lunes, agosto 20, 2007

Valentin Puig, Origen y circunstancias de ZP

martes 21 de agosto de 2007
Origen y circunstancia de ZP

POR VALENTÍ PUIG
HUBO no pocos cruces entre el azar y la necesidad en el trayecto que lleva a Zapatero -desde el Congreso socialista que le elige a las tristes jornadas del 11-M- a formular los rudimentos de una horma de izquierda para su uso personal. En paradójica confrontación con el ritmo endiablado de la política, la evolución de Zapatero en su estado de crisálida política no había sido fulgurante en sus años de parlamentario resguardado de las grandes refriegas. Aún así, llegó al final del túnel y allí estaba la imagen asidera del talante, del diálogo. Para entonces quizá se le había explicado una tesis de los teóricos de la Tercera Vía: «Los fallos de la democracia liberal en un orden universalizado y reflexivo» -sea el que sea el significado de estas palabras- aconsejan la búsqueda de «formas más radicales de democratización». En suma, talante, diálogo. Giddens lo llamaba «democracia dialogante». Es curioso hasta qué punto la izquierda esquiva la asunción estricta de la democracia formal para añadirle siempre una guinda al pastel. La democracia formal, el sistema representativo son insuficientes: los viejos parlamentos no dialogan lo que haría falta. Añadámosles una dosis de talante y todo irá mucho mejor.
Es decir: si la izquierda crea un terreno público en el que el diálogo resuelva cosas, se salta uno formas preestablecidas de poder y se legitima la política. A ese proceso puramente verbalista se le llama «democratización de la democracia». No fue otra la misión simbólica asumida por Zapatero: democratizar la democracia. Lo de menos es que a estas alturas todavía pueda suponerse que la izquierda legitima la política, con lo que implícitamente se afirma que la derecha la deslegitima, del mismo modo que la izquierda democratiza la democracia y la derecha la desdemocratiza. No, lo más significativo es que la izquierda recurra a esos trabajos de mampostería por no tener a mano otra cosa. Resulta, además, que hay sectores de la opinión pública y del electorado que lo comparten de buena fe. Es la vieja historia de la derecha gestora y de la izquierda benefactora.
El talante, últimamente, ha tenido que dar un pequeño vuelco. Por suerte recupera la provechosa costumbre de detener a etarras, habla -quizás algo publicitariamente- de Gobierno de España y refrenda por ahora los vínculos históricos de Navarra con España frente a las hipótesis del «hinterland» vasco. Es que están al rojo vivo las calderas del buque electoral. Máxima presión, misma sonrisa: adecuaciones del talante, Persiste, con todo, la idea de democratizar lo que se ponga a tiro: laicismo para todos, manuales de ciudadanía, salud absolutista. Es lo que en años intermedios de la Tercera Vía se llamaba democracia de las emociones. Si la democracia formal es patrimonio de la razón, la democracia dialogante es el territorio del corazón.
Como si viera que de aquí a las elecciones generales no puede estar continuamente caminando sobre las aguas, Zapatero decide no regalarle más sus errores al PP que está en la oposición. Es más: quiere sustraerle las causas que le había cedido, como una cierta idea de España. Mantiene, al mismo tiempo, lo que quede del buenismo y del empuje laicista. Quizás haga en algún momento un gesto de respeto por esa Transición democrática que a veces ha ninguneado en nombre de una Memoria Histórica de buenos y malos. Tenemos ahí un zapaterismo capaz de combinar derroteros que se creían contradictorios, de mezclar pócimas de apariencia antitética. Visto así, de perder las elecciones será por algún error propio al no acertar en el empalme entre nuevos cálculos estratégicos.
Prosigue, eso sí, con la democracia del corazón. Es notable que a inicios del siglo XXI, con el antifaz de las nuevas sensibilidades, asome el rostro de aquel antiguo sentimentalismo que creyó en la paz perpetua y en la ausencia de conflicto. Lenguaje corporal, terapias exóticas frente al saber médico tradicional, nuevos módulos de convivencia familiar, subjetivización de lo religioso, compartir emociones a chorro: la actual circunstancia del talante zapaterista es de transición pero los objetivos no varían. El pastel es el mismo aunque ahora lleve un banderín de España. Es, no más, como si uno va abandonando la práctica del «tai chi» y se dedica más al pasodoble.
vpuig@abc.es

No hay comentarios: