jueves, febrero 28, 2008

Enrique Badia, La regulacion del "bonobus"

jueves 28 de febrero de 2008
La regularización del ‘bonobús’

Enrique Badía
Uno de los momentos tensos del debate del pasado lunes giró en torno al siempre espinoso asunto de la inmigración. El candidato Rajoy quiso centrar el bloque pactado de políticas sociales en un tema que ha pasado a figurar entre los de mayor sensibilidad según las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), imputando al Gobierno entre otras cosas el error de haber promovido una regularización masiva sin criterio racional. Y el presidente Rodríguez Zapatero replicó revelando que unos cuantos años antes se había regularizado inmigrantes con la sola presentación de un bonobús, justo cuando su adversario ocupaba la cartera de Interior. Fue sin duda uno de los golpes de efecto de la noche, que ha dado bastante de sí en los días posteriores, con alguna que otra matización. La principal, que se presentó como bonobús lo que en realidad era un abono de transporte, cuya obtención no es lo anónima y fácil que resulta adquirir aquél.
La realidad es que, más allá del uso partidista al que nadie renuncia, ningún sistema, modelo o receta para legalizar la presencia de inmigrantes se ha probado mejor o más eficaz que los demás. Al final, cualquier país receptor de foráneos se acaba topando con la presencia de notables contingentes de personas que han traspasado las fronteras y se han establecido de forma irregular; entendiendo por tal no disponer de los ansiados papeles. Y frente a esa presencia, las autoridades acaban teniendo que articular algún sistema para dar naturaleza legal a un hecho que no se ha podido, sabido o querido evitar. Probablemente, casi nada de lo que se ha hecho al respecto en los últimos años en España es para presumir. Por una parte, el fenómeno migratorio se ha producido de forma repentina, casi inesperada, siquiera en términos de dimensión. Por otra, se da la circunstancia de que no hay apenas donde copiar: países con dilatada experiencia histórica en el asunto, como Francia, Alemania, Reino Unido o Estados Unidos, siguen teniendo que reproducir y ensayar procesos de regularización de miles de sin papeles cuya presencia no han podido evitar.

Sobran experiencias de hasta qué punto es limitada la capacidad de un estado para blindar sus fronteras y, tanto o más, controlar la presencia en su territorio de personas en situación irregular. Puede y sin duda debe perseguir y combatir las redes de tráfico delictivo de seres humanos, cuya expresión más plástica —y dramática— son las pateras, cayucos y demás embarcaciones precarias que surcan las aguas de Canarias y el estrecho de Gibraltar. Pero el grueso de quienes antes o después el Gobierno se plantea regularizar no llegaron de ese modo, sino mayoritariamente con visado de turista, sea a través de un aeropuerto o atravesando los Pirineos, y se han quedado después.

En contra de lo que a menudo suele afirmarse, está lejos de demostrado que los procesos de regularización constituyan la parte esencial de eso que se denomina efecto llamada, tenido como uno de los fundamentos de la afluencia migratoria. El principal factor de atracción es, en el fondo, inverso: la perentoria necesidad de abandonar el país de origen, en busca de un espacio alternativo con opciones de sobrevivir dignamente. A lo que se puede unir, sin duda, la experiencia de quienes tomaron antes esa misma opción y, de una u otra forma, han conseguido establecerse y mejorar su condición vital.

Los grandes movimientos migratorios no son, ni mucho menos, cosa de hoy. La historia del mundo es una sucesión ininterrumpida de ellos y de siempre han traído consigo fenómenos de enorme complejidad. Aunque sólo fuera por eso, valdría la pena evitar toda tentación de simplificar, presentando recetas fáciles con pretensiones de solución milagrera… porque no las hay.

Lo llamativo es que los dos grandes partidos estatales coinciden en apreciar que la política migratoria debería ser objeto de consenso de alcance comunitario, esto es pactada y aplicada por todos los países de la Unión, pero se muestran incapaces de ponerse de acuerdo entre ellos y no renunciar a utilizar el asunto como munición.


ebadia@hotmail.com
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=28/02/2008&name=badia

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