuera y que estamos en mejores condiciones de afrontarlo que los países de nuestro entorno, no importan los indicadores negativos que caen como chuzos sobre nosotros. Ante lo que es lícito apelar a lo de patología. ¿Y qué dice ésta sobre ese desorden? Pues que basta con estar vehementemente convencido de que las predicciones personales son más justas, más positivas, más razonables que todas las demás, para dar por seguro que tales predicciones se realizarán. Admite las dificultades, pero el convencimiento de la bondad de sus creencias las dota de un poder ilimitado, capaz de vencer cualquier obstáculo y llegar a un desenlace feliz. Su gran problema es que no tiene en cuenta el mundo y cuando en él acontece, con su propia estructura y unas leyes inmutables que limitan nuestros deseos y convierten en temeridad todo plan que no cuente con ellas. Afortunadamente, conviene añadir, pues imaginen ustedes que se cumpliera lo que cada uno de nosotros estuviese convencido de que es lo mejor para todos. Ese acelerador de partículas que acaba de inaugurarse en Ginebra, como millones de choques por segundo, sería un juguete comparado con la atmósfera a presión que surgiría de que todos nuestros deseos se convirtiesen en realidades. La ley de hierro que, como la de la gravedad, limita nuestros anhelos es el mejor cinturón de seguridad para tamaño desbarajuste. Lo que no ha impedido que tal tipo de alucinación se haya dado en gobernantes, sobre todo en las postrimerías de su mandato, cuando el poder se les ha subido a la cabeza mientras sus posibilidades se reducen. Habiendo casos extremos que entran ya en el delirio. El de Hitler en la Cancillería, por ejemplo, soñando en divisiones fantasmas de las SS que acudían a rescatarle.
Dicho todo esto, sin embargo, me creo obligado a advertir que no creo que nuestro presidente sea un caso de optimismo, antropológico o patológico. Es simplemente un evasionista, uno de esos seres que usan todos los recursos de la realidad cuando el viento sopla a su favor, y se evade de ella en cuanto empieza a soplar en contra. Y lo hace, además, con más soltura y habilidad que nadie, empezando por la oposición. Estamos, en fin, ante un maestro en el arte del escaqueo o, si lo quieren, de la trilería. ¿Ven ustedes la bolita? Pues fíjense bien, cambiamos las chapas, una vez, otra, otra, y ya no la ven. Lo mismo con la crisis, ¿la ven?, ¿no la ven? Ya ha desaparecido. Ante unos espectadores asombrados, sin darse cuenta de que la crisis está en sus bolsillos.

http://www.abc.es/20080912/opinion-firmas/optimismo-zapatero-20080912.html

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