lunes, agosto 20, 2007

Thomas Sowell, Consecuencias tragicas de la politica y el ecologismo

martes 21 de agosto de 2007
Visiones
Consecuencias trágicas de la política y el ecologismo
Pregunte a las familias de los mineros atrapados si piensan que la minería es segura. Pregúnteles si preferirían afrontar la macabra realidad de una muerte en su familia o la posibilidad hipotética de incomodar a algún caribú en Alaska.
Thomas Sowell

Dos tragedias recientes en Minnesota y Utah han acaparado la atención del país. Sus consecuencias también merecen que se les haga un poco de caso. Esos políticos que siempre tienen ganas de aumentar los impuestos se han aprovechado del mal estado de las infraestructuras del país como otra excusa para hacer lo que siempre quieren hacer. Aquellos que viven de eslóganes tienen ahora uno estupendo: "¿Cómo podemos librar una guerra cara y al mismo tiempo reparar nuestras descuidadas infraestructuras sin subir los impuestos?"
Por muy verosímil que eso pueda sonar, lo cierto es que los tipos fiscales no son ingresos fiscales. Las dos cosas han ido en direcciones opuestas en demasiadas ocasiones a lo largo de muchos años como para que tomar estos eslóganes en serio. Esta administración no es la primera que reduce los impuestos y ve incrementados sus ingresos fiscales. Lo mismo sucedió durante las administraciones Reagan, Kennedy y Coolidge. Impuestos e ingresos fiscales se han movido en direcciones contrarias en muchas ocasiones no sólo a nivel federal, sino también a los niveles estatal y local, así como en países extranjeros.
¿Cuántas veces más tendrá que suceder lo mismo para que la gente deje de equiparar los tipos fiscales con los ingresos? ¿Será que los políticos derrochadores y sus partidarios mediáticos no saben lo que hacen o acaso cuentan con que el resto de nosotros no seamos capaces de darnos cuenta de ello?
Pero incluso si asumiéramos que aumentar los impuestos se traduce automáticamente en mayores ingresos para las arcas del Estado, la propuesta de dedicar más dinero a las infraestructuras aún no tendría una defensa adecuada. Parte del dinero destinado en los presupuestos a mantener y reparar la infraestructura está siendo desviado a otros proyectos que los políticos prefieren porque les facilitan la reelección.
El dinero supuestamente dedicado a reparar socavones y mantener puentes en pie se desvía a la construcción de carriles bici o a subvencionar transbordadores o autobuses. La razón es que estas cosas tienen rentabilidad política. No sólo están las ceremonias de inauguración por construir algo nuevo, que bien que se publicitan; muchas de estas nuevas infraestructuras pueden ser bautizadas con el nombre de los políticos que las hicieron construir. Por eso hay toda clase de estructuras gubernamentales bautizadas en honor del senador Ted Stevens en Alaska y en honor del senador Robert Byrd en Virginia Occidental.
Pero nadie bautiza reparaciones de socavones con el nombre de nadie ni pone ningún nombre del político a los remaches empleados para reparar un puente ya construido. Por otra parte, nadie echa la culpa del derrumbe de un puente a los políticos que años atrás dedicaron el dinero que podría haberse empleado en hacerlo más seguro para ponerle su nombre a algún edificio gubernamental. Si el desastre tiene lugar cuando es otro quien está en activo, será problema de éste último.
El incremento de los ingresos fiscales simplemente permitiría jugar en estas timbas políticas con más dinero. Sería mucho más útil prohibir que las construcciones del Estado sean bautizadas con el nombre de alguien que no esté ya muerto. Quizá entonces consigamos que se reparen más socavones y que se reemplacen más remaches oxidados en los puentes.
La otra tragedia que ha acaparado recientemente la dolorosa atención de la nación, el derrumbe de la mina en Utah, tiene también consecuencias que pocos parecen haber notado. No haría falta que bajaran tantos hombres a esas minas si pudiéramos utilizar sustitutos del carbón fácilmente disponibles y viables económicamente, como la energía nuclear o más de nuestro propio petróleo.
Aquí también la política es el problema. Las únicas "fuentes de energía alternativas" que están en la agenda son esas pocas opciones muy caras que aprueban los ecologistas fanáticos. Y la energía nuclear no está en la lista aprobada de ellos, a pesar de que se utiliza mucho en otros países.
Hay quien dice que la energía nuclear no es segura. Pero no hay nada categóricamente seguro. Lo único que nos podemos preguntar si queremos ser serios es qué grado de seguridad ofrece en comparación con la otras maneras de generar energía. Pregunte a las familias de los mineros atrapados si piensan que la minería es segura. Pregúnteles si preferirían afrontar la macabra realidad de una muerte en su familia o la posibilidad hipotética de incomodar a algún caribú en Alaska.
Thomas Sowell es doctor en Economía y escritor. Es especialista del Instituto Hoover.© Creators Syndicate, Inc.

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