lunes, agosto 13, 2007

Valentin Puig, Verano hipotecado con alto riesgo

martes 14 de agosto de 2007
Verano hipotecado con alto riesgo
POR VALENTÍ PUIG
UNA tecno-burbuja agitó los mares bursátiles justo a inicios de siglo. Ahora provocan la marejada las hipotecas de alto riesgo que las familias norteamericanas contrataron y no pueden pagar. Caen las piezas del dominó en los mercados globales y tiembla la Bolsa, tan sensible al temor y al pánico, mientras los Bancos Centrales inyectan liquidez en los mercados de crédito. A quienes no sabemos nada de economía nos intrigan los motivos que llevan a contratar hipotecas de tan alto riesgo con elevados tipos de interés que con casi toda seguridad uno no va a poder estar pagando durante mucho tiempo.
La respuesta que dan algunos psicólogos es que la capacidad seductora de estas hipotecas de alto riesgo puestas en el mercado norteamericano se mantiene a pesar de unas condiciones financieras tan desventajosas porque se aprovechan de un peligroso punto ciego del cerebro humano. Emocionalmente, tendemos a sobrevalorar las ganancias inmediatas -esa casa fabulosa que queríamos comprar- dejando en segundo plano sus costes futuros, ese alto riesgo hipotecario y la posibilidad de arruinarse. Es como creerse que comprando a lo loco con tarjeta de crédito al final uno no tiene que pagar. Las familias americanas han firmado la hipoteca de alto riesgo porque pagar tanto durante tanto tiempo es un horizonte inconcreto y difuminado, por contraste con lo deslumbrante que es el objetivo -la casa- conseguida a corto plazo, con sólo firmar la hipoteca.
Un experimento -véase «The frontal cortex» en Internet- ha consistido en someter a dos grupos de estudiantes a un sofisticado sistema de resonancia magnética cerebral: la oferta era un lote de libros a disponer en seguida u otro lote, más nutrido, pero a disponer en tres o cuatro semanas. La elección, en cada caso, activaba sistemas neuronales distintos. Para el lote cuantioso pero a más largo plazo, actuaban las áreas del cerebro vinculadas a la planificación racional, reclamando paciencia a la espera de la recompensa mayor. En cambio, en el otro caso, las áreas cerebrales activadas correspondían a la emoción. Ese es el mismo proceso por el que se llega a la decisión de firmar una hipoteca de tan alto riesgo, como ha ocurrido masivamente en el mercado inmobiliario de los Estados Unidos. Es oportuno invocar la fábula de la cigarra y la hormiga. Como dicen los psicólogos, ha intervenido la parte hedonista de nuestro cerebro: la decisión emocional se deja llevar por la idea de que la vida es corta y hay que vivirla al día. Pan para hoy, hambre para mañana. El dispositivo racional calcula en términos de futuro. En fin: la hormiga apuesta por el fondo de pensiones. Accesoriamente se cita un estudio que se hizo en Harvard en los años ochenta, con estudiantes de empresariales. Se les daba un paquete de acciones y se les dividía en dos grupos: de una parte, los que tendrían noticias de las cotizaciones pero sin ninguna información adicional; de otra, el grupo de los que, además de conocer las vicisitudes concretas del mercado, accederían a prensa especializada e información de televisión sobre Bolsa. Es decir, unos estudiantes conocían los movimientos del mercado pero sin explicaciones sobre el porqué; los otros, tenían a su alcance todos los análisis del porqué. Sucedió algo sorprendente e inesperado porque las operaciones bursátiles de los que en apariencia estaban menos informados fueron de más éxito que las de los estudiantes ampliamente informados. La conclusión fue que recibir datos en exceso, más allá de lo estrictamente bursátil, distraía respecto al objetivo. Los rumores y la información tangencial o anecdótica alejaban de la concentración necesaria en lo fundamental: calcular sobre las subidas y bajadas de las cotizaciones.
En la economía global estamos en la fase del aleteo de un pájaro tropical que provoca un alud de nieve en las cumbres alpinas. La contratación de hipotecas de alto riesgo -un producto dudosamente empaquetado- en la bahía de San Francisco está quitando el sueño a los bancos centrales y a millones de pequeños inversores en Bolsa. El crédito se retrae, entramos en la desconfianza. Si es que las cosas no van a peor y se avecina un colapso, por lo menos estaremos un tiempo viendo tan solo la botella medio vacía.
vpuig@abc.es

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