domingo, septiembre 30, 2007

Los ataques a la monarquia

1-X-2007
Los ataques a la monarquía
Así, cuando se suma a una provocación otra provocación aún mayor, lo peor que se puede hacer es abandonar a quienes siguen luchando para evitar que sus regiones caminen aún más lejos en la ruta que les lleva lejos de España y de la libertad

Posiblemente, el mejor arma con que cuentan los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, aparte de Zapatero, sea el hastío que provocan sus invectivas, sus insultos, sus insensateces, sus invenciones a costa de la historia o sus intentos frecuentemente exitosos de imponer medidas totalitarias en materia lingüística y cultural entre las personas de bien. Ese cansancio que termina por provocar que algunos acaben gritando un "¡Que se marchen!" como si fuera la solución y no la victoria de quienes aborrecen tanto a España como a la libertad.
Así, cuando se suma a una provocación otra provocación aún mayor, lo peor que se puede hacer es abandonar a quienes siguen luchando para evitar que sus regiones caminen aún más lejos en la ruta que les lleva lejos de España y de la libertad, que desde hace ya mucho se han convertido en la misma cosa en este país. No se puede renunciar a defender la ley frente a la jauría, ni se puede abandonar la lucha de las ideas por acomodos y ambiciones políticas.
Una de las maneras más sutiles y más sencillas de abandonar esa pelea es desviar el foco de atención, como ha sucedido en estos días de quema masiva de retratos de los Reyes. Cuando un acto contra la Corona, por ser la de España, se equipara a las opiniones de quienes defienden su país de aquellos que, incluso desde las más altas instancias, ayudan con su inacción a quienes lo atacan, lo único que se está haciendo es rebajar la importancia de las amenazas reales. Flaco favor hacen así a los Reyes quienes tanto alardean de monárquicos, porque sólo tiene sentido la monarquía si existe una Nación sobre la que reinar. Y es la lucha por la subsistencia de esa Nación la que abandonan. Esperemos que sólo sea por cansancio, y no por mezquindad o pura y llana complicidad.

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