viernes, abril 25, 2008

Ismael Medina, La sincronizacion de los ciclos y la mision destructiva de la izquierda capitalista

viernes 25 de abril de 2008
La sincronización de los ciclos y la misión destructiva de la izquierda capitalista
Ismael Medina
H AY quien dice que cuando se avanza en la senectud existe una resistencia instintiva a hacer nuevos amigos. Y, sin embargo, esos buenos amigos, sobre todo si están en plenitud de vida, contribuyen a que espantemos los fantasmas de la soledad y dispongamos de otros ojos y de otra perspectiva para contrastar nuestra visión de la realidad y descargarnos de tópicos. Uno de éstos, herencia inapreciable de un gran afecto, me ha enviado una secuencia de fotografías que parece la ilustración a un chiste lepero, pero que muy bien podrían tomarse como símbolo de lo que acontece en la esperpéntica España actual. , tanto si es real como si se trata de un habilísimo montaje informático. Un automóvil cae al agua desde el muelle del puerto El Terrón, precisamente de Lepe. Un camión grúa se apresta a rescatarlo. Y cuando ya tiene el automóvil en el aire, su peso arrastra al camión y lo arrastra consigo al agua. Un nuevo y más potente camión grúa trata de enmendar el fracaso del anterior. Recobra el automóvil. Pero cuando trata de recuperar el camión precedente, también se precipita al agua. Y ahí termina la secuencia. Las causas de tan grotesco espectáculo podrían atribuirse a impericia, improvisación, ausencia de cálculo, presunción o petulancia chapucera. O lo que suele ser frecuente, todo al unísono. Por eso lo traigo a colación como imagen alegórica del esperpéntico espectáculo que día tras día nos proporcionan el gobierno Rodríguez, el partido de la oposición y los partidos menores que Rodríguez precisa para tener mayoría parlamentaria a cambio de pagar un precio oneroso para la sociedad y para España. Si los vehículos involucrados en el suceso de El Terrón hubiesen sido oficiales, de la Unión Militar de Emergencia, por ejemplo, ¿cómo lo llamaría la portavocía moncloaca? ¿Acaso impulsión gravitatoria? No es la primera vez que se recurre a eufemismos para eludir el rigor de los conceptos. A nadie se le ocurriría hoy reavivar el nombre de Hospital de Incurables de aquel antiguo centro sanitario en el que durante algún tiempo prestó servicios mi tía monja, Sor Juliana. Y nos echarían los perros de la corrección si llamáramos loco al que lo es. Pero este tipo de encubrimientos de lo real también los desgasta el uso y hay que recurrir a nuevos eufemismos edulcorantes. Sucede con ellos algo muy similar al viejo chiste del tropiezo verbal entre una fea mujer y un beodo. Aquélla le grita: “¡Borracho!”. Y éste le replica: “Pero a mí se me pasa”. Sucede, sin embargo, que se ha impuesto la ya lejana argucia revolucionaria de Gramsci de desfondar los fundamentos conceptuales del lenguaje como instruments de engaño y perversión de las masas para mejor manipularlas. Y no me refiero a esas necias añagazas de, verbigracia, llamar conducción a un trasvase o desaceleración temporal a una crisis económica que nos sumerge en la ruina. A nadie engañan las majaderías de esta índole. Ni tan siquiera a quienes se valen de ellas con ánimo de timadores. Pero sí engendran peligrosas consecuencias cuando la alteración del significado afecta a entidades conceptuales que definen estructuras políticas, de convivencia social y moral, sea ésta personal o colectiva. “Interrupción de los circuitos vitales” es una figura que se encuentra con frecuencia en los manuales de los servicios secretos, de la lucha contra el terrorismo o del propio terrorismo. Se trata, en definitiva, de desmantelar los centros de decisión del enemigo y matar a quienes lo integran. ¿Y no es la eutanasia la “interrupción de los circuitos vitales” de un individuo, suicidio si se la aplica el propio enfermo y homicidio, cuando menos, si la procura quien le asiste? “Testamento vital” se dice del documento en el que el enfermo, sea por miedo al dolor y a la postración, y las más de las veces bajo artera presión de la propaganda laicista, expresa su voluntad de que un facultativo o quien sea le quiten la vida. También se llama “interrupción voluntaria del embarazo” al aborto, el más horrible de los crímenes al segar la vida a una criatura absolutamente indefensa. Unas cien mil cada año en España a las que se niega las posibilidad de vivir en nuestra cacareada democracia. Los dirigentes de izquierda y de derecha, así como sus epígonos mediáticos y de otros ámbitos, vocean las maravillas de la democracia y no hay quien no se diga demócrata. ¿Pero de qué democracia?, cabría preguntarles. La humanidad ha conocido muy diversas formas de democracia a través de los siglos, cada una de ellas acorde con las circunstancias específicas de su tiempo y su encaje en el ciclo histórico correspondiente. Existieron a lo largo de los siglos democracias aristocráticas y democracias tiránicas. Democracias populares se autodenominaban los totalitarismo soviético y los de sus Estados satélites. Tampoco son homogéneas y equiparables las democracias de corte liberalista en unos u otros países, aunque pueda atribuírseles un común proceso degenerativo hacia el despotismo partitocrático. Alguien escribió respecto de la democracia norteamericana que el pueblo se le daba cada cuatro años la opción de elegir un dictador. La actual disputa para designar el candidatos demócrata a ocupar la Casa Blanca evidencia que los dos factores principales que influyen en la elección entre Obama e Hillary Clinton son la dimensión de los fondos de financiación de la campaña que aportan unos determinados grupos financieros y la mayor o menor difusión de la imagen que esos recursos proporcionan. Ayudas que habrán de pagar si llegan al despacho oval. Como los pagan congresistas, senadores y gobernadores de Estado. Podría decirse hoy, también en España, que gana quien dispone de mayor poder mediático para proyectar su imagen, aunque sea falsa. Y asimismo, aquél que tiene el respaldo, nada gratuito, de los grandes poseedores del dinero. ¿O es que puede creerse que los Botín, los March y otros banqueros o grandes empresarios apoyan a Rodríguez por afinidad ideológica? Está demostrado, y no es una acusación malsana atribuible a la “derechona”, que los grandes poseedores del dinero siempre han acrecido más sus beneficios con gobiernos de izquierda que con gobiernos conservadores que en mayor o menor medida son fieles a los valores que les presumen sus electores. Aunque desleído en socialdemocracia liberalista, el socialismo no se ha liberado de su propensión innata al intervencionismo. Y el intervencionismo no sujeto a valores morales, o simplemente éticos, se vale arbitrariamente del poder del Estado para sus propios fines partidistas. Inclinación aún más acusada cuando el presidente del gobierno se declara rojo, como es el caso de Rodríguez. La Caixa le condonó al PSC una deuda multimillonaria de euros Y poco tiempo después lanzó sobre Endesa, con el respaldo gubernamental, una OPA con inequívoco tinte de atraco a los accionistas. Un turbio asalto que fracasó merced a la inteligente resistencia numantina de Pizarro y a la imprevista entrada de la alemana E’ON en el juego. También Botín condonó al P(SOE) una muy subida deuda, además de retratarse con Rodríguez en su ciudad bancaria de Madrid. Un respaldo preelectoral nada desdeñable. Y aunque Botín se haya demostrado un águila de las finanzas, está claro que algunas de sus grandes operaciones han contado con la anuencia del gobierno. Es asimismo significativo en este orden de cosas que el PP no se haya beneficiado de esa misma “generosidad” bancaria durante sus cuatro años de travesía del desierto en la oposición. E incluso cuando estuvo en el gobierno. La política de severos ajustes económicos de Aznar y Rato para salvar la ruina que Felipe González dejó tras de sí no satisfizo la voracidad de los campeones de la especulación financiera, aunque luego se beneficiaran con holgura del crecimiento de nuestra economía que resultó de aquellas medidas. Detrás de los grupos mediáticos privados siempre está el dinero de los que cubren sus saldos negativos. Quienes atesoramos la experiencia de muchos años de ejercicio de la profesión conocemos que es más oprimente la censura de la empresa que la denostada del Estado. El redactor o el columnista que se desmanda y pretende hacer pinitos de independencia se va a la calle. Y cuando ocurre que, como sucede en “ABC”, por ejemplo, se convierte en una constante de sus columnistas, pese al cambio del equipo de dirección, el ataque cotidiano a Rajoy y al PP, sin apenas una ocasional crítica a los disparates y ostensibles carencias de Rodríguez y su gobierno, hay que sospechar por fuerza la existencia de un imperativo empresarial, ahora en manos de un grupo financiero vascongado. Tampoco es casual que “El Mundo”, ligado financieramente al grupo editor de “Il Corriere de la Sera”, órgano de la izquierda capitalista italiana, se zambulla también ahora en una escandalosa sobrevaloración de los problemas internos del Partido Popular. Uno de los mayores errores de Rajoy y su equipo ha radicado en dejarse llevar en demasía por los medios teóricamente adictos, y los contrarios, sin instrumentar una incisiva e inteligente política propia de comunicación. La ha confiado a un grupo de ineptos. Y así les va, con independencia de que también existen en el partido influyentes infiltraciones masónicas que desvían al PP de los valores esenciales en que creen la mayoría de sus electores. He denunciado repetidamente la obsesiva pendulación hacia un centro evanescente en cuya trampa caen no pocos dirigentes populares. Un centro utópico y fantasmal, ajeno a cualquier presunción lógica como realidad política e ideológica que fustigaba en la misma línea Herman Terchst, repescado por “ABC” después de su expulsión de “El País”. Y uno de los pocos columnistas del diario teóricamente conservador y monárquico que se despegan del coro contra el Partido Popular. Cuando Aznar accedió a la presidencia del gobierno y anunció que sólo permanecería dos legislaturas en el poder, escribí sobre los motivos profundos de ese anuncio. Aznar era consciente de que, a tenor de lo establecido legalmente en los Estados Unidos, el poder mundialista exigía a su aliados la alternancia cada ocho años para mantener viva la ficción democrática. Felipe González, fiado en su identificación con el monarca, intentó y ganó una tercera legislatura, aunque ya con ajustada mayoría relativa. Fue entonces cuando salieron a la luz, y no por casualidad, los grandes escándalos de los GAL y de los casos más llamativos de corrupción bajo sus dos anteriores mandatos, de los que Pedro J. Ramírez, y tampoco por casualidad, se hizo el portavoz. Aznar aprendió la lección y de ahí su anuncio que tanta sorpresa y consternación promovió. Días atrás me llegó por correo electrónico un libro sobre la historia de la Reserva Federal norteamericana, creada en 1910, tras la crisis económica de 1907, por un grupo de los grandes grupos financieros multinacionales que son precisamente quienes la conforman como poderosa entidad privada. El libro, una farragosa traducción literal al español y con perceptibles exageraciones, ilustra cuando menos sobre la índole cíclica de las crisis económicas y sus desembocaduras bélicas, habitualmente inseparables del manejo alcista de los precios del petróleo, rudamente gravoso para las naciones que no lo tienen y del que en no poca medida depende su estabilidad económica. Cabe deducir que las crisis cíclicas guardan relación en no poca medida con el juego de la alternancia en el poder entre dos grandes partidos de izquierda y derecha, monopolizadores de la grey electoral. Lo escribió hace tiempo muy gráficamente un politólogo cuyo nombre no me viene ahora a la memoria. Decía que la misión de la izquierda es el hundimiento de la economía y de la derecha su recobro. ¿Y no es éste, precisamente, el proceso a que asistimos en España? Si lo admitimos así , no resultaría insólita la forzada subida al poder de Rodríguez y tampoco los apoyos internos y externos merced a los cuales ganó las pasadas elecciones pese a que su disparatada y tramposa gestión hiciera presumir lo contrario. Ahora se habla y escribe de ideas y de ideologías tanto como tópicamente de democracia. Pero a cualquier observador independiente no escapa que asistía del todo la razón Fernández de la Mora cuando escribió “La muerte de las ideologías”, un libro de indudable actualidad que hoy, pasados los años, conviene tomar en consideración. Si la coalición alemana de gobierno entre derecha y socialdemocracia ha sido posible no se debe tanto a exigencias pragmáticas derivadas de los resultados electorales como a la identidad de ambos partidos en materia económica, sobre todo. ¿Y acaso puede atribuirse soporte ideológico en Italia a Berlusconi y a su contrincante electoral Veltroni, deslizado desde el comunismo a una socialdemocracia liberalista? Tampoco es apreciable una diferenciación sustancial, salvo en cuestiones más o menos marginales entre los partidos republicano y demócrata norteamericanos. Cada uno de ellos cumple su papel en el juego. Los ciclos económicos y políticos se cumplen con una regularidad pasmosa. Y a la presunta izquierda, insisto, corresponde seguir la pauta del ciclo destructivo. Es el motivo de que haya encabeza esta crónica con la imágenes esperpénticas de lo ocurrido en el puerto El Terrón como símbolo esclarecedor de la misión encomendada a Rodríguez. Mejor títere no podían encontrar quienes manejan los hilos del mundialismo desde detrás de las bambalinas, realidad sobre la que ya alertó Disraeli en el siglo XIX. Uno tras otro van cayendo al agua del federalismo y de la revancha histórica los camiones grúa del ser de España, del Estado unitario y soberano, de la Justicias, de la libertad, de la cohesión social, de la seguridad individual y colectiva, de la honradez, del respeto internacional… Apenas si resta una interrogante en que incubar el huevo de la esperanza: ¿Se hundirá también, a lo último, el esperpéntico camión grúa del totalitarismo rodriguezco o habrá que empujar su vuelco?


http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4583

1 comentario:

Anónimo dijo...
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