domingo, septiembre 30, 2007

Inocencio Arias, Ahmahineyad, ¿ridiculo o exito?

lunes 1 de octubre de 2007
Ahmadineyad, ¿ridículo o éxito? Inocencio Arias

Repasando los medios de información de Estados Unidos de los últimos años será difícil encontrar un dirigente extranjero que en 3 días haya tenido más repercusión que el iraní Ahmadineyad.
Negar que entre los millones de iraníes pueda haber homosexuales ciertamente ha amplificado el eco de su visita a la ONU y a Nueva York. Humoristas y dibujantes se han desternillado de risa y periódicos serios ya sacan reportajes sobre cómo vive la comunidad gay en Teherán con artículos con el encabezamiento de “Me llamo Amir. Soy iraní y homosexual”.
La afirmación insólita le habrá hecho aparecer como un totalitario descerebrado ante muchos lectores occidentales, pero hay que preguntarse si, con su visita, Ahmadineyad no habrá llegado con éxito a dos audiencias para él más significativas, su opinión pública y la del mundo islámico. El acto en la Universidad de Columbia es un buen ejemplo. Cubierto por doscientos periodistas, bastantes islámicos, el acontecimiento había suscitado enorme polémica al proporcionar a Ahmadineyad, un dirigente que quiere hacer desaparecer a Israel del mapa, un púlpito sonoro y privilegiado. Aunque se impuso el ejercicio de la libertad de expresión, innumerables comentaristas, incluso liberales, se indignaron arguyendo que no puedes cambiar la mente de un rematado totalitario a través del diálogo. Se acusó a la Universidad de haber sido igualmente complaciente con dirigentes nazis y fascistas italianos en los treinta.
Para compensar la avalancha de críticas, el rector pasó a la ofensiva... en la presentación de su invitado llamándolo entre otras cosas “dictador mezquino y cruel”. La grosería, incluso para patrones occidentales, de insultar a tu invitado ha tenido que jugar a favor del presidente iraní entre el público islámico. Bollinger, el rector, quebrantando las reglas elementales de la urbanidad, un “ataque sionista”, se ha dicho en Irán, mientras Ahmadineyad parecía digno y contenido. En Teherán, el opositor Mohsen Mirdamadi comentaba que el incidente había reforzado la imagen del presidente en casa.
Su afirmación posteriormente en la ONU de que se fuma un puro con las resoluciones del Consejo que le exigen que detenga su programa nuclear y, gracias a la actitud de Rusia y China, el logro de unos meses de negociaciones sobre el asunto habrá reforzado su imagen entre los islámicos. Es el líder incontestado que se opone a los malos, Israel y Estados Unidos.
Mientras en este país, los analistas, aún conscientes del peligro de la bomba iraní, escaldados con su pasividad hace cinco años ante la guerra de Iraq, no se animan a subrayar la amenaza que plantea Teherán para no darle alas otra vez a los neoconservadores o partidarios de una nueva intervención.

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