lunes, noviembre 26, 2007

El mundo al reves, las victimas son malas y los vedugos, buenos

lunes 26 de noviembre de 2007
El mundo al revés: las víctimas son malas y los verdugos, buenos
Alfonso Basallo (Elsemanaldigital.com)

U NO de los efectos más perversos que ha tenido el ya largo coqueteo del Gobierno Zapatero con los gangsters de ETA-Batasuna ha sido la conversión de verdugos en víctimas y de víctimas en verdugos. El tacticismo político ha generado relativismo moral: una suerte de mundo al revés que ha calado en la sociedad. Quienes tienen marcada en sus carnes la huella de la metralla, o cargan sobre su alma el infierno de un secuestro, o soportan de por vida la cicatriz de la pérdida de un esposo… resulta que son ahora unos quejicas, unos caprichosos, unos manipuladores, poco menos que unos fascistas que echan leña a la caldera de la crispación. En tanto que algunos asesinos, amparados por el sacrosanto salvoconducto de "negociador", han obtenido el certificado de doctores en democracia, nuevos héroes a lo Sinn Fein, redimidos por el diálogo, y transformados por arte de birlibirloque en tipos respetables que luchan por la paz. Este trueque de buenos en malos y viceversa no es producto del azar, sino consecuencia de un largo proceso para justificar una bajada de pantalones del Estado de Derecho, al estilo de Chamberlain ante Hitler (o si lo prefieren de Petain ante los panzer que se merendaron Francia en 1940). Toda traición tiene un precio, y siempre hay unos primos que pagan el pato. En el caso que nos ocupa, las víctimas del terrorismo. El proceso se ha llevado en tres frentes: 1. El político: con las negociaciones con los forajidos iniciadas por el PSOE cuando aún estaba en la oposición, a espaldas del Parlamento y a traición, orinándose en el Pacto Antiterrorista que ellos mismos propusieron. 2. El judicial: mediante la aplicación de la ley, según el contexto, es decir procurando perjudicar o importunar lo menos posible a los brazos políticos del terrorismo. La pasividad-complicidad de jueces y Gobierno ante ANV es la prueba del algodón. 3. El psicológico. Para que el discurso surtiera efecto y calara hondo, era preciso complementarlo con la perversión del lenguaje, infalible arma psicológica como muy bien saben los estudiosos de Goebbels. Llamar "trágicos accidentes" a los atentados es sólo un botón de muestra de los lapsus y otros recursos típicos de la propaganda. Consecuencia: con una foto se presenta a un killer como víctima de un Estado despiadado e inmisericorde y con una palabra se presenta a las víctimas como unos aguafiestas crispadores. La foto es la de Iñaki de Juana encadenado a la cama, y en los huesos, como un judío de Auschwitz. La palabra: "Innecesaria" es la que ha merecido en algunos medios y algunos políticos la manifestación organizada ayer por la AVT. "No hay motivo" se ha llegado a decir… ¿motivo? Siempre lo hay cuando se trata de las víctimas. Puede que no sea políticamente correcta, pero sí es moralmente correcta. Puede que no sea estratégica… pero esa es otra cuestión. La demonización se ceba con alguno de los íconos visibles de las víctimas. Tanto en el terreno judicial/político: Alcaraz sentándose en el banquillo, por decir que el rey va desnudo (esto es por criticar las negociaciones con ETA), mientras que Josu Ternera sigue en libertad y en paradero desconocido (desconocido excepto cuando hay que negociar: entonces tiene el móvil conectado). Como el terreno mediático: la AVT soportando una lluvia de improperios (extremista y radical es lo más suave). Esa inversión de los términos alcanza, en ocasiones, ribetes crueles, de una crueldad intolerable. Es el caso de Cándido Aspiazu que abrió una ferretería en los bajos del edificio de Azkoitia, donde vive Pilar Elías, la viuda del hombre al que asesinó años atrás. O el de Vicente Nazábal, que fue nombrado hijo predilecto de Echarri-Aranaz, 17 años después de haber matado a tiros a Jesús Ulayar, alcalde de esa localidad. De esa forma, las víctimas del terrorismo lo son doblemente. En primera instancia, el atentado, la muerte, la mutilación, la marca de Caín grabada a fuego… y en segundo lugar, la desubicación social, la demonización psicológica, su reducción a personaje sospechoso y aguafiestas. No me lo estoy inventando. Basta leer en El País, un artículo de Francisco J. Laporta, titulado significativamente El lugar de las víctimas. Y aparecido, qué casualidad, la víspera de la manifestación de la AVT. El autor denuncia la politización de las víctimas del terrorismo –hasta ahí, bien, no puedo estar más de acuerdo-. Pero desliza un par de ideas que parecen escritas por un colaboracionista de la Francia ocupada, con síndrome agudo de Estocolmo: Una, que nos hemos pasado de arropar afectiva y psicológicamente a las víctimas y dos, que la compasión no es obligatoria. Resulta tan rebuscada la perorata de este cátedro que se remonta a Locke que uno se acuerda de ciertos aristócratas británicos que en vísperas de la Segunda Guerra Mundial se remontaban a los griegos para criticar a los judíos alemanes. Lo cuenta muy bien Kazuo Ishiguro en su novela Los restos del día (adaptada al cine con el título Lo que queda del día). Aquellos aristócratas hacían durísimos juicios de valor, desde el otro lado del Canal, cómodamente instalados junto al juego de su cottage. Avanzada la novela, el lector descubre que además de juicios de valor, hacían otras cosas…
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp

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