lunes, agosto 13, 2007

Zapatero cambia de tactica

martes 14 de agosto de 2007
Zapatero cambia de táctica
NUNCA llueve a gusto de todos en el PSOE. Desde el principio de la legislatura, Zapatero ha tenido que soportar las críticas -a veces muy explícitas- de algunos clásicos de su partido como Guerra, Leguina, Rodríguez Ibarra, Vázquez o el propio Felipe González. Ahora los que expresan su desacuerdo con el presidente del Gobierno son algunos socialistas vascos y navarros, así como Pasqual Maragall, que ha vuelto por un momento al primer plano de la actualidad para demostrar que sigue respirando por la herida del Estatuto. El ex presidente de la Generalitat se lamenta ahora de que Zapatero, su antiguo aliado, esté «a la defensiva» y se sienta «acomplejado» ante el PP. El secreto a voces de la discrepancia es el cambio de rumbo que La Moncloa y Ferraz han imprimido a la política territorial, haciendo ahora gala de una «españolidad» obviada durante los últimos tres años y que sería digna de elogio a no ser por la enorme carga electoralista, y por tanto interesada, que conlleva el meditado cambio estratégico.
Desde que ETA reventó la legislatura al anunciar el fin de la tregua, el sedicente «proceso de paz» agotó sus posibilidades, si es que alguna vez las tuvo. Con un evidente oportunismo, Zapatero se ha olvidado de las supuestas virtudes pacificadoras de De Juana y de Otegi, y ha puesto en marcha una operación de imagen basada en un enfoque «españolista». Incluso José Bono -nostálgico de tiempos mejores- se ha prestado a dar otra vez su apoyo al proyecto de su jefe y a la vez rival. Por razones tácticas, el PSOE ha renunciado a gobernar en Navarra con los nacionalistas, asumiendo el coste de una fuerte crisis en el seno del PSN.
Es evidente que el Ejecutivo prodiga gestos de naturaleza electoralista desde hace algún tiempo, como el anuncio de los 2.500 euros por hijo y la puesta en marcha de la Ley de Dependencia. Pero sobre todo ahora pone énfasis en una aparente defensa de la España constitucional, sabiendo que cuenta en ese punto con el apoyo de una gran mayoría. Además de ser contradictoria con la visión que ha prevalecido durante años, la nueva apuesta del PSOE no está exenta de riesgos. Zapatero intentó poner en marcha una alianza social-nacionalista, incluyendo elementos radicales y partidos antisistema como ERC. Precisamente los republicanos catalanes han advertido ya que no están dispuestos a apoyar la próxima Ley de Presupuestos, mientras desde IU Gaspar Llamazares lanza también mensajes en el sentido de que no será fácil que el Gobierno cuente con ellos. En este contexto, el resto de la legislatura se convertirá en un periodo de inestabilidad muy perjudicial para el conjunto de la sociedad española. Es probable que Zapatero no se atreva a anticipar las elecciones. En todo caso, es seguro que si aguanta hasta el final nadie va a prestar atención a los problemas reales de los ciudadanos. Nos esperan ocho largos meses de maniobras al servicio del poder que amenazan con paralizar al país sin beneficio alguno para el interés general. Mantener abiertos el Congreso de los Diputados y el Senado durante el próximo periodo de sesiones resulta perfectamente superfluo a la vista de un programa legislativo que sólo incluye leyes de puro trámite o bien cuestiones polémicas que sería mejor arrinconar, como la Ley de la Memoria Histórica.
El giro de Zapatero huele a pura maniobra política. De hecho, todo apunta a que no se trata de un humilde reconocimiento de su error o de una rectificación en toda regla, sino que parece una táctica para sacar adelante «como sea» un proceso electoral incierto y de dejar sin discurso a la oposición. Vistos los antecedentes y las convicciones de que Zapatero ha hecho gala durante la legislatura, si llegara a gobernar de nuevo tras las elecciones, no es descartable que reaparezcan las aventuras territoriales y que tratara de reconducir el «proceso de paz». Zapatero ha vinculado su figura política con una llamada «España plural» que encubre una modificación sustancial del modelo territorial establecido por la Constitución. Lo de ahora, simplemente, rezuma conveniencia.

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