lunes, julio 21, 2008

Ismael Medina, La moderacion es suicida cuando España esta en peligro

lunes 21 de julio de 2008
La moderación es suicida cuando España está en peligro

Ismael Medina

R AJOY se ha subido al carro de la moderación como soporte estratégico del Partido Popular en la actual legislatura frente al delirium tremens en que Rodríguez y su rebaño han sumergido a España. Es como si un sujeto al que unos facinerosos amenazan con asesinarlo les pidiera que lo liquiden con moderación. O como si un infeliz al que van a dar por la retambufa suplicara que se lo hagan con vaselina.

Ya sé que moderación equivale a la templanza en las palabras o acciones. Y que en política se atribuía la condición de moderados a los partidos que pretendían situarse a mitad de camino entre los extremos, pero que a la postre, según enseña la historia, acababan siendo machacados por éstos. El centrismo actual es una versión maniobrera del moderantismo que en vez de hacer de colchón con los extremos busca emulsionarse con ellos, cuando no meter en la trituradora productos ideológicos variados para componer un indigerible gazpacho político. Aunque, eso sí, con altas dosis de edulcorantes para hacerlo comestible a una sociedad insensibilizada y acostumbrada a tragarse sapos como si se tratara de tocinos de cielo.

Rodríguez, sus secuaces y sus escoltas mediáticas se ocuparon durante la anterior legislatura en acusar al PP de fomentar la crispación y reclamando moderación democrática a Rajoy. Actitud en la que se embarcaron con parejo empeño columnistas y editorialistas de los medios tenidos por conservadores, los de “ABC” a la cabeza con llamativa agresividad e insistencia, fuera por animosidades personales, por cuitas zarzalejeras o por la dependencia de los nada claros intereses vascongados de Vocento. Se han ido, como reclamaban, Acebes (lo hizo con ejemplar gallardía y honestidad política) y Zaplana, las “bestias negras” a batir con Mayor Oreja y algún otro.

No creo que se excedieran en sus críticas los peperos, los únicos titulares de una atendible oposición. La función de los partidos opositores es la de censurar las acciones erradas, contraproducentes, viciosas o perversas del gobierno y su partido. Y es obvio que Rodríguez y su sumisa gentecilla ofrecieron durante la anterior legislatura un abultado catálogo de transgresiones constitucionales, perversiones institucionales, procaces compadreos con los secesionismo que atentaban contra las unidad de España, abyectos amancebamientos con el sanguinario terrorismo vasquista, falsificación permanente de la realidad, favorecimiento de toda suerte de corruptelas, desvaríos económicos, destrucción interna de la solidez del Estado, instrumentación partidista de la Justicia, una nefanda política exterior y tantas otras insensateces.

Rajoy enarbola ahora la bandera de la moderación y del centrismo progresista. Parece evidente que ha caído en la trampa que le tendieron desde la izquierda con acusaciones sostenidas de crispador al que asomaban las orejas de un derechismo cavernícola e incluso de franquismo, amén de ser marioneta de Aznar. Una trampa a cuya consolidación contribuyeron, insisto, los del llamado “fuego amigo”. Lo evidencia la depuración realizada al amparo del congreso de Valencia y de los regionales subsiguientes.

Podría aducir Rajoy que las diferencias y los enfrentamientos registrados en sus convocatorias congresuales se corresponden con un prurito de democracia interna al que es ajeno el partido de Rodríguez, más bien partida de pillos callejeros. El XXXVII congreso del P(SOE) se desarrolló al más puro estilo totalitario del ya lejano sovietismo con el añadido del alejamiento de los pocos dirigentes incómodos que aún restaban. No en vano concluyó con el eufórico canto, puño en alto, de “La Internacional”. Pero en uno y otro de los partidos mayoritarios se perciben sugestivas concomitancias para las que apenas si caben dos explicaciones plausibles: el efecto emulación o la común servidumbre a un poder superior.

La mejor posición electoral de la partida de Rodríguez en Cataluña, Vascongadas y Galicia no fue la suficiente para alcanzar la mayoría necesaria en dichas regiones ni en las dos cámaras de una Nación ya esclerótica. Y si Rodríguez, forzado por las circunstancias, hace guiños de españolidad para la galería, está atrapado por su protervas negociaciones con ETA y las concesiones a los respectivos nacionalismos separatistas, a cuyos excesos se han sumado sus filiales en las respectivas taifas sin que desde la sede de Ferraz se mueva un dedo para, cuando menos, mitigar esa deriva. Que una cosa es la palabrería encubridora y otra la realidad asumida. El gobierno ha llevado al Tribunal Constitucional el recurso contra el referéndum chantajista de Ibarrreche. Pero lo que pretende el PNV, siempre jugando a dos paños, no difiere sustancialmente del Estatuto catalán que Rodríguez propició ni de sus anticonstitucionales aplicaciones por el tripartito barcelonés. Entre ellas la imposición totalitaria de lo que se ha dado en llamar “inmersión lingüista”. Una aberración también existente en Vascongadas, Galicia y Baleares.

Más de una vez he aludido al efecto emulación para explicar determinados fenómenos criminales, en particular los crímenes pasionales que ahora, en plena vorágine de eufemismos, se consideran de “género”. Sucede algo muy parecido en el ámbito político. Rajoy no quiso ser menos que Rodríguez en las patochada de mitad mujeres y mitad hombres, en ocasiones rota por la dificultad de encuadrar en uno u otro género a marticones y lesbianas respecto de los cuales hay una especial predilección en la izquierda. Y el PP elevó la cuota femenina en sus cuadros de dirección. Admito que, a diferencia de lo que ocurre en el P(SOE), algunas de las promovidas sean las mejores cabezas de que hoy dispone un PP depurado. Pero me pregunto si, pese a ello, habrían irrumpido a los primeros escalones de no haber actuado el efecto emulación, el cual influyó asimismo de manera inequívoca en la decisión de Rodríguez de nombrar a la Pijín para el puesto que ocupaba Pepino Blanco, del que será la voz de su amo.

Rajoy está persuadido también de que el PP no alcanzará mayoría absoluta en unas próximas elecciones por mucho que la recesión económica y las prolongación de sus letales efectos por dos o más años siegue la hierba bajo los pies de Rodríguez. Cree que una dialéctica moderada en las regiones separatistas le atraerá votos de los sectores más conservadores del catalanismo y le granjeará el apoyo de CiU que ya tuvo Aznar en su primera legislatura. Olvida que Aznar hubo de pagar un alto precio por aquel respaldo y que la sustitución de Vidal-Quadras por el catalanista Piqué desembocó en un notorio recorte electoral. Y también que la inclinación de Fraga a los tópicos galleguistas fue la causa principal de su desalojo del gobierno regional. O lo ocurrido en Baleares. Tampoco pareció entender que el Estatuto valenciano daba alas al catalanista en vez de frenarlo. Y ahora que, por ejemplo, el Manifiesto por la Lengua Común, la española, y las prédicas de Rosa Díez, han despertado las conciencias sobre la barbaridad de la llamada “inmersión lingüista”, desde la sede de Génova se condena ésta, obviamente con moderación, mientras las nueva dirigente de los peperos catalanes considera que no es un peligro. ¿También efecto emulación respecto de Rodríguez que, como el tero, canta en un lado y pone los huevos en otro?

Rajoy se besó con la Fernández de la Vogue en el acto de exaltación de las víctimas del terrorismo organizado por “La Razón”. Lo de menos es que la corrección política le obligara al esfuerzo de besar a un tal esperpento. Lo inquietante es que Rajoy lleve su moderación hasta el punto de creer que Rodríguez y sus dakois han pasado realmente de hacer cama redonda con ETA y sus protectores a una resuelta política antiterrorista del corte de la que practicó Aznar con excelente resultados. Pactar con un farsante irrecuperable como Rodríguez en cualesquiera ámbitos es lo mismo que dejar los niños al cuidado de un pederasta mientras el matrimonio se va de vacaciones.

Me contaba uno de mis tíos que allá por los años veinte cayó de titular en un pueblo conquense un médico de edad madura que había tardado un montón de años en acabar la carrera sin fruto alguno. Pero el sujeto era consciente de su ignorancia y, fuera cual fuera la dolencia del enfermo, le recetaba agua de limón. No le curaba. Pero tampoco le dañaba. Pues agua de limón es la moderación cuando una Nación y una sociedad están en trance de que les administren la extremaunción.

Aleccionaba Disraeli que la diferencia entre un estadista y un político radica en que el estadista piensa en las siguientes generaciones y el político en las próximas elecciones.
Rodríguez, a quien ni tan siquiera puede atribuirse la consideración convencional de político, se entrevistará el 23 de julio con Rajoy en el palacio de la Moncloa. Pretende Rodríguez tenderle una burda encerrona. Lloverán sobre él los improperios si no se aviene a entregar al P(SOE) en bandeja de plata el pleno control de Tribunal Constitucional para que santifique el Estatuto de Cataluña y el Consejo General del Poder Judicial para mangonear la Justicia sin freno alguno. Se ofrece a Rajoy la ocasión de evidenciar que tiene talante de estadista y no es, según hace presumir su actual comportamiento, un político ocasional que, como el tópico cuento del gallego, nunca se sabe si sube o baja por una escalera.


http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4743

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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