domingo, septiembre 30, 2007

Sechura

lunes 1 de octubre de 2007
Sechura
Venían los médicos resfriados y tristes. Cansados. Pero no con el cansancio del trabajo, sino con el cansancio de ver que no es fácil cambiar el mundo.
Hay un pintor que lo intenta con un trozo de caña y tinta china al exponer en una plaza los cuadros en los que retrata en blanco y negro las puertas desvencijadas del distrito limeño de Miraflores. Se llama Shigeru Yamamoto, y dice que quiere con sus puertas «plasmar los problemas y las alegrías de la realidad». Creo que lo consigue. Tiene una puerta que me llamó a los ojos, donde se lee en su fachada un letrero que en su ruina haría reír, «Prohibido estacionarse», en una habitación de invitados.
Me hubiera encantado llevarme ese cuadro, pero no suelo traerme nada de los viajes. Tampoco dejo. No soy como las enfermeras ni los médicos del hospital coruñés Juan Canalejo, que volvían con menos equipaje del que llevaron, pues dejaron en los pueblos de pescadores de la provincia de Sechura placas para radiografías, fármacos, gafas para los niños, y todos sus conocimientos de buceo.
Esta costa de Perú está casi tapizada a seis metros por unas conchas púrpuras de abanico y de su recolección viven en los pueblos. Y su recolección les mata. Cuentan que el equipo con el que se sumergen aquí los buzos les acorta tanto la vida que suelen morir antes de los treinta y cinco, dejando sin recursos a sus familias.
También dejan mucho que desear las condiciones sanitarias de sus casas y, hasta por el desierto de Sechura, vuelan a miles esas bolsas de plástico que convierten a la pobreza en la más horrible miseria.
Y ésta, para quien la atraviesa, es la puerta menos alegre del mundo.

No hay comentarios: