lunes, agosto 06, 2007

Villacañas, Apuntaciones en torno a Jesus Polanco y Gabriel Cisneros

lunes 6 de agosto de 2007
Apuntaciones en torno a Jesús Polanco y Gabriel Cisneros
Antonio Castro Villacañas
A LGUIEN se ha preguntado, en un artículo exaltador de la figura de Jesús Polanco, nacido en 1929, "cuáles serían los arquetipos tomados (por él) como modelo en aquella desgarrada y empobrecida España recién salida de la Guerra Civil, espectadora de un pavoroso conflicto mundial y axfisiada por el nacional- catolicismo construido al alimón por la dictadura y por la Iglesia". La respuesta es sencilla. Los mismos que adoptó Gabriel Cisneros, nacido en 1941 y muerto pocos días después de que falleciera el emperador de los medios de comunicación pública. Ambos tenían en común una duradera admiración moral por José Antonio Primo de Rivera, nacida del deseo de emular su figura como lógica consecuencia de la educación de los sentimientos por ambos recibida en el Frente de Juventudes durante su infancia y adolescencia, y por ambos puesta en práctica en la primera parte de su vida para superar las pruebas que complicaban o dificultaban su respectiva existencia. Esa capacidad de admiración moral fue con toda seguridad la principal escuela en que desde los 10 a los 20 años se formaron los rasgos fundamentales de su carácter, que se fue afianzando a lo largo de su vida, y el repertorio de las virtudes que orientaron su comportamiento humano. Tengo para mí que el mensaje joseantoniano mejor recibido por Jesús Polanco y Gabriel Cisneros fue el dejado en su testamento por el Fundador de la Falange al expresar su deseo de que ojalá fuera su muerte la última producida en España a causa de enfrentamientos políticos. Estoy en condiciones de afirmar que ello fue así durante el largo tiempo en que ambos fueron amigos y camaradas míos dentro de la Falange, y quiero pensar en que tal huella pervivió en su alma cuando primero Jesús y años después Gabriel dejaron tal hermandad por otras que les proporcionaron mas ventajas y provechos. A mitad de los años 60 Polanco, y Cisneros a mediados de los 70, de diferente manera y por distintos cauces abandonaron sus anteriores patrones de excelencia moral y adoptaron otros totalmente alejados a los que guiaron su pasado. Me consta que Jesús siguió durante bastante tiempo los pasos de Dionisio Ridruejo en búsqueda de una República Social-Demócrata. La muerte del poeta falangista le dejó sin inmediato referente político y humano, me han dicho estos días algunos amigos mutuos al comentar los coros superangélicos que han cantado en torno a su cadáver. Según ellos, a partir de la muerte de Dionisio su ideología fue el puro poder, el poder que le proporcionaban los medios de comunicación social que por diversos caminos llegaron a sus manos. Nada se hacía en ellos sin su previo conocimiento e inmediato consentimiento, en un autoritarismo sin ideología o, si se prefiere, con la única ideología del poder por el poder, esa que donde se instala produce al mismo tiempo previsibilidad, orden y ausencia de crítica, rasgos característicos del imperio Polanco. Cisneros siguió una trayectoria diferente, porque la primera parte de su larga carrera política -desde los 20 a los 34 años- la hizo dentro del franquismo, en comunidad de servicio con cuantos como él procedían del Frente de Juventudes y por eso no estaban conformes con el modo de interpretar España y la Falange que tenían quienes también eran franquistas pero de muy contrapuestas y diferentes procedencias. Ello motivó que no durase mucho al frente de la nueva Delegación Nacional de la Juventud, donde impulsó la Organización Juvenil Española para reemplazar las Falanges Juveniles de Franco, en un inteligente intento de asegurar la continuidad de lo básico por medio de convenientes reformas parciales. Su inquietud política le llevó después a formar parte de la redacción de "Pueblo", el diario de la tarde donde Emilio Romero reunió las mejores o más lucidas firmas políticas y literarias de aquellos tiempos, movidas todas por el noble afán de abrirle nuevas perspectivas a España. En "Pueblo" descubrió Gabriel Cisneros la importancia del Parlamento, y sus crónicas de aquellas Cortes están llenas de agudas observaciones sobre el aceptado presente y el futuro deseable. Por aquella época, poco antes de que ganara las oposiciones al Cuerpo Técnico-Administrativo del Estado que le llevarían a trabajar en la Presidencia del Gobierno, fue cuando yo le conocí directamente, como uno más del puñado de estudiantes y trabajadores que desde diferentes puestos procuraban instalar en el franquismo la idea de que éste no podría subsistir tras la muerte de Franco. Futuros historiadores, superando las muy deficientes visiones del franquismo hasta ahora publicadas, les dirán a los españoles interesados en este tema que el régimen de Franco no fue nunca, en sus 40 años de duración, ni un bloque monolítico ideológico ni un monolítico sistema operativo. A lo largo del tiempo, el franquismo fue una especie de orquesta integrada por varios instrumentistas de diversa calidad, que la batuta de Franco permitía o hacía sonar con más o menos frecuencia e intensidad en razón de lo que las circunstancias demandaban, no por fidelidad a lo que la partitura decía. En esa orquesta, uno de los más sonoros y vistosos instrumentos era la Secretaría General del Movimiento, pero junto a él y a otros de igual relieve había otro no menos eficaz para el concierto aunque salvo excepcíones casi siempre no produjera el menor ruido... Algún día cualquier serio estudioso del franquismo contará lo que hizo y lo que impidió o dificultó se hiciera la Presidencia del Gobierno, sobre todo en la larga etapa que estuvo bajo el mando de Carrero Blanco. Ese mismo autor, u otro más inquieto, puede ser que se atreva a contar cuanto de oscuro, erróneo y mezquino ha habido tras las puertas de los varios servicios de información que creó y mantuvo la citada Presidencia, en teoría para mejor servir y defender a España y al Régimen... Pero esas son historias que casi nada tienen que ver con las personas objeto de estas apuntaciones. En Presidencia del Gobierno aprendió Gabriel Cisneros que el objetivo último de cuantos franquistas estaban allí instalados no era tanto el de afianzar y validar el posible "franquismo después de Franco" como el de consolidar la Monarquía que Franco había instaurado, lo que suponía el liberarla lo más posible y cuanto antes de los compromisos por ella contraídos con Franco a fin de posibilitar y garantizar su vuelta a España. Lo que diferenciaba a los franquistas entre sí no era, por tanto, el objetivo último sino el procedimiento para lograrlo y el coste político y social de tal logro. No entra en mis propósitos el estudiar aquí las más que posibles diferencias existentes entre Jesús Polanco y Gabriel Cisneros en 1974, año en que éste escribió para Carlos Arias el discurso anunciador del "espíritu de febrero" con que el sucesor del asesinado Carrero Blanco pretendía impregnar toda la inevitable evolución política del franquismo, como tampoco creo útil resaltar ahora la escisión que tal espíritu provocó entre los franquistas, quisiéranlo o no el autor del discurso y quien lo pronunciara. No me parece oportuno tampoco resaltar las abundantes coincidencias entre los citados antiguos camaradas respecto a la actitud a tomar tanto individual como colectivamente a medida que se acercara la muerte de Franco y una vez este falleciera. De distintas formas lo han hecho cuantos han honrado con sus favorables opiniones las figuras de Gabriel, el político, y de Jesús, el negociante y capitalista. Uno y otro, en diversa medida y desde diferentes ángulos, contribuyeron de forma decisiva a que la Monarquía de Juan Carlos I no fuera la católica, social y representativa querida por Franco, sino la democrática, indiferente, partidista y parlamentaria que hoy disfrutamos. Por eso, aunque en términos generales hago míos cuantos elogios se han escrito o pronunciado en favor de la parte humana de quienes fueron mis camaradas, los dedicados a su actividad política me dejan frío, pues me parecen todos ellos más dedicados a exaltar y consolidar la operación sociopolítica llamada "transición" que a honrar la figura de las dos personas fallecidas recientemente. Situados en este plano, me siento obligado a hacer en público discrepancias y reproches que en privado he venido haciendo a Jesús y Gabriel a lo largo de los últimos treinta años. El primero y fundamental es que la por mí llamada "tra(ns)ición" no tuvo nada de popular y democrática, pues por mucho que se empeñen sus partidarios y beneficiarios no vino ni se hizo a petición del pueblo y con directa participación suya. La verdad es que en la España franquista no hubo, ni siquiera en sus últimos años, ninguna reivindicación popular de cualquier clase de Monarquía democrática. Tampoco se pidió nunca en forma mayoritaria que se hiciera borrón y cuenta nueva respecto del Reino que había proyectado e iniciado Franco. El derrumbe del franquismo, su calculada y minuciosa extinción, fue consecuencia de un golpe de Estado dibujado y llevado a cabo desde las salas y despachos de dos o tres palacios. Algún mandamás puso en marcha la operación que acabó con el Estado franquista. Primero se rompió el dúo Movimiento y Sindicatos, que constituía la espina dorsal de aquel régimen, como muy bien sabían Torcuato y Adolfo Suárez, no digamos Gabriel Cisneros a través de la protectora sombra de su padre... Luego se jugó con la tradicional fidelidad del Ejército a su Mando para irle despojando de su pasado, hasta convertirlo en el único ejército del mundo que a lo largo de la Historia y por la simple obediencia a sus superiores ha perdido una guerra cuarenta años después de haberla ganado. Del franquismo anterior a la muerte de Franco sólo queda en pie -hablo a nivel de instancias políticas- el viejo y misterioso servicio secreto que puso y pone mucho más interés y afán en los asuntos internos que en los exteriores... El pueblo español votó afirmativamente una Ley de Reforma Política. Nadie le sometió nunca un proyecto de Ruptura o Transformación. Por eso, confiando en la buena fe de sus dirigentes, eligió en "la primera convocatoria libre de esta democracia para designar senadores y diputados", a las personas previamente escogidas por la oligarquía dominante para llevar a cabo la farsa consistente en transformar en Cortes Constituyentes las que no fueron nunca convocadas para semejante tarea. El gobierno presidido por Adolfo Suárez dispuso -como estaba previsto, como se había organizado- de la mayoría necesaria para llevar a cabo su propósito: distanciar y diferenciar lo más posible del franquismo a la monarquía del rey Juan Carlos. En esta tarea de ruptura "democrática" intervinieron de modo decisivo tanto Cisneros como Polanco, éste por medio de su periódico, aquél como miembro de la ponencia encargada de preparar el proyecto de la tan deseada Constitución. Ambos han recibido por ello justos y numerosos elogios de cuantos han comentado sus muertes. Los dos cumplieron a la perfección su papel, aunque en honor del periodista conviene anotar que él no había jurado tantas veces como el político defender el régimen de Franco. No puedo analizar aquí y ahora el proceso de redacción sufrido por el texto de nuestra actual Ley de Leyes, pero sí creo oportuno puntualizar que la mayor parte de su articulado se aprobó por el Secretario General adjunto del PSOE y el Vicepresidente del Gobierno en el altillo de un restaurante situado frente al Estadio "Santiago Bernabeu" antes de que lo redactaran los "padres de la patria" ahora glorificados. Bien. La Constitución es lo que es, y mi antiguo amigo y camarada Gabriel Cisneros estaba muy contento de haber contribuído a redactarla y aprobarla, según nos dijo hace ocho meses a una cuarentena de viejos contestatarios en su primera asistencia a la reunión que anualmente venimos teniendo en recuerdo de José Antonio Primo de Rivera -desde 1978- un grupo de tan insatisfechos como defraudados. También nos dijo esa noche que estaba preocupado por los continuos, duros e insidiosos ataques que de muy diversas partes se venían produciendo en favor de la reforma de nuestra Suprema Norma política, cuando era evidente que esta Constitución había proporcionado a España la mejor situación social, política y económica de su historia en los últimos doscientos años... Yo le contesté entonces que nadie podía negar, sin faltar a la verdad, que de 1978 para acá España -y una buena porción de españoles- habían mejorado mucho en cuanto se refiere a sus condiciones materiales de existencia, pero que también era cierto y nadie debía desconocer que en ese mismo periodo de tiempo se habían incrementado también muchísimo los índices reveladores de una peor situación moral, pues tanto la prostitución como el consumo de drogas, el número de delincuentes y delitos, la violencia de género, la corrupción pública, el desnivel educativo o la distancia entre ricos y pobres, por ejemplo, habían crecido más de lo deseable... La reunión terminó poco después sin que Cisneros me replicara, en razón de que otras personas también hicieron uso de la palabra y con ella motivaron que el polémico político pudiera escoger los términos y los destinatarios de sus respuestas. Sentí mucho el no haberle podido decir entonces lo que no tengo más remedio que exponer ahora si quiero cumplir con el deber de perfilar su posición política y la mía. Pero como el ordenador me avisa que hoy ya he escrito demasiado, tengo por fuerza que aplazar esta última apuntación hasta la inmediata semana.

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