jueves, agosto 23, 2007

Victor Manuel, Calculos preelectorales

Cálculos preelectorales
24.08.2007 -
VÍCTOR MANUEL AMADO CASTRO

Si hace casi dos meses era el Partido Laborista de Israel el que elegía en primarias a Ehud Barak como candidato para las próximas elecciones, ha sido ahora la formación de derechas Likud la que ha hecho lo propio. De los tres candidatos que se presentaban en las primarias del Likud, las ha ganado el que se esperaba, Benjamin Netanyahu, conocido como 'Bibi'. Posiblemente el antiguo primer ministro era el aspirante menos extremista de esta formación, que desde que, en 2005, sufrió la escisión de Kadima se ha ubicado en la frontera de la ultraderecha israelí. Cabe resaltar la baja participación registrada, a pesar de tratarse de una votación que se produce en el seno de la militancia. Esto puede constituir un aviso de lo que podría suceder en las próximas elecciones en Israel. Una sociedad a la que cada vez le cuesta más creer en los partidos políticos y que participa menos en los comicios. Algo conocido también en las democracias occidentales.Aunque las próximas elecciones a primer ministro no serán en teoría hasta 2010, a nadie se le escapa que es muy probable que no se agote la legislatura. Algo que ya empieza a ser una constante en el sistema político israelí, cuyos distintos gabinetes llevan varias legislaturas sin completar un mandato de gobierno. También es cierto que estas vicisitudes forman parte de la cultura política del país, al que su ley electoral -tan sólo es necesario conseguir el 2% de los votos emitidos para obtener representación- obliga a que los gobiernos siempre tengan que ser coaliciones muy amplias y diversas, que por tanto no suelen agotar sus mandatos. Como muestra, un ejemplo: el actual Ejecutivo lo integran un total de cinco formaciones políticas, de las doce que están representadas en el Parlamento israelí. Tras las recientes primarias, el escenario político del país hebreo se va conformando al menos en dos de sus más importantes formaciones. El Partido Laborista, con Barak como candidato a primer ministro y ahora en el Gobierno al mando de la cartera de Defensa; y el Likud con Netanyahu, actualmente en la oposición. Entre el resto de grupos queda al menos una incógnita muy importante por resolver: quién será el aspirante de Kadima, ganador de los anteriores comicios, para la próxima cita con las urnas.A nadie se le escapa que el actual Ejecutivo presidido por Ehud Olmert atraviesa una crisis constante casi desde su nacimiento, muy especialmente desde la guerra que libró ahora hace un año contra Hezbolá. De las tres personas que en Israel encarnaron ese enfrentamiento, Halutz, Peretz y Olmert, sólo este último queda como superviviente político. Es más, se esperaba que para estas fechas se presentara el informe definitivo de la Comisón Winograd, encargada de investigar la actuación israelí en aquella guerra. Si las conclusiones fueran muy duras, podrían provocar un adelanto electoral. Pues bien, debido a un recurso presentado ante la Corte Suprema, el documento definitivo puede retrasarse hasta el próximo marzo. De esta forma, Olmert gana tiempo frente a la espada de Damocles que pendía sobre su persona. Pero la muy criticada gestión del Gabinete Olmert no se queda ahí. Hace un mes y medio dimitía el ministro de Finanzas, Abraham Hirchson, por un caso relacionado con corrupción financiera. Por si esto fuera poco, en fechas recientes el primer ministro ha visto cómo un gran número de supervivientes de la 'shoah' (el Holocausto') se manifestaban por las calles para denunciar los retrasos en el pago de sus pensiones, la negación de las mismas y las precarias condiciones en las que viven. Sobre todo, aquellas personas que reciben los subsidios del Gobierno de Israel, en comparación con las que los perciben del Ejecutivo alemán. El descontento ha llegado a tal punto que ha sacado a los propios supervivientes a las calles de Jerusalén, ataviados con las estrellas amarillas y los trajes que los nazis imponían a la población judía durante el periodo que gobernaron. Así, el propio Defensor del Pueblo hacía público hace unos días un informe en el que denuncia esta realidad e insta al Gobierno a que de inmediato resuelva esta situación. Tampoco hay que olvidar que sobre Olmert hay en marcha una investigación por parte de la Fiscalía del Estado. Ésta acusa al actual primer ministro de un delito de cohecho en la privatización del Banco Leumi en la era Sharon.A pesar de toda esta coyuntura política que, entre otras cosas, indica el bajo nivel del Estado del bienestar en Israel -otrora modelo para la socialdemocracia europea-, Olmert ha dicho que piensa presentarse a las próximas elecciones, por supuesto liderando Kadima. Esta posibilidad no es bien vista en un sector de su formación, sobre todo por la actual ministra de Exteriores, Tzipi Livni, quien aspira a liderar el partido. Ya en mayo, cuando se hizo público una parte del Informe Winograd, Livni pidió, por el bien de la formación política, el relevo de Olmert. Así, la única baza que le queda a Olmert y que quizás sea ahora la más importante en la política israelí es la negociación con los palestinos, concretamente con la ANP. De nuevo, en las próximas elecciones los israelíes votarán en clave de seguridad. Consciente de esto, es muy probable que el primer ministro pise el acelerador para alcanzar, si no una acuerdo definitivo con los palestinos, sí algunos compromisos que hagan percibir a la población hebrea que esta cuestión puede estar en cierta medida encaminada. Es en este contexto en el que se entienden los gestos de Olmert hacia Abbas (por supuesto siempre 'a la israelí') y, sobre todo, la conferencia que se quiere celebrar para final de año, y que esta vez sí estará patrocinada por una languidecente Administración Bush. Así, Olmert sabe que una vez que se ha conseguido retrasar el Informe Winograd, la baza de su propia existencia política y por tanto la de su formación está ligada a la cuestión palestina. Esto quiere decir que si logra algún tipo de compromiso que pudiera asimilarse, siquiera de lejos, a los Acuerdos de Oslo no dudaría en convocar elecciones para ganarlas. Esto siempre y cuando los avatares internos de la política israelí no hagan volar por los aires todos estos cálculos, o bien se produzca algún hecho de primera magnitud en Oriente Medio.

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