lunes, junio 30, 2008

La inmigracion, ¿colchon frente la crisis economica?

Una gran falsedad, al descubierto

La inmigración, ¿colchón frente la crisis económica?

elmanifiesto.com

1 de julio de 2008

ISABEL ORDÓÑEZ/FORUMLIBERTAS.COM

Coincidiendo con la alerta de Bruselas de que España no cumplirá su objetivo de superávit en 2008 y 2009, el diario El País informa el pasado jueves, 26 de junio, de que “la inmigración está actuando como colchón frente a la crisis”. La inmigración, ¿colchón frente la crisis económica? Así lo considera El País, pero falsea el enfoque al ignorar la contabilidad generacional de esos inmigrantes, pensiones incluidas.

Vaya por delante el reconocimiento de que la aportación de los inmigrantes al crecimiento económico español es positiva. Un reconocimiento que se suma al innegable derecho que les asiste a encontrar un trabajo digno.

Sin embargo, quienes como El País plantean el fenómeno migratorio en los términos en que lo hace este diario, falsean el enfoque global al ignorar otros aspectos importantes, entre ellos la contabilidad generacional de esos inmigrantes, pensiones incluidas.

El buque insignia del Grupo Prisa dice en su información que “sin el choque demográfico generado por la inmigración, ‘España habría sido mucho menos resistente a la ralentización económica de la economía mundial en 2001’”, tal como señala el informe anual de la Comisión Europea.

Aportan el 25%

A continuación, hace referencia al hecho de que “el impacto de los inmigrantes en las cuentas públicas también resulta muy positivo. En 2007, los no nativos aportaron un 0,6% del superávit público, es decir un 25% del total”.

“Ello es debido a que sus contribuciones crecieron un 2,7%, mientras que sus gastos aumentaron sólo el 2,1%, principalmente en salud, educación y pensiones”, añade el diario.

Por último, El País destaca en su información que “la Comisión prevé que esta aportación positiva seguirá en 2008 con un 0,4% y en 2009 con el 0,2%”, y concluye que “Bruselas alerta de que, dado que los emigrantes representan el 25% de los trabajadores de la construcción, comparados con el 14% del conjunto de la economía, cabe esperar que el ajuste en el sector de la vivienda tendrá su impacto sustancialmente en la fuerza laboral no nativa”.

Cabe reconocer, pues, que los inmigrantes de más de 16 años en España, representando el 11,4% de la población total en edad de trabajar, aportan el 25% del superávit español.

Falseando el enfoque

Todo esto es cierto, aunque se trate de una verdad a medias. El País falsea el enfoque al contrastar estos porcentajes y mostrarlos como un paradigma de que la inmigración es totalmente beneficiosa para la economía española, ya que silencia algunas cuestiones fundamentales.

Por ejemplo, que ese 11% de población inmigrante que aporta el 25% del superávit está compuesto mayoritariamente por inmigrantes en edad de trabajar, mientras el 89% restante de la población española tiene el lastre de los jóvenes en edad de estudiar y los pensionistas.

Al mismo tiempo, se falsea también la perspectiva en el sentido de que, para ver la aportación real de los inmigrantes a las finanzas totales, se ha de tener en cuenta la contabilidad generacional, que es la que se obtiene del ‘saldo vital neto’, es decir, lo que aporta y recibe una persona a lo largo de toda su vida.

Así, se debería de incluir también en el cómputo total el cálculo de lo que esos inmigrantes cobrarán en concepto de pensiones. En ese sentido, según datos de 2004, el saldo vital neto muestra un resultado negativo en 15.091 euros por persona.

Sin superávit

Por otra parte, volviendo a las previsiones de la Comisión Europea sobre el superávit español para estos dos años próximos, que el Gobierno calculaba en un 1,2% del PIB, Bruselas ya ha advertido de que prevé un superávit para España del 0,6% del PIB en 2008, y que desaparecerá por completo en 2009.

Dice la Comisión que la previsión de los presupuestos generales del Estado para 2008 se basan en un “escenario macroeconómico optimista” que no se corresponde con la actual desaceleración económica.

Si a ello se suma el incremento del gasto provocado por las “medidas discrecionales recientemente adoptadas”, sobre todo la devolución de los 400 euros en el IRPF, el resultado es que el objetivo de superávit “no parece que pueda alcanzarse”, añade la Comisión Europea.


http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2464

Barcelona (y Cataluña) cubierta de banderas españolas

Ni los más viejos del lugar lo recuerdan

Barcelona (y Cataluña) cubierta de banderas españolas

elmanifiesto.com

1 de julio de 2008

MONTSERRAT BOFARULL. BARCELONA

Lo siento, pero como a mí no me gusta para nada el fútbol, decidí anoche hacer como un buen amigo cántabro: salí a pasear ostensiblemente, como en provocadora actitud, durante el tiempo del partido. No había ni un alma, desde luego. Las calles de Barcelona estaban desiertas, envueltas en un silencio denso, expectante. De vuelta a casa, me olvidé del dichoso partido, me puse a leer y me quedé dormida. De pronto, procedentes de la calle, me despertaron unos extraños gritos: “¡Viva España, viva España!”, creí oír. Sonreí diciéndome: “¡Estás soñando, tía!”.

No pude, sin embargo, volver a conciliar el sueño. «¡Españaaaa, Españaaaa! ¡Hemos ganadoooo!», oía ahora en medio (eso me pareció) de ráfagas de ametralladora. «¡La revolución, ya ha estallado la revolución!», me dije precipitándome al balcón, desde donde pude observar una multitud de gente y de coches que, tirando petardos y enarbolando banderas rojigualdas, bajaban por la calle Lauria.

No lo dudé un instante. Me daba igual que estuvieran celebrando (por fin comprendí) la victoria de la selección española de fútbol. La ocasión era única, excepcional, y había que aprovecharla. Sólo los puristas (como mi amigo cántabro, se me ocurrió de pronto) les hacen ascos a estas cosas. De modo que me vestí en un plis-plas, abrí el armario (nunca mejor dicho), saqué mi bandera envuelta en naftalina, y me lancé a la calle. A confraternizar «con-el-populacho-embrutecido-por-el-fútbol-y-que-no-entiende-ni-jota-de-política» o (elijan ustedes) «con-el-noble-pueblo-que-por-fin-ha-comprendido-que-los-destinos-de-Cataluña-y-España-están-indisociablemente-unidos».

Unidos… lo están en todo caso en mi bandera. Permítanme que les hable un poco de ella —¡la he podido enarbolar tan poco! Incluso una vez en que cometí el craso error de ir a un mitin del PP me prohibieron entrar con ella. «No, la bandera española aquí no, de ninguna manera», me dijeron. «Pero si es también la senyera catalana», les repliqué (sin éxito) dándole la vuelta. Porque mi bandera es doble. Como debieran serlo todas en Cataluña. Como dobles —engrandecidamente dobles— somos los catalanes: ese pueblo que tiene la suerte (o la desgracia, dado que están minando su doble personalidad) de hablar dos lenguas, abrazar dos culturas, tener una doble identidad.

De modo que, enarbolando mi doble bandera, me lancé a la calle, dando vivas a España y a Cataluña. «¿Què fot Catalunya aquí, si no ha jugat pas?», me espetó un señor en medio de la muchedumbre que, abarrotando Canaletas, bajaba como una riada humana por las Ramblas («¡es increíble, hasta hay más gente que cuando gana el Barça!», oí también que decían). Quien me había preguntado qué pintaba ahí Cataluña no entendía nada de mi doble bandera, como por lo general nada entiende de dualidades o sutilezas la gente (o el pueblo, o el populacho; ya les dije que eligieran ustedes). Todos andan por la vida con su manía por lo único, con su afán por lo exclusivo, lo excluyente —como les han enseñado quienes les mandan, dirigen y manipulan. «Sólo catalanes y nada más que catalanes. Nada que ver con España, esa cáscara, ese “Estado”», dicen y sienten —o actúan como si lo sintieran— un día sí y otro también.

Pero he aquí que, como quien ganó ayer no fue desde luego «la Selección del Estado español» («Alemania 0, Selección Estatal 1»), el viejo fondo aún no muerto de sentimiento nacional español volvió, de pronto, a aflorar en Cataluña (me dicen desde Lérida, Gerona y Tarragona que también ahí sucedió, aunque a menor escala, algo parecido). La lástima no fue sólo que semejante sentimiento brotara con ocasión de un partido de fútbol. La lástima fue que todo pasó como si la victoria (o la afirmación) de España fuera incompatible con la de Cataluña. Ni una sola senyera ondeaba —y mira que la ponen hasta en la sopa— en aquella marea de banderas rojigualdas. Sólo la mía.

http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2462

Cesar Vidal, Panem Et Circenses

martes 1 de julio de 2008
Panem Et Circenses
Corría el año 110 d. de C. cuando se publicaron en Roma las sátiras de Juvenal. En ellas, el habilísimo poeta latino diseccionaba la sociedad romana con una agudeza y un sentido del humor verdaderamente prodigiosos. Precisamente, en su sátira X, donde Juvenal comenta la manera en que los seres humanos, por su propia naturaleza, tienden a confundir el bien con el mal, realizaba la siguiente descripción del pueblo de Roma: “qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses” lo que podría traducirse de la siguiente manera: “el pueblo del que en otra época dependían el gobierno, la justicia, las fuerzas armadas, todo, ahora se desentiende y sólo desea con ansia dos cosas: pan y circo”. El texto de Juvenal resulta en su elegante exposición verdaderamente sobrecogedor. El pueblo de Roma, en otro tiempo, había sido dueño de su destino y había mostrado su orgullo por las instituciones que garantizaban su seguridad, su gobierno y su justicia. Bajo un gobierno despótico, se conformaba con bien poco: con el pan y la diversión.

Este fin de semana, la selección española ganó la Eurocopa en una final disputada contra Alemania. Sin ánimo de ser exhaustivos, los hechos son los siguientes:

1. Este domingo, la selección nacional de fútbol de España, a pesar de los deseos de los dirigentes nacionalistas vascos y catalanes, que preferían la victoria de Rusia o incluso de Turquía, se convirtió en campeona de Europa.

2. El triunfo de España se produjo gracias a un gol marcado por Fernando Torres, en el minuto 33 de la primera parte.

3. La victoria de España provocó una reacción popular inmediata que llenó de banderas españolas todas las capitales de la nación incluidos lugares tan emblemáticos como Las Ramblas barcelonesas.

4. Semejante triunfo se produce en un momento en que se prevé que el PIB crezca menos del 2% e incluso descienda hasta cero iniciando una época de recesión.

5. Semejante triunfo se produce en un momento en que el IPC ha subido más del 5%, el mayor aumento desde 1995.

6. Semejante triunfo se produce cuando la destrucción de empleo hasta el mes de mayo ha afectado a no menos de 380.000 personas.

7. Semejante triunfo se produce cuando el déficit de la balanza por cuenta corriente, que refleja los ingresos y pagos por operaciones comerciales, servicios, rentas y transferencias, ascendió a 40.720,1 millones de euros en los cuatro primeros meses del año, lo que supone un aumento del 15,5% respecto a los 35.245 millones registrados en el mismo periodo de 2007, según datos del Banco de España.

8. Semejante triunfo se produce cuando las familias españolas van a sufrir un aumento del precio del recibo de la luz por disposición del gobierno de ZP que llegará a una media de casi un 11%.

9. Semejante triunfo se produce cuando la cifra de morosidad está pasando del 1,3 % del año pasado a un 2% en el presente.

10. Semejante triunfo se produce cuando las oligarquías vasca y catalana vampirizan la economía española valiéndose de instrumentos creadores de desigualdad como son el cupo vasco y el nuevo Estatuto de Cataluña.

11. Semejante triunfo se produce cuando un catalán prepara la elaboración de balanzas fiscales que, sin tener en cuenta las balanzas comerciales, abrirá el camino para aumentar el expolio de los recursos de toda España por parte de la oligarquía nacionalista de Cataluña y

12. Semejante triunfo se produce cuando el castellano, la lengua común de todos los españoles, es perseguida por partidos nacionalistas en varias regiones españolas.

Ayer la selección española en un partido rezumante de emoción obtuvo un enorme éxito internacional. Nada puede ser más lógico que el entusiasmo que provocó entre la población española que llenó de banderas las calles de todas las ciudades de nuestra nación sin excluir aquellas gobernadas por pequeñas oligarquías nacionalistas que se jactan de no ser españolas. Los motivos de alegría son amplios e innegables y no es el menor el que quede de manifiesto que la imagen de España que quieren dar los nacionalistas no pasa de ser una mentira rapaz e interesada.

Sin embargo, a pesar de todo, no deberíamos dejarnos engañar por el entusiasmo. Esas mismas banderas que han llenado de alegría nuestras calles en las últimas horas, esos centenares de miles de personas que han gritado con entusiasmo el nombre de España, esas poblaciones conmovidas por el fervor son mucho más necesarias en otros lugares.

Faltan esas banderas en los ayuntamientos de Cataluña y de Vascongadas donde han sido arriadas por los nacionalistas.

Faltan esas poblaciones a la hora de defender a los castellano-parlantes de las agresiones injustas, crueles y sistemáticas que descargan sobre ellas los nacionalistas.

Falta ese entusiasmo a la hora de defender la libertad, la cultura de la vida y la prosperidad para nosotros y para nuestros hijos de los efectos devastadores que sobre ellas están teniendo las acciones conjuntas de ZP y de los nacionalistas.

En esos lugares – y en muchos otros más que podríamos mencionar – es donde son más necesarias. Y si en los próximos meses, en medio de la peor crisis económica que ha pasado esta nación en décadas, no aparecen para oponerse a un ZP que ya se presenta como el ganador de la Eurocopa y a unos nacionalistas que han decidido dar nuevas vueltas de tuerca a su programa de saqueo de España, entonces habrá que llegar a la conclusión de que amplios sectores de los ciudadanos españoles se parecen a aquella chusma romana que tanto desagradaba a Juvenal porque olvidando su Historia y sus glorias sólo desean “panem et circenses”, aunque los circenses de ahora se lleven a cabo con un balón y once jugadores, y el pan vaya a ser más difícil de conseguir cada día que pase.

http://www.cesarvidal.com/index.php/CesarVidal/ver-blog/panem_et_circenses/

Pedro Bellido, Perú pone a prueba la ostodoxia economica

martes 1 de julio de 2008
IBEROAMÉRICA
Perú pone a prueba la ortodoxia económica
Por Pedro Cateriano Bellido
El Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (FEPC), mecanismo establecido en el Perú durante el Gobierno del presidente Alejandro Toledo, permitió en su momento contener el impacto de la imparable tendencia alcista del petróleo y de sus derivados.

El FEPC se creó para que funcionara en situaciones de fluctuación o volatilidad de los precios, con el objeto de permitir al Estado hacer las cuentas de manera sencilla con la industria del refino. Los precios del petróleo subían en el año 2006, pero también bajaban sin el actual descontrol. El fondo prácticamente equilibraba las cuentas entre el Estado y los agentes privados encargados del refino.

Pero, lamentablemente, desde mediados del año 2007, en que se inició una sostenida e inimaginable subida del crudo y sus derivados, el Gobierno decidió congelar los precios, FEPC mediante, por una razón política; por temor a las consecuencias de la subida de la gasolina. Las refinerías soportan ahora las pérdidas de sus operaciones porque el Estado no amortiza las deudas que genera.

El Gobierno aún no honra un importante remanente de lo adeudado desde el año 2007. Eso no es todo: las cuotas correspondientes a 2008 aumentan cada día más debido al cambio caótico de los precios en el mercado internacional. Estas deudas las vienen asumiendo las refinerías privadas y públicas, pues el fondo impide que se calcule el precio del petróleo y sus derivados de acuerdo con el funcionamiento del mercado. En efecto, para determinar el precio referencial del barril de crudo se asigna arbitrariamente la cifra de 95 dólares, cuando en realidad se aproxima a los 140.

El monto de las obligaciones del Estado con las refinerías se aproxima a los 2.000 millones de dólares. Obviamente, esta gravísima coyuntura afecta financieramente a las empresas involucradas. Como se sabe, las deudas deben ser canceladas siempre; los procedimientos artificiales para impedir los pagos y la utilización de subsidios generan inevitablemente inflación.

El Gobierno de Alan García ha utilizado el FEPC para establecer un subsidio con el presunto fin de "proteger a los consumidores". Pero, como es fácil de advertir y comprender, esta generosidad presidencial ha ocasionado un tremendo agujero económico.

Hasta ahora, y para sorpresa de muchos, el Gobierno del presidente García ha actuado con responsabilidad en el campo económico, razón por la cual recibe el reconocimiento y apoyo de la comunidad económica internacional. Él y su competente ministro de Economía, Luis Carranza, tienen, sin embargo, una prueba de fuego en el tema petrolero. Ojalá prevalezca la ortodoxia económica y se adopten las medidas correctivas necesarias.


© AIPE

PEDRO CATERIANO BELLIDO, abogado y consultor peruano.

http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276235030

Alvaro Bardon, Prohibido producir petroleo

martes 1 de julio de 2008
CHILE
Prohibido producir petróleo
Por Álvaro Bardón
¡Tenemos mala suerte! Mire cómo está el precio del petróleo, y los chilenos tenemos cada vez menos. No como en Brasil, donde no había petróleo cuando la producción era estatal; pero, de improviso, desde el Más Allá, alguien sopló a los brasileros que abrieran ese mercado a los privados y se olvidaran por un tiempo del socialismo, que prohíbe la exploración y explotación privada de hidrocarburos.

Como casi todos hemos aprendido, las empresas estatales sirven para poco o nada; para crear cargos públicos y perpetrar irregularidades político-partidistas, sí, claro, pero de ninguna manera para innovar o para descubrir riquezas. Los chilenos socialistas, tontos del fin del mundo, simplemente no captan por qué en Brasil empieza a aparecer petróleo por todas partes, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, donde no hay libertad en tal sector y el monopolio estatal prohíbe descubrir, explorar y hasta explotar petróleo.

Como me decían unos viejos ingenieros de la petrolera estatal Enap, la política de la empresa es dar el OK a todo el que quiera explorar, investigar y descubrir hidrocarburos en cualquier parte del territorio... que no tenga hidrocarburos. No es que esté prohibido, pero, usted sabe, los socialistas no aceptamos la explotación de personas, tierras, pozos o minas, y al final lo más seguro es prohibirlo todo, como hacen Evo, Chávez o Fidel; este último llegó al paraíso de la no explotación: la dictadura del proletariado sin producción, trabajo ni alimentos.

En Chile se prohíbe dar derechos de propiedad en las minas. Ya se ve lo poco que crece el cobre. Del petróleo, ni hablar. Y qué decir del uranio.

Estamos ante algo parecido al prohibicionismo que practicábamos antaño con el vino. Usted quizá no sepa que en Chile estaba prohibido plantar vides viníferas; se decía que era para prevenir el alcoholismo, que promovían los malvados viticultores. Bueno, esta austeridad socialista duró hasta que los economistas liberales, junto a sus pares militares, la echaron abajo, en la segunda mitad de los años 70. Después, esa misma gente, mediante el libre comercio, ha abaratado todo. O casi todo, porque aún no hemos logrado que los socialistas proteccionistas, entregados primero a los fabricantes nacionales y luego a los comerciantes de vehículos en general, dejen a los pobres importar autos usados, trigo y azúcar, o poder acceder a créditos baratos como los que se estilan en economías capitalistas libres como la panameña.

Los socialistas creen que el dinero y el crédito son satánicos, y que, idealmente, deberían estar sometidas al control del Dios Estado. Al final, podríamos saborear las conocidas maravillas socialistas.


© AIPE

ÁLVARO BARDÓN, profesor de Economía en la Universidad Finis Terrae y ex presidente del Banco Central de Chile.

http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276235032

Ana Nuño, Regreso a Pallywood

martes 1 de julio de 2008
FRANCIA
Regreso a Pallywood
Por Ana Nuño
Regreso a Pallywood. No para fatigar, una vez más, la insalvable distancia entre lo que acontece en Israel, la franja de Gaza y Cisjordania y el tratamiento que recibe esta siempre compleja realidad en los medios de comunicación tradicionales, sino para evocar brevemente el fallo en segunda instancia del juicio por difamación contra Philippe Karsenty.

Vale la pena saber, sólo de paso, que esa batalla continúa: una parte del establishment mediático francés se ha dado por aludida y lanzado desde las páginas del Nouvel Observateur un estrambótico manifiesto en defensa de Charles Enderlin, el querellante en este sonado caso.

También de paso, no estará de más recordar un detalle que tiene su importancia: si el público, más allá de las fronteras francesas, ha tenido conocimiento de las dos sentencias y sus secuelas, ello se debe a que desde hace unos años la Red –blogs y páginas especializadas mediante– viene haciendo con responsabilidad ejemplar aquello que otrora tuvieron a gala los grandes medios de comunicación. Pienso que no es exagerado decir que, en punto a circulación y repercusión (salience) de noticias y análisis de actualidad, vivimos ya de lleno en la galaxia de Tim Berners-Lee. Son legión los blogs y páginas especializados con capacidad para transmitir información veraz (volveré sobre este palabro más adelante), con el reciente añadido de que estos espacios se han puesto incluso a generar los dichosos y tan preciados scoops periodísticos. Por sólo mencionar un ejemplo reciente en el ámbito peninsular, ahí queda la denuncia por parte de Arcadi Espada de las creativas falsedades con que el ministro de Sanidad español ha trufado su currículum. Y abundan los espacios en la Red por los que recibimos informaciones de primera mano sobre lo que acontece en Irak o en los que descubrimos documentados contraargumentos sobre el camelo del calentamiento global, o aun logramos enterarnos a diario de lo que se cuece política y económicamente en ámbitos mediáticamente tan poco glamurosos como Venezuela y latinoamericanos aledaños.

De la más reciente peripecia del caso Karsenty, menos mal que vivimos ya inmersos en la galaxia de la Red, porque de haber sido por las fuentes tradicionales de información nos habríamos enterado, de la misa, harto menos de la mitad. La más completa revista de prensa, en todos los soportes, puede consultarse aquí. Y, hasta la fecha, el mejor análisis del caso Al Dura (entiéndase: del proceso por difamación intentado por Charles Enderlin contra Philippe Karsenty, a raíz de la denuncia de fraude informativo divulgada por éste en 2004) puede leerse en el detallado análisis de John Rosenthal publicado en World Politics Review. Además del mencionado Media-Ratings, abundan información, análisis y comentarios pertinentes en, por ejemplo, Augean Stables, Pajamas Media y Honest Reporting. Y no son pocos los blogs españoles que se han hecho eco del asunto, de Nihil Obstat a Neguev & Me.

Vayamos a la reciente sentencia. El pasado 21 de mayo, la decimoprimera cámara de apelaciones (sección A) de los tribunales de París hizo pública su revisión de la sentencia de 19 de octubre de 2006, fallada en primera instancia por la decimoséptima cámara de esa misma instancia jurisdiccional. Aquel primer juicio había sido motivado por la publicación de un artículo en Media-Ratings, agencia fundada en 2004 por Karsenty para hacer el seguimiento y análisis de las manipulaciones desinformativas de los principales medios de comunicación franceses. No sólo ni principalmente en lo que hace a la actualidad del conflicto israelo-palestino: el grupo de profesionales que contribuye a este "observatorio" de los media en internet, integrado por profesores universitarios, periodistas y esa vaga nebulosa que responde al nombre de intelectuales, se dedica a pasar informaciones y análisis transmitidos por los medios tradicionales, en campos tan diversos como la economía, la política local francesa o las peripecias sociales de las celebridades, por un riguroso filtro de calidad. Literalmente: Karsenty y su grupo han diseñado un método de medición de la "integridad" informativa al que han puesto el nítido nombre de Philtre, acrónimo que se declina en Precisión, Homogeneidad, Independencia, Libertad, Transparencia, Responsabilidad, Exhaustividad.

El fallo del 21 de mayo es importante por dos razones. En primer lugar, porque rompe una peligrosa tendencia a la judicialización del libre ejercicio no ya solamente de la crítica periodística, sino del derecho de cualquier ciudadano a opinar libremente sobre temas de actualidad. El más reciente antecedente de esta ominosa tendencia había quedado plasmado en el juicio por difamación contra Alain Finkielkraut, en 2005. El filósofo francés, en una entrevista al diario israelí Haaretz, había opinado sobre los violentos disturbios en los barrios periféricos de París y otras ciudades francesas. Esas opiniones fueron consideradas "racistas", entre otros motivos, porque Finkielkraut se atrevía a afirmar que la violencia de aquellos sucesos no puede comprenderse si se desliga de la fanatización islamista a la que están expuestos algunos jóvenes franceses de raíces y cultura musulmanes.

En segundo lugar, y con independencia de que se produzcan secuelas judiciales (Charles Enderlin ha decidido apelar el fallo), es notable que en segunda instancia se haya anulado la primera sentencia, que daba la razón al querellante. La cosa juzgada, no hay que olvidarlo, es si había o no motivos para considerar que Karsenty había difamado a Enderlin y la poderosa Société Nationale de Télévision France 2, responsable de la emisión de un documental truncado y manipulado (tesis de Karsenty) sobre el supuesto asesinato del niño Mohamed al Dura, filmado por el cámara local Talal Abu Rahma el 30 de septiembre de 2000. No es habitual en Francia que un fallo inicial en un juicio por difamación quede invalidado en primera apelación.

Pero además, la sentencia es histórica porque desliga la cuestión de la veracidad de la consideración de la buena fe presumible del imputado, y hace hincapié en ésta. Me permito traducir (en versión libre) esta parte del texto, correspondiente a los muy prolijos atendidos de la decisión adoptada por los miembros del tribunal. Sería conveniente meditar el argumento expuesto aquí, a la luz de recientes episodios de judicialización del ejercicio de la crítica periodística en nuestro país:
Considerando, vistos los elementos de la investigación, que constituyen base factual suficiente para considerar admisible el que las declaraciones litigiosas, a menudo vertidas como juicios de valor, pudieran haber sido emitidas por el autor del artículo y comunicado incriminados con la finalidad de abordar asuntos de interés tan general como el peligro que entraña el ejercicio de un poder, en este caso el de la prensa, en ausencia de contrapeso, así como el derecho del público a una información seria, ha lugar considerar que Philippe Karsenty ha ejercido de buena fe su derecho a la crítica libre, y que haciendo lo cual no ha sobrepasado los límites de la libertad de expresión, recogida en el artículo 10 de la Convención Europea de los Derechos Humanos, aplicable no solamente a las informaciones e ideas que puedan ser recibidas con beneplácito o consideradas inofensivas o indiferentes, sino que también es válido para aquellas que pudieran perturbar, contrariar o inquietar (…)
Recientemente hemos asistido en España, a raíz de la querella interpuesta por el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, contra el periodista Federico Jiménez Losantos a una extraña y, a mi modo de ver, peligrosa amalgama, reflejada tanto en la sentencia como en numerosos comentarios y análisis posteriores, entre veracidad informativa y límites que sería deseable imponer al derecho a opinar y aun a informar sobre lo que sea veraz. No quiero remontarme a comienzos de los 80, a la turbia etapa de Amadou-Mahtar M'Bow al frente de la Unesco y su espurio Nuevo Orden Informativo Mundial, pero cada vez que se alza el espectro de la veracidad informativa desde instancias políticas, no con la sana intención de asentar ese debate en el único terreno donde puede ser de utilidad (que no es el de los límites entre veracidad y ocultamiento de la verdad, sino en el de la determinación de la frontera entre objetividad y manipulación subjetiva de la información), pues bien, no diré, como Breton, que saco mi pistola, pero sí que le veo las orejas al lobo.

La sentencia en segunda instancia de la querella Enderlin-Karsenty es un alivio asimismo, pues, porque viene a recordarnos que hay jueces e instancias judiciales que no juegan a devorar a Caperucita o a matar al mensajero. A ver si tomamos nota, a orillas del Manzanares.


Pinche aquí para ver el CONTEMPORÁNEOS dedicado a ANA NUÑO


http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276235034

Jeff Jacoby, Carta a una madre

martes 1 de julio de 2008
ESTADOS UNIDOS
Carta a una madre
Por Jeff Jacoby
Move On y la American Federation of State, County and Municipal Employees (Afscme) han patrocinado un spot en el que una joven dice: "Hola, John McCain. Éste es Alex. Es mi primer hijo. Por el momento, entre sus habilidades se cuentan el probar cualquier comida nueva que se le ponga por delante y correr tras nuestro perro; y hacer que me dé un vuelco el corazón cada vez que le miro. Cuando usted dice que se quedaría cien años en Irak, ¿acaso está contando con Alex? Pues si es que sí, váyase olvidando".

Ésta podría ser la respuesta del candidato republicano a la Casa Blanca:

Hola, madre de Alex. Soy John McCain.

Su hijo es adorable, y, evidentemente, no le voy a reprochar que esté loca por él. Créame, sé exactamente cómo se siente. He sido bendecido con siete hijos (Doug, Andrew, Sidney, Meghan, Jack, Jim, y Bridget), y por experiencia puedo decirle que el intenso vínculo que le une con Alex no hará sino reforzarse con el paso del tiempo. Incluso cuando Alex sea ya todo un jovencito, su amor por él la traerá de cabeza. Pocas cosas le procurarán mayor paz interior que saber que su hijo está bien y es feliz; en caso de que algo le dañe o amenace, sentirá una dolorosa inquietud y deseará protegerle con todas sus fuerzas.

Por todo ello, entiendo que desconfíe de mí o se indigne conmigo si le cuentan que soy partidario de que en Irak se libre una guerra interminable e invencible, o que para mí los niños como Alex son una suerte de carne de cañón. Cualquier padre decente echaría pestes de un político que se mostrara alegremente indiferente ante la perspectiva de que nuestras tropas se pasen otros cien años luchando y muriendo en aquellas tierras.

¡Pero es que yo no soy así! Lo último que deseo es ver a nuestro país inmerso en una guerra que no pueda ganar. En una guerra como la que estábamos librando en Irak antes de que, en enero de 2007, se aplicara la estrategia del incremento de efectivos, estrategia que yo llevaba defendiendo desde hacía cuatro años.

Hoy, gracias a dicho cambio, nuestras perspectivas de éxito en Irak son mayores que nunca. "Cruce los dedos, pero el Gobierno y el Ejército [iraquíes], respaldados por Estados Unidos, podrían estar ganando la guerra", decía el otro día el Washington Post en un editorial. Por su parte, el USA Today informaba en su edición del 23 de junio de que, en aquel país, los ataques en carretera –y las víctimas que se cobraban– han descendido casi un 90% en el último año. Por supuesto, en una guerra nada se puede dar por hecho, pero creo que las posibilidades de que venzamos en Irak antes de que Alex vaya a la guardería son muy altas.

No obstante, es posible que hasta en un Irak ya sin guerra y apacible nuestros soldados tengan que desempeñar algún papel, como de hecho lo desempeñan en otras zonas conflictivas. Pese a lo que Move On, la Afscme y el Partido Demócrata quisieran que usted creyera, no contemplo otro siglo de guerra en Irak. Contemplo, ciertamente, un siglo de paz. Es por eso que cuando, el pasado enero, un votante dijo que el presidente Bush había hablado de quedarse cincuenta años en Irak, yo dije: "Quizá cien"; y añadí: "Después de todo, llevamos sesenta años en Japón y unos cincuenta en Corea del Sur. Por mí, perfecto, siempre y cuando los americanos no resulten heridos, sufran daños o sean asesinados".

Barack Obama y los suyos se saltan siempre las cursivas, pero convendrá conmigo, estimada madre de Alex, en que resultan esenciales para lo que quiero decir.

Con independencia de cuáles puedan ser nuestras diferencias políticas, usted y yo odiamos la guerra. Mi familia tiene una larga tradición de servicio al país, y, como antes que yo mi padre y mi abuelo, conozco de primera mano lo terribles que pueden ser sus costes. Para mí, los sacrificios inherentes a la guerra no son meras abstracciones o elementos del discurso político. Nunca podría serme indiferente el hecho de que valerosos compatriotas nuestros arriesguen sus vidas en defensa de la seguridad y la libertad de nuestra nación; valerosos compatriotas nuestros que, como mis dos hijos menores, han optado por la carrera militar. Quién sabe, lo mismo su hijo quiere ser uno de ellos cuando sea mayor.

El mundo va a seguir siendo un lugar peligroso, y vamos a seguir necesitando hombres y mujeres que nos defiendan de quienes pretenden afligirnos. Si Alex decide dar un paso al frente, tendrá el apoyo y la estima de una nación agradecida. Y, estoy seguro, de su orgullosa y amantísima madre.


JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.


http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276235027

Larry Elder, ¿Que hace un negro como tu oponiendose a uno de los nuestros?

martes 1 de julio de 2008
ESTADOS UNIDOS
¿Qué hace un negro como tú oponiéndose a uno de los nuestros?
Por Larry Elder
El otro día recibí una carta que decía: "Sr. Elder: Me ha dejado estupefacto saber que usted se opone a Barack Obama y que pertenece al Partido Republicano. Tenemos que dejar el egoísmo de lado y comprender que arriba cabe todo el mundo, pero para ello tenemos que ayudar al prójimo, y no saludar políticas y políticos desfasados que se han demostrado inservibles".

"Apoyar a John McCain, un tipo que no se lo pondrá fácil a los desfavorecidos, es demasiado. ¿Cómo puede pensar así un colega negro?", añadía mi corresponsal, que firmaba como sigue: "Su ex seguidor".

Si me permiten, dedicaré esta columna a contestarle.

Estimado ex seguidor:

¿Tiene usted algún amigo republicano? ¿Y alguno que sea republicano y negro? Si es que sí, ¿cuántos de ellos quieren ponérselo más difícil a los "desfavorecidos"?

Por otro lado, quizá le interese familiarizarse con la historia de los partidos demócrata y republicano, y saber cuál de ellos ha defendido durante más tiempo los derechos de las personas de color. ¿Sabe usted que los demócratas se opusieron a las enmiendas 13, 14 y 15 de la Constitución, es decir, a las relativas a la abolición de la esclavitud, a la concesión de la ciudadanía a los esclavos liberados y a la garantización (al menos sobre el papel) del derecho de los negros al sufragio? ¿Sabe usted que la mayoría de los políticos que defendieron la segregación eran demócratas del Sur? ¿Sabe usted que el Ku Klux Klan fue fundado por demócratas, y que uno de sus objetivos era detener la expansión del Partido Republicano? ¿Sabe usted que la Ley de Derechos Civiles de 1964 obtuvo más apoyo en el seno del Partido Republicano que en el del Demócrata?

¿Sabe usted que quienes viven en barrios degradados son partidarios del cheque escolar, porque así podrían escoger el colegio de sus hijos? ¿Sabe que la mayoría de los demócratas, empezando por Obama, se opone a eso, y que la mayoría de los republicanos lo apoya? Allí donde se ha probado el cheque escolar, parece que los estudiantes sacan mejores notas, para mayor satisfacción de los padres. Y ahora, dígame, ¿cuántas cosas son más importantes que la educación de un hijo?

Más preguntas. ¿Sabe usted que son negros el 17% de los nacidos vivos... y el 36% de los bebés que han sido abortados? ¿Sabe usted que las encuestas muestran que los negros son más contrarios al aborto que los blancos? Aun así, el Partido Demócrata, al que pertenecen 90 de cada 100 negros, es el partido de la sentencia Roe vs. Wade. ¿Sabe usted que Margaret Sanger, la fundadora de la organización que andando el tiempo se convertiría en Planned Parenthood, pensaba que los negros pobres eran inferiores y que el aborto de sus hijos representaba una mejora para la sociedad?

¿Sabe usted que los negros se beneficiarían más que los blancos de la privatización de la Seguridad Social, algo a lo que se opone Obama y que defiende McCain? ¿Está usted familiarizado siquiera con el asunto, y qué poderosa fuente de ingresos podría representar para los negros? Si no es que no, atienda a la investigación que han realizado sobre la materia el liberal Cato Institute y la conservadora Heritage Foundation.

Una frontera porosa permite a los ilegales entrar en nuestro país y amenazar tanto los puestos de trabajo como el nivel salarial de los americanos con menos ingresos, muchos de los cuales son gente de color con poca cualificación. ¿Qué partido está más decidido a afrontar este problema, el republicano o el demócrata? Obama calificó a los detractores del proyecto de ley sobre la inmigración ilegal de "desagradables y racistas".

En su carta, usted habla de políticas que se han demostrado "inservibles". ¿Y qué me dice de la "guerra contra la pobreza" que empezó a librarse en los años 60, y que Obama y su partido quieren prolongar y ampliar? ¿Sabía usted que, hoy, el 70% de los niños negros y más del 50% de los hispanos nacen fuera del matrimonio? El Estado del Bienestar, que los demócratas quieren extender, ha desempeñado un papel fundamental en la devaluación del matrimonio y la desestabilización de la familia.

Por lo que hace a ayudar a los "desfavorecidos", le sugeriría que leyese el libro Who Really Cares (Quién se preocupa de verdad), de Arthur C. Brooks, donde este profesor no republicano y criado entre demócratas analiza el gasto en caridad de demócratas y republicanos. Los resultados sorprendieron al propio Brooks: encontró que los republicanos dedican más tiempo y dinero a fines caritativos que los demócratas. Por cierto, la renta no tiene aquí mucho que ver: los republicanos pobres donan más que los demócratas pobres.

La compasión no tiene nada que ver con hacer que la gente dependa del Estado, sino con fomentar la responsabilidad individual y hacer que la gente entienda que la vida consiste en tomar decisiones. La pobreza no lleva a la criminalidad. Es la criminalidad lo que lleva a la pobreza. La pobreza no hace que una menor tenga un hijo; más bien, es el hecho de que una menor tenga un hijo lo que genera pobreza. Acabar el instituto es una elección. No formar parte de una banda es una elección. No tener un hijo hasta tener la madurez y los medios necesarios para educarlo es una elección.

"¿Cómo puede pensar así un colega negro?", me pregunta en su carta. He ahí toda una declaración de intenciones. Usted podrá discrepar de mí, pero eso no le hace más compasivo o caritativo que yo. Estoy seguro de que se tiene por una persona tolerante y abierta. Pero, por lo que se desprende de su carta, su tolerancia termina en el momento en que topa con alguien que no comparte sus puntos de vista; especialmente si ese alguien es uno de esos "colegas negros".

Atentamente,

Larry

© Laurence A. Elder. Distributed by Creators Syndicate Inc.


http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276235036

Un dia de crisis opinable

1-VII-2008
Un día de crisis opinable El Gobierno debería olvidar que es socialista y hacer lo que debe, que es ajustarse el cinturón y apartar sus zarpas regulatorias del mayor número posible de mercados.

Se dice que una vieja maldición china afirma: "Ojalá vivas tiempos interesantes." No cabe duda de que cualquier español mínimamente interesado en la economía se ha dado cuenta ya a estas alturas de que vivimos una época apasionante. Este lunes nos dejaba un torrente de datos negativos: la reducción en un 25% de las remesas enviadas por los emigrantes, que evidencia sus crecientes dificultades para sobrevivir en nuestro país; el nuevo récord del petróleo, que permite predecir un aumento de la inflación; un crecimiento del déficit exterior que pone de manifiesto nuestra falta de competitividad; una caída del precio de la vivienda que anuncia que los problemas de inmobiliarias y constructoras están lejos de haber terminado y un cierre del Euribor en el 5,361 por ciento que pondrá en muchos más apuros a los hipotecados, lo que lógicamente hará que se gaste menos dinero en las rebajas, cosa que no sentará nada bien al sector del comercio.

Ante esta situación, la única reacción del Gobierno es la de negar la mayor, afirmando que es "opinable" que estemos en crisis –lo que no deja de suponer una mejoría frente a negarlo por completo–, y contentándose con adoptar unas medidas que, en el mejor de los casos, no ayudarán en nada a superar la crisis. No somos de los que pensamos que el Gobierno deba actuar porque sí cuando las cosas van mal, pues muchas veces sus decisiones pueden ser contraproducentes. De hecho, durante la pasada legislatura hemos mantenido que lo mejor que había hecho Zapatero en economía era no haber tocado gran cosa, no porque no fueran necesarias reformas liberalizadoras en muchos mercados, especialmente el laboral, sino porque era previsible que cualquier medida adoptada por el Gobierno socialista fuera por el mal camino.

Ante las previsiones de que el escenario internacional no hará sino empeorar tras el verano, época en la que Zapatero dejará de tener Eurocopa y Juegos Olímpicos que distraigan a los ciudadanos, y ante la evidencia de que España está digiriendo ese mal contexto mucho peor que los demás países desarrollados, el Gobierno debería olvidar que es socialista y hacer lo que debe, que es ajustarse el cinturón y apartar sus zarpas regulatorias del mayor número posible de mercados. Si adopta medidas de cualquier otro tipo estará haciendo algo peor que negar la crisis: agravarla.

http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_44294.html

Rajoy y la "no-crisis" nacional

1-VII-2008
Rajoy y la "no-crisis" nacional

Por mucho que Rajoy haya apelado, últimamente y de forma retórica, a los principios de su partido, lo cierto es que el todavía presidente del PP ha aparcado la denuncia de la crisis nacional casi tanto como Zapatero oculta la crisis económica

Por mucho que Aznar y más recientemente Esperanza Aguirre hayan puesto gran enfasis en que el PP "primero ganó y luego dialogó" y "en ese orden" con los nacionalistas, a nosotros no nos parece –como suponemos tampoco les parecerá a ambos– que la defenestración de María San Gil hubiera sido menos inadmisible de producirse después de ganar el PP, tal y como ocurrió con la de Vidal Quadras tras la primera victoria de los populares. Al margen de que la cesión que exige un pacto de Gobierno nunca debe llegar a esos extremos, la gran diferencia entre el diálogo con los nacionalistas que ahora propugna Rajoy con el que mantuvo el primer gobierno de Aznar –y que Rajoy utiliza ahora como antecente y coartada– es que lo de entonces fue un error y lo de ahora sería un suicidio. Entonces ni CiU competía tan descaradamente como lo hace ahora con ERC en delirios soberanistas, ni entonces el PNV se había subido –para no bajarse– del monte de Estella. Eso, por no recordar que el PP, después de romper con los nacionalistas, no sólo volvió a ganar en el 2000 sino que lo hizo con mayoría absoluta.

En cualquier caso, y aunque la historia de la democracia española haya sido, a mayor o menor velocidad, una constante cesión a las insaciables minorías nacionalistas, la deriva del PSOE de Zapatero ha sido de tal histórica envergadura que estamos inmersos en una crisis nacional que no tiene antecedentes y que ya no tolera una sola cesión más. Exige, por el contrario, una reacción tan enérgica y firme en defensa de los derechos civiles y de la cohesión nacional que nadie que pretenda volver a caer "simpático" a los nacionalistas podrá nunca liderar. Exige corregir los errores pasados, no profundizar en ellos; exige recuperar el espíritu y la letra del Pacto por las Libertades –incluido su preámbulo–, no sumarse a su entierro.

Aunque María San Gil no se haya explayado, precisamente, en su carta de despedida, la todavía presidenta del PP vasco ha dejado negro sobre blanco las razones de principio en las que radica su desconfianza en el nuevo PP; una desconfianza que, ni en su caso ni el nuestro, nace del hecho de que Rajoy haya perdido ya dos veces las elecciones. Así, San Gil denuncia "la operación, orquestada por el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero en connivencia con los nacionalistas, en la que impera el relativismo y que consiste en transformar política y socialmente nuestro país. Este proyecto de España contempla, entre otras cosas, la dispersión de la idea nacional que permite a los nacionalistas vascos seguir avanzando hacia la autodeterminación". Ante esta situación, María San Gil considera que "la acción del Partido Popular debería estar dirigida a una oposición frontal a un proyecto que choca en lo esencial con nuestro proyecto de España, una gran nación de ciudadanos libres e iguales de la que sentirnos orgullosos". Sin embargo, prosigue San Gil, "a lo largo de los últimos meses, y especialmente a través del desarrollo del último Congreso de Valencia, he podido confirmar que la Dirección Nacional del partido tiene una visión completamente distinta de la mía en relación con la situación política y social y con la manera de enfrentarse a ella".

Por mucho que Rajoy haya apelado, últimamente y de forma retórica, a los principios, lo cierto es que el todavía presidente del PP ha aparcado la denuncia de la crisis nacional casi tanto como Zapatero oculta la crisis económica. Lo más que Rajoy dice al respecto, con el desganado tono de un registrador de la propiedad, es que "el PP no retirará el recurso de inconstitucionalidad" contra el Estatuto soberanista catalán, para, renglón seguido decir que estará "a lo que diga el Tribunal Constitucional".

En lugar de denunciar las maniobras del PSOE para que los magistrados acepten pulpo como animal de compañía, o de comprometerse a tratar de neutralizar los efectos de una eventual aceptación del mismo, Rajoy adopta un tono acomodaticio y de querer pasar página que nos deja como numantinos a los que queremos hacer frente a la deriva nacional.

Algunos dirán que la innegable oposición del PP de Rajoy al referéndum de Ibarretxe desmiente, sin embargo, al diagnóstico de María San Gil. Eso faltaba, que el PP fuera más condescendiente con esa burda y golpista maniobra del PNV que el PSE de Eguiguren. Lo que es un hecho es que Rajoy sigue sin pronunciarse ante el proyecto de camuflar las pretensiones soberanistas en un nuevo "estatuto", maniobra "distinta en la forma, igual en el fondo" que respaldan tanto nacionalistas como socialistas. Es tal el deseo de caer simpático a los separatistas que Rajoy ya ni siquiera se atreve a mentar el artículo de la Constitución, relativo a una suspensión de la autonomía que, al margen de los efectos penales, se hubiera producido en cualquier otro país de nuestro entorno si allí se produjera un desafío al Estado como el que aquí pretende perpetrar el lehendakari. Sin embargo, a eso nos conduce el deseo de caer simpáticos a los nacionalistas: a dar ahora por bueno a Zapatero y a estar a su lamentable altura ante el desafío institucional de sus compañeros de viaje.

Es cierto que Antonio Basagoiti ha hecho también este martes unas duras y justificadas críticas al PNV, muy coherentes –dicho sea de paso– con lo que ha sido el heroico historial en defensa de la libertad y españolidad del País Vasco de este aspirante a sustituir a San Gil. Sin embargo, no es cierto que "los vascos que quieran una alternativa al nacionalismo, que cada día son más, sólo pueden confiar en el PP, que es el único que garantiza que el voto que nos den va a ser para quitar a Ibarretxe. No sé si el Partido Socialista está con condiciones de hacer esa afirmación". Lo manifestado por Basagoiti no es cierto, en primer lugar, porque ahí está la UPyD de Rosa Diez llevando también a gala su compromiso de lucha contra el nacionalismo. Y no lo será tampoco si Rajoy, por llegar a pactos con el PNV, termina hablando vasco en la intimidad...

En cualquier caso, y sin tener que llegar a esos extremos, esperemos que la necesaria denuncia de la crisis económica no sea, sin embargo, una excusa para que el PP de Rajoy no tenga que hablar de la crisis nacional que, estos días, sólo parece hacerle frente un equipo de futbol. Si lamentable fue que se utilizara la paz para anestesiar a la opinión pública ante la deriva nacionalista del PSOE, más delirante sería que la crisis económica monopolizara una atención que también merece una crisis más profunda y duradera como es nuestro deterioro como nación y como Estado de Derecho.

http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_44295.html

Alberto Sotillo, El fascismo de lenguas

lunes 30 de junio de 2008
El fascismo de lenguas
ALBERTO SOTILLO
En teoría, España tiene el mismo número de votos que Polonia en la Unión Europea y, si Turquía ingresase en el club, ésta exigiría tener doble de peso que nuestro país. «Pero España siempre va a dar por entendido que su influencia es mucho mayor que la de Polonia o Turquía», me insistía un diplomático en Bruselas. ¿Por qué? «Por la lengua. Si estamos obligados a sacar pecho, es por nuestra lengua». Algo parecido debió de pensar Mitterand cuando afirmó que, si la UE desaparecía, sólo sobrevivirían España y el Reino Unido. La nación francesa no podría sobrevivir en un mundo globalizado... porque su lengua no tiene el poder del español.
Nuestra lengua vale por miles de ministerios. Es el instrumento más eficaz de política e influencia exterior. Y es, además, una de nuestras principales fuentes de recursos. Arabia Saudí tiene petróleo. España tiene su lengua. Si perdiera salud el castellano, la merma no sólo sería espiritual, sino material. Seríamos más pobres e inanes, estaríamos más aislados, más limitados para hacer negocio en el mundo. Y haríamos más pobres, más limitados y aislados a Iberoamérica y al mundo hispanohablante.
Por eso no se entiende que nuestro petróleo hispano sea tratado con tanto desprecio en la propia España. El odio, la agresión o el miedo a una lengua -a cualquiera- es propio de sistemas totalitarios. Hubo un tiempo en el que se predicaba el odio totalitario al catalán y el euskera. Pero nadie se engañaba sobre la naturaleza de aquel régimen. Ahora se siembra el rencor contra el castellano y, encima, se hace desde una conciencia de bien pensante progresismo debidamente combinado con el lamento de quien se siente víctima de una conjura de siglos. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Esa mala leche lingüística que tanto prolifera es un peligroso venero del totalitarismo. No imagino a Verdaguer ni a Maragall (Joan, el poeta) alentando -por mala leche- que en Cataluña se hable antes inglés que castellano. Su lengua no era un arma para dividir, sino para buscar belleza y entendimiento. Igual lo que se necesita es un buen estudio de textos de Verdaguer, Maragall o Espriú.


http://www.abc.es/20080630/opinion-firmas/fascismo-lenguas_200806300247.html

Jose Javaloyes, La crisis, como la nacion

lunes 30 de junio de 2008
La crisis, como la nación

José Javaloyes
Si un día dijo aquello de que la “la nación es discutida y discutible”, ahora, por la misma regla de tres mediante la que se permite lidiar con lo evidente, acaba de declarar —quedándose igual de fresco que entonces— que “es opinable si hay o no crisis en la economía española”. Para esta flor de la relatividad con que nos hemos vuelto a adornar los españoles, nada es ni consiste por sí mismo en algo, sino que todo depende del color del cristal con que se mire.
Si se mira desde el lado, la perspectiva y el interés de los partidos nacionalistas, a la hora de emprender un camino —el de las reformas estatutarias, que confederalizan la articulación territorial de España— ese camino llevará en principio a donde los nacionalistas quieren. Habrá que contar en principio con la venia del Tribunal Constitucional. Pues éste, con su relativizado criterio —dependiente de la sintonía ideológica de la turnante mayoría política de los magistrados que lo componen— dará su visto bueno a la pretensión de los nacionalistas, o echará los Estatutos para atrás.

Pero como dice el presidente Rodríguez, todo, desde la propia nación a la misma crisis, es discutido y discutible. La premisa residente en esta Moncloa es la de que lo único cierto es el que nada lo es. Y el corolario político, aquello otro de que conviene seguir avanzando por la senda de la relativización: desde la realidad de España a la constancia existencial y numeral de que la crisis económica tanto puede estar como no estar ahí. Pues toda cosa consiste en algo sobre cuya existencia y entidad se puede discutir indefinidamente. No hay más verdad, conforme parece llevar este discurso —blindado en lo políticamente correcto—, que aquella que ni se pronuncia ni se define mientras no convenga a quien maneja el tren político de las relativizadas realidades que nos conciernen a los españoles. Lo mismo en lo nacional que en lo económico.

La inflación de la política ha llevado el lenguaje al extremo de que cualquier cosa pueda significar simultáneamente lo uno y su contrario. Denominar país a una comarca y nación a un país, pues todo es discutido y discutible. También, llamar al estancamiento desaceleración y desaceleración a una crisis como la presente, donde concurren de forma simultánea, como ocurrió en la década de los 70 —cuando la Transición estuvo a punto de estrellarse, antes aun de haber despegado—, la inflación y el estancamiento.

Tal contumacia del presidente del Gobierno en los juegos verbales y malabares implica un riesgo del que posiblemente no se han percatado sus asesores de la Moncloa. Supone tal práctica un ostensible desprecio por la consideración y el respeto a los millones de españoles que se están apretando inequívocamente el cinturón, y a los que no cabe decir que da mismo apretárselo que no, puesto que la crisis es discutida y discutible.

Lo mismo que la nación española, puesto que su equivalente semántico —tras hinchar el gol de las “nacionalidades” en la Carta de 1978— ha venido, al cabo, a valer caso a caso tanto como ella, y juntas todas las “nacionalidades” más que ella.

Con tanto calor como y tanta crisis como nos abruma, mejor estaría callada la inversa esfinge maragata.


jose@javaloyes.net

Manuel de Prada, El "genio religioso" de Lutero

lunes 30 de junio de 2008
El «genio religioso» de Lutero
JUAN MANUEL DE PRADA
CUANDO un periódico abre sus páginas a un maestro, su lectura se convierte en un festín de la inteligencia; y esa bendición acaba de caernos a los lectores de ABC con la incorporación de Eugenio Trías, que ayer se estrenaba con una estimulante tercera titulada «La Biblia y nuestros hábitos lectores». Tan estimulante que me lleva a polemizar con el maestro, solicitando la benevolencia del lector. En su tercera, Trías proponía que la indigencia lectora de los españoles podría tener su origen en el «catolicismo romano», que a diferencia de las confesiones reformadas ha sido reticente «a entregar al feligrés el texto bíblico». Trías considera con buen criterio que leer la Biblia «podría ser el mejor modo de fortalecer la conciencia religiosa». Falta determinar, sin embargo, si la modalidad luterana de lectura bíblica ha traído al mundo el fortalecimiento de tal conciencia, o más bien lo contrario.
La Reforma de Lutero hizo realidad amarga la parábola de la cizaña y el trigo. Lutero, en un rapto megalómano, quiso arrancar antes de tiempo esa cizaña (la corrupción de la Iglesia) y lo que hizo más bien fue desperdigarla. Rompió la unidad de la Iglesia, trayendo a cambio libertad, muchisísima libertad: libre examen, libre expresión de la fe religiosa, libre lectura de la Biblia, etcétera. Tantisísima libertad que, a la postre, el protestantismo se quedó hecho unos zorros; y, si no desapareció del todo, fue porque restauró una serie de cosas -subsistentes en la Iglesia católica- que había empezado por repudiar: liturgia, organización eclesiástica, etcétera. Decía Chesterton que la confianza en nuestro padre no nace de que lo consideremos un montón de verdades, sino alguien que dice la verdad; y las verdades en las que cree el católico no están en un amontonamiento informe de dogmas, sino en la vida viva de la Iglesia, que les da forma y sentido. Esta idea del magisterio vivo de la Iglesia no logró entenderla Lutero, que presentó la inspiración personal de cada hombre aferrado a su Biblia como una liberación de la tiranía papal. Lutero ignoraba -o fingió que ignoraba- que la ayuda del Espíritu prometida a la Iglesia no quiere decir que cada quisque se puede convertir en exegeta cada vez que lee la Biblia.
Ya sabemos cuál es la novedad teológica introducida por Lutero, su «genio religioso». Consiste en decir que Jesús ya sufrió por nuestros pecados y que, por lo tanto, ya estamos perdonados; así que, para salvarnos, basta con que se nos apliquen los méritos de Jesús por medio de la fe. Así, si piensas que crees, esa fe basta; pero cuando no vives como piensas, terminas pensando como vives. La palabra, bien lo sabe Trías, no es en sí misma sabiduría, sino sirvienta de la sabiduría; y, cuando se rebela contra esa servidumbre, se convierte en charlatanería vacua. Como escribió el gran Castellani con su habitual gracejo, «desde que Lutero aseguró a cada lector de la Biblia la asistencia del Espíritu Santo, esta persona de la Santísima Trinidad empezó a decir unas macanas espantosas». La lectura de la Biblia requiere la estrella de la fe, pero también conocimientos culturales sólidos y hábitos curtidos de meditación. La lectura luterana de la Biblia desató la enfermedad de la inteligencia denominada diletantismo, que luego ha contagiado la lectura en general y, por proceso virulento de metástasis, la cultura occidental toda: deseo orgulloso de saber sin estudiar, soberbia de la ignorancia, etcétera; lo cual, naturalmente, no tarda en complicarse con elementos de escepticismo y de destrucción voluptuosa del tesoro heredado de la tradición; elementos que alimentan y fortalecen la muerte de la conciencia religiosa. La lectura de la Biblia preconizada por Lutero ha traído, en definitiva, una suerte de fatuidad intelectual que convierte el deleite del entendimiento en un fin en sí mismo, cuando debería ser un medio para alcanzar la sabiduría. Y los deleites del entendimiento acaban degenerando, inevitablemente, en aberraciones del entendimiento: y, así, hay gente que lee el Cantar de los Cantares como si fuese una especie de Kamasutra finolis, y el Apocalipsis como si fuese un compendio de astrología patafísica, y los Evangelios como si fuesen una colección de dulces consejas moralistas. ¡Bendita reticencia del catolicismo romano a este tipo de lectura bíblica! En esa heroica reticencia subsiste la poca sabiduría que resta en el mundo.
www.juanmanueldeprada.com


http://www.abc.es/20080630/opinion-firmas/genio-religioso-lutero_200806300247.html

Carrascal, ¿Nacionalismos o localismos?

lunes 30 de junio de 2008
¿Nacionalismos o localismos?
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
«¿POR qué se critican nuestros nacionalismos y, en cambio, se ensalza el nacionalismo español?», viene siendo una de las principales quejas de los nacionalistas periféricos, redoblada últimamente por el clamor alzado en torno a los éxitos de nuestra selección.
Sé por experiencia que discutir con los nacionalistas son ganas de perder el tiempo. Estamos ante gentes de piñón fijo e idea única, por lo que todo intento de establecer con ellos un debate dialéctico sólo conduce al absurdo o al aburrimiento. Pero como algún lector puede encontrarse ante tan contundente pregunta, le ofrezco una réplica de la misma. La queja nacionalista esconde, tras lo que parece de una lógica irrefutable, un supuesto erróneo que la invalida. Nada tiene que ver el actual nacionalismo español con el nacionalismo catalán, vasco, gallego o similares. Son estos nacionalismos cerrados, restrictivos, con un grado más o menos grande de xenofobia y un prurito de superioridad sobre los demás que les hace no sólo antimodernos, sino también peligrosos. Su principal y a veces su único ingrediente es el odio a España, del que se alimentan para sacar pecho. Aunque el mayor odio lo reservan hacia sus convecinos pro españoles, que ponen al descubierto su desnudez. El resto no es mucho más que leyenda que pretende ser historia, ambición personal de sus dirigentes y violencia contra todo el que no es como ellos. Estamos, por tanto, ante un nacionalismo de rebote, estéril y raquítico, que ni siquiera existiría si no existiese España.
Es verdad que en España existió también un tipo de nacionalismo elemental y hermético, del que quedan aún rastros. Era el nacionalismo del «¡Santiago y cierra España!», el del «España luz de Trento y martillo de herejes», que simbolizó en su día la idiosincrasia de nuestro país. Pero el alejamiento a que nos llevó del mundo moderno y los conflictos internos y externos que nos produjo hicieron que fuese surgiendo junto a él otro nacionalismo infinitamente más universal y abierto, mucho más crítico y profundo. El nacionalismo de los ilustrados del siglo XVIII, el de los liberales del siglo XIX, el de Joaquín Costa, el de Ganivet, el de la Generación del 98, el de Unamuno, el de Ortega, el de Marañón, y ya en nuestros días, el de la Constitución del 78, que reconoció la pluralidad de España como pieza clave de su ser como país y como nación. Esa es la enorme, la insalvable diferencia entre el nacionalismo español y los nacionalismos surgidos en su seno: el actual nacionalismo español siente como suyo lo catalán, lo vasco, lo gallego, lo andaluz, lo valenciano, lo castellano, lo extremeño y cuantas variedades encierra, mientras esos nacionalismos no reconocen la parte que tienen de españoles. Es más, la combaten con tal saña que llegan a autolesionarse y a atentar contra sus propios intereses, como ocurre con el idioma común, que es el de cuatrocientos millones de personas.
El nacionalismo español es, en suma, abarcador, se enorgullece de los éxitos ocurridos en cualquier punto de su territorio, goza de su variedad de paisajes, costumbres, climas, cocinas, presume de tener un pequeño continente como patria. Mientras el nacionalismo local mira al vecino como enemigo, le amargan sus éxitos y se alegra de sus fracasos, aunque esos fracasos repercutan desfavorablemente sobre él.
Nada hay de malo en el amor a la tierra que nos vio nacer y en enorgullecerse de sus hechos y sus gentes. Pero cuando ese amor y ese orgullo se alimentan de rechazo, de odio, de cerrazón y de soberbia, lo que era sentimiento positivo se torna negativo. Dicho de otra forma: a nuestros nacionalismos les falta su 98, su depuración crítica, su bagaje universal. Es incluso posible que nunca lo tengan, al ser en realidad localismos.
Creo que con ello queda contestada la pregunta del principio. Aunque puede que no hubiese necesitado tantas palabras, que me hubiera bastado apuntar lo que están haciendo Ibarretxe, Carod y Quintana con sus respectivas comunidades.

http://www.abc.es/20080630/opinion-firmas/nacionalismos-localismos_200806300244.html

Enhorabuena España

lunes 30 de junio de 2008
Enhorabuena España
CUARENTA y cuatro años después, y tras haberse quedado con la miel en los labios en la final de 1984, la selección española de fútbol ha vuelto a conseguir un triunfo histórico al lograr la Eurocopa de fútbol. Desde anoche, España es el mejor combinado de Europa y así seguirá siéndolo hasta dentro de cuatro años. La trayectoria de la selección, de la mano de Luis Aragonés, no ha podido ser más brillante. Ningún partido perdido -sólo empatado el de Italia, magníficamente resuelto después en la tanda final de penaltis-; un juego vibrante y muy vistoso, deslumbrante por momentos y elogiado por toda la prensa deportiva internacional; un equipo francamente armonizado y sincronizado cuyos futbolistas, todos ellos triunfadores en sus respectivos equipos, han demostrado que sus éxitos en otras competiciones también son extensibles a la máxima categoría en un campeonato entre selecciones; una unidad en el vestuario digna de encomio; tanta humildad y prudencia como categoría y entrega con el balón en las botas... En conclusión, una selección soberbia, ejemplar, que ha conseguido ilusionar a una afición demasiados años agotada de acumular fracasos y decepciones.
Desde esta perspectiva -no ya la deportiva-, la selección ha conseguido convertirse en estas semanas en un auténtico fenómeno sociológico. Dos conceptos avalan este argumento: la recuperación a nivel nacional de la ilusión de los aficionados en el fútbol, el deporte con más capacidad de movilización en el mundo y el que más pasiones genera; y, en segundo lugar, el orgullo de millones de ciudadanos de exhibir sin ridículos complejos ni absurdos pudores su condición de españoles y su orgullo por la bandera nacional y por el escudo constitucional que los jugadores lucen en el pecho. Miles de familias en toda España han colgado en sus balcones banderas rojigualdas como muestra de sincera identificación con la selección y sus metas deportivas o, más sencillamente, con la idea de España como una gran nación, como una gran potencia deportiva en el mundo. A su vez, cientos de miles de ciudadanos se han congregado en calles y plazas, bares o locales de ocio, auditorios o polideportivos -hasta en plazas de toros-, para seguir juntos, con una misma voz de ánimo, la evolución del combinado español. Desde luego, no son datos anecdóticos.
Con todo, otro logro indudable del fútbol español es haber conseguido sumarse al fin a la larga lista de éxitos de nuestros deportistas en todo el mundo. Era una deuda pendiente que desde tiempo atrás habían saldado tanto a nivel colectivo como individual, por ejemplo, el baloncesto -campeones del mundo y subcampeones de Europa en dos años con los «chicos de oro»-; el tenis -ahí está Rafael Nadal encabezando la «Armada» española con cuatro triunfos consecutivos en Roland Garros-; el balonmano, el golf, el ciclismo, el automovilismo, el motociclismo y un largo etcétera. Ahora, con el final de la Eurocopa, los Juegos Olímpicos de Pekín, la otra gran cita deportiva del año, brindarán al deporte español una nueva ocasión para demostrar su altísimo nivel en el mundo, aunque lamentablemente no podrá ser con el fútbol.
Con el triunfo de anoche ante el rocoso combinado alemán, la selección -y con ella los millones de aficionados que hasta altas horas de la madrugada inundaron calles y plazas de todas las ciudades para festejar la Eurocopa-, se ha sacudido de encima la opresión que bloqueaba al equipo en las citas decisivas. Ha puesto fin a mitos como el de la imposibilidad de vencer a Italia en una fase final, lo que no ocurría desde hace más de ochenta años, y el de acabar con el maleficio de los cuartos de final y con la condena de no superar las dichosas tandas de penaltis. La selección ha descatalogado, en definitiva, aquella célebre frase acuñada por el futbolista británico Gary Lineker, según la cual el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania. Anoche no. Enhorabuena, España.

http://www.abc.es/20080630/opinion-editorial/enhorabuena-espana_200806300247.html

Pablo Sebastian, Felipe, Zapatero y Esperanza

lunes 30 de junio de 2008
Felipe, Zapatero y Esperanza

Pablo Sebastián
Pasado el vendaval futbolero de la Eurocopa, donde la selección nacional brilló cual preciosista y sincronizada orquesta de cámara, lejos, por fin, de la insufrible “furia española”, ha llegado el momento de reencontrarnos con la cruda realidad que permanecía oculta tras la patriótica cortina del fútbol, a cuyos faldones se han agarrado el Rey, el Príncipe, Zapatero y Rajoy. En suma, toda España con la excepción de Ibarretxe, que permanece castigado, por deseo propio, en su rincón.
La vida sigue, de mal en peor, mientras el héroe de la gesta, Luis Aragonés, se va hacia los dorados atardeceres de Estambul, con un “ahí os quedáis” a esa insufrible federación del crónico Villar, que lo despreció. Como suele ocurrir tantas veces en España con sus mejores ciudadanos, a los que sólo se les reconoce después de muertos, o cuando están fuera del poder. Así ha ocurrido, por ejemplo, con Adolfo Suárez —lo de Leopoldo Calvo Sotelo fue una exageración—, y empieza a pasar con Felipe González, uno de los “tres tristes tigres”, de esta crónica de actualidad, basada en las entrevistas que Felipe González, el presidente Zapatero y Esperanza Aguirre concedieron este domingo a la prensa dominical del papel.

Felipe González, el viejo Shere Khan de la jungla española de la Transición, es ahora el tigre melancólico y sabio de la izquierda moderada española que, de la blanca mano de Josefina Martínez del Alamo, ha elaborado en ABC, como lo hace en su taller de piedras, una equilibrada composición entre el Gobierno de su tiempo y el actual de Zapatero —el tigre de papel—, sin eludir los temas y reconociendo, como nunca se le había oído, sus errores ante la corrupción que le llevó a la pérdida del poder (esta vez no habló del acoso y derribo de la oposición), lo que le honra, aunque hubiera quedado mejor, y más completo y redondo, si, de paso, se hubiera referido a los GAL.

González habla de España con gran sentido, advierte de la centrifugación de la nación española en la pasada legislatura, de las necesarias reformas de la democracia (como la ley electoral), de política exterior consensuada, de la oportunidad de la energía nuclear, y dice de Zapatero que lo peor es que cumplió su —“demencial”, se entiende— programa electoral, empezando por el Estatuto catalán, añadimos.

Y siguiendo por la demencial y fracasada negociación con ETA, y la crisis de la economía, todo ello plagado de mentiras, que es lo que impregna una y otra vez los mandatos de Zapatero y lo que se adivina en la entrevista río, insufrible y nada reveladora del diario El País, y de sus cinco mosqueteros o mosquiteros, porque fueron a abanicar al presidente y no trajeron noticia alguna digna de subrayar. Más bien lo de siempre, demostrándonos que el presidente miente y está fuera de la realidad: no hay crisis; Bibiana merece estar en el Gobierno; el manifiesto por la defensa del idioma no es necesario porque está la Constitución; con la Iglesia no se atreve; Solbes y Sebastián se entienden; la directiva europea sobre la emigración es progresista (sic, a todo) etc.

El presidente Zapatero, nuestro tigre de papel, tiene la manía de cabecear una y otra vez mientras habla, y abre los brazos, como diciendo misa. Y a estas alturas de la película aún no sabemos si sigue siendo un producto del marketing, nacido de una carambola en un congreso del PSOE y crecido por culpa de una oposición demencial del otro Rajoy —el de la legislatura pasada—, o si por el contrario ha aprendido algo y empieza a estar asustado por causa de este monstruo de la crisis, cuya existencia aún niega, que lo empieza a estrangular.

Lo del otro Rajoy es la única verdad que ha dicho Esperanza Aguirre, la tigresa furiosa y derrotada en el congreso del PP, en la entrevista masaje de encargo que le han hecho en el diario El Mundo, y donde ella se presenta, por su cuenta, como la intérprete del sentir del 99 por ciento de los votantes el PP, cuando es sabido que las últimas encuestas sólo le dan a ella entre el 6 y el 8 por ciento de apoyos de la militancia. Aguirre acierta cuando subraya que Rajoy se viste ahora de centro, cuando fue, hasta hace poco, el líder del PP de la crispación durante la pasada legislatura.

La tigresa furiosa y herida del PP dice que Aznar era el centro y que adora su bronco discurso valenciano, a pesar de que el ex presidente no le hizo ni caso a ella. Pero olvida que Aznar llegó al poder en 1996 con una promesa de regeneración que traicionó, para conseguir la investidura, en el pacto del Majestic con Pujol. Ofreciendo el borrón y cuenta nueva a la corrupción felipista (y pujolista), y renunciando a reformas democráticas prometidas y también a su pretendida limpieza, porque muchas privatizaciones de las que se consideraban joyas de la corona —Telefónica, Retevisión, Azucarera, etc.— fueron centros de pelotazos descarnados, otra manera de corromperse desde el poder. Y, si no, ¿por qué no explica Aznar cuáles fueron los verdaderos motivos para que Rato no fuera su sucesor? O ¿Por qué regaló a Polanco la fusión de Vía Digital con Sogecable, liquidando Aznar el periodismo libre e independiente, al que llamaba el “ejército de Pancho Villa”? O ¿por qué tiró por la ventana a Vidal-Quadras y aceptó la “normalización lingüística” de Pujol? Y lo de “la chica fuera”, de la fiscal Márquez de Prado, etcétera.

De las locuras “centradas” de Aznar en su segunda legislatura, las que van desde la guerra de Iraq a las mentiras del 11-M, pasando por la boda de El Escorial, el Prestige o la huelga general, mejor no hablar. Y lo de “ganar primero las elecciones, y pactar después”, del discurso valenciano aznarí, eso nunca más. Ése fue el fraude de Aznar a sus electores, traicionando todas sus promesas de regeneración, en su solo beneficio. Es mucho mejor, como lo ha hecho Rajoy, enseñar desde ahora las cartas, para que nadie se llame a engaño si el PP vuelve a pactar con los nacionalistas para gobernar.

Aguirre, la tigresa herida, no tiene cabeza política y va de error en error. Miente más que Zapatero, que ya es decir, y empieza negando que los ceses de Prada y Lamela de su Gobierno no son consecuencia de una venganza contra Rajoy, algo que sabe todo el mundo. Luego lo reconoce cuando se queja de que sus pupilos más queridos, González y Granados, no fueron aceptados por Rajoy para entrar en la Ejecutiva del PP, pero no por haber criticado al líder del PP, sino por motivos de más calado, como muy bien sabe ella. Los que permiten, como ocurría en los tiempos de Mao, tildar a estos dos, a los que habría que añadir a Pedro Antonio Martín Marín e Ildefonso de Miguel como “la banda de los cuatro” que habita y maneja la Comunidad de Madrid. Los que nadie sabe, ni se explica, cómo siguen en el poder madrileño, a no ser que, en vez de “los cuatro”, sea de “los cinco”, con la propia lideresa Aguirre a la cabeza del clan, con el que, ahora, se ha quedado a solas a ver los barcos venir y las olas llegar, que llegarán.

Aguirre no sabe nada de política y menos aún de democracia, libertades o liberalismo, basta con asomarse a su espejo del alma, a Telemadrid. Y es verdad que Rajoy, que perdió en el 2004 por culpa de Aznar y que se dejó mangonear por Aznar hasta la derrota del 2008, cargó con Acebes y Zaplana como una herencia obligada, para proteger, con ello, las responsabilidades de ambos y las de Aznar. Pero ahora que “ha matado al padre” —o que el “padre” se suicidó, en el congreso valenciano del PP—, veremos qué hace el nuevo Rajoy; por sus obras y sus pompas le conoceréis (de momento, lo de De Cospedal no empezó con buen pie). A la que ya conocemos es a la tigresa furiosa de Madrid, haciendo kilómetros en su jaula dorada de la Puerta del Sol, y sin más salida posible que ponerse a las órdenes del verdadero rey de la selva del PP, que es Gallardón.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/06/2008&name=manantial

Manuel de Prada, Al calor de los goles de España

lunes 30 de junio de 2008
Al calor de los goles de España
JUAN MANUEL DE PRADA, escritor
TENGO un amigo muy querido, catalán y republicano, que me confesaba, entre divertido y perplejo, que no podía evitar que lo salpicase la marea de la emoción cada vez que los Príncipes de Asturias se abrazaban en el palco, celebrando los goles de la selección española en esta Eurocopa. Y mientras mi amigo me confesaba esta debilidad (que no era sino grandeza de espíritu) me acordé de un pasaje conmovedor de cierto artículo de Wenceslao Fernández Flórez, que durante una temporada escribió crónicas futboleras para este periódico; crónicas perfumadas siempre por la brisa del escepticismo irónico que luego reuniría en un librito delicioso, titulado «De portería a portería», editado por Prensa Española. En aquel artículo, adoptando un tono entre socarrón y cascarrabias, Fernández Flórez refunfuñaba sobre los hábitos de los hinchas, y más concretamente sobre su histeria ruidosa, que los hace rugir a coro en las gradas de los estadios, increpar al enemigo -aunque esté lesionado- e insultar al árbitro, hasta que por fin el equipo al que animan marca un gol, y entonces... Entonces Fernández Flórez narra cómo la señorita que está a su lado en las gradas del campo quiere abrazar al señor visiblemente exaltado que la acompaña para celebrar el gol; pero resulta que el señor está oprimiendo en ese momento al vecino de la derecha, transportado de júbilo; y la señorita, en el calor de la celebración, se vuelve hacia Fernández Flórez y lo abraza sin previo aviso. Fernández Flórez mira en derredor con un gesto similar al de quien encuentra una cartera en la calle; pero enseguida, qué coños, abre resueltamente los brazos y estrecha entre ellos a la muchacha. Y el cronista escéptico que hasta ese momento ha contemplado el fútbol con displicencia o mero desdén siente, de repente, que la alegría le rebulle en el cuerpo, y siente también que crece dentro de él un insospechado fervor futbolístico; y hasta se sorprende suplicando ansiosamente: «¡Más goles! ¡Vengan más goles...!».
Pues esa alegría de los goles de España, que a hombres y mujeres vuelve más intrépidos y fogosos aunque no nos guste el fútbol, que a su calor nos torna de repente españoles sin premeditación, españoles de entraña y certeza, es la que en estas jornadas nos ha cambiado a todos la cara, sustituyendo ese aire de congrios hervidos que nos dejan las politiquerías de los políticos por un aire como de jamones serranos, restallante y vigoroso, que da gusto verlo. Ese aire suculento y jovial es el que tienen los abrazos de los Príncipes en el palco del estadio; y hasta el espectador más escéptico o atrabiliario, hasta mi amigo catalán y republicano los ve achucharse y se sorprende suplicando ansiosamente, como Fernández Flórez en su artículo: «¡Más goles! ¡Vengan más goles... de España!». Y es que, de repente, todas esas entelequias pelmazas con las que tanto nos gusta zaherirnos a los españoles (la politiquería convertida en cilicio de nuestro impenitente y proverbial masoquismo) se escabullen soltando berridos, como los demonios se escabullían del cuerpo de los endemoniados, cuando Jesús les imponía las manos. De repente, un tío como -pongamos por caso- Ibarretxe, engolfado en sus tabarras plebiscitarias, se nos antoja una estantigua o un marciano, o tal vez sólo un señor con problemas de estreñimiento. Y nos entran ganas de decirle: «Pero, hombre de Dios, ¡péguese usted un abrazo con la parienta, o con la vecina, o con la muchacha que le traduce al euskera las notas que usted escribe en castellano, pero abrácese de una puñetera vez y abandone ese gesto de congrio hervido! Verá cuánto bien le hace».
Porque vaya si hace bien. Si estos campeonatos se celebraran, en lugar de cada cuatro años, cada cuatro meses, la gente se abrazaría muchísimo más; y, al calor de los abrazos, todos esos atracones de bilis y esos dolores meningíticos de cabeza con que los españoles nos atormentamos se quedarían en alifafe de poca monta. Porque, vamos a ver, ¿qué son sino fruslerías esas monsergas del segregacionismo y el «derecho a decidir» ante la efusión rotunda, cálida y fraternal de tantos españoles que celebran con un abrazo lo que les mandan el instinto, la pasión y el alma? Durante estas semanas que ha durado la Eurocopa, los españoles hemos actuado como esos muchachos apenas púberes que al principio no se atreven a declarar su amor a la muchacha que les sorbe el seso, por temor a hacer el ridículo; y así, recién comenzada la competición, bromeábamos con la fatalidad de ser eliminados en cuartos de final, como el muchacho bromea con la expectativa de recibir calabazas. Pero aquellas eran bromas mohínas propias de cobardones; pues el amor que anhela ser correspondido ha de ser ante todo audaz y echao p´alante. Y ha bastado que nos lo creyéramos y nos sacudiéramos esa capa de mugre de los complejitos y las pusilanimidades con que nos abruma la politiquería de cada día para que descubriéramos que la muchacha que nos sorbía el seso estaba esperándonos, como las vírgenes prudentes de la parábola, con la lámpara encendida; y que, en echándole un poco de aceite, la lámpara llameaba como una hoguera de San Juan. Hemos necesitado que once españoles en calzoncillos se pongan tibios a meter goles para descubrir que el amor a la patria no es pasión vergonzosa ni asquerosita, ni querencia propia de carcas o nostálgicos, ni parecidas zarandajas, sino amor actuante y salutífero, como lo es el amor a la propia sangre. Porque los carcas, y los nostálgicos, y los tíos que dan asquito y vergüenza son los que no lo sienten; los otros, nosotros, tan sólo somos gente normal, esto es, personas que saben dejar a un lado las nimias mezquindades que los separan para abrazarse en nombre de la grandeza que los une.
«¡Más goles! ¡Vengan más goles de España!». El fútbol, dicen los expertos, es metáfora de la propia vida; frase que queda muy rimbombante y no se suele explicar. Pero si quisiéramos explicarla tendríamos que decir que la vida en esquema, como el reglamento del fútbol, es en principio muy simple: hay un balón, hay unos palos clavados en el suelo; y todo el busilis del juego consiste en meter el balón entre los palos. Pero, claro, enseguida surgen obstáculos que entorpecen y complican tan elemental misión; y, con los obstáculos, surgen también las irritaciones, las frustraciones, las tentaciones del desistimiento y la renuncia. Los españoles llevamos demasiado tiempo sufriendo con esos entorpecimientos y complicaciones; y, con frecuencia, nos oprime la asfixiante sensación de que nunca nos dejarán hacer algo tan sencillo como meter un gol en la vida. Entonces vemos a esos once españoles en calzoncillos correteando por el campo; los vemos arrimar el hombro, los vemos poner tesón en el empeño, los vemos enardecidos por una ilusión común, los vemos mantener la fe en la adversidad, y el aplomo en la tarascada, y el orgullo en la derrota, y descubrimos el sentido aleccionador de lo que hacen. Así se explica el fútbol como metáfora de la vida; y cuando el arrimo y el tesón y la ilusión y la fe y el aplomo y el orgullo se llaman España, la vida adquiere una temperatura de abrazo a la que es vano resistirse. Es posible que al principio miremos en derredor con un gesto similar al de quien se encuentra una cartera en la calle; pero, si nos agachamosa recogerla, descubriremos que esa cartera es la nuestra, la cartera que nos birlaron los politiquillos y los pelmazos que quisieron desnaturalizarnos.
Ya no podremos olvidar esta Eurocopa, porque en ella recuperamos la cartera que nos habían birlado. Vendrán los pelmazos y los politiquillos a enfriar el calor de nuestros abrazos con sus cataplasmas de frías entelequias. Pero donde hubo llama siempre quedará rescoldo; y la vocación natural del rescoldo es volver a llamear. Bastará con que vengan más goles de España; y, a su calor, nos volveremos a dar abrazos, que es la forma más jubilosa y arrebatada, más natural y tranquila, de ser españoles. Y, además, en el abrazo, siempre se pilla cacho.

http://www.abc.es/20080630/opinion-editorial/calor-goles-espana_200806300246.html

Paulo Coelho, Los lectores y la musica

lunes 30 de junio de 2008
LOS LECTORES Y LA MÚSICA

El cantante sustituto (enviada por Murali)
Sucedió hace muchos años en la Ópera de París (aunque no pude comprobar si es verdad). Las entradas para escuchar a un famoso tenor estaban agotadas, pero justo el día de la actuación, y con la casa ya repleta, se supo que un problema de transporte le impediría al cantante llegar a tiempo. Desconcertado, el director de la Ópera subió al escenario, explicó lo que estaba ocurriendo y pidió que un tenor local lo sustituyese.
El público reaccionó como era de esperar: tensión, algunos espectadores levantándose para pedir la devolución del dinero y otros simplemente aguardando lo que iba a ocurrir, puesto que tenían hora para que los recogiesen sus chóferes y cenar más tarde, y no sabían a qué dedicar su tiempo hasta entonces. El tenor sustituto subió al escenario y lo hizo lo mejor que pudo. Durante dos horas cantó con toda su alma y su corazón. Al final se hizo un silencio casi perfecto: y es que no era a él a quien esperaban escuchar. Apenas un espectador aplaudía. Y en un determinado momento pudo oírse su voz infantil: «¡Papá, has estado genial! ¡Genial!». Al momento siguiente, todo el teatro ovacionaba en pie, celebrando el espectáculo. Una simple palabra de amor le había dado la vuelta a todo.

El viejo cantante de fado (enviada por Cristina Santos)
La terraza de mi casa mira hacia el poniente, por lo que tiene la ventaja de que, en los días claros de invierno o de verano, la luz del sol le da de lleno durante casi toda la tarde. Cierta mañana estaba en esta terraza ocupada con las típicas tareas domésticas, cuando vi la figura humilde y andrajosa de un hombre. Si no era muy mayor, es que estaba maltratado por la vida y por el tiempo.
Para moverse recurría a la ayuda de muletas, pues una de las piernas la tenía atrofiada. Y me impresionó porque, a pesar de su problema, aún conseguía cargar una vieja guitarra clásica. Se sentó en el bar de enfrente y se puso a cantar. Nada más escuchar su voz, ¡me estremecí! Era tan bella como la de un ángel bendito y sereno, si bien triste. Poco a poco fue llenando todo el ambiente y resonando en las paredes, envolviéndome y elevándome... Sentí cómo mis lágrimas involuntarias se deslizaban hacia el suelo, intuí a las personas emocionadas que se asomaban a todas las terrazas. Y a los niños estupefactos y maravillados que habían dejado de jugar...
Comprendí que estaba viviendo un momento de efímera eternidad, de comunión con otras almas, como si por medios mágicos nos hubiesen invitado a otra dimensión, a un universo más bello, en el que tal vez todo tuviese sentido... ¡O tal vez no!
Por fin, su voz se apagó y sobrevino un silencio con sabor a vacío, casi opresivo, sólo que al instante siguiente los aplausos tronaron efusivos, las sonrisas se iluminaron y los niños, entusiasmados, empezaron a gritar: «¡Otra! ¡Otra!».
Sin embargo, el hombre, como si hubiese cumplido su misión, asió las muletas y continuó su camino. Bajé corriendo y sólo paré, sin aliento, al alcanzarlo. Era tan evidente que se ganaba la vida cantando que, sin dudarlo un instante, le puse un billete en la mano, pero juro que fue sólo al abrazarlo, conmovida, y pedirle que nunca jamás dejase de cantar, cuando su rostro arrugado y cansado se suavizó... ¡y me sonrió!
No volví a verlo, pero me gusta pensar que sigue por otros caminos, llorando su fado, cumpliendo su misión. Si por casualidad te lo cruzas, dile, por favor, que no lo olvido.

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Manuel de Prada, Shyamalan

lunes 30 de junio de 2008
SHYAMALAN

Con M. Night Shyamalan, el director que reventara las taquillas con El sexto sentido, me ha ocurrido algo curioso: a medida que su cine ha ido perdiendo adeptos, mi interés por su personalísimo mundo –y por su personalísima manera de contarlo– no ha hecho sino acrecentarse. Night Shyamalan se cuenta entre esos escasos creadores cinematográficos que, inmersos en los mecanismos del star-system, logran sin embargo subvertirlos, relegando a los actores con los que trabajan a un rango subalterno: algo similar sucedió en su día con Alfred Hitchcock o Woody Allen, por poner dos ejemplos conspicuos. Quizá la mayor servidumbre de este logro sea que, a la postre, el director se siente rehén de un público que demanda «más de lo mismo» y lo obliga a repetirse sin tasa. A Night Shyamalan se le exige que sus películas incorporen, hacia su desenlace, una revelación pasmosa y estupefaciente que altere drásticamente la perspectiva desde la que el espectador contemplaba la película hasta la última secuencia. Siempre pensé que mientras el director de origen hindú no lograra liberarse de esta suerte de `impuesto revolucionario´ demandado por el público, corría el riesgo de convertirse en una caricatura de sí mismo. En su última entrega, El incidente, Night Shyamalan renuncia por fin a este recurso que amenazaba con convertirse en manierismo; y, aunque sospecho que la renuncia provocará entre sus seguidores un movimiento casi unánime de rechazo, lo cierto es que su cine sigue funcionando en los niveles que siempre me habían interesado.

Night Shyamalan me interesa, en primer lugar, porque desdeña las pirotecnias efectistas tan habituales en el contemporáneo cine de terror, recuperando el magisterio de aquellas viejas películas de Val Lewton, en las que la explicitud –sobresaltos, efectos especiales abracadabrantes y excesos hemoglobínicos– era sustituida por la capacidad de sugerencia. Me interesa, también, porque su originalidad se logra a partir de materiales que en sí mismos son convencionales (una invasión alienígena en Señales, una actualización del mito de Caperucita Roja en El bosque, un homenaje a las películas de superhéroes de tebeo en El protegido, etcétera), archisabidos de tan trillados; pero que, tocados por su varita mágica, adquieren una novedad prístina. Me interesa, además, porque, bajo esa apariencia convencional, sus películas incorporan un venero subterráneo de reflexiones en sordina donde conviven las aprensiones más sombrías y los más discretos milagros. Me interesa, naturalmente, porque posee un estilo propio, parsimonioso y cada vez más despojado –cada vez más abstracto en su vocación de despojamiento radical–, que refuta las tendencias epilépticas del cine actual. Y me interesa, en fin, porque todas sus películas se mantienen fieles a un universo distintivo y a unos asuntos recurrentes; o, para ser más exactos, a un único asunto recurrente, que no es otro que la fe, entendida no sólo en su significación religiosa, sino ampliamente vital.

En El incidente, la fe vuelve a ser el cogollo de la historia. La película puede ser vista como una denuncia ecologista (y sin duda lo es), también como una parábola sobre la zozobra que el terrorismo ha introducido en las sociedades occidentales (y también lo es, sin duda), con el espectro del 11-S aleteando al fondo (la secuencia en la que los albañiles se suicidan, uno tras otro, arrojándose desde el andamio, nos devuelve con insoportable vividez la estampa de aquellos hombres atrapados por el fuego que se lanzaban al vacío desde los pisos superiores del World Trade Center). También puede ser interpretada, en un nivel más epidérmico, como un homenaje a las películas de bajo presupuesto de los años cincuenta, al estilo de La invasión de los ladrones de cuerpos, o a las más recientes de zombis, al estilo de George A. Romero. Pero El incidente, en su sustrato más profundo, es una alegoría sobre la desesperación humana, sobre una época suicida que ha extraviado el sentido de la existencia y no halla razones para seguir viviendo; sólo quienes preservan su fe en el futuro –ilustrada por el embarazo de la protagonista– logran sobrevivir a ese virus inexplicable que, a la postre, tal vez sólo sea una metáfora del hastío vital que corrompe a quienes nada esperan. Ahora que Night Shyamalan ha conseguido desembarazarse de esos ingeniosos finales de efectos retroactivos y estupefacientes, quizá no vuelva a cosechar los taquillazos de antaño; pero su cine ha ganado en conocimiento de la verdad humana. A fin de cuentas, ¿no es ésta la misión del arte?


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domingo, junio 29, 2008

Perez Reverte, Miembras y carne de menbrillo

lunes 30 de junio de 2008
MIEMBRAS Y CARNE DE MIEMBRILLO

A la ministra española de Igualdad y Fraternidad, Bibiana Aído, que pasará a los anales de la estupidez nacional por lo del miembro, la miembra y la carne de miembrillo, le han dado en las últimas semanas las suyas y las del pulpo, así que no quiero ensañarme. Podría, puesto a resumir en dos palabras, llamarla tonta o analfabeta. Supongo que, ateniéndonos a su estólida contumacia cuando fue llamada al orden por gente respetable y docta, a esa ministra podrían irle como un guante ambos epítetos. Pero no lo creo. Quiero decir que no tengo la impresión de que Bibiana Aído sea tonta ni analfabeta. Por lo menos, no del todo. O lo justo. Lo que pasa es que está muy mal acostumbrada.

Bibiana Aído, que es de Cádiz, procede de esa nueva casta política de feministas crecida en Andalucía a la sombra del régimen chavista; que así, dándoles cuartelillo, las tiene entretenidas y goteando agua de limón. Esas pavas, que han convertido una militancia respetable y necesaria en turbio modo de vida y medro, no tienen otra forma de justificar subvenciones y mandanga que rizar el rizo con piruetas cada vez más osadas, como en el circo. La lengua española, que en este país miserable ha resultado ser arma política útil en otros ámbitos, les viene chachi. Por eso están embarcadas en una carrera de despropósitos, empeñándose, cuatro iletradas como son, en que cuatrocientos millones de hispanohablantes modifiquen, a su gusto, un idioma donde cada palabra es fruto de una afinada depuración práctica que suele ser de siglos, para adaptarlo por la cara a sus necesidades coyunturales. A su negocio.

Lo que pasa es que, en el cenagal de la política española, cualquier cosa viene de perlas a quienes buscan votos de minorías que, sumadas, son rentables. Sale baratísimo. Sólo hay que destinar unas migajas de presupuesto y darle hilo a la cometa. Así andan las Bibianas de crecidas, campando a su aire en una especie de matonismo ultrafeminista de género y génera donde, cualquiera que no trague, recibe el sambenito de machista. Y así andamos todos, unos por cálculo interesado y otros por miedo al qué dirán. Los doctos se callan con frecuencia, y los ignorantes aplauden. Incluso hay quienes, después de cada nueva sandez, discuten el asunto en tertulias y columnas periodísticas, considerando con gravedad si procede decir piernas cuando se trata de extremidades en una mujer, y piernos cuando se trata de un hombre. Por ejemplo.

En todo esto, por supuesto, la Real Academia Española y las veintiuna academias hermanas de América y Filipinas son enemigo a batir. Según las feminatas ultras, las normas de uso que las academias fijan en el Diccionario son barreras sexistas que impiden la igualdad. Lo plantean como si una academia pudiera imponer tal o cual uso de una palabra, cuando lo que hace es recoger lo que la gente, equivocada o no, justa o no, machista o no, utiliza en su habla diaria. «La Academia va siempre por detrás», apuntan como señalando un defecto, sin comprender que la misión de los académicos es precisamente ésa: ir por detrás y no por delante, orientando sobre la norma de uso, y no imponiéndola. Voces cultas, y no sólo de académicos –Alfonso Guerra se unió a ellas hace poco–, han explicado de sobra que las innovaciones no corresponden a la RAE, sino a la sociedad de la que ésta es simple notario. En España la Academia no inventa palabras, ni les cambia el sentido. Observa, registra y cuenta a la sociedad cómo esa misma sociedad habla. Y cada cambio, pequeño o grande, termina siendo inventariado con minuciosidad notarial, dentro de lo posible, cuando lleva suficiente tiempo en uso y hay autoridades solventes que lo avalan y fijan en textos respetables y adecuados. De ahí a hacerse eco, por decreto, de cuanta ocurrencia salga por la boca de cualquier tonta de la pepitilla, media un abismo.

Así que tengo la obligación de advertir a mis primas que no se hagan ilusiones: con la Real Academia Española lo tienen crudo. Ahí no hay demagogia ni chantaje político que valga. Ni Franco lo consiguió en cuarenta años –y mira que ése mandaba–, ni las niñas capricho del buen rollito fashion lo van a conseguir ahora. En la RAE somos así de chulos. Y lo somos porque, desde su fundación hace trescientos años, esa institución es independiente del poder ejecutivo, del legislativo y del judicial. Su trabajo no depende de leyes, normas, jueguecitos o modas, sino de la realidad viva de una lengua extraordinaria, hermosa y potente que se autorregula a sí misma, desde hace muchos siglos, con ejemplar sabiduría. De forma colegiada o particular, a través de sus miembros –que no miembras–, siempre habrá en esa Docta Casa una voz que, con diplomacia o sin ella, recuerde que, en el Diccionario, la palabra idiotez se define como «hecho o dicho propio del idiota».


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Cataluña entre el "seny" y la "rauxa"

Una mirada a Casanova y la Diada

Cataluña entre el «seny» y la «rauxa»

José Antonio Navarro Gisbert

28 de junio de 2008

El corresponsal de Reuter en Moscú fue enviado a Barcelona para cubrir los actos a celebrar con motivo de la primera «diada» después de la muerte de Franco. Le conocí en el transcurso de una cena en El Giardinetto días antes del 11 de septiembre de 1976, presentado por Tom Burns Marañón. Venía el hombre de Reuter de la capital soviética in albis acerca de las circunstancias que hicieron posible la selección de tal día como la fecha cumbre de Cataluña por excelencia.

A poco que indagó, el hombre que vino del frío se encontró con la sorpresa de que, contrariamente a lo que sucede con los grandes fastos de todas las naciones —mi conocimiento no da para más —, el 11 de septiembre corresponde al aniversario de una derrota, según los cánones del nacionalismo catalán. Este dato es revelador de un morboso sentimiento rayano en la melancolía, que, como el lector debe saber, es una manifestación patológica romántica: material para psiquiatras.

El hombre de Reuter siguió con la pesquisa. Lo primero que descubrió fue que el personaje con mayor relieve, utilizado por los nacionalistas alrededor de la fecha, era Rafael Casanova y Comes, nacido en Moiá en 1660 y fallecido en Sant Boi de Llobregat en 1743, que fue consejero en jefe de Barcelona y el más destacado defensor de las pretensiones de la casa de Austria al trono español.

La familia Casanova estaba involucrada de larga data en los asuntos públicos. El abuelo, Francesc Casanova, fue capitán de la Santa Unión, empeñada en la lucha contra el bandolerismo en el Principado, con un representante famoso: Juan de Serrallonga. El padre, de su mismo nombre, fue jefe del Somatén de Moiá y consejero de población. Y nuestro hombre, tras concluir sus estudios de derecho en Barcelona, además del ejercicio de su profesión, llegó a ser tercer consejero del Consejo de Ciento de la ciudad condal durante la Guerra de Sucesión al trono español (1702-1713).

En 1707, el archiduque Carlos, pretendiente autracista, le distinguió con el nombramiento de «ciutadá honrat», título al que aspiraban las familias de buena posición económica sin titulación nobiliaria. Amparado por la posesión de este título participó de las reuniones de la Junta de Bracos del 30 de junio de 1713. Once días más tarde se creó la Junta Secreta, que tendría por cometido analizar las propuestas del teniente mariscal Antonio de Villarroel, castellano que estaba al frente de las fuerzas que apoyaban al archiduque, y que se distinguiría valerosamente en el asedio de Barcelona por parte de los ejércitos de Felipe V, el Borbón que inauguró esta dinastía en España.

Los nombres de Casanova y Villarroel se perpetuaron en la memoria de los barceloneses con la denominación de dos importantes calles del ensanche que corren en paralelo a las de Urgel y Muntaner. Precisamente por las crónicas de Muntaner, obra destinada esencialmente a ensalzar a los reyes de la Corona de Aragón, y descriptivas de las gestas catalanas y aragonesas por el Mediterráneo, cuando los peces del Mare Nostrum tenían grabadas sobre sus lomos las cuatro barras, podía haber escogido el nacionalismo catalán mejores ejemplos de glorias pasadas. Pero tomar como fecha clave la de una derrota, condicionó a éste a abandonar el «seny», característico de la visión de los catalanes ante los hechos de la vida misma, para entregarse en brazos de la «rauxa», manifestación de los demonios escapados de los armarios que toda sociedad tiene para esconder sus taras. «Seny» y «Rauxa», sentido común y locura: los dos extremos que se han instalado en Cataluña con recurrencias pendulares.

De la actitud de los catalanes en apoyo de la causa del Archiduque nunca puede deducirse la más mínima intención separatista. Más bien, detrás de este apoyo se ha de ver el deseo firme de imponer su preferencia política, y dentro de ella la dinastía que por espacio de dos siglos, en los cuales España había alcanzado el cénit de su grandeza, había sido la tradicional. No hay que olvidar que los aliados del Archiduque confluyeron en Madrid desde Portugal y Cataluña con escasa oposición, con la finalidad de asentar en el trono al pretendiente de la Casa de Austria, preferido de los catalanes. Tras la rendición de Madrid fue proclamado Carlos III. El otro Carlos III que efectivamente llegaría a reinar pertenece ya a la dinastía borbónica, vencedora en el pleito dinástico suscitado tras la muerte del último Austria, Carlos II. Y es de destacar que en aquella ocasión los madrileños no vivieron el momento con algún entusiasmo, aunque era manifiesto el descontento de la mayoría de la nobleza castellana hacia los franceses.

Pero no sólo la capital de España. También Toledo y Segovia proclamaron al Archiduque como Carlos III. Sin embargo, Madrid fue recuperado para la causa del nieto de Luis XIV mes y medio después en medio del entusiasmo popular, en palpable demostración de que, como le diría algo más de dos siglos después el Guerra a Ortega y Gasset al enterarse de que don José era catedrático de metafísica, «hay gente pa to.»

La Guerra de Sucesión se había planteado no como un enfrentamiento de clases sociales entre sí, ni a unos reinos con otros. Fue en realidad un choque entre dos bandos dinásticos, cada uno con amplia y variada representación social, y la intervención extranjera en defensa del pretendiente más cónsono con sus intereses. Por establecer diferencias se puede decir que los Borbones eran, siguiendo el ejemplo francés, manifiestamente centralizadores, mientras que los Austrias eran proclives a respetar las peculiaridades y privilegios históricos de la periferia.
Cataluña, como otras partes de España, tales como Aragón y Valencia, optaron por la causa del Archiduque, esencialmente porque los Decretos de Nueva Planta de 1707 impulsaron el modelo jurídico y administrativo castellano en los territorios de la antigua Corona de Aragón.
Vistas las cosa desde la perspectiva actual, de haberse impuesto la dinastía austracista en aquel conflicto, si aceptamos a ésta como reconocedora de las diferencias dentro de la unidad dinámica de España, pudo haber sido esencial para evitar con anticipación el descalabro que puede producir la implantación de las actuales taifas antonómicas.

Lo que el corresponsal de Reuter pudo averiguar es que el 25 de julio de 1713 las tropas de Felipe V inician el sitio de Barcelona, fortín pro Archiduque, y que en medio de aquellas circunstancias, Casanova es nombrado conseller en cap, cargo que implicaba el grado de coronel de los «Regimientos de la Corona», milicia civil donde se agrupaba la mayoría de la guarnición que defendía Barcelona del asedio borbónico.

La arenga con que Casanova quiso levantar el ánimo decaído de su tropa fue la siguiente:
«Señores, hijos y hermanos: hoy es el día que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fue poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios.»

Resulta asombroso que una falsificación de la Historia haya podido ser el sustento de una mentira que pretende segregar Cataluña de la España a la que ha contribuido en su creación de manera decisiva.

Cuando cada 11 de septiembre el nacionalismo catalán ofrenda una corona ante el monumento a Rafael Casanova, tergiversando su intervención en la derrota en el asedio de Barcelona en la Guerra de Sucesión, no caen en la cuenta por ignorancia, o mienten deliberadamente al proponerlo como paladín de una causa que no defendía el conseller en cap. El 11 de septiembre es la fecha de una intervención de la Cataluña profunda en una causa española. Como lo fue la de las fuerzas que le adversaron en causa también profundamente española.


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