martes, marzo 25, 2008

Villacañas, Apuntaciones sobre el centro perdido

marts 25 de marzo de 2008
Apuntaciones sobre el centro perdido

Antonio Castro Villacañas

E L resultado de las últimas elecciones ha hecho que se desmorone todavía más el mito del centro político, tan querido por ciertas personas y determinados sectores.
En Gobelas, el cuartel general de los socialistas, José Blanco y Óscar López, su alter ego, mientras aguardan que José Luis Rodríguez les llame para confirmarles que van a ser ministros, se frotan las manos de satisfacción y orgullo. En Génova, donde trabajan los hombres que mueven la nave del PP, Ángel Acebes, Juan Costa y el resto del equipo que antes de ayer constituía el Estado Mayor de Mariano Rajoy no saben hoy si lo seguirán constituyendo; por eso no dejan de repasar los papeles que hasta hace poco les servían para augurar una gran victoria y desde el día
9 se han convertido en una moderna versión derechista de las cuentas del Gran Capitán.

Eso del centro político fue un invento de Torcuato Fernández Miranda en favor de su protegido alumno Juan Carlos, quien lo compartió enseguida con Adolfo Suárez para hacer posible la "tra(ns)ición". Había que vestir la derecha con ropas adecuadas a los aires y las nubes que venían de Washington, Londres, París y Berlín...
Ropas que no desentonaran con las usadas por los hombres de la izquierda tradicional, que ya había sido "moderada" por los y las capitales de referencia. Era lógico que quienes no tenían apenas probabilidades de darse a conocer por sus propios medios alabaran el disfraz democrático de aquellos que les abrían de par en par las puertas y ventanas del edificio político y social que ellos tuvieron que abandonar en 1939 tras haberlo usurpado y utilizado como material de guerra desde 1936.

El disfraz centrista y democrático de Adolfo y sus mariachis les sentaba a los componentes de esa tropa, fervorosos franquistas mientras vivía Franco, igual que un par de pistolas o un bañador a cualquier Santo Cristo de cualquier parroquia. Por eso desde el primer día de la tra(ns)ición, y a medida que la izquierda asentaba sus pies y sus manos en la España nueva, empezó a hundirse la UCD de los tristes albores y destinos, arrastrando consigo a sus fundadores y dirigentes. No digamos nada de Adolfo Suárez, hundido en íntimo y trágico naufragio, para mirar tan solo cual fue la situación política de los afamados centristas Landelino Lavilla y Leopoldo Calvo-Sotelo, perdedores y desperdiciadores del santo grial político de la España que se despeñaba por los últimos arribes del siglo XX...

Felipe González, el hombre inventado en Sevilla por los servicios de inteligencia de la democracia cristiana y del nuevo socialismo, practicó luego, casi durante quince años, lo que antes le habían enseñado el profesor Giménez Fernández y la Escuela de Lovaina: una izquierda modernizada, próxima a un centro inestable por cambiante, y un socialismo más preocupado por desarraigar creencias básicas que por instaurar sentimientos y hechos justos. El centrismo de Felipe y sus adláteres mostró todas sus virtudes con los escándalos financieros y económicos que se llamaron Rumasa, Mariano Rubio y Roldán, junto a otros de menor cuantía, y con su democrática y justa manera de combatir a la Eta...

Otra nueva exploración del desértico centro fue la etapa de José María Aznar, quien sustituyó como guía de la derecha a Manuel Fraga y fue capaz de llevarla hasta el reino prometido. Rajoy, buen gallego, junto con Zaplana, astuto valenciano, aprovecharon cuantas oportunidades les ofrecieron las circunstancias para afrontar la llegada por la izquierda de Zapatero, paladín de una España callejera, reivindicativa del pasado y clara beligerante de cuanto se oponga a su parcial visión del mundo y la cultura. En esa España se quedará ahora, con menos diputados de los que deseaba y calculaba podía obtener el pasado día 9, toreando de izquierda al Rajoy que le amaga y al que esquiva con las muletas de las cuentas electorales que le proporcionan los resultados obtenidos por el PNV, CyU y la Esquerra.

¿Podemos considerar centristas a Ibarreche, pertinaz defensor de su particular referendum, a Urkullu, que más prudente prefiere no hablar de esa consulta, o a Imaz, replegado a una retaguardia de curas y repasos?
¿Serán tal vez centristas los catalanes Durán, que se juega la última oportunidad de ser ministro; Más, que también tiene en juego la posibilidad de presidir la Generalitat; o Carod-Rovira, que en el retroceso de su partido se ha dado cuenta de cuántos son los que quieren moverle la silla?

¿Será verdad que los más audaces centristas están en el PP triunfador y vencido, y son los que cada lunes explican a Rajoy en los maitines genoveses que el no haber culminado la victoria prevista se debe a los 500 0 1000 votos que en determinadas provincias -hay quien dice que en 19- logró sacar el PSOE "moderado" a un PP partidario en exceso de remover las cenizas de las víctimas del terror y el enjuague?

Cálculos y papeles circulan en todas partes por debajo de las mesas de quienes deciden y de quienes añoran.
Según los que se consideran expertos en el tema, los votantes centristas "enteros y verdaderos" podrían significar entre medio millón y un millón de votos.
¿Suficientes para haber decidido las últimas elecciones o para decidir las próximas? Con todos los respetos debidos a quienes así lo mantengan, yo creo que no. Primero, porque todos esos votantes -sea cual sea su número exacto- están repartidos por todo el territorio nacional, y mientras siga vigente la actual Ley Electoral esta les hace irrelevantes en virtud de la ley D'Hont. Y segundo, porque a mi saber y entender lo realmente decisorio en las pasadas elecciones -y lo que puede también decidir las más o menos próximas- ha sido, es y será la movilización en favor del PSOE del electorado más radical; esto es, del que en otras ocasiones ha votado a IU y otros partidos de izquierda.

¿Ha muerto el centro? ¿Estuvo alguna vez vivo? ¿Será UPD, el partido de Rosa Díez y los disidentes del PSOE, ese centro que tantos desean ver jugar en el terreno municipal, regional y nacional? El tiempo dará respuesta a esas preguntas, pero mientras lo hace quiero plantearles a mis lectores esta otra:
¿no le convendrá al PP el plantearse ser de verdad "otra" y "nueva" derecha?

Yo, como ya soy tan viejo, creo que lo mejor para España y para el mundo sería que desde aquí y desde ahora nos planteáramos todos el ofrecer a españoles y europeos, americanos, africanos y asiáticos, "otra nueva cosa".

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4519

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