domingo, septiembre 30, 2007

Marcello, El temblor

lunes 1 de septiembre de 2007
El temblor

A Ibarretxe, dice él, no le temblará el pulso que le piensa a echar al Estado. Pero a Zapatero ya le tiemblan las canillas y se pasa los días con Pepiño echando las cuentas sobre los escaños que puede sacar en cada provincia si es que antes no se le derrumba el tinglado de su farsa y levedad. A Rajoy, por el contrario, no le tiembla nada porque no está, ni se le espera, que diría don Sabino. Y a Aznar tampoco le tiembla nada pero se le hinchan las venas —por no decir otra cosa— del cuello como a un cantaor viendo lo que hace Zapatero, por haberse ido él con Bush y Blair a la guerra de Iraq, y lo que no hace su ahijado, Rajoy.
España entera es toda ella un temblor, que recorre todas las instancias de los palacios reales mientras las hordas del chavaleo nacionalista queman las fotos del Rey y lo ponen boca abajo, como a San Pedro, para que arda de la cabeza a los pies. Y no porque la República esté al caer, que si todavía no cayó Bagdad después de los miles de bombas americanas y de la guerra civil añadida, imagínense ustedes lo difícil que es derribar una nación y no digamos una institución. Eso sí, a partir de ahora, escándalos en Zarzuela ni uno, porque a la primera de cambio se puede armar.
¿Y las finanzas? ¿Acaso no están temblando los banqueros, que ya no se prestan ni para comprar tabaco los unos a los otros? O los tenedores de los créditos, y de los bonos basura de aquellos duros antiguos que tanto en Cádiz dieron que hablar, y que se vendían a cuatro pesetas en los mercados nacionales y en el internacional. Y no digamos los constructores de poca monta y los endeudados hasta el cuello, cuando el dinero estaba barato y ahora está por las nubes hasta el jabón de afeitar.
Y qué les cuento del temblor que tienen en Prisa con lo del fútbol, y en La Sexta con la posible derrota de Zapatero, y en Antena 3 TV, desde donde José Manuel Lara niega a España, mientras sus empleados del Avui dan cancha a la quema de fotos del Rey, con la misma alegría que el presidente de Planeta —que dicen que quiere opar a Vocento—, de la mano del Conde de Godó, aclamaron aquel Estatuto independentista de Maragall que aprobó el Parlament mientras cantaba emocionado Els Segadors. Hasta que vino el Rubalcaba con la guadaña, sentó a Artur Mas en la Moncloa y segó un poquito el Estatut de Lara, Maragall, Carod y Godó a la espera del segundo cepillado, que diría Guerra, del Tribunal Constitucional, que también está preso de su particular temblor, como el Consejo General del Poder Judicial, todos a garrotazos entre sí y con los pies enterrados en el suelo como en el cuadro de Goya.
Desde luego a González o a Aznar no se habrían atrevido Ibarretxe, ni los Arzalluz o Pujol, a echarles un pulso. Pero al tontito de la Moncloa sí, porque lo tienen pillado por los mismísimos con las actas secretas de los pactos de Loyola, que en algún sitio del Vaticano tendrá bien escondidos la Conferencia Episcopal, donde siempre le ponen una vela a Dios y otra al Diablo, por si las moscas. Y siempre y cuando que no se entere su talibán Jiménez Losantos, el socio del Pocero, que desde el altar de la COPE pide la abdicación del Rey, empujado se supone que por Esperanza Aguirre, que es su madrina y protectora y, por condesa de Murillo, gran traidora al Rey. Y a los liberales por liberticida (Telecinco se hunde) y acudir a un congreso conservador, mientras le tiemblan las nalgas pensando que en las listas de Madrid irá, abriéndose paso, Gallardón.

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