viernes, diciembre 14, 2007

Miguel Martinez, Inmaculada Constitucion, Un articulo plagiado

viernes 14 de diciembre de 2007
Inmaculada Constitución: Un artículo plagiado
Miguel Martínez
T IENE un servidor la convicción de que más de cuatro de los que escriben con la intención de ser leídos, en ocasiones, han sentido sana envidia de alguno de sus colegas por lo que éstos han escrito. Cuántas veces uno, después de leer una magnífica columna firmada por otro articulista, no hubiera deseado haber llegado el primero al mercado de las ideas y haber adquirido antes que nadie las que el otro ya se ha agenciado, para tener la oportunidad de plasmar sus devaneos en el papel, quizás soñando disponer del atino suficiente como para redactar ese artículo con un mínimo de elocuencia, la necesaria para parir un texto que produjese en sus lectores esa deliciosa sensación que nos causan esos artículos ingeniosos e impecablemente redactados. Y algo parecido le ocurrió a quien les escribe un día de éstos, cuando hojeando la prensa descubrió un artículo en un diario de la Cataluña Central, llamado Regió7, firmado por Xavier Doménech, con un título similar al que hoy da nombre a esta columna. Sintió quién les escribe esa sana envidia de la que antes les hablaba, por la elocuencia de su discurso, por su impecable redacción, y, sobre todo, por la coincidencia en la opinión de quien les escribe con el autor de dicha columna. Y a medida que avanzaba la semana y se acercaba la fecha límite para que un servidor remitiese a la redacción de este periódico su artículo semanal, y dándole vueltas y vueltas a la cabeza en pos de un tema de actualidad sobre el cual desarrollar su artículo, el mecanismo ése que debemos tener en algún recóndito lugar de nuestro cerebro que se encarga de buscar y seleccionar las ideas sobre las cuales un servidor pueda crear su columna, se daba a la buena vida y se negaba a llevar a cabo el trabajo a cambio del cual, puntual y religiosamente, recibe sus dosis de glucosa y nicotina, en una clara dejación de funciones que colocaba a este columnista al borde de la apoplejía y sin saber qué escribir. Por si fuera poco, ese otro mecanismo cerebral que se encarga de restregarnos por los morros los éxitos ajenos, insistía machaconamente en que lo de Xavier Doménech sí era un artículo como Dios manda y no la birria que le iba a salir a un servidor si no se ponía las pilas de inmediato y no decidía de una puñetera vez de qué iba a hablarles esta semana y lo dejaba, una vez más y como está ocurriendo ahora mismo, para un ratito antes del cierre y, para más INRI, ese demonio incitador que nos sale a todos a un lado de la coronilla se las tenía con el angelito que siempre le lleva la contraria desde el otro lado de la calva, tentando a este servidor de ustedes de la siguiente guisa: - Que le plagies el artículo, no seas idiota. Total mira la Ana Rosa Quintana y fíjate lo bien que le va. - Quita, quita –el angelito- ¿Cómo puedes pensar siquiera en eso? Qué vergüenza, Miguel, si te oyera tu madre... Y en esa batalla se hallaban ambos extremos de la conciencia de un servidor cuando ve aparecer por la tele a Ana Rosa Quintana –por supuesto en un programa de zapping, que Dios libre a este columnista de ver el magacín de esa señora- poniendo a parir al programa “Sé lo que hicisteis”, de La Sexta -que como ustedes sabrán, se dedica a mofarse de las pifias de los otros espacios televisivos- quejándose la Steel Quintana -lo de Steel Quintana es otro plagio, éste a mi estimada Nieves Concostrina- de que los de “Sé lo que hicisteis” vertebren su programación en base a las creaciones de otros. ¿Manda o no manda esas glándulas existentes en el interior del escroto? (Forma “fisna” de decir que manda huevos). Que sea la Quintana la que reclame el derecho a la propiedad intelectual es ya el colmo de los colmos, es decir, como perder un imperdible. Vamos, que hay que ser gilipuertas perdida. Pues nada, a plagiar tocan, eso sí, avisándoles a ustedes que están ante un mero y descarado plagio del artículo de otro articulista, por mucho que un servidor, en sus adentros, pretenda consolarse vendiéndose que no se trata más que del comentario que este columnista dedica a algo aparecido en prensa, como ha hecho tantas y tantas veces. El problema aparece cuando, tras buscar como un loco el periódico en cuestión, no lo encuentra –en esta casa a los periódicos de días anteriores les crecen patas y desaparecen misteriosamente- y la versión digital de ese rotativo requiere suscripción para consultar las ediciones anteriores. Así que no va a poder ser un plagio al más puro estilo Quintana -Control C y Control V- (cortar y pegar en cristiano) y lo único que le queda a quien les escribe para hacer un plagio medio apañado es lo que retiene en su otrora buena memoria. Apañados vamos... Empezaba el periodista su artículo expresando la confusión que genera el puente de la Constitución entre mucha gente, que ante la concentración de fiestas duda entre si viene antes la Purísima que la Constitución o si bien es a la inversa, defendiendo –o eso creo recordar- que no son pocos a los que les trae al fresco qué día es cada cual, pues lo que consideran importante de la cuestión es juntar unos cuantos días de fiesta con los que desaparecer de la ciudad, para aparecer –y esto lo añade un servidor, que no todo va a ser plagiado- todos juntitos en el Carrefour de las afueras, a darse de codazos los unos a los otros en los abarrotados pasillos y en las concurridas e inevitables cajas. En ese punto objeta el periodista una serie de datos que -pese a no pocas coincidencias entre ambas efemérides y a la similitud de su “gestación”- le pueden facilitar la tarea de distinguirlas. A saber: La fiesta de la Inmaculada Concepción, también llamada “de la Purísima” celebra la concepción -“sin pecado concebida”, recuerden- de la Virgen. Es un dogma de fe de los cristianos, por lo que a nadie se le pasa por la cabeza cuestionar ese embarazo tan sui géneris. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus. "...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles...". En definitiva, que eso es así porque sí y punto. No hay discusión alguna ni posibilidad de cambiarlo. Nuestra Constitución, pues casi igual. Fue sin pecado concebida, inmune de toda mancha de culpa original –aunque algún tiquismiquis pueda argumentar cierto estrés post-traumático durante el proceso constituyente (entendiendo como trauma cuarenta años de dictadura) y algún tenue rumorcillo que los exagerados definirían como ruido de sables- y hay quienes pretenden que, al igual que la Inmaculada Concepción de la Virgen, nuestra Carta Magna se convierta en Dogma de Fe, que siempre fue así, y que siempre será por los siglos de los siglos, amén. Y un servidor – y esta reflexión es propia, por lo que no deben culpar de ella al periodista de la versión original del artículo si no les gusta- opina que si el Espíritu Santo de nuestra Constitución –Poder Constituyente- la hubiese querido purísima e inmaculada in saecula saeculorum, no habría previsto en ella el Título X, en el que se estableció en qué términos debe desarrollarse la reforma o reformas de la Constitución. Y que una cosa es un dogma de fe, y otra, muy diferente, la norma básica que ha de regir la convivencia entre los ciudadanos. Y que, contrariamente a lo que piensen algunos, hablar de una posible modificación de la Constitución cuando la mayoría de ciudadanos así lo reclamen –con la garantía democrática que supone la necesidad de que sea aprobada por los tres quintos de las cámaras (o dos tercios si se propusiera la revisión total o la reforma afectara a los principios básicos y generales de ésta) no supone pecar contra ninguno de los 10 mandamientos de la Ley de Dios, que no fue ningún político el que dijo aquello de “Dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”. En cualquier caso, si discrepan de estos argumentos pueden remitir sus observaciones –especialmente si son poco agradables- al periodista de la versión original o, mejor, a Ana Rosa Quintana. A ella le resbalan las críticas, incluso cuando la pillan plagiando sin tener siquiera el detalle de avisar.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4324

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