jueves, agosto 21, 2008

Oscar Molina, La piedra

jueves 21 de agosto de 2008
La piedra

Óscar Molina

H AY leyes que son piedras, gente que sólo sabe legislar a pedradas y amantes y beneficiarios de las leyes-piedra.

En España venimos últimamente legislando a pedradas. Piedra es la Ley para la Recuperación de la Memoria Histórica, que tan sólo persigue un uso arrojadizo y partidista. Piedra fue el decreto que llevó a Cataluña el Archivo de la Guerra Civil, el de derogación del trasvase del Ebro y piedras hay en el horizonte, de nombre eutanasia o ampliación del aborto. Piedras se anuncian respecto a la financiación de la Iglesia y vocación de piedra tuvo, entre otros anhelos, la resolución del Congreso de los Diputados (no retirada) que autorizaba al Gobierno a buscar “una salida negociada al terrorismo” de ETA.

Y es que algunos sólo saben entender el desempeño político como un ejercicio de tirachinas, en muchos casos justificado en el falso sufrimiento de una lapidación previa. Los que ejercen el victimismo nacionalista y esgrimen falsos agravios pétreos pasados como justificación a sus pedradas no podrían de otra forma dedicarse a la Política, tendrían que ejercer una profesión de la que carecen en la mayoría de los casos. Es el caso de Carod- Rovira, Ibarreche, o el insigne académico y aclamado pensador Pepiño Blanco; todos ellos viven de un teatro político en el que siempre hay buenos y malos, progresistas y reaccionarios, centralismo imperialista contra ansias de Libertad, piedra que va contra piedra que viene, cantazo atizado por presunto cantazo recibido.

A todos éstos, y muchos otros, no les cabe otra forma de actuación que agredir al adversario político, insultar a España o llamar al boicot de lo español para mantener viva la llama que calienta el horno de su faltriquera, sus dietas y su coche oficial. El lehendakari no estaría donde está si no fuese porque acusa a España de “imponer su voluntad a los vascos y las vascas”, Carod no sería Carod si no llamase a boicotear la candidatura de Madrid 2012 y Pepín Blanco, ese intelectual, seguiría de bedel si no manejase con tanta soltura el ataque a las señoras con visón.

Pero así estamos, y en esto hemos dejado que se convierta nuestra vida pública, un lugar para gente sin valía que se hace un hueco a base de excitar y resucitar los peores instintos de una buena parte de la ciudadanía que traga con la trinchera y se apunta a las pedradas.

Lo malo de poner piedras en circulación es que uno no sabe a qué cabeza acabarán yendo dirigidas. Eso le ha pasado al Estatuto de Cataluña, piedra máxima de la pasada legislatura cuyos primeros poseedores cometieron el error de dejar abandonada en un suelo de indefinición y “ya lo pensaré mañana” que la ha convertido en bumerán. El Estatuto que se pudo utilizar para demostrar que el PP era la caverna, la piedra estatutaria que nunca fue la primera de un edificio de convivencia y consenso sino un guijarro que abriera en la derecha ultramontana las heridas de su propia intransigencia, acaba de aterrizar en la frente de su principal promotor: José Luis Rodríguez Zapatero. Y lo ha hecho surcando un espacio que le es propio: el de la pasta. La financiación de una comunidad autónoma que exige privilegios inconcebibles para, a la postre, surtir de contenido financiero a la cada vez mayor necesidad de sustentar un aparato público que alimente el hecho diferencial del que tantos viven como nunca hubieran pensado.

Alabo la firmeza de ZP en no tragar (ya veremos lo que dura) del mismo modo que me escandaliza la timidez de Rajoy, más pendiente de descifrar los arcanos que le posibiliten un entendimiento con el BNG que de este escándalo que no cesa.

En cualquier caso, por mí que se descalabren. Pero que no salpique…


http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4786

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