sábado, abril 28, 2007

Felix Arbolí, Una jornada de bolas y sorpresas

sabado 28 de abril de 2007
Una jornada de bolas y sorpresas
Félix Arbolí

A YER estuve en el bingo. Fui con un conocido del barrio que debe tener acciones en la empresa, ya que es raro el día que no va y un noventa por ciento de las veces, quizás me quede corto, sale más pelado que un “marine” americano. Al entrar nos dieron unas cajitas de cartón con unos barquitos de madera procedentes de la sumergida industria china. El mío tenía pegada la etiqueta que lo delataba. Pienso que al “museo de las horteradas” que está formando mi hija le servirá y a ella se lo guardo. Me informaron que era el día del cliente o algo así, ya que invitaban a cenar y daban como regalo al que cantaba el bingo un reloj de pulsera de igual procedencia, aparte del premio en metálico correspondiente. Todo resulta insuficiente, aunque pueda parecer una perogrullada, con tal de captar clientela. Por lo visto y oído, cada vez resulta más difícil atraer incautos dispuestos a dejarse los cuartos, y no precisamente de baños, aunque terminen más limpios que los anuncios del “Colón”, en una aventura que saben les puede llevar a un descalabro familiar, si no se sabe controlar a tiempo. En la entrada, diez tragaperras ocupadas casi en su totalidad por los omnipresentes chinos y compañeros mirones. Es raro encontrar una máquina de éstas sin su chino correspondiente. Dicen que conocen una táctica especial para vaciarlas de todos sus premios. Van echando moneda tras moneda, imperturbables y tranquilos, y no retiran los premios que les tocan, sino que los transforman en avances. A veces han de invertir varios cientos de euros para conseguir que los acumulados lleguen al número que necesitan. Una vez alcanzado el objetivo, es raro que no se produzca la lluvia de premios y monedas pretendida. Antes de cambiar monedas por billetes, se cercioran de que no haya otra libre y a punto de “parir”, porque en ese caso, irán a por ella. Si no, cambian y se marchan satisfechos buscando otro posible”maná”. Hay bares y establecimientos donde las apagan cuando entran pues espantan a la clientela, ya que nadie se acerca a una tragaperras después de haber pasado por ella un chino y pierden al cliente de la barra, que es el que interesa al negocio. Rumor o realidad, nadie lo sabe, pero sí que las máquinas y los chinos en plena faena fueron la primera impresión que tuve al acceder a la sala de juegos. He de aclarar, como penitencia a mi pecado, que yo fui un asiduo a estas maquinas, durante mis desayunos en una época que andaba bastante desorientado y sobrado de cuartos. La errónea afición me duró un mes largo, cuando trabajaba en el Cuartel General de la Marina, antes ministerio, y salía a media mañana a tomar el café con los churros en una cafetería cercana junto a una compañera que se hallaba tremendamente enchufada. Me dejé buenas “soldadas”, como dirían los antiguos, hasta que mi afán de vencer toda clase de vicios me hizo ver el error en que me hallaba y corté por lo sano. Nunca más, como dirían posteriormente los del tristemente célebre “Prestige”. . La sala de un bingo es impresionante por sus luces, su música de fondo, no siempre selecta y adecuada, los gritos de las vendedoras de cartones, el soniquete de los móviles a pesar de que avisan que se apaguen y por el tumulto y murmullo de la diversidad del público que la ocupa. En su mayoría son señoras solas que ya pasaron hace tiempo el “Rubicón” de sus vidas y que tienen formada su propia peña, adultas y jóvenes con pintas de oficinistas, amas de casa y otras muchas profesiones, incluidas las que no suelen ocultar su dedicación al oficio más antiguo del mundo, que son las que más alegremente se dejan los cuartos. Estuve observando a una mestiza con aires sudamericanos, como los que estoy oyendo mientras escribo ( se trata de Los Panchos), que con cierta frecuencia atendía la llamada de su móvil y abandonaba a sus compañeras de mesa, de la misma procedencia y al parecer profesión, aunque una fuera totalmente de color y la otra blanca un tanto aceitunada. Pasada una media hora, regresaba a la reunión, con el pelo un tanto revuelto y aspecto sofocado y reiniciaba sus partidas. Por lo visto debía tener su “cuartel general” cercano y entre col y col una lechuga. Pocas “pelas” recibirá la mamá e ingresarán en las divisas del país de origen de esta binguera. No me explico dar un salto tan enorme cruzando un océano y teniendo que soportar a tanto hijo de vecino de desconocidas intenciones y caprichos, para dejarse el beneficio tan duramente conseguido en la mesa de un bingo. No canté una simple línea y se me quedó el “36” en la pantalla para un bingo especial con prima que ascendía a cerca de mil euros. Mi compañero sudaba copiosamente, (está excesivamente gordo), rogaba, maldecía, rezaba y soltaba tacos como caimanes hambrientos llamando incesantemente al dichoso numerito. Cogía el cartón, lo tiraba, lo pisaba, lo arrugaba y hasta se lo colocaba en la cabeza, sin que a pesar de todos sus conjuros y extravagancias saliera el esperado número que, nada más cantarse el premio, apareció odiosamente en la pantalla, recibiendo todos los improperios habidos e inventados de mi cabreadísimo acompañante. No es agradable, lo reconozco y dan ganas de ir al que lo ha cantado y te lo ha dejado en la puerta y partirle los meniscos, por no subir el pié a más altura. Pero pienso que son las reglas de todo juego y si no quieres sufrir cabreos y sofocos es mejor que te vayas a un cine, teatro o cualquier restaurante a cenar. Es más seguro, económico y positivo. Observo que nuestra sobrecargada inmigración ha invadido plenamente los bingos. Nada queda libre de esta marea humana que se extiende por todos nuestros rincones. No sólo se advierte entre el público jugador, sino que abunda entre los mismos vendedores, recepcionistas y camareros. Los hay de todos los países, especialmente del centro y sur americano, aunque me informan que hay un camarero ucraniano, otra rusa y hasta un libanés, por cierto muy atento y simpático. En la mesa de junto se hallan una anoréxica y joven polaca, según me advierte el compañero, con otra compañera, nada estilizada, y un individuo con aspecto de marroquí o país similar. Un extraño trío que “whiskea” y juega generosamente. Ignoro sus ocupaciones, aunque viendo el pelaje y sus dispendios económicos, se que no son misioneras de la caridad, ni empleadas de hogar. Por mucho que me lo imagino, no acierto a comprender como puede haber hijo de mujer que esté dispuesto a pagar por ver a ese espagueti con faldas en funciones. Lo que me doy cuenta es que la “fideucha” es la jefa del cotarro. Momentos más tarde se acerca otra chica jovencita, que les habla en polaco y besa con cierto respeto a la delgaducha, única que arriesga los cuartos. Viendo ese cuarteto me pregunto, ¿qué falta nos hacían estas mujeres y este hombre?. ¡ Estas son algunas de las extrañas bicocas de ese bloque europeo en el que nos hallamos inmersos!. Pero no eran las únicas foráneas que ocupaban esta enorme sala donde los euros carecen de valor y circulan con más velocidad que el “ave” Madrid-Sevilla. Había una mestiza, dominicana o colombiana, no las distingo por su acento, que sacaba los billetes como si fueran dobladas toallitas de un monedero, que guardaba acto seguido en una abultada bolsa de plástico de la que sobresalían las puntas de unos espárragos, flores de plásticos y un juego de sartenes. De la compra al juego, a ver si recuperaba lo invertido. Lo más seguro es que se quedara únicamente con los espárragos, las flores y las sartenes. Mientras, una ecuatoriana, cabezona y bajita, con pinta de “quechua”, recitaba a más velocidad de lo normal, los números que iban surgiendo del bombo y apareciendo en las pantallas. A veces, se oía de entre el público la voz de alguna vieja enfurecida que le gritaba ¡”Más despacio, que no da tiempo a mirar el cartón!”. Advertencia que no surtía un efecto duradero, ya que tienen la consigna de que se hagan rápidas las partidas para que puedan celebrarse mayor cantidad y así aumentar los ingresos de la empresa. Los móviles ponían otra nota de interrupción a la monótona lectura de números. Algunos con esos chabacanos y ruidosos sonidos tan de moda actualmente. ¡Qué mal gusto y escasa delicadeza tienen algunos!. Las protestas de los de al lado y las miradas inquisitoriales de los más lejanos, obligaban al requerido a abandonar la sala y refugiarse en los lavabos. La contemplación de los jugadores de un bingo, es algo realmente divertido e interesante. Un auténtico manual de sociología y una experiencia muy provechosa de psicología. Mi amigo, que sabe mi interés natural por todo cuanto me rodea y puede serme útil, me va poniendo al corriente sobre los distintos ocupantes de las mesas. Advierto y me regocijan y extrañan las expresiones, vicisitudes y ridiculas ocurrencias que hacen algunos intentando atraer el número que les falta y con el que se quedan. - Mira esa mesa donde hay cuatro señoras. Observo que son cuatro señoras que perdieron el tren de su lozanía y madurez hace muchos años, tres de ellas bastante gruesas como es lo incomprensiblemente habitual entre las de su edad y una extrañamente delgada. - Son dos viudas y dos solteronas que vienen todos los días. Al menos, yo siempre que he venido las he visto. Meriendan, juegan unas dos o tres horas, según hayan cantado o no, y luego se marchan hasta el día siguiente. A la delgada, yo la llamo la “marisabidilla”, porque es la que lleva la voz cantante, el mando de ese vetusto “regimiento”, (que me perdone mi admirada compañera Carmen Planchuelo por usar una palabra que sé no le agrada para referirse a una mujer). Decide, hace, cobra y reparte cuando hay algún premio y pone el tope a la estancia en la sala. Es la mandona. Las brujas éstas suelen tener suerte y es raro el día que no salen con ganancias. A mi acompañante no le debe agradar mucho este cuarteto y no precisamente de cuerda, ya que está para pocos amarres, aunque no se le escape un solo número de los que a toda velocidad recita la ecuatoriana. Deben tener buenas pensiones para mantener ese carísimo ritmo de vida porque, echando cuentas sin mucha precisión, aunque bastante lógica, dos horas o tres de bingo a dos euros por cartón y un juego cada cuatro o cinco minutos, suele suponer una inversión muy cercana a los cien Y ese gasto diario, aunque algunos días salgan lo comido por lo servido, no lo puede soportar un salario normal y menos aún una pensionista. Misteriosos cálculos imposibles de descifrar viendo la clientela más o menos fija que acude a un bingo. La cena fue una mariscada, servida en fuente grande y personal. Bueno, eran productos del mar, en eso no nos engañaron, pero los mejillones, por su pequeñez y sequedad habían quedado reducidos a “mejillos”, ( parecido al molusco en cuestión, pero sin llegar a alcanzarlo), luego las patas de una nécora, sin que pudiéramos encontrar una mínima parte de su cuerpo, algunas gambas que en mi tierra llamarían camarones algo desarrollados y unos langostinos de un tamaño similar a las gambas consideradas pequeñas. De los percebes, ni mencionarlos, ya que eran unas estrechísimas tiras de las que era muy difícil extraer su carne. En la mesa de junto afirmaban que eran marroquíes. Desde luego, de gallegos no tenían ni el deje. Lo más abundante y normal era el fondo y los laterales de lechuga y la mayonesa que habían colocado en su centro. Lo único bueno de esta “melé” gastronómica era la seguridad de que nos iríamos a la cama sin pesadas indigestiones, ni posibles desarreglos intestinales. El Rioja era lo más original y aceptable. Con denominación y garantía de origen. Hubo una viejita de pelo en rodete, gafas de elevadas dioptrías y una muleta aparcada a su lado, que se tragó toda la cena con auténtico deleite, chupando hasta el fondo moluscos y crustáceos y rebañando hasta la última hoja de lechuga, como si la hubieran invitado a cenar en el Ritz, aunque de haberlo hecho en este hotel, hubiera cenado mucho mejor y posiblemente hasta más barato. Mientras daba cuenta de tan exquisito menú, aprovechaba la mano libre para ir borrando los números de los dos cartones que jugaba. No he visto mayor dedicación a ambas cosas a la vez, aunque aparentemente diera impresión de que había que ayudarla en cada tarea. ¡Lo que engaña la edad o lo que consigue el “gusanillo” del juego!. Una señora del barrio, policía municipal, aunque va de paisano, es otra acérrima de esta sala, según mi amigo. Comprobé que jugaba tres y cuatro cartones a la vez. Recoge los que le quedan por vender a la empleada, pensando que en ellos pueda estar la suerte. Fuma sin cesar. Recuerdo que cuando teníamos la librería, era de las que regateaba con la hija, una chica preciosa en la actualidad, los cuadernos, lápices y otros útiles escolares para no gastarse muchos cuartos. Incluso se iba a la cercana de los chinos donde costaban la mitad, aunque fueran de una ínfima calidad. Ahora me explico su tacañería para con el material escolar de su hija. ¡Habrá tantos casos de este tipo!. Se nos acerca un camarero que, según dice a mi acompañante ha leído una de mis últimos dos libros publicados y me ha reconocido por la foto de la contraportada, (habrá sido de los que expusieron y vendieron en la librería de mi calle). Nos invita a una copa. Me pido un “cubata” de ron, los de ginebra se llaman “raff, que hace meses no bebía. Noto cuando llevo algo más de la mitad que me produce algo de efecto, debido a la falta de costumbre y lo dejo. Mi compañero se lo “zambulle”al acabar el suyo. No me extraña que esté tan redondo y abultado, viéndole como traga (se “engulló” toda la “mariscada”), y como bebe. Dos lesbianas conversan y juegan en una mesa del rincón, un poco apartadas de las miradas del público, aunque sus breves carantoñas no sean muy ostensibles. Sin ellas, también se notaría su condición. Es muy difícil no percatarse de ese sello tan especial del que alardean ellos y ellas. Lo más sorprendente de la noche para mi, aunque hubo muchos detalles curiosos y sorpresivos, fue la llegada de esa especie de ballena tan larga, como tripuda, con pasos airosos y aparatosos, como si se tratara de un general victorioso entrando en la ciudad conquistada, acompañada de una gordita pequeña y muy fea que la seguía a duras penas y con enormes esfuerzos, ya que era imposible cogerle el paso a esa masa desmesurada de tetas, tripa y culo que nublarían al sol más espléndido si se nos pusiera delante. El camarero, al verlas, sonrío satisfecho y feliz. Eran, por lo que me cuentan, unas clientas generosas que durante su permanencia en la sala, estaban solicitando los servicios del bar y la cocina. Las vendedoras acudían a ellas como moscas, con sus cartones sobrantes, pues sabían que la gorda aceptaría todos. Una de las jugadas, llevaban entre las dos veinte cartones. ¡Increíble!. Por su aspecto, más parecía dueña de tienda o frutería que decana de alguna facultad, aunque en mi apreciación no haya ningún sentido peyorativo. Su vestuario tampoco hacía honor a los cuartos que se gastaban tan alegremente. ¡Qué buena novela escribiría un avispado autor si pudiera ahondar en la vida y circunstancias de estos extraños y curiosos personajes!. Nunca supuse que la visita a un bingo, en una tarde noche de un día cualquiera, me iba a proporcionar tantos interrogantes, reflexiones y afanes de curiosidad. A las diez y media de la noche, abandoné el escenario de los bombos y bolitas, de las luces, los móviles, la música y las raras caricaturas de una humanidad desconocida y me despedí de mi compañero, que quiso quedarse, para respirar el aire menos contaminado de la calle, (que ya es decir), y someterme a la llovizna que a esa hora de la noche caía sobre el barrio. Menos mal, que no tuve que andar mucho, aunque después de ese ambiente de humos concentrados y abigarrada clientela, se apetecía sentir la frescura del agua acariciando y regenerando el rostro. Sesenta euros se quedaron en la caja de ese carrusel donde en lugar de caballitos y delfines dan vueltas bolitas y pululan algunas ballenas y otros extraños ejemplares de una fauna humanizada.

Garcia Brera, El sueldo de Rajoy

sabado 28 de abril de 2007
El sueldo de Rajoy
Miguel Ángel García Brera
E N la adecuada –brillante no, porque se le notó una cierta prevención o timidez- intervención de Rajoy ante las cámaras de TVE, hace unos días, quedó por contestar la pregunta de cuál era su sueldo, hecha por una pensionistas cuyos ingresos eran de 300 euros mensuales. Ahora, creo que con motivo de reunirse con la persona que le hizo tal pregunta, o con otra a la que prometió ampliar su respuesta en una entrevista personal, el Secretario General del PP ha hecho público cuál es su sueldo, que suma, entre el de diputado y el que recibe del partido, 8.000 euros. Pero lo importante ha sido la explicación que ha dado de por qué no dio ese dato cuando se le preguntaron: Su silencio, ha venido a decir, fue motivado precisamente por una suerte de rubor dada la diferencia que existía entre su sueldo y el de la persona que quería saberlo. Y es que efectivamente, entre ganar 300 y 8.000 euros al mes hay una diferencia tan abisal que es en si misma una clara denuncia del injusto mundo en que vivimos. Seguramente, entre personas razonables y con bien formado criterio, 800.000 euros al mes no sea un sueldo exagerado para pagar los esfuerzos de una persona que se ha preparado para ayudar a otros, a base de estudios universitarios –Derecho- y de esfuerzos suplementarios enormes como son los que supone la oposición a Registrador de la Propiedad; una persona que, ya en servicio público, ha de dirigir un Partido de extensión nacional, en constante estudio de necesidades de la nación y del pueblo, contrastando variables y programas ajenos, preparando el propio y haciendo prospecciones de futuro.. Además ha de acudir a las reuniones parlamentarias, viajar, visitar los despachos institucionales, realizar mítines y conferencias, someterse a las urnas y vivir bajo la vigilancia continua de quienes desean su caída, ya sea, en el peor de los casos, un terrorista o, en el mejor, un opositor político o un traidor – que en todos los entes los hay - dentro de su propio Partido. Hay que añadir que el Jefe de la Oposición, sólo por serlo, tienes unos gastos personales y familiares muy superiores a los que tendría en caso de no serlo. De otra parte, ganar 8.000 euros al mes es casi un sueldo risible para mucha gente sin la preparación de Rajoy -¡qué diría Roca o el novio de la Pantoja!-, incluso sin otra que no sea la de saber corromper o conseguir favores en el mundo de las empresas o de las instituciones. Ganar un sueldo semejante, si se suman pitos y flautas, gabelas y privilegios, no es más que lo que ganan auténticos ganapanes que consiguen ser metidos en una candidatura nacional, autonómica o municipal, lo que les permite vivir de “político”, sin otro quehacer que votar sí a lo que si diga su Partido. Sin embargo, ganar 8.000 euros no es cosa baladí, ni fácil de entender para quien gana 300. Porque, además, se da la circunstancia, casi al cien por cien, de que quien percibe cantidad tan exigua desempeña o ha desempeñado un trabajo duro, insatisfactorio, impuesto por circunstancias de la vida, en tanto que ser presidente del Gobierno –quien al parecer gana 600 euros menos que Rajoy– o Jefe de la Oposición son trabajos que en si mismo llevan la retribución incalculable de estar haciendo algo que a uno le gusta, pues aunque admito que el político honesto y de garra lucha por sus semejantes, me temo que así y todo no los podemos confundir con Teresa de Calcuta. Entonces convengamos que hay una gran injusticia social en la diferencia de sueldos, sin que el cortar por arriba sea, generalmente, la solución. Tampoco lo es, desde luego, aumentar la diferencia con subidas como las últimamente propiciadas en las Cámaras españolas, ni con golferías como seguros de desempleo, contratos blindados e indemnizaciones impresionantes para los políticos cesantes. Por el contrario, está al alcance del legislador, establecer cauces que, empezando por el suelo salarial y el de las pensiones, vayan remodelando la estructura de ingresos de los españoles. En España todos los años se suben las pensiones, aunque la realidad no sea tal pues suele coincidir con el índice de ascenso del IPC, por lo que quedan con el mismo valor adquisitivo. Sin embargo, se aumentan con demasiada frecuencia los sueldos de los políticos, y al hacerlo muy por encima del IPC, no sólo se ofende a quienes se deja en los niveles que estaban, sino que se ahonda la diferencia. Es evidente que ni todos debemos ganar lo mismo, ni ello es prácticamente posible; pero sí cabe una política económica y fiscal tendente a que no haya de avergonzarse un hombre como Rajoy -o el mismo Presidente del Gobierno, llegado el caso-, al tener que hacer públicos sus ingresos mensuales cuando se lo pregunte un pensionista, un administrativo, o un peón.

Ismael Medina, Carta a Antonio Villacañas sobre sus apuntaciones

Carta a Antonio Castro Villacañas sobre sus apuntaciones
Ismael Medina
Q UERIDO ANTONIO: Hemos hecho mucho camino juntos desde que nos conocimos en el primer curso de Derecho. Recuerdo aquel cuaderno de hule negro en cuyas páginas desgranabas tu inclinación hacia la narrativa. De ahí te viene la excelente prosa, la riqueza de lenguaje y ese estilo directo y sin recovecos ni ringorrangos que caracterizan tus apuntaciones. No fue en vano que crecieras a la sombra pétrea de la antigua Universidad alcalaína, hoy recompuesta y devaluada. Eran tiempos todavía difíciles, de estómagos semivacíos y trajes de ocasión, en algunos casos resultado de arreglos a los que ya usaron nuestros padres. Carencias propias de quienes pertenecíamos a una sacrificada clase media, no compartidas por los hijos de familias acomodadas, buena parte de ellos partidarios de la restauración de la monarquía en la persona de Juan de Borbón y Battenberg. Los "juanitos" que medraron con el régimen de Franco y luego, en distintos partidos, incluido el comunista, una vez consumado por el monarca y Suárez el transaccionismo pseudodemocrático y le hicieron la pirula a Torcuato Fernández Miranda cuando ya no les era útil. Ahora que tanto se discute sobre la reforma de la contrarreforma universitaria para hacerla "europea", recuerdo con emoción y gratitud aquellos magníficos catedráticos que nos deparó el destino. No se escabullían del cotidiano compromiso de magisterio, pese al mucho quehacer en sus prestigiosos despachos de abogados. No me llevó a la Facultad de Derecho la vocación jurídica. Ejercía el periodismo en Madrid, el cual había comenzado en Jaén a los 17 años, desde que Juan Aparicio me llamó a la redacción de "El Español" una vez graduado en la Escuela Oficial de Periodismo. Consideré que debía reforzar mi oficio con una formación universitaria y que el rigor del Derecho era el que más me convenía, pues el de las letras es un don que nos viene misteriosamente dado y se puede perfeccionar mediante la lectura y el ensimismamiento. Nos identificamos enseguida por el mutuo gusto hacia la literatura. Pero más aún, y sobre todo, por la mutua rebeldía joseantoniana que no se acomodaba con el sesgo político que nos envolvía. Y así hasta hoy, con muy superior motivo cuando España se descompone y la sociedad se ha convertido en inerte, consumista y desalmada granja orwelliana. También he caído en la tentación del exordio. Pero es hora de hincar el diente a tu invitación en las Apuntaciones de la pasada semana. Pides respuestas a cinco cuestiones candentes, aunque el planteamiento de tus preocupaciones apenas si ofrece ocasión para respaldarlas con un cierto pormenor. 1. LA DERECHIZACIÓN DEL MUNDO VIDAL BENEYTO, como tantos otros, se aferra a una concepción anticuada de derecha e izquierda, a la que sean añadido las calificaciones de extrema izquierda y extrema derecha, referidas a los radicalismos de la izquierda y la derecha, los cuales no dejan des ser apéndices de ambas. También la de centro. ¿Y qué es centro? Una mera noción geométrica cuya aplicación a la partitocracia no es otra cosa que el corrimiento hacia un punto de encuentro de la izquierda y la derecha. Y ese espacio de encuentro y maridazgo no es otro que el económico. Pero al ser necesario mantener la ficción de que existe una izquierda y una derecha, se recurre a diferenciarlas mediante formulaciones retóricas y comportamientos políticos que no afecten a la estrategia de la llamada "globalización", no otra cosa que el imperio del dinero, enmascarado tras el trágala de la alternancia a que me refería en mi anterior crónica. Bien sabes, querido Antonio, que los términos izquierda y derecha provienen del emplazamiento de los escaños en la Asamblea resultante de la revolución francesa. Los que estaban a la izquierda a la derecha del eje geométrico de la sala parlamentaria, aunque fueran ideológicamente los mismos. Habría de remontarme al nacimiento de la Orden de los Iluminados, creada bajo los auspicios de la casa de cambios de los Rotschild (los mismos que financiaron a Carlos March mientras escribía "El Capital") en la noche luciferina de Walpurgis del 1 de mayo de 1776. Sólo anotaré que la Orden operaba a través de dos ramas: el Movimiento Revolucionario Sionista (capitalismo de Estado) y el Movimiento Sionista Liberalista (capitalismo de libre empresa). Y que tras el forzado hundimiento de la URRS se cerró la tenaza de la "globalización" Una de las claves de la actual tiranía de la globalización financiera y de sus objetivos se encuentra en la conferencia que David Rockefeller pronuncio en 1966 en el Círculo Económico de Nueva York. No trascendió más allá de una fue acallada con presteza y del que no se volvió a hablar. Rockefeller expuso su tesis sobre los cambios que en materia económica, social y política debían afrontar los líderes actuales de la comunidad empresarial y financiera. El poderoso financiero judeonorteamericano partió de la doctrina sobre la economía de mercado de Shumpeter y de Hayec, sus maestros universitarios, para luego avanzar en el diseño de las responsabilidades que hoy corresponden a los empresarios, las cuales "van bastante más allá del simple manejo eficaz, honesto y rentable de un negocio". Las ideas básicas del discurso de Rockefeller pueden sintetizarse así: la revolución democrática de los años ochenta atribuye a los individuos y a las instituciones privadas un papel superior que a los Estados; el Estado benefactor y sus programas de ayuda social han periclitado y son insostenibles; la reducción de las competencias del Estado está convirtiendo a las empresas en enormes e ineficaces burocracias; el proceso de cambio operado por el capitalismo se ha logrado con muy elevados costes humanos, los cuales entrañan el peligro de que las grandes corporaciones y sus dirigentes sean contemplados de nuevo como explotadores y delincuentes; además de obtener ganancias, los líderes empresariales deben contemplar también las necesidades de los trabajadores y de la comunidad; el malestar y el desencanto de los ciudadanos podrían desembocar en la reasunción por los gobiernos del papel que cumplieron antes de la revolución democrática; para evitar los dos anteriores riesgos, las empresas deben incluir en sus rendimientos la dimensión social ; la solución radica en que los líderes empresariales sean empresarios y filántropos a un mismo tiempo; para cumplirlo, el empresario estadista y benefactor debe derivar parte de sus beneficios a las fundaciones. No mucho más tarde pronunció el entonces cardenal Razzinger una sonada conferencia durante el simposio "Iglesia y Economía" celebrado en la Universidad Urbaniana (19.11.1981). Una dura y sólida crítica del materialismo y el relativismo en la que rebatió la tesis de Adam Smith de que "la moralidad y el mercado son incompatibles, puesto que las acciones morales voluntarias violan las reglas del mercado y el propio mercado eliminaría al empresario moral". Aunque esta concepción, advertía el purpurado, propende a la libertad del empresario individual y, en esa medida puede llamarse liberal; pero en su verdadera sustancia es determinista". He creído necesarias tales antecedentes para un mejor entendimiento de la realidad económica, social y política en que estamos inmersos y a la que no es ajena la reconversión del socialismo marxista en socialdemocracia liberalista ni de la derecha con pretensiones sociales en liberalismo progresista. Es a lo que Vidal Beneyto, prisionero de las etiquetas y de su sectarismo, llama derechización, sin caer en la cuenta de que el dueño de "El País" en que escribe, Jesús Polanco, es un ejemplo paradigmático del sucio juego económico, social y político de "los amos del mundo". Alimenta la delirante y demagógica deriva de Rodríguez y comparsa, con la servil colaboración de Felipe González, el ya multimillonario Felipe González, empleado de Carlos Slim, socio de Polanco, al que la clasificación anual de la revista "Fortune" sitúa en el puesto número dos de entre los más ricos del mundo a título individual. Y puesto que la moralidad y el mercado son incompatibles, como sentenciaba Adam Smith, hay que destruir la moral y a la Iglesia Católica, su sostenedora, para que el capitalismo prevalezca. Es la función encomendada a la teórica izquierda, mientras le sirve de cobertura la también teórica derecha, cada vez más acomodada al racionalismo relativista. Valgan algunos ejemplos: Schröeder sentó las bases de la política económica por la que avanza Angela Merkel; Blair fortaleció el esquema trazado por Margaret Thatcher; China ha entrado de lleno en el área capitalista, aunque manteniendo el sistema autoritario heredado del maoísmo para bloquear cualquier índole de insurgencia contra el sistema económico liberalista; gane las presidenciales francesas Sorkozy o la Royal, no variarán en su sustancia el modelo económico de liberalismo capitalista, aunque lo encubran con espantapájaros demagógicos; y es obvio que republicanos y demócratas noreteamericanos, subordinados de la Orden, responden al mismo patrón de la ficción de derecha e izquierda, aunque lo enmascaren con pugnas circunstanciales. 2. LA ACTUAL CRISIS DE LA IZQUIERDA EL caso de España es peculiar una vez más. Rodríguez es un arbitrista ayuno de talento, inflamado por retrospectivos resentimientos familiares y políticos, y empecinado en la esquizofrénica pretensión de un retorno histórico a la II y III Repúblicas. A una demagogia que ya condujo España a sangrientos enfrentamientos. Esta izquierda adherida a tópicos trasnochados, de los que se deshizo hace tiempo el socialismo europeo, satisface la estrategia iluminista contra la moral y contra la Iglesia, la cual, en nuestro caso, también perseguía cobrarse venganza histórica mediante la destrucción de la unidad de España, fracasada con la I República federalista. Se cumple así desde la izquierda la tesis capitalista de Adam Smith. Pero también, aunque pueda parecernos paradójico, la subordinación a la estrategia capitalista. La irresponsabilidad de Rodríguez y de la caterva de advenedizos que le rodean, ha convertido España en un lazareto del que se alejan la mayoría de los gobiernos occidentales. Pero es innegable la connivencia del gobierno Rodríguez con los más potentes grupos financieros y empresariales españoles, a los que presta favores a cambio de sustanciosas contraprestaciones. Grupos financieros y grandes empresas que conectan con los similares extranjeros de la tiranía globalizadora. La izquierda española está, por suertes contrarias, sumergida en su lodazal histórico de remembranzas marxistas; y al propio tiempo, sirviente atrabiliario del gran capitalismo. De ahí que en sus propias contradicciones y servidumbres, además de las otras cuestiones sobre las que preguntas, está el origen de la crispación a que malévolamente se refería Vidal Beneyto, atribuyéndolo a una derecha que cada día se parece más a la acomplejada CEDA republicana. Yerra Elorza al atribuir a la "izquierda universal" una regresión debida a la traición unos ideales todavía vigentes. El socialismo renunció a su ideología originaria, la marxista, cuando décadas atrás se convirtió en socialdemocracia. Incluso el partido comunista italiano se hizo socialdemócrata para ocupar el espacio vacante tras el hundimiento del partido socialista, aunque dejando a su izquierda una minoritaria formación comunista, similar a la de Llamazares, que diera crédito a su transformismo. Elorza, como tantos otros, no quiere ver más allá de sus narices, pese tener a su alcance el desmentido cotidiano en "El País" de la tarangana polanquista. Atribuir ideales a los partitócratas actuales, y en particular a quienes enarbolan la bandera del izquierdismo, es tan estrambótico como que pretendieran santificar a Santiago Carrillo los "okupas" de la iglesia madrileña de San Carlos Borromeo, aduciendo que dio a más de ocho mil creyentes el pasaporte para que fueran acogidos por Dios con anticipación. Ahora no recuerdo quien escribió aquella tremenda verdad de que a la política se va por vanidad, por dinero o por ideal. Y que a los primeros se les compra con cargos y distinciones, y a los segundos con dinero, pero que a los idealistas hay que matarlos. Abolida la pena de muerte física, a los idealistas se les aplica la pena de muerte civil. Se les expulsa de la tangana democrática, se les cierra el acceso a las plataformas mediáticas y se les encierra en los calabozos del silencio. Son los más impuros de los impuros para la cínica y veleidosa izquierda en la que se autoencuadra Elorza.. Y también para la derecha. Si los impuros son para Elorza los que abandonaron los ideales revolucionarios será tan difícil encontrar un puro como hacer pasar un camello por el ojo de la aguja. Tan peliagudo como demostrar la pureza de sangre de algunas estirpes reales o aristocráticas. Ya lo expuse en las consideraciones a tu primera pregunta y lo doy por sabido. Pero resulta aún más esperpéntico reducir la pureza de un ideal al visceral antiamericanismo de Rodríguez ya la defensa a ultranza de la Alianza de Civilizaciones, no otra cosa que la alianza facciosa y masoquista con el terrorismo islámico. O a esgrimir el espantajo de un PP "fascista". ¿Saben acaso estos chicharreros lo que es el fascismo como fenómeno político y social para las ciencias políticas y sociales? No es ocasión para disertar por extenso sobre el fascismo. Pero sí para unas breves anotaciones que tomo prestadas. "En psicología -alecciona Fuenzalida Faivovich- la palabra fascismo ha sido utilizada para designar una escala que pretende medir la existencia de un tipo de personalidad caracterizada por el convencionalismo, la sumisión de tipo autoritario, la agresión de estilo autoritarios, la oposición a sujetos imaginativos, sensitivos, la superstición y la esterotipia, la preocupación por el poder y la tenacidad, la tendencia a la destrucción y el cinismo, la proyectividad y en énfasis exagerado en lo sexual". Los estudiosos del fenómeno fascista convienen ahora en que se registra una peculiar supervivencia de ciertas formas de fascismo en las modernas sociedades industriales y de servicios, una de cuyas características reside en el predomino de los expertos (lo sean realmente o de boquilla, añado por mi cuenta). Y a este tenor, los elementos que caracterizan al fascismo primigenio y a sus derivaciones más próximas advierte Lipset sobre la existencia de dos fascismos: el fascismo de izquierda y el fascismo de derecha. Aún sin necesidad de profundizar en el tema, invito a una simple proyección de los datos antes anotados sobre la ejecutoria de Rodríguez y del actual PSOE que también dirige y ha perdido por el camino sus revolucionarios signos ideológicos de socialista, obrero y español. De inmediato se percibe que ha derivado en fascismo de izquierda. Es consecuente su afección identificadora con los fascismos rojos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina. Y también con nuestros fascismos secesionstas y el fascismo del fundamentalismo islámico. 3. ¿QUIÉNES, Y CÓMO, VOLARON LOS TRENES? EN lo tocante a este otro tema, difícilmente desvinculable los anteriores, me remito a lo escrito en la crónica de la semana anterior y comparto tu incredulidad. Si acaso dos añadidos, el primero de ellos referido a los explosivos que realmente utilizaron los criminales en los trenes de la muerte. Resulta desconcertante, en efecto, que transcurridos tres años no se conozca a ciencia cierta su naturaleza, pese a que los antiguos hombres de Vera se apresuraran a descartar el habitualmente utilizado por ETA, saltándose a la toreras los protocolos de análisis establecidos. ¿Y a qué se debe el estrepitoso silencio caído sobre la clase de explosivo utilizado por ETA en el atentado de la nueva terminal de Barajas, pese a que el tiempo transcurrido haya sido suficiente para un concienzudo análisis técnico de la Policía Científica? ¿Acaso porque el resultado podría reforzar la hipótesis de la relación de causa a efecto que Felipe González consideraba plausible y Rodríguez confió a Pedro J. Ramírez? El segundo proviene de un jurista que sigue con atención ls que acontece en la sala de la Audiencia Nacional que preside el magistrado Gómez Bermúdez. Salvo que se registren sorpresas y las cosas sigan como hasta ahora, no existen al día de hoy elementos probatorios consistentes para atribuir a los encausados la autoría de la matanza o su inducción. Acaso acciones penales contra los traficantes de explosivos y droga y los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado que los tuvieron como confidentes y permitieron sus desafueros, amén de las derivadas del delito de perjurio para un buen número de testigos. Es muy posible que, como sucedió en el proceso de los GAL, quede sin despejar la X pese a que su perfil estaba entonces bien definido. Llega un momento en que la concreción de la responsabilidad penal alcanza un techo que puede desfondar la estabilidad de altas instancias del Estado. 4. ANTICATOLICISMO PUES sí que afecta al porvenir de nuestra Patria, querido Antonio, el encrespado laicismo en que se han embarcado el gobierno Rodríguez y la izquierda tópica. Los que pretenden empalmar con la II y III repúblicas, como si entre 1939 y la constitución de 1978 existiera un vacío que se intenta rellenar con la falacia de la "memoria histórica". No es cosa de desmenuzar la evolución constitucional española en lo relativo a las relaciones Iglesia-Estado. Pero sí recordar que la de 1931 fue la más radicalmente laicista de todas las anteriores. En esta cuestión, sobre todo, los constitucionalistas de 1931 recogieron casi literalmente el documento-guía que el Gran Oriente de España proporcionó a los 148 diputados masones e hicieron también suyo los de izquierda que no pertenecían a la secta. Se consumaba así una pertinaz estrategia masónica a la que no fue ajena la quema de templos y actos sacrílegos que siguieron a la proclamación de la República. Los jesuitas fueron expulsados de España, se prohibió el Crucifijo en los centros de enseñanza y cualesquiera instituciones públicas y se suspendieron las procesiones de Semana Santa, amén de otras medidas igualmente persecutorias. Esta virulenta prédica antirreligiosa se tradujo en la destrucción de iglesias y el asesinado de sacerdotes y creyentes durante la sangrienta revolución de octubre del 34. Y se generalizó con extrema saña bajo la III República, o República Popular. Ambos lo vivimos en nuestra infancia y podemos dar testimonio de la ferocidad de la persecución. Lo justo y razonable fue que la Iglesia respaldara al naciente Estado Nacional y atribuyera la condición de "cruzada" a la guerra emprendida contra la revolución roja del Frente Popular. Y que el régimen nacido de la victoria militar reparase los daños sufridos por la Iglesia. No puede negarse la catolicidad institucional del Estado Nacional. Los antecedentes de la II República y de la guerra así lo requerían. Pero consintió al propio tiempo que existieran templos de otras confesiones cristianas. Recuerdo al propósito que cuando llegué a Madrid para cursar en la Escuela Oficial de Periodismo (1943) me acogí al comedor del SEU en la calle Beneficencia, en la que había una iglesia anglicana regentada por un obispo que tenía un hija regordeta con la que más de uno ligó. Y recordarás que existía otra en la calle Noviciado, pared por medio con la Universidad Central. Y un templo de la Iglesia ortodoxa a cuyas ceremonias religiosas asistí en alguna ocasión con el filósofo rumano Vintila Horia. Tampoco habrás olvidado que los componentes de la Guardia Mora de Franco, y no sólo ellos, disponían de un espacio propio para su culto. Respecto de estos últimos no puedo omitir lo que me explicó el coronel retirado Juan Mainar, el mismo, por cierto, que al frente de un tabor de regulares dirigió el golpe de mano de la ocupación del monasterio de Castell. No llegaron a tiempo para liberar a los prisioneros que fueron asesinados en masa, menos dos que escaparon milagrosamente, uno de ellos Rafael Sánchez Mazas. Pero sí a más de doscientas mujeres que iban a seguir la misma suerte. Me decía que, además de la admiración hacia Franco, les motivaba la convicción de que luchaban contra el enemigo de cualesquiera convicciones religiosas, incluida la musulmana. Y no resultaba extraño que, tras un avance, la custodia a de una iglesia recuperada se encomendara a una pareja de moros. Aunque no regulada la libertad religiosa, existió de hecho consentimiento. Sería en exceso prolijo exponer la historia veraz de las relaciones Iglesia-Estado durante el régimen nacido de la guerra. Hasta tal punto fue respetuoso con la Iglesia-Institución que nunca hizo uso el Jefe del Estado del llamado "derecho de presentación" y tampoco rechazó los nombramientos episcopales, ni tan quiera durante la conspiración taranconiana. respecto de la cual escribí una carta a monseñor Benelli, sustituto de la Seccretaría de Estado vaticana, el 1º de abril de 1969, cuya copia encontré la semana pasada gracias a un de mis hermanos y te enviaré una fotocopia. Y cuando el Concilio Vaticano II reconoció la libertad religiosa, el Estado español la hizo suya mediante la preceptiva ley. No debo ocultar en lo que concierne a la separación de potestades entre la Iglesia y el Estado, también fruto de aquel Concilio, que ese era uno de los 28 puntos fundacionales de Falange Española. Y que pese a su tuétano católico, impregnación de José Antonio, también FE se anticipó al reconocimiento conciliar de la libertad reeligíosa al admitir en sus filas afiliados de otras confesiones e incluso agnósticos. El artículo 16 de la constitución de 1978 garantiza la libertad religiosa y de culto. Y el apartado 3 establece: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Este artículo 16 fue uno de los más debatidos por los constitucionalitas del 78 hasta llegar a la fórmula de acuerdo que recoge dicho texto, el cual, según Mariano Daranas ("Las Constituciones europeas".Editora Nacional, 1979), es un reflejo de la Constitución italiana, respetuosa con los Tratados de Letrán pese a que éstos fueron suscritos en tiempos de Mussolini. En España se sustituyó el Concordato con la Santa Sede por unos acuerdos, todavía vigentes, que recogían el espíritu del citado artículo 16 de la constitución y pormenorizaban derechos y deberes de ambas potestades. Para quien conozca éstos acuerdos resulta evidente que el gobierno Rodríguez y la izquierda en que se apoya conculcan en no pocos aspectos la norma constitucional y lo convenido con el Estado Vaticano, que a algunos gusta decir. Sarkozy, candidato a la presidencia de la República y fiel a la laicidad del Estado, herencia de la lejana y jacobina Revolución francesa, sostuvo en unas recientes declaraciones que, sin renunciar a dicha laicidad, era necesario reconocer la existencia en su país de millones de católicos y que sus principios morales contribuyen de manera decisiva a la moral social y han de ser alentados por cuanto han favorecido la estabilidad del la nación. Un reconocimiento que rehúsan Rodríguez y sus compinches, para quienes la Iglesia Católica es un enemigo a batir. Lorenzo Contreras recogía el contenido de la conferencia-coloquio de Fernando Vallespín, presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en el Foro de Madrid/Tercer Milenio. A Vallespín, hombre de confianza en el tramado moncloaca, se le debió escapar lo que Lorenzo Contreras recoge en esté párrafo de su crónica "Confidencias del presidente del CIS (Estrella Digital 26.04.2007): "Pasaron los tiempos en que España, en la línea del sentir expresado por Manuel Azaña, hubiese dejado de ser católica, ya que ahora nos revela el CIS que seguimos siendo un país católico, con independencia de que no seamos sociológicamente religiosos. Reñidos con la política, sí, pero con el sentimiento basado en las creencias ultraterrenas heredadas a través de la historia y la cultura. Catolicismo no ejerciente a través del culto, salvo tal vez alguna Semana Santa que otra. Así somos y así nos presentan los autorizados sondeos de la institución que preside don Fernando Vallespín Oña". Podría añadir que no sólo "alguna Semana Santa que otra". Esa misma herencia se manifiesta por toda España en las múltiples romerías marianas y otras festividades, además de en el Día de Difuntos y la festividad de Todos los Santos. El visceralismo anticlerical de Rodríguez y su cohorte, además de la inspiración iluminista, no sólo quieren desconocer esa realidad sociológica. Se esfuerzan al máximo por desarraigarla y sustituir la moral católica por una inmoralidad generalizada que convierta a la sociedad en masa desalmada y fácilmente manejable. A esa predeterminación se debe la imposición escolar de la asignatura "Educación para la ciudadanía", equivalente a la dictatorial decisión de su amigo Chávez de que en las empresas venezolanas se instruya obligatoriamente a los trabajadores en ideología marxista. Y al propio tiempo, pone toda clase de trabas a la enseñanza de la religión católica, mientras favorece con descaro la enseñanza islámica. Rodríguez, en definitiva, sueña con poder proclamar, como Azaña, que España ha dejado de ser católica. Y para concluir este capítulo de tus preguntas resumo el contenido de un estadística que circula por Internet. Las inversiones de la Iglesia en centros de enseñanza, alumnos (990.774), centros sanitarios y asistenciales, acción humanitaria de Cáritas, y otras entidades afines, obras misionales Centros de reeducación para marginados, orfanatos y conservación y mantenimiento del patrimonio histórico-artístico eclesiástico, ascienden, según el prestigioso economista José Barea, a 31.189 millones de euros anuales, aportados voluntariamente por los fieles. ¿Estaría en condiciones el gobierno Rodríguez de sustituir a la Iglesia en la cobertura de tales necesidades cuando solo es capaz de financiar en parte muy reducida las necesidades objetivas derivadas de la electoralista y demagógica Ley de Dependencia? Nada le importa con tal de aniquilar la Iglesia católica. Vivimos los católicos, no cabe duda, nuevos tiempos de persecución. Y no sólo política. Semanas atrás fue agredido en Cuenca , tras cerrar la iglesia al anochecer, el párroco de El Salvador, dónde fui bautizado. Hubo de ser internado en el hospital. Preguntó a los energúmenos la razón de que le agredieran. Le gritaron: "¡Por ser cura!". Casos similares se han registrados en diversos puntos de España bajo un manto de silencio mediático. 5. VIOLENCIA DE GÉNERO NO me he preocupado en indagar los datos que reclamas. Y no sería honesto dejarme llevar por lo que deduzco a tenor de las noticias sobre las que el mujerismo hincha el perro en los medios. Es difícil conjeturarlo pues habitualmente se habla de parejas de hecho y separados. Se oculta asimismo la muerte de varones a manos de sus hembras, realidad que ha incitado a la creación de una asociación de hombres maltratados. O en el ámbito de apareamientos homosexuales. Ni de la tortura psicológica de las hembras sobre los varones, la cual está en el origen de reacciones violentas de éstos no siempre con resultados mortales. La lectura de "El cerebro femenino", de la neuropsiquiatra estadounidense Louann Brizendine (Editorial RBA), ilustra sobre la especial capacidad femenina en ese ámbito. A lo largo de mi ya larga existencia he conocido buen número de estos casos, unos con el resultado del achicamiento del torturado y otros con el de su reacción de fuerza, para la que el hombre está cerebralmente dotado. No pretendo justificar la violencia masculina ni desmentir a las víctimas femeninas. Pretendo ser realista. Y creo que las causas del crecimiento de este fenómeno criminal responde a tres formas de estímulo. En primer lugar a la teoría gramsciana de vaciar de contenido el valor semántico de las palabras (de ahí que se determine como violencia de género sólo a las mujeres, cuando los géneros son tres; masculino, femenino y neutro), y de que debe fomentarse una multiplicad de enfrentamientos para descomponer el tejido social: mujer contra hombre, hombre contra mujer, hijos contra padres, alumnos contra profesores y un largo etcétera. En segundo lugar, el descrédito de la Justicia y un vago sentimiento de impunidad que incitan a las gente a tomarse la justicia por su mano. Y por último, el fenómeno de emulación, o de imitación, desde tiempo estudiado por psiquiatras y sociólogos, el cual ha alcanzado niveles paroxísticos de incitación en el los espacios mediáticos, con especial recreo en los detalles morbosos por la televisión. Cualquier observador atento puede descubrir, en efecto, que las formas de estos crímenes pasionales, que se decía en tiempos con mayor propiedad, suelen repetirse en determinado arco de tiempo a partir de la primera vez que se difunde con lujo de detalles. El problema es harto complejo y renuncio a ahondar en él para no alargarme más. Presumo que bastará con estas anotaciones. HASTA LA PRÓXIMA Y aquí concluyo con esta extensa disquisición, obligada por la provocación que entraña tu propuesta de aclaraciones que no precisas. Conoces de sobra que no es lo mío la contención, proclividad que espero me perdonen los lectores, en particular los más sufridos que hayan llegado hasta aquí.

jueves, abril 26, 2007

Juan Ramon Rallo, El metodo de las ciencias sociales

viernes 27 de abril de 2007
ECONOMÍA
El método de las ciencias sociales
Por Juan Ramón Rallo
Decía Gregory Mankiw, autor de uno de los manuales de introducción a la economía más populares, que en dicha ciencia "se asume que cualquier cosa escrita hace más de 20 ó 30 años es irrelevante". Al parecer, sólo las investigaciones más punteras deberían recibir la consideración del economista contemporáneo.
Como en tantas otras cosas, Mankiw yerra profundamente. Su comentario parte de lo que el gran economista austriaco Murray Rothbard denominó "la teoría whig de la historia de la ciencia", esto es, la creencia de que los nuevos economistas han leído, asimilado e integrado la totalidad de los conocimientos elaborados con anterioridad y que, por tanto, la evolución de la ciencia sigue un curso siempre ascendente: nunca es necesario volver atrás, porque los conocimientos del pasado son simplemente la base de las teorías más perfeccionadas del presente.

Kuhn y posteriormente Lakatos ya explicaron que la ciencia no tiene por qué seguir necesariamente un curso progresivo, sino que a menudo los científicos se encerrarán en sus paradigmas y tratarán de reforzarlos y perpetuarlos incluso mediante degeneraciones teóricas.

Es por ello que la traducción al español de Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales, escrito por Carl Menger en 1883 y que desencadena la famosa Methodenstreit (polémica sobre el método), no debería ser un motivo de alegría sólo para el historiador del pensamiento económico, sino especialmente para el teórico de la economía.

Carl Menger, fundador de la Escuela Austriaca de economía, es reconocido sobre todo por encabezar la llamada "revolución marginalista", con sus Principios de Economía Política. Sin duda, la integración en una misma obra del individualismo metodológico, de una concepción subjetivista del valor y del papel del tiempo en el proceso productivo dio lugar al parto de un monumental tratado económico que aún hoy debería merecer la máxima atención y estudio por parte de todo joven economista.

Por desgracia, a pesar de no ser menos importantes, sus aportaciones a la reflexión metodológica recogidas en Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales son mucho menos conocidas. Sin duda alguna, el autor era plenamente consciente de ello, ya que estuvo dispuesto a renunciar a una reedición ampliada de sus Principios de Economía Política a cambio de contar con el tiempo suficiente para escribir sobre el método económico.

De hecho, a pesar de que Menger atribuye en general poca importancia a las discusiones metodológicas, sí cree que adquieren una importancia capital en una circunstancia, "cuando en un ámbito cognoscitivo se pierde, por la razón que sea, la sensibilidad precisa hacia los fines de la investigación surgidos de la naturaleza de su propia materia".

Cuando Menger escribió sus Investigaciones sobre el método, la ciencia económica se veía acechada por el nihilismo epistemológico de la Escuela Histórica de Economía, que propugnaba la acumulación de datos y estadísticas con la finalidad de alcanzar paralelismos en el desarrollo de los pueblos que permitieran crear una filosofía de la historia; al margen de esos paralelismos no existen leyes económicas, pues éstas se encuentran subordinadas a la naturaleza de cada pueblo. En este contexto, era claro que la ciencia económica había perdido totalmente el rumbo y que desconocía cuál era el objetivo de su investigación.

Hoy, esta situación de desorientación se repite en las facultades universitarias. En este caso, la corriente historicista se halla representada por el improcedente uso de la disciplina econométrica en la teoría económica, esto es, la pretensión de inferir o validar una teoría mediante la acumulación y el tratamiento estadístico de datos pasados.

En opinión de Menger, esto constituye un enorme despropósito, derivado de la confusión de las distintas disciplinas que integran la economía política. De ahí que la primera finalidad del economista austriaco sea clasificar y distinguir las distintas ciencias económicas.

En primer lugar tenemos las ciencias históricas, en particular la estadística y la historia económica. La primera se encarga de recoger información sobre los hechos concretos y particulares presentes en un determinado momento; la segunda, de explicar la evolución entre dos hechos concretos ocurridos en momentos distintos. La estadística es una foto; la historia, una película. En segundo lugar están las ciencias teóricas, es decir, la teoría económica. Su finalidad es exponer y comprender la naturaleza general y las conexiones generales entre los distintos fenómenos económicos. Se trata de revelar "ciertos aspectos de todos los fenómenos económicos" y de relacionarlos causalmente. Por último, cabe mencionar las ciencias prácticas, en concreto la política económica y las finanzas, cuyo propósito es mostrar los métodos por los que los seres humanos pueden alcanzar los fines que se proponen.

De entre estas tres ramas que componen la economía política, Menger atribuye primacía a las ciencias teóricas. Con respecto a las ciencias históricas, afirma que la historiografía debe realizarse "a la luz de la teoría", esto es, que no puede comprenderse ni relacionarse el profuso magma de hechos históricos si no se cuenta con una teoría previa que los explique: "Sin el conocimiento de las relaciones típicas [conocimiento teórico] careceríamos […] de todo conocimiento capaz de superar la observación inmediata".

En cuanto a las ciencias prácticas, Menger subordina su utilidad a que sean acordes con los conceptos y conexiones generales, que sólo nos proporcionan las ciencias teóricas.

Menger se plantea también cuál es el método adecuado para alcanzar un buen conocimiento de las ciencias teóricas, tan necesarias para elaborar las históricas y prácticas. En su opinión, existen básicamente dos: el inductivo (que denomina realista) y el deductivo (que llama exacto). El primero consiste en "reducir la multiplicidad de lo real a determinadas formas fenoménicas y establecer empíricamente su regularidad en la coexistencia y sucesión"; el segundo, en "reducir los fenómenos humanos a sus factores constitutivos originarios y más simples" y, partiendo de ellos, "tratar de formular las leyes según las cuales […] se forman los fenómenos humanos más complejos".

Menger cree que el buen economista debe emplear ambos métodos, si bien opina que el segundo es muy superior al primero. A lo largo del libro se tacha el método inductivo de imperfecto, inexacto, inseguro, poco riguroso e incompleto, hasta el punto de que Menger considera que la verificación de las leyes exactas mediante aquél significa "negar los fundamentos más elementales de la metodología científica", por lo que "sólo quienes no tienen ni idea de lo que significa la orientación exacta en la investigación teórica pueden pretender medir sus resultados con el metro de los postulados de la orientación empírico-realista". La razón es que las leyes empíricas, por su naturaleza, siempre tendrán un carácter provisional –nada nos garantiza que un hecho pasado siga repitiéndose en el futuro–, mientras que las exactas deben proporcionarnos un conocimiento universal y sin excepción alguna.

En definitiva, para Menger la forma más pura de investigación económica vendría a corresponderse con la teoría económica construida mediante el método deductivo, precisamente los antípodas del método que la decadente corriente mayoritaria de economistas está empleando hoy en día.

Con todo, el libro del economista austriaco no está exento de un importante error, que conviene mencionar, siquiera someramente.

Menger cree que sólo podemos elaborar leyes exactas a partir de conceptos económicos puros, que "sólo existen en nuestra mente". Uno de estos conceptos típicos es el del ser humano que pueda perseguir su propio beneficio, de modo que en principio la ciencia económica dejaría fuera de su campo de investigación conceptos tan importantes como la filantropía, el error, la ignorancia o la falta de coacción externa. Dicho de otro modo: las leyes exactas sólo serían válidas cuando se cumplieran los supuestos en que se establecen.

Por fortuna, las posteriores generaciones de la Escuela Austriaca han ido depurando la metodología mengeriana, hasta purgarla de estos errores. Ludwig von Mises concluyó que no era necesario partir de un ser humano egoísta, sino que bastaba con deducir las leyes económicas desde cualquier "acción humana" que utilizara medios para lograr unos determinados fines. Asimismo, desarrolló toda una rama de la economía dedicada a estudiar las consecuencias económicas de la coacción externa (intervencionismo y socialismo).

Mises, de nuevo, y Hayek desarrollaron el papel de la ignorancia o de la falta de información completa sobre el resto de fenómenos sociales dentro de la teoría económica.

Más recientemente, Jörg Guido Hülsmann ha destacado explícitamente la importancia del error dentro de la elección humana y rechazado que las leyes exactas sólo sean válidas cuando se cumplen todos sus supuestos, pues toda acción humana causal da lugar a una consecuencia económica tendencial, aun cuando no sea directamente observable.

Con estas correcciones, El método de las ciencias sociales constituye una referencia esencial para todo economista perdido y desengañado ante la crisis del paradigma neoclásico.

Y es que Menger, a pesar de creer lo que sigue: "Los resultados científicos más importantes se los debemos a hombres que se interesaban escasamente por las investigaciones metodológicas, mientras que los grandes metodólogos han demostrado con harta frecuencia una enorme esterilidad como investigadores", fue a la vez un enorme investigador teórico y metodológico.


CARL MENGER: EL MÉTODO DE LAS CIENCIAS SOCIALES. Unión Editorial (Madrid), 2007, 425 páginas.

Antonio Golmar, El genocidio educativo

viernes 27 de abril de 2007
TAMBURRI ACIERTA... Y YERRA
El genocidio educativo
Por Antonio Golmar
La educación se ha convertido en uno de los asuntos más polémicos del debate político en Occidente. Como en otros temas, la situación en España es especialmente grave debido a la falta de consensos mínimos entre los políticos –no así entre la población– y al persistente declive en el nivel de formación de las nuevas generaciones.
Al contrario que en otras naciones, donde las reformas han producido un efecto positivo, en nuestro país la izquierda se empeña en proponer como remedios precisamente esos elementos que han contribuido a que la educación que reciben los niños en España sea cada día más deficiente.

Ríos de tinta se han escrito en los últimos años acerca de las razones de esta anomalía, así como para denunciar las falaces premisas ideológicas de conceptos como comprensividad y educación en valores. Entre las numerosas aportaciones al debate y a la comprensión de las corrientes pedagógicas defendidas por la progresía española destacan El Archipiélgado Orwell, de Mercedes Rosúa, y La gran estafa, de Alicia Delibes, ambos publicados por Unisón. También cabe mencionar los estudios comparativos que la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid viene publicando con el objeto de proporcionar a los profesores una visión más amplia que la ofrecida por el Ministerio de Educación sobre algunas reformas educativas extranjeras. Trabajos como los de la profesora sueca Inger Enkvist retratan un mundo dividido entre los que se han atrevido a desechar las falacias del constructivismo y, por tanto, progresan y los que se empeñan en mantener los dogmas roussonianos y gramscianos y, por consiguiente, condenan a los jóvenes a la más supina ignorancia.

El genocidio educativo, del profesor de Secundaria e historiador Pascual Tamburri, se inscribe en esta línea de llamada de atención sobre los perniciosos efectos del izquierdismo pedagógico. Sin embargo, la obra, que bebe de las aportaciones mencionadas más arriba y de algunas otras, difiere de éstas tanto en algunas de las causas del declive educativo como en las soluciones. Así, Tamburri combina la denuncia del estructuralismo y el marxismo blando con una persistente, y a veces inopinada, acusación a la sociedad burguesa, al capitalismo y al liberalismo de haber contribuido, en partes iguales, a la creación de lo que el denomina "el genocidio educativo".

La hipótesis del autor señala el individualismo como el factor que más profundamente socava la responsabilidad, la disciplina y la solidaridad necesarias para la formación de seres humanos racionales y responsables. A su juicio, la solución pasa por un reforzamiento del comunitarismo en la formación de los jóvenes, algo que, según él, casi nadie defiende en nuestro país ("¿acaso no es comunitarismo el nacionalismo?", puede preguntarse el lector). Para llevar a cabo esta labor, Tamburri confía en "una derecha sin complejos" al estilo del neofascista Movimiento Social Italiano. La reforma "tendría que partir de un nuevo hombre", formado en valores distintos al "individualismo anticomunitario, el egoísmo antijerárquico e indisciplinado, el veleitarismo desleal, la falsedad, el inmanentismo, el materialismo y el culto idolátrico al placer inmediato basado en el capricho subjetivo".

Es aquí precisamente donde el autor cae en los mismos errores que denuncia, siendo el primero de ellos lo que el economista norteamericano Thomas Sowell denomina "la visión de los ungidos". Si bien es cierto que Tamburri no es ajeno a la noción de libertad como primer término del binomio libertad-responsabilidad (sin la segunda no puede haber la primera), por otra parte parece ignorar que del lenguaje de la legislación socialista en materia de educación no se desprende precisamente un reforzamiento del individualismo, sino todo lo contrario.

Si tomamos como ejemplo el programa de la asignatura Educación para la Ciudadanía, lo que allí se encuentra es un conjunto de apelaciones a la sumisión del individuo al Estado, la renuncia a las ideas propias a favor de lo que el grupo considere deseable y la constante vigilancia –también sobre las familias– para que nadie ose poner en duda el relativismo radical de todas las opiniones. Así, la crítica destructiva y apocalíptica a la democracia liberal y al capitalismo, formulada en términos casi idénticos a los que utiliza Tamburri en su libro, se transforma, a la hora de lidiar con otras culturas y modos de vida, en una mera mención a los "dilemas morales", y por tanto irresolubles.

Otra coincidencia entre Tamburri y la izquierda consiste en la concepción del liberalismo como ideología, en el sentido marxista del término. El hecho de que considere al socialismo otra ideología no oculta su profundo desdén por todo aquello que potencie la autonomía individual frente a la colectividad. En su opinión, la relación entre individualismo y comunitarismo es un juego de suma cero en el que ambos términos son prácticamente incompatibles. Cualquier ganancia del primero lleva irremisiblemente a una pérdida en el segundo, de ominosas consecuencias para todos. Una visión que ignora la misma historia que el autor enseña, y que adolece del mismo utopismo y romanticismo antimoderno que denuncia, aunque por otra parte es perfectamente coherente con uno de los eslóganes de los antiguos misinos italianos, que Tamburri tanto admira: "Nostalgia del futuro". Un futuro presentado como la reedición de un pasado idílico que nunca existió, más allá de la mente del ideólogo que lo retrata.

Junto a los agudos análisis que Tamburri realiza de fenómenos como el nihilismo –su análisis del tema "Imagine" de John Lennon como ejemplo paradigmático de los males de la progresía es certero e impecable– y la deconstrucción de algunas de las premisas del estructuralismo y el pacifismo, que además de falaces son contraproducentes y perversas, encontramos en El genocidio... interpretaciones ciertamente exageradas de algunas manifestaciones de la cultura popular. Por ejemplo, el retrato de Bart Simpson como una especie de encarnación del mal absoluto adolece de una simpleza y frivolidad sonrojantes que, por lo demás, ignora figuras de pensamiento fundamentales para entender un texto artístico, como la ironía y la paradoja, que el autor no podrá negar se encuentran en la misma raíz de la civilización occidental.

En conclusión, la obra de Tamburri, al que por otra parte también cabe reclamar la especificación de sus fuentes –no se pueden reproducir párrafos enteros sin dar al lector una mínima pista sobre su procedencia– revela lo que para un liberal sería el origen de los problemas sociales: la intervención y la sumisión del individuo a una comunidad, llámese nacional, religiosa o racial, fundada sobre una amalgama de sentimentalismo, romanticismo y miedo al cambio. Que en este caso esta servidumbre se defienda como antídoto contra el socialismo izquierdista no empece para que muchos lectores lleguen a la conclusión de que las tesis defendidas en El genocidio educativo no son parte de la solución, sino del problema.


PASCUAL TAMBURRI: EL GENOCIDIO EDUCATIVO. Áltera (Barcelona), 2007, 168 páginas.

ANTONIO GOLMAR, politólogo y miembro del Instituto Juan de Mariana.

Jose Maria Marco, Patriotas que hicieron España

viernes 27 de abril de 2007
NUEVO LIBRO DE VACA DE OSMA
Patriotas que hicieron España
Por José María Marco
El patriotismo se va abriendo paso otra vez en la historia de España. En la sociedad, en la vida pública… y en la historiografía. No es una novedad, ni mucho menos. El elogio de España constituye prácticamente un género literario en nuestro país, casi siempre más próximo a la expresión lírica, a la identificación íntima y personal, que a la expansión épica o retórica. Lo recuerda José Antonio Vaca de Osma en su último libro, Patriotas que hicieron España.
Vaca de Osma intenta aquí ampliar el registro para contar una historia de España muy peculiar, centrada en los españoles que de una forma u otra, ya sea por medio de la acción política, el arte o la ampliación del saber, contribuyeron a hacer realidad su propio sueño de vida en común y construyeron así lo que hoy llamamos España, aquello que nos permite llamarnos españoles.

Este género, a su vez, cuenta con antecedentes numerosos, algunos de ellos muy ilustres. El último es el extraordinario Los nuestros, de Federico Jiménez Losantos, una serie de retratos caracterizados por la españolidad de los personajes, del enfoque y del autor. Es una serie de auténticos retratos españoles que conviene tener a mano.

También en estos tiempos se ha empezado a redescubrir la reivindicación de España hecha por algunos grandes clásicos de la ciencia historiográfica o del ensayismo español. Se ha vuelto a publicar con éxito Defensa de la Hispanidad, de Ramiro de Maeztu –un texto que, en contra de lo que muchas veces se ha dicho, sigue resultando de interés–, y la editorial Ciudadela ha apostado por los ensayos sobre la historia de España escritos por Menéndez Pelayo, que plantean con fuerza, bien es verdad que desde una perspectiva muy distinta, la cuestión de la identidad nacional.

Porque en el fondo ése es el asunto que está latiendo en esta recuperación de la reflexión sobre el ser de España. Así se titulaba, precisamente, una colección de estudios recopilada hace algunos años por la Real Academia de la Historia. La reciente emergencia de los símbolos nacionales había sido precedida, por otra parte, por la publicación, a cargo del Centro de Estudios Constitucionales, de un gran trabajo dedicado a su exposición.

Es posible que los Episodios Nacionales de Galdós, la saga patriótica de la construcción de la España liberal, vuelva a conquistar la popularidad de la que una vez disfrutó, y que tienen ahora mismo las novelas de Pérez Reverte, que en más de un sentido exploran una vía de recuperación de la historia española.

José Antonio Vaca de Osma ha sido diplomático –y se le nota–, y lleva muchos años escribiendo libros de divulgación e investigación histórica, algunos de ellos excelentes. No es el caso de Patriotas que hicieron España: falta un enfoque claro de lo que el patriotismo significa (véase el interesante ensayo de José Luis González Quirós sobre el asunto, titulado Una apología del patriotismo); falta una selección más rigurosa de los personajes en función de su aportación a la historia común; y falta, en consecuencia, un hilo narrativo que sirva al mismo tiempo de fondo y caracterización de estos grandes protagonistas.

Aun así, a pesar de la falta de nervio y claridad, el libro se lee con agrado y contribuye a la buena causa, la de seguir aclarando la identidad española, que no es una entidad abstracta, sino una noción sentimental y racional, fruto de la voluntad y el compromiso de los individuos que se quisieron españoles y se comprometieron con ese designio. Efectivamente, la curiosidad que suscita la mirada retrospectiva resulta ser, como dice el propio autor, una propuesta de futuro.


JOSÉ ANTONIO VACA DE OSMA: PATRIOTAS QUE HICIERON ESPAÑA. La Esfera (Madrid), 2007, 352 páginas.

Pinche aquí para acceder a la web de JOSÉ MARÍA MARCO.

Oscar Elia Mañu, El yo acuso de Jaime Ignacio del Burgo

viernes 27 de abril de 2007
NAVARRA, EL PRECIO DE LA TRAICIÓN
El yo acuso de Jaime Ignacio del Burgo
Por Óscar Elía Mañú
No es nada nuevo decir que Jaime Ignacio del Burgo es la bestia negra del nacionalismo vasco: desde los batzokis más burgueses hasta las oscuras cuevas donde Txeroki y sus matarifes preparan los crímenes más horrendos, ningún político o intelectual vasco o navarro suscita tanta unanimidad y hostilidad como él.
A ninguna persona dedica el nacionalismo más artículos, programas de televisión y declaraciones como al veterano político navarro. La actitud que llevan decenios manteniendo Arzallus, Otegi, Barkos o Barrena hacia el autor de este libro es ya motivo suficiente como para pensar que algo muy bueno sale de la pluma de Del Burgo también en esta ocasión.

Pero, en una encrucijada histórica, hay algo más. En un proceso a oscuras, donde el Gobierno declara sin inmutarse que pactará con ETA a escondidas, el implacable marcaje de Del Burgo ha logrado despertar también la hostilidad de buena parte de la izquierda política y mediática española: el "Sr. Del Burgo, no enrede" de Jordi Sevilla es la muestra más clara de la actitud de Rodríguez Zapatero, El País y el resto del Frente de la Paz hacia quien(es) exige(n) conocer de qué están hablando los enviados del PSOE con los asesinos de Miguel Ángel Blanco. Y Navarra, el precio de la traición tiene todos los componentes para que unos y otros se escandalicen aún más.

Minucioso, Del Burgo recorre el origen del incendio constitucional y estatutario desde las primeras cenizas. Cuando España dormía plácidamente el sueño del Pacto Antiterrorista, las propuestas de José María Benegas y de Jesús Eguiguren señalaban ya la senda que habría de seguir el socialismo vasco; en relación con Navarra, cualquier ingenuidad sobra: parte del PSE llevaba años negociando con ETA y dando por buena la inclusión de Navarra en el negociado vasco.

Bastó la llegada de Rodríguez Zapatero a la dirección del PSOE para que a la caza política de Redondo Terreros siguiera su sustitución por los mismos que daban por hecho, junto con ETA, que Navarra entraría en el corral de la paz. "Para Eguiguren –corrobora Del Burgo–, Navarra forma parte del conglomerado vasco". (pág. 40). A estas alturas no vale engañarse: los mismos enviados por Rodríguez Zapatero a negociar con ETA coinciden con ésta en la solución a la cuestión navarra.

En abril de 2005, "¿A dónde nos llevas, presidente?" fue la respuesta en Libertad Digital de un Del Burgo que ya intuía que Rodríguez Zapatero había cruzado el límite. Y el libro pivota precisamente sobre el capítulo quinto, titulado "Y Rodríguez Zapatero pasó el Rubicón". Ni una sola de las declaraciones, entrevistas o comentarios de Zapatero pasa inadvertida al autor, que desata las iras del panvasquismo de siempre tanto como las de la izquierda de hoy. Si el lector quiere una secuencia ordenada y detallada de los tratos de Rodríguez Zapatero con ETA, no lo dude: éste es su libro, y éste su capítulo.

En la obra, un dolido Del Burgo se resiente del trato despreciativo del Gobierno hacia el presidente de Navarra, hacia UPN, hacia los mismos navarros que salieron a la calle el 17 de marzo como jamás en la historia. Vana esperanza: en el socialismo actual, el talante es selectivo. "No hay en las hemerotecas ni una sola declaración de Rodríguez Zapatero que revele un compromiso inequívoco con la Comunidad Foral" (pág.248); en cambio, sí se puede leer que el jefe del Ejecutivo ha calificado a Otegi de "hombre de paz" (pág. 55). Con el nacionalismo vasco pactando con el PSOE, la fórmula es evidente: el trato de Rodríguez Zapatero hacia el mundo abertzale es inversamente proporcional al maltrato a que somete al pueblo navarro y sus instituciones.

¿Y el PSOE en Navarra?, se preguntan analistas y ciudadanos. ¿Sacrificará la estabilidad política y el bienestar económico al Pacto del Tinell? Del Burgo no se hace ilusiones: la suerte está echada,en forma de un candidato dócil a Madrid y aceptado por el nacionalismo, lo cual, en lo que nos ocupa, no conlleva ni una mala palabra ni una buena acción.

Entre tanto, los diputados del PSN se suman en Madrid a los de ERC, PNV y el frente nacional vasco en Navarra –Nafarroa Bai– para votar no al rechazo al órgano común, la dieta vasco-navarra soñada tanto por Eguiguren como por Arzallus y Josu Ternera. De electorado socialista y navarrista, el PSN fue forzado, violado y humillado por Rodríguez Zapatero y José Blanco, que sin demasiados escrúpulos anularon el resultado de unas primarias que no satisfacían a la Batasuna que ofrecía paz a cambio del entierro de la Constitución y el Amejoramiento.

Hoy es el día en que, apoyados por el PP, los diputados de UPN se baten en solitario con la coalición gubernamental, socialistas, nacionalistas, nacionalsocialistas que, junto a la galaxia mediática progresista, celebran alborozados la posibilidad de expulsar a los regionalistas del Palacio de Navarra. La narración que Del Burgo hace del debate del 19 de diciembre de 2006 no deja lugar a dudas: hoy, el nacionalismo vasco cabalga a galope tendido sobre la grupa de la izquierda española; la negociación con ETA ha sido posible porque la izquierda española, el Frente de la Paz surgido de los hierros retorcidos del 11-M, ha decidido sacrificar Navarra.

Tras leer esta obra, sólo al ingenuo o al despistado le quedará alguna duda: Navarra está en la mesa de negociación desde el principio, desde antes aún de marzo de 2006, desde antes aún de marzo de 2004. La traición a Navarra no es improvisada ni obligada. Responde a una convicción ideológica profunda de quienes controlan los designios del Partido Socialista, que coinciden con ETA en expulsar a la derecha y abrir las puertas del Viejo Reino al Anschluss vasco, de la mano de su frente nacional.

Ante la actitud del presidente de la nación, el nacionalismo vasco se frota las manos, toma las medidas a los despachos y ultima sus planes para la aniquilación cultural e institucional de Navarra. Entre el panvasquismo escondido tras Nafarroa Bai –PNV, EA, Aralar–, jaleado por la izquierda española, y las instituciones navarras se interpone la derecha liberal navarra y los rescoldos constitucionalistas del PSN. El 27 de mayo, como afirma Stanley Payne, "Navarra será la región más importante del Occidente europeo".

En clave española, el Viejo Reino amenaza convertirse en la tumba política de Rodríguez Zapatero. Quizá por eso la caza de UPN y CDN ya ha empezado en la galaxia mediática que jalea enfervorizada el ansia infinita de paz. Jaime Ignacio del Burgo es una de las piezas más preciadas, pues su figura se recorta en los paisajes más molestos para el Gobierno: las ocultaciones y mentiras sobre el 11-M y las ocultaciones y mentiras sobre ETA y Navarra. En relación con esto último, para cualquiera que quiera saber qué está en juego el 27 de mayo, y, sobre todo, en qué equipo juega cada uno, Navarra, el precio de la traición es una lectura imprescindible.


ÓSCAR ELÍA MAÑÚ, analista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES).
JAIME IGNACIO DEL BURGO: NAVARRA, EL PRECIO DE LA TRAICIÓN. Encuentro (Madrid), 2007, 348 páginas.

Emilio J. Gonzalez, Por la boca muere Sebastian

viernes 27 de abril de 2007
Críticas a Solbes
Por la boca muere Sebastián
Emilio J. González

Puestos a hablar de los errores cometidos en los nombramientos para la CNMV, suponiendo que el de Conthe lo fuera, el de Carlos Arenillas, el candidato de Sebastián a la presidencia del organismo, sí que lo es, y de bulto.

El gran filósofo Benito Spinoza escribió una vez que lo que dice Pedro de Juan, dice más de Pedro que de Juan. Aplicando la filosofía a la política actual española cabe concluir, siguiendo las enseñanzas de uno de los personajes cumbres del racionalismo, que lo que dice Miguel Sebastián de Pedro Solbes, dice más de Sebastián que de Solbes.
El ex director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno ha arremetido contra el vicepresidente económico por haber nombrado a Manuel Conthe para dirigir la CNMV. A juicio del hoy candidato socialista a la Alcaldía de Madrid, Solbes "no acertó" con Conthe porque "no era la persona más adecuada", para ironizar a continuación diciendo que "ahora seguro que va a acertar" con la elección del nuevo presidente del supervisor de los mercados financieros. ¿Qué nos dice todo esto de Sebastián? Sus palabras hablan por sí mismas.
Sebastián debería haberse callado puesto que si en las actuaciones de Conthe hay cosas bastante criticables, al menos ha tenido la dignidad de defender la necesaria independencia de la Comisión ante los ataques a la misma que han intentado perpetrar tanto el Gobierno en el caso Endesa como el propio Sebastián y los suyos en el intento de asalto al BBVA. Un asalto en el que se mezclaban intereses políticos y cuestiones personales del propio Sebastián, despedido del banco por su presidente, Francisco González, del que intentó vengarse desde el poder. En una democracia, estos comportamientos son del todo punto inadmisibles y Conthe, con todos los errores que pudo cometer en su corta gestión, no lo permitió, se enfrentó con Sebastián y el pasado martes, en el Congreso de los Diputados, dijo alto y claro lo que todo el mundo ya sabía desde hacía tiempo acerca del papel de Sebastián y su grupo de Intermoney en los casos Endesa y BBVA.
Además, puestos a hablar de los errores cometidos en los nombramientos para la CNMV, suponiendo que el de Conthe lo fuera, que, visto lo visto, es mucho suponer, el de Carlos Arenillas, el candidato de Sebastián a la presidencia del organismo, sí que lo es, y de bulto. Conthe se marcha en un arrebato de dignidad y de respeto al cargo que ha ocupado. Arenillas, en cambio, sigue como vicepresidente, sin dimitir, pese a que incurrió en claras incompatibilidades con el asunto de su administración de la sociedad de inversión Tagomago, pese a que aceptó una muy generosa dádiva de uno de los supervisados por la CNMV, Vega Fund, en contra de lo que dispone el código de conducta de la Comisión, y pese a saberse ahora, además, que Intermoney, la sociedad de valores para la que trabajaron entre otros Sebastián y Arenillas dejó de pagar 2,8 millones de euros a Hacienda. Esté sí que es un error y no el nombramiento de Conthe; un error en el que se persiste al no forzar el Gobierno a Arenillas a presentar la dimisión ya que él mismo carece de la altura personal y la dignidad necesarias para hacer lo que exigen las circunstancias actuales en quienes, como él, han puesto en entredicho, con sus actuaciones, al organismo público en el que desempeña un importante cargo.
Eso de que seguro que Solbes acierta ahora también tiene su miga. Sebastián quiso aprovechar la dimisión de Conthe para volver a promover a uno de los suyos, ni más ni menos que al propio Arenillas, cuando el vicepresidente económico tiene otra idea en mente que, desde luego, no pasa por dar juego al clan de Intermoney, o sea, al "sebastianismo". Con esta expresión, Sebastián demuestra, una vez más, no solo una actitud plagada de soberbia y orgullo, sino su mal perder en algo en lo que no tiene nada que decir, como es la política de nombramientos del Ministerio de Economía. Ésta le corresponde, y siempre le ha correspondido, a Solbes, no a un Sebastián que, desde Moncloa y fuera de ella, ha intentado condicionar una y otra vez las actuaciones del vicepresidente económico en todos los sentidos. Éste no se ha dejado manipular y, una vez tras otra, ha derrotado a Sebastián en casi todos los encontronazos, algunos de ellos muy serios, que han tenido a lo largo de los tres últimos años.
Las palabras del candidato a la Alcaldía de Madrid solo destilan bilis y mal perder, así como una incomprensión total de lo que es la política, en la que, le guste o no, hay que respetar ciertas reglas de etiqueta, como lavar los trapos sucios en casa o entender que por muy cerca que se esté del presidente del Gobierno, quien tiene acceso al BOE es Solbes, no él; quien tiene la responsabilidad de la política económica española, para lo bueno y para lo malo, es el vicepresidente segundo, no él. Así, las palabras de Sebastián sobre Solbes se vuelven contra él mismo, como un bumerán, y le ahorcan con su propia cuerda. Ya se sabe, por la boca muere el pez.

Prosigue la toma politica de Endesa

27-IV-2007
Prosigue la toma política de Endesa
EDITORIAL

A la CNE le resultará más difícil dejar el campo expedito a la futura OPA de Enel y Acciona. La razón es precisamente el gran número de trabas que le puso a E.On. Las razones que se esgrimieron entonces son todas igualmente aplicables ahora.

Mientras siguen apareciendo nuevas corruptelas cometidas por el equipo de Sebastián primero en Intermoney y luego en la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, la Comisión Nacional de la Energía ha aprobado, a la chita callando, la compra de la eléctrica italiana Enel de un cuarto de Endesa.
Quizá lo más lógico es que el CNE hubiera impuesto a Enel ciertas restricciones propias de lo que es una empresa estatal de un país extranjero. Por ejemplo, limitar sus derechos políticos para impedir que el Estado italiano tuviera más poder en Endesa que el español o exigir que se eliminara la cláusula que permite al Gobierno de Prodi escoger a dos tercios de los consejeros de la eléctrica. En definitiva, obligar a Enel a comportarse de forma lo más parecida posible a la empresa privada que no es. Sin embargo, el organismo dirigido por Maite Costa, cumpliendo la promesa de su presidenta de que después de ponerle la zancadilla a E.On no volvería a convertirse en un "campo de batalla", ha decidido no ponerle traba alguna a su adquisición del 24,9% de Endesa.
Es normal que el regulador del sector eléctrico no haya querido enfrentarse a los planes del Gobierno, porque siempre y en todos los casos ha actuado como un siervo fiel del Ejecutivo. Sus funciones fueron, de hecho, ampliadas por la única razón de que Zapatero y Montilla consideraban dicha comisión suficientemente servil como para emplear sus nuevas competencias con el único objetivo de torpedear la OPA de E.On e intentar así que la empresa alemana se retirara y dejara el paso libre a Gas Natural.
Sin embargo, al organismo de Maite Costa le resultará más difícil dejar el campo expedito a la futura OPA de Enel y Acciona. La razón es precisamente el gran número de trabas que le puso a E.On. Las razones que se esgrimieron entonces son todas igualmente aplicables ahora. Hay, incluso, dos más: que Enel es una empresa estatal propiedad del Gobierno italiano y que tanto ella como Acciona ya tienen presencia en el sector energético español, algo que no sucedía en el caso de E.On.
Lo malo es que con este Gobierno cualquier cosa es posible, incluyendo la posibilidad de que no se le pongan trabas a la operación, lo que supondría un caso de libro de prevaricación. Y no parece que la CNE, al contrario que la CNMV hasta hace un par de días, tenga unos representantes socialistas capaces de mostrar su independencia frente a las directrices de Zapatero y su equipo económico.

Joan Pla, Los noventa años de Eduardo Bonnin

viernes 27 de abril de 2007
Los noventa años de Eduardo Bonnín
Joan Pla
H ACE tres años y dos meses publiqué aquí un artículo titulado "Eduardo Bonnín, ese santo que se le pasó a Wojtyla". Tal vez, al Papa Ratzinger se le vaya el santo al cielo y él sin enterarse. Lo que dije acerca de Eduardo Bonnín voy a repetirlo ahora, porque el próximo 4 de mayo, fecha en que ya hervirán las calderas del pronóstico electoral y ya se habrán desfogado los opinantes políticos más ardientes y sectarios, cumple 90 años el que fue fundador de los Cursillos de Cristiandad, un paisano mío al que, por su cumpleaños, ya se le habrá tributado en Mallorca el homenaje multitudinario e internacional que se prepara en estos días, aunque los medios locales, según observo, ignoran el acontecimiento. Yo estaré, si Dios quiere, presente en la misa y en la cena del cumpleaños de tan ilustre nonagenario. Acabo de hablar con él por teléfono y, a juzgar por su voz y por la rapidez mental de sus respuestas, el viejo apóstol seglar está como una flor de mayo y, cuando le preguntas por su salud, te contesta siempre, indefectiblemente: "Mal, gracias a Dios". Y lo dice de corazón, porque, por lo visto, lleva ya muchos años soportando un herpes que, cuando no pica, escuece. Creo que no decepcionaré a nadie si reproduzco aquí algunos fragmentos textuales de lo que publiqué en febrero de 2004 en esta misma sección de "firmas invitadas". Decía: "Eduardo Bonnín Aguiló lleva más de setenta años a pie de obra, en su noble afán de santidad. Es el fundador de los Cursillos de Cristiandad. Nunca fue cura ni seminarista, pero tampoco se le conoce ninguna novia a lo largo de sus largos años de indiscutible fulgor apostólico y espiritual. Vino al mundo el 4 de mayo de 1917 y, hoy por hoy, entre las celebridades que ha dado Mallorca al universo mundo, su personalidad es una de las más influyentes en los cinco continentes y, por razones que más adelante explicaré, su nombre y sus acciones permanecen en el anonimato para la mayoría de los mortales. Pretendo describir la insularidad de su persona, que no puede ni debe, creo yo, catalogarse según parámetros normales de fama o de popularidad. Ni siquiera me atreveré a compararlo con San José María Escrivá al que ya han canonizado en Roma y al que también he tratado en vida, porque, siendo los dos de la misma cuerda, es decir, de la misma profesión de fe y con la misma y única voluntad de santificación, Escrivá como fundador del Opus Dei y Bonnín por haber fundado los Cursillos de Cristiandad, a Escrivá se le han rendido todos los honores y ha contado con el apoyo de las más elevadas instancias jerárquicas, políticas y económicas y a Bonnín le han dejado en la trastienda de su tienda frutos secos de la calle Sindicato de Palma de Mallorca o en su piso de soltero irreversible, donde trata a diario con drogatas y desheredados, con ladrones y con meretrices que, sin duda ninguna y según el Evangelio, nos precederán en el Reino de los Cielos. Es más, tengo la corazonada o la intuición periodística de que a Bonnín no le canonizarán tan fácilmente como a otros santos, porque no le veo yo haciendo milagros y metido en los tinglados económicos y pontificales que conlleva toda beatificación o canonización en el Vaticano. Asimismo, también tengo la certeza de que, cuando se haya muerto aunque el Papa de Roma no vuelva a decir ni media palabra sobre su vida y sus obras, estará vivo y presente entre los vivos y a nadie le faltará su palabra y su ayuda sobrenatural. Hace más de cuarenta años que mantengo esta convicción, sin otro argumento que el de la observación de sus actos cotidianos, aunque no le saquemos demasiado en los periódicos, por aquello de que "vende" más un criminal que un santo, más un político embustero que un ciudadano cabal, más un cantamañanas que un pensador." Hace un par de semanas hablando con el profesor de griego y periodista Román Piña, el que escribe en "El Cultural" y en la edición balear de "El Mundo", le confesaba yo que había pasado treinta y tantos años alejado de la fe y de las prácticas del catolicismo, pero que había vuelto al "redil", valga la manida y beata metáfora, gracias al testimonio vivo de ciertos amigos. Me refería, claro es, a Eduardo y a los viejos amigos con los que tantas vivencias y proyectos místicos compartí. Acababa de morir mi hijo Óscar, apenas treinta años y recién casado, artista cabal, aventurero impenitente, músico percusionista y miembro de un conjunto musical afro-mallorquín y mis viejos amigos, de los que tanto me desentendí durante el fulgor de ciertas etapas de mi carrera profesional, supieron y quisieron estar conmigo, como si no hubiesen pasado treinta y tantos años de distanciamiento. También, refiriéndome a Bonnín, dije lo que a continuación transcribo: "Cuando Eduardo esté en el andén de la resurrección definitiva, ya habrá terminado en estos pagos la discusión bizantina acerca de quien fue el verdadero fundador de los Cursillos de Cristiandad o, mejor dicho, los que quieran escribir libros como el de Xisco Forteza, q.e.p.d., ex marido de la actriz Carmen Maura, exaltándole como pionero, fundador y protagonista capital, lo seguirán haciendo con absoluta veracidad histórica y, por contra, los que quieran dejar escrito que fueron otros - el teólogo Juan Capó Bosch, de Andratx, o el obispo Juan Hervás, etc - los principales promotores del invento, también podrán testificarlo así, sin equivocarse un ápice. En suma, lo que menos importa en su caso personal y concreto es la fanfarria del fundador o el lugar concreto en que se fundaron. Para unos será en Cala Figuera de Santanyí y para otros en Sant Honorat de Cura. Para todos, Mallorca…" No todo han sido elogios para Eduardo. También tiene detractores y yo creo, sinceramente, que ciertos cronistas e historiadores con más ignorancia que maldad afirman que la doctrina que Bonnín practica y difunde tiene connotaciones fascistoides y hitlerianas o, peor todavía, signos inequívocos del nacionalcatolicismo que, según ellos, impuso Franco. Ignoran ciertos colegas que los peores enemigos que han tenido los Cursillos de Cristiandad han sido siempre el clero triunfal y mandón de los cuarenta años de Franco y los carcas meapilas que siempre estuvieron a la sombra del poder temporal de los trasnochados jerarcas - obispos, arzobispos, cardenales y papas - que metían bajo el palio de Dios a determinados gobernantes indeseables. Hasta hace bien poco, la jornada normal de Bonnín era así: Va por la mañana temprano a la cárcel de Palma a visitar a sus amigos, con aquel viejo carnet del año 1942 por el que se acredita como visitador de presos. Predica "rollos" en los "cursillos" de América y de Asia. Hace "reunión de grupo" en las ultreyas de Palma, cada lunes en el viejo caserón del Seminario Viejo, en el barrio de la Calatrava. Calma y amansa con su veterano discurso apostólico, hecho de tópicos inmortales, al enfermo terminal que, después del cursillo y de la cárcel vuelve a las andadas y quiere acuchillarlo y robarle en su piso de Palma, situado en el corazón del barrio en que trabajan las putas y circulan los macarras y los carteristas. Facilita datos inéditos de su fabuloso archivo personal al escritor que redacta una biografía importante. Presta libros singulares al que se los pide, porque, amén de tendero y comerciante proverbial, es un intelectual como la copa de un pino. Visita al Papa, que le recibe y abraza en su condición de líder internacional del apostolado seglar. Se edita un "long play" con la vieja canción emblemática de los cursillos - "De colores" - y con una selección hablada de sus principales conceptos y exhortaciones evangélicas. Ocupa con sus escritos y con su voz infinidad de páginas web en la red de Internet. En una de mis cartas, durante la revolución de los claveles en Portugal, hace ya 33 años, le decía a Eduardo: "Ya eres viejo, compañero mío, hermano mío del alma, pero te mantienes consciente y creciente en tu estado de gracia habitual. Nunca olvidaré el día en que pernocté en tu casa, en Son Roca, y al irnos a dormir, me dijiste: "¿Por qué no rezamos un rosario, de rodillas y brazos en cruz, puesto que el demonio no se toma ni las vacaciones de Navidad?". Y allá nos tienes a los dos, dale que te pego con las avemarías a voz en grito, bajo la noche cálida de aquel verano de 1950, cuando yo estaba enamorado de la cuñada de Guillermo Timoner y tú ya eras un elemento de patilla colorada y Juan Bonet, el padre de la cantautora Maria del Mar, alumbraba aquella novela magistral que se titula "Un poco locos, francamente..." Ayer fui al cine y vi la película de Edith Piaf. "La vie en rose" es, a mi humilde juicio, una gran película. Todo me impresionó en esa amarga y gloriosa historia de grandezas y de miserias. Hay una secuencia, la del encuentro de la Piaf con Marlene Dietrich, que me afectó de manera muy especial. Hablo del gozo que expresan los ojos de la cantante al conocer y abrazar a la mítica actriz. A veces, cuando evoco a determinadas personas que, por razón de mi oficio periodístico, he tenido la suerte, el placer y el honor de haber conocido y tratado, no sólo me acuerdo de que fueron grandes primicias o exclusivas que yo conseguí para mi periódico, sino grandes encuentros personales donde se fundamentó y edificó la sed de unidad, bondad y belleza que atraviesa mi biografía. Es inefable el gozo que siento al recordar la primera vez que hablé sosegadamente con Picasso o con Neruda, con Rabal o con Gloria Fuertes, con Delibes o con Cunqueiro. También he hablado con Adolfo Suárez y con Felipe González, pero esa es harina de otro costal. Hablé yo con ellos y me acuerdo de todo vivamente, pero no creo que ellos se acuerden de lo que hablaron conmigo. Eduardo, dicho sea a propósito, ha predicado durante toda su vida lo que los teólogos llaman la "comunión de los santos", pero siempre ha empleado la palabra "admiración" en lugar de "comunión". La admiración que sentimos y manifestamos por los demás, aunque sean de nuestro gremio o del partido contrario, es la medida más veraz de nuestra grandeza. Acaba de morir en Sevilla el querido colega y amigo José Antonio Garmendia Gil, el ateo que siempre – y nunca en vano - nombraba a Dios. No importa describir las vibraciones que esa muerte provoca en mi corazón. Cuando sus barbas, blancas y patriarcales, se cruzan con las de San Pedro…pongo las mías a remojar. ¡Qué remedio!