viernes, junio 27, 2008

Miguel Martinez, Obsesion por la Zeta

viernes 27 de junio de 2008
Obsesión por la Zeta

Miguel Martínez

P ERTURBACIÓN anímica producida por una idea fija, o idea que con tenaz persistencia asalta la mente, son las dos acepciones con las que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua define el vocablo que con el que empieza el título esta columna.

Si me lo permiten mis queridos reincidentes, les relataré una batallita al hilo de la zeta y luego les cuento lo de la obsesión. Un sábado de éstos, un servidor había quedado en Zaragoza con la escritora y periodista Nieves Concostrina. Ese día, y coincidiendo con la inauguración de la Expo, el equipo del programa radiofónico de RNE “No es un día cualquiera”, en el que Nieves colabora, transmitía en directo desde el interior del recinto de la exposición.

Servidor de ustedes se hallaba junto a la caseta donde se expedían las acreditaciones de prensa cuando recibió la llamada de Nieves.

-¿Dónde andas?
- En la caseta de las acreditaciones de prensa.
- Perfecto, estoy muy cerquita. Saldré por la puerta que verás justo al otro lado. Fíjate en una zeta de agua enorme, al lado de una carpa con muchos ángulos, ahí estoy en dos minutos.

Un servidor, que miraba a diestra y siniestra en busca de la zeta enorme, pese a identificar de inmediato la carpa de los picos y los ángulos, no supo encontrar el farolillo rojo de nuestro abecedario. Dos minutos más tarde Nieves llamaba de nuevo.

- Ya he salido y no te veo. Estoy bajo la zeta.

Y un servidor, que ya veía a Nieves caminar por el otro lado de la avenida, seguía sin ver la zeta de marras.

- Ya te veo, Nieves. Espérame ahí que voy, y me explicas dónde narices está la puñetera zeta.

Efectivamente la zeta estaba allí, justo encima de Nieves. Lo que yo había tomado por una gota de agua despanzurrada, era en realidad una zeta y el logotipo que simboliza la Exposición Universal de Zaragoza 2008. Era una zeta, una zeta de Zaragoza, pero podía haber sido un dos, un patito mal dibujado, el cauce de un río (o de una ría, que diría cierta Ministra) zigzagueando en un valle, la representación de una carretera de montaña como las que nos gustan a los moteros… o váyanse ustedes a saber. Pero era una zeta. Rarita pero zeta. Hasta aquí la batallita.

Esta tarde, mientras este columnista escribía un artículo en el que vestía de limpio a cierto radiopredicador por sus palabras dedicadas a cierta magistrada y a cierta sentencia, y en un receso para airearse sus dos neuronas y fumar un pitillo, aparecía en la tele, en un programa de zapping, también con zeta, Curri Valenzuela, desde su programa de Telemadrid, escandalizada por ponerle a la Expo un símbolo con la Z de ZP, pasando un vídeo en el que, efectivamente, se ve a Zapatero en la inauguración y zetas raritas como la que les describía por doquier, incluso en la solapa de Su Majestad. Se oye a doña Curri, o quizás sea una de sus colaboradoras, mascullar “esto es escandaloso”, “una vergüenza” y demás locuciones sorpresivas sobre la ocurrencia del logo y su identificación con ZP. Concluyen con que no es casual.

Elijan ustedes cuál de las dos acepciones se les antoja más pertinente a la obsesión de Curri, si la de “perturbación anímica producida por una idea fija”, o la de “idea que con tenaz persistencia asalta la mente”. Tiene razón doña Curri, no es casual. Zaragoza se escribe con zeta. Con zeta de Zaragoza.


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