lunes, agosto 13, 2007

Urbaneja, Las crisis financieras no se anticipan

lunes 13 de agosto de 2007
Las crisis financieras no se anticipan Fernando González Urbaneja

Una crisis bursátil en agosto, cuando las noticias pierden intensidad, parece una crisis mayor. En los periódicos abundan los suplentes que tienden a engordar el perro y dan más valor a lo poco que haya. De manera que no será raro encontrar comentarios emocionados sobre como puede ser la apertura de las bolsas esta mañana: “con el alma en vilo...” “conteniendo la respiración...” muletillas recurrentes para dar color.
No han faltado los habituales enterados que reclaman medidas y que lamentan que no se haya hecho lo debido para evitar estos problemas. No reparan que una crisis no se previene, que cuando se evita no hay crisis. Las burbujas financieras (inmobiliarias, bursátiles...) se producen cuando revientan, mientras no da la cara no hay burbuja. Puede haber motivos, causas, pero las recesiones se reconocen cuando se producen. Lo cual tiene como consecuencia que su duración tiende a extenderse en el tiempo, a propagarse y a discurrir con más intensidad.
La crisis inmobiliaria con propagación inmediata a los mercados financieros e incluso a la economía en general que conocemos estos días no debería sorprender a nadie. Se trata de una crisis anunciada desde hace meses, pronosticada por muchos desde hace años, y fácil de explicar en sus causas. No es tan sencillo acertar a determinar cuándo se va a producir, ni con qué alcance e intensidad.
Ahora, cuando la crisis está declarada, lo primero que buscamos son comparaciones para intentar estimar su comportamiento inmediato. Esta crisis se parece poco a la de los .com del año 2000, que dejó maltrechas las bolsas durante tres años, una crisis larga, intensa, pero con muy poco impacto en las economías globales. De hecho durante esos años de bolsas átonas la economía mundial creció a ritmos no conocidos hasta entonces, casi un 5% acumulativo en lo que va de siglo.
Puede parecerse más a la crisis rusa de 1998 ni a la de los mercados del sureste asiático que dejaron en descubierto a varias entidades financieras internacionales de primera fila. La respuesta monetaria fue eficaz y automática y aquellas crisis apenas tuvieron más consecuencias que un ajuste en los mercados de valores durante unas pocas semanas.
La crisis actual, la iniciada en los mercados inmobiliarios sobrecalentados o sobrevalorados, se parece pero es más profunda, tiene consecuencias más severas. Por eso la respuesta monetaria no será suficiente, con garantizar la liquidez temporal durante unos días no volverá la confianza a los mercados y a los agentes económicos. Esta crisis requiere revisión del concepto de riesgo, impone un aprendizaje en materia de riesgos y eso lleva más tiempo y un poco de dolor.
De manera que esta crisis tiene características singulares y específicas, impone una fase de aprendizaje y algunas lecciones. Pero no por ello debe conducir a una recesión o a un cambio de signo en las expectativas económicas. Es previsible un cierto ajuste en los índices bursátiles, una menor propensión al riesgo y a las facilidades financieras pero no inasumible, ni agobiante.
No es como para ponerse a liquidar carteras y a buscar liquidez a cualquier precio, pero sí para revisar las expectativas de beneficios, para contener la codicia. Lo que ya no parece probable es que los tipos de interés vuelvan a subir, más bien tenderán a bajar, como también lo harán los precios de los activos inmobiliarios y algunos de los activos financieros. Pero un ajuste no es una catástrofe, es más bien un incidente inevitable en los caminos azarosos de estos tiempos de cambio e incertidumbre.
fgu@apmadrid.es

No hay comentarios: