domingo, septiembre 30, 2007

Xavier Pericay, Restablecimento y convalecencia

domingo 30 de septiembre de 2007
Restablecimiento y convalecencia
POR XAVIER PERICAY
No deja de ser significativo que el mismo día en que un Consejo de Ministros extraordinario presidido por Suárez aprobaba el Real Decreto por el que se restablecía la Generalitat de Cataluña, uno de los ministros del mencionado Consejo ofreciera a Miquel Roca Junyent, a la sazón portavoz de la minoría catalana en el Congreso, la cartera de Relaciones con las Cortes, y que Miquel Roca, después de consultarlo con Pujol, declinara la oferta. Y digo que no deja de ser significativo porque aquel primer paso, tan simbólico como efectivo, en la construcción de lo que se vino en llamar la España de las Autonomías ya tuvo entonces como contrapunto el «sí, pero no» que iba a caracterizar en adelante la posición del nacionalismo catalán respecto a la gobernabilidad del Estado. Sí al apoyo parlamentario (a cambio de transferencias, por supuesto); no a la corresponsabilidad de gobierno.
Que a lo largo de estos treinta años que hoy conmemoramos ese nacionalismo liderado durante un cuarto de siglo por Pujol y en el último lustro por Artur Mas se haya mantenido en sus trece (y ello con independencia de que en Madrid gobernaran UCD, PSOE o PP), demuestra hasta qué punto el encaje de Cataluña en España no ha sido nunca un objetivo del catalanismo hegemónico.
Cuando la prensa insistía en que Pujol era un político que llevaba el Estado en la cabeza nadie caía en la cuenta de que el Estado en cuestión no era precisamente el español. En realidad, y exceptuando el periodo de dos años y medio en que Tarradellas presidió la Generalitat, los esfuerzos por lograr el encaje de la parte en el todo han venido siempre del mismo lado, y no han sido nunca correspondidos.
De ahí que a nadie deban sorprender los lodos en los que poco a poco nos vamos hundiendo catalanes y españoles. Hace treinta años nos pareció que el restablecimiento de la Generalitat no podía sino constituir un estadio fundamental en el proceso de apaciguamiento y concordia que la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país habíamos iniciado. Hoy, al ver en qué ha parado aquella ilusión, muchos tenemos la sensación de seguir en plena convalecencia. Y nos preguntamos, cansados, hasta cuándo.

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