miércoles, noviembre 28, 2007

Salim Mansur, Venga, otra vez

miercoles 28 de noviembre de 2007
Conferencia de Annapolis
Venga, otra vez
Para cualquiera con mínimas nociones de historia de Oriente Medio, la elección de la fecha en que tiene lugar la conferencia de Annapolis no deja de estar teñida de cierta ironía. En este mes se cumplen varios aniversarios redondos para árabes y judíos.

Salim Mansur

Lo único positivo de la conferencia de Oriente Próximo que la administración Bush está celebrando en Annapolis, Maryland, son las bajas expectativas de todas las partes de conseguir algún logro dramático que ponga fin al conflicto palestino-israelí en torno a los territorios y los refugiados antes de establecer el Estado palestino.
Lo bueno, en cambio, es predecible. Los terroristas, sus partidarios y sus apologistas en la región sacarán todo el provecho posible al hecho de que Estados Unidos no atenderá las exigencias unilaterales palestinas, que además carecerán del acompañamiento de garantías o pruebas de que los palestinos dejarán de apoyar el terrorismo, por alinearse con Israel.
La verdad obvia de tales conferencias de Oriente Medio es que los estados árabes atacan en grupo a Israel con el objeto de hacer una exhibición de fuerza verbal en el frente diplomático, encaminada a compensar su miserable historial en guerras que ellos han provocado contra el único puesto avanzado de la democracia en su entorno.
Para cualquiera con mínimas nociones de historia de Oriente Medio, la elección de la fecha en que tiene lugar la conferencia de Annapolis no deja de estar teñida de cierta ironía. En este mes se cumplen varios aniversarios redondos para árabes y judíos. Fue hace 90 años, en noviembre de 1917, cuando Gran Bretaña se comprometió, mediante la declaración de Balfour, a establecer una patria judía en Palestina.
Después, hace 60 años, en noviembre de 1947, la ONU aprobó la resolución que dividió Palestina en dos estados, presentada por Gran Bretaña bajo mandato de la Liga de Naciones: uno árabe y otro judío. Veinte años más tarde, en noviembre de 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 242 como sustrato para mediar un final al conflicto árabe-israelí.
Finalmente, hace 30 años, en noviembre de 1977, el presidente de Egipto Anwar Sadat visitó Jerusalén, habló en la Knesset israelí y abrió negociaciones con el primer ministro Menachem Begin que dieron como resultado el acuerdo entre Egipto e Israel.
Durante todo este tiempo, los estados árabes podrían haber reconocido en cualquier momento los derechos de los judíos a un estado en Palestina, aceptado la resolución de la ONU sobre la partición, negociado los detalles de la coexistencia, ayudado a los palestinos con su estado y recibido el apoyo de las grandes potencias, Estados Unidos incluida, para que satisficieran las necesidades de sus pueblos y llevaran prosperidad a la región, algo que no debería ser tan complicado dados los recursos de que disponen.
Pero la postura árabe fueron unos contundentes "tres noes", tal y como las proclamó el líder egipcio Gamal Abdel Nasser después de que su desbordada ambición y la de sus partidarios fueran aplastadas en la humillante derrota de la guerra de junio de 1967: no a la paz, no a la negociación y no al reconocimiento de Israel.
La gran mentira que se cuenta repetidamente en Oriente Medio, y en casi todo o parte de Occidente, es que el apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel es un obstáculo para alcanzar una paz justa en la región. Y es que no se especifica el significado de "paz justa". Para los partidarios árabes y musulmanes de Hamás, Hezbolá, Al Qaeda, o los acólitos iraníes del difunto ayatolá Jomeini, una "paz justa" exige el desmantelamiento de Israel y el retorno de los judíos a la posición de dhimmis, o ciudadanos de segunda clase, según dictan las leyes islámicas que datan de cuando los árabes eran creadores de imperios.
Hasta que haya un cambio profundo de mentalidad en los árabes y palestinos, si es que eso ocurre, como el que demostró el presidente Sadat al reconocer a los judíos como partes iguales y reconciliándose con Israel, los saraos diplomáticos como Annapolis seguirán siendo un ejercicio ilusorio en el que los estados árabes se limitan a buscar concesiones americanas e israelíes como reivindicación de que están en lo correcto.

http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_40634.html

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