viernes, abril 25, 2008

Carlos Luis Rodriguez, Escarranchandos

viernes 25 de abril de 2007
Escarranchados

El modelo de financiación autonómica del BNG se ha basado en una copla que dice así: unha perna teñócha eiquí, outra no teu tellado, mira se te quero nena, que estou escarranchado. ¿Entre qué está escarranchado el nacionalismo gallego? Pues entre la realidad y la ideología, entre lo que Galicia es y lo que nos gustaría que fuese.
Simplificando la cuestión, este país nuestro forma equip0 histórico, cultural y político con nacionalidades que son muy diferentes a nosotros en lo económico. La Galeuscat política tiene una difícil traducción económica porque las circunstancias de Euskadi y Cataluña poco tienen que ver con las que se dan en Galicia.
El discurso predominante allá es que el Estado quita energía autóctona, como un parásito. El que domina aquí desde hace tiempo se basa en que el Estado no nos da demasiado, nos regatea infraestructuras, retrasa inversiones, como un avaro. No es extraño que, mientras en Cataluña existe un frente común para exigir que las balanzas fiscales se tengan en cuenta, aquí se rechacen como prueba de cargo.
Pero volviendo al BNG, su postura tradicional ha consistido en intentar elaborar un nacionalismo fiscal peculiar, rechazando la equiparación entre Galicia y comunidades que son económicamente similares, pero políticamente distintas: Asturias, Extremadura, Cantabria, Castila-León y demás. Aunque ese modelo tenía su coherencia, sufrió un serio revés con el discurso de investidura del presidente Zapatero.
Agazapado en su boceto de financiación autonómica, estaba un párrafo fundamental en el que se afirmaba que el Estado se reservará en exclusiva los recursos provenientes del impuesto de sociedades. Era precisamente ese impuesto el que le permitía al BNG estar escarranchado. En síntesis, el nacionalismo podía mantener intacto su discurso porque esperaba que esa figura, mediante algún tipo de negociación política, se territorializase. No va a ser así.
Descartada esa posibilidad, con el impuesto de patrimonio camino del baúl de los recuerdos, los catalanes con la balanza, y algún ministro apuntando que la inmigración ha de pesar más que el envejecimiento, se reducen las bazas de Galicia en la refriega que se avecina. De ahí la importancia de formar un frente autonómico en el exterior y otro cohesionado en el interior, como apunta el conselleiro de Economía.
Para que ambos se concreten es necesario que el modelo tradicional del BNG opte entre estar eiquí ou no teu tellado, siguiendo la copla. Con un nacionalismo titubeante, con miedo a parecer poco nacionalista ante los socios de Galeuscat, Galicia tendrá una posición más débil. Sus adversarios en el pulso que se avecina podrían aducir que las exigencias de solidaridad no son compartidas por todas las fuerzas políticas.
El giro no es fácil. Durante mucho tiempo el nacionalismo ha aceptado la idea de que la solidaridad interterritorial era una trampa centralista, y que el desarrollo guardaba relación con el alejamiento del Estado. Admitió que el catalanismo identificara sus intereses territoriales con el nacionalismo en su conjunto, también en materia fiscal. Ahora hay que levantar otro que no excluya los mecanismos solidarios.
Este es un país complejo que ha de jugar en dos tableros. En el del autogobierno político, sus fichas son parecidas a las catalanas, pero en el económico, la realidad nos empuja a una comunidad de intereses con la clase media autonómica. ¿Aceptarlo supone ser menos nacionalista?


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