lunes, diciembre 10, 2007

Ignacio San Miguel, El ruido de las trituradoras

lunes 10 de diciembre de 2007
El ruido de las trituradoras
Ignacio San Miguel
A veces se objeta que las noticias desagradables se realzan excesivamente y de que los comentaristas no tratamos de los aspectos positivos de la vida. Hasta cierto punto resulta comprensible la actitud de personas que encuentran solaz en lecturas optimistas, humorísticas, alentadoras, pues se encuentran deprimidas con la relación de desgracias que llegan a su conocimiento por diversas fuentes. Sin embargo, no conviene elevar esta actitud a norma ideal de conducta. Bien está reservarse unos momentos de evasión, pero la realidad manda y hay que atenderla. Se trata de la envergadura y peso de los acontecimientos. La matanza de cristianos en Sudán es un hecho que tiene más peso, más entidad, que el hecho de que los niños ingleses estén bien alimentados, en general, y vivan felices. Es un ejemplo. No es posible omitir el tema del aborto, por desagradable que sea, sobre todo en estos días del descubrimiento de las clínicas de abortos ilegales de Barcelona. Y, sin embargo, hay algo que suena a falso en todo esto, algo que desentona, una especie de disonancia. En efecto ¿no ha sido excesivo el escándalo? Parecería que ahora descubriéramos la crueldad del aborto. Se ha mencionado en todos los medios el gran ruido que producían las trituradoras. Pero era lógico que así fuese, pues debían triturar huesos, y aunque pequeños y blandos harían trabajar duro a las máquinas. Hay personas que necesitan estos detalles para caer en cuenta de las cosas. Una persona, que nunca me había hablado del aborto en esos términos, me dijo un día que resultaba horrorosa tal práctica. El motivo de ese despertar había sido que un amigo o pariente suyo había hallado el bracito, la cabeza y alguna otra parte del cuerpo de un niño en un vertedero cercano a una clínica. Esto le había provocado un choque emocional tremendo. Tuve que argumentarle que las clínicas abortivas tienen que deshacerse de los cadáveres de alguna forma, y que el caso no resultaba insólito, y que lo importante era haber suprimido aquella vida y no la forma de deshacerse del cuerpo (después de haber aprovechado del mismo todo lo aprovechable para usos médicos, cosmética, etc.). Ahora se dan detalles sobre el ruido de las trituradoras y el atascamiento de las tuberías de desagüe, y a uno se le ocurre pensar si no será más repugnante el arrojar restos de abortos legales, provenientes de una clínica legal, a un vertedero, que deshacerse de ellos en una trituradora en una clínica que realiza abortos ilegales. Porque si el primer caso tiene una explicación lógica, el segundo también la tiene, y puede que sea una solución más limpia. Y a saber si en las clínicas acreditadas no funcionan igualmente estas trituradoras. También se habla de decapitaciones ¿pero acaso no es práctica común en determinados abortos legales fracturar en trozos la cabeza del niño para facilitar su salida? Lo que yo no alcanzo a percibir es que haya diferencias fundamentales en las actividades de las clínicas intervenidas y el resto de clínicas. No digo que no haya diferencias, sino diferencias fundamentales. En España abortan al año 100.000 mujeres legalmente. Repito, legalmente. El 97% acogiéndose al supuesto del presunto “daño psíquico” grave para la madre. Muy simple ha de ser la persona que crea que esta enorme cantidad de mujeres vaya a sufrir daño psíquico grave si no aborta. Esto es lisa y llanamente una estupidez. Naturalmente que sufrirá un trauma al quedar embarazada cuando no lo deseaba, y la llegada de un nuevo ser inesperado a la familia causará trastornos. Hasta puede que estropee unas vacaciones acariciadas largamente. Yo también sufro un choque psíquico muy desagradable cuando me encuentro que han abollado la carrocería de mi coche. ¿Pero dónde está el daño psicológico grave? ¡Claro que si un psiquiatra decide que sí lo puede haber y así lo certifica…! Es así que nos encontramos con que 97.000 mujeres al año en España habrían de sufrir un daño psíquico grave en el supuesto de que no abortaran. ¡Bah! Si fueran dos docenas, aún estaría dispuesto a creerlo. El problema del aborto es, pues, el aborto legalizado, no el ilegal. Está muy bien que hayan detenido a los miserables de Barcelona. Pero no hay por qué dejarse confundir por esta cortina de humo. Tampoco debemos perder el tiempo en fijarnos en detalles macabros, como las trituradoras y demás preciosidades. Detalles macabros en abundancia los vamos a encontrar en las clínicas prestigiosas y en los abortos legales. Lo importante es saber que cien mil vidas humanas son suprimidas al año en España legalmente. Las irregularidades e ilegalidades son asunto menor. Su persecución y penalización están muy bien, pero a algunos pueden hacerles creer que España es un país muy serio donde se persigue el aborto, cuando la realidad es que se le considera el paraíso de los abortistas, y son muchísimas las mujeres extranjeras que vienen a España para abortar. Hay que tener en cuenta que en el cuarto supuesto de daño físico o psíquico para la madre no hay plazos y el aborto puede realizarse en el último período de la gestación. Por supuesto, legalmente. La lucha contra el aborto debe dirigirse, por tanto, contra el aborto legalizado. El aborto ilegal es pura anécdota. Los bienpensantes, que siempre están en la higuera, pueden espantarse ante las noticias dramáticas, tranquilizándose al mismo tiempo ante la rápida actuación de la Justicia. Pueden pensar que se ha realizado una eficaz labor de limpieza, y que las cosas tornan de nuevo a marchar razonablemente bien. Pero eso es apropiado para los bienpensantes y los conformistas; aquellos que no quieren que su plácido buen humor se altere con realidades crueles. Pero, como digo al principio, hay cosas cuyo peso exige su mención, y como en este caso, su mención reiterada. Una y mil veces habrá que hablar de este genocidio, hasta que se llegue a su resolución, que no es otra que la vuelta a la ilegalización del aborto.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4306

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