miércoles, agosto 29, 2007

Sultana Wahnón, Todos quieren hablar con Hamás

miercoles 29 de agosto de 2007
Todos quieren ahora hablar con Hamás
POR SULTANA WAHNÓN
EN las últimas semanas una serie de declaraciones y documentos elaborados por destacados políticos europeos han coincidido en cuestionar la política de la Unión Europea y, en general, de la comunidad internacional en relación con Hamás. Se ha hablado de «fracaso», del carácter «demasiado estricto» de los requisitos que se han venido exigiendo a la organización islamista y hasta de lo «contraproducente» que habría sido la política de aislamiento y embargo a efectos de su deseada integración en el juego político. A decir incluso de un grupo de parlamentarios británicos, habría sido esta desacertada política la que habría provocado la escalada de violencia que hace dos meses acabó con el gobierno de unidad nacional, dividiendo Palestina en dos mitades. De ahí que, en el informe que han hecho público estos días, se hayan pronunciado a favor de rectificar la actitud de la comunidad internacional, reduciendo la presión sobre Hamás y estableciendo contactos con ella sin condiciones previas.
El diagnóstico de estos estrategas europeos, muy contrarios a la política del Cuarteto, sería, en esencia, idéntico al de la propia Hamás, cuyos líderes también responsabilizan directamente a la comunidad internacional de la «crisis» palestina y también vienen reclamando que se dialogue con ellos sin condiciones. Otro aspecto que compartirían los hamasistas y sus inesperados valedores europeos sería el de la prioridad absoluta que, a juicio de éstos, habría que conceder a la reconciliación palestina por encima de cualquier otra consideración. De creer lo que ha trascendido de este informe británico, el éxito o el fracaso de la política europea para Oriente Próximo debería medirse sólo en función del grado de consenso alcanzado entre las facciones palestinas. Así, para haber sido acertadas, las decisiones del Cuarteto tendrían que haber desembocado en un reforzamiento de la unidad palestina, con una Hamás plegada pragmáticamente a los requisitos de la comunidad internacional, o, como mínimo, integrada en un gobierno de unidad universalmente reconocido. Sin embargo, y puesto que, en lugar de esto, lo que tendríamos sería sólo una Hamás aislada y segregada de la Autoridad Palestina, lo que procedería, en opinión de estos parlamentarios, sería dar la estrategia por fracasada y adoptar nuevas medidas tendentes a hacer posible cuanto antes la reconciliación nacional, incluyendo el restablecimiento del frustrado gobierno de unidad. Queda claro, pues, que desde el punto de vista del Comité de Exteriores de la Cámara de los Comunes los requisitos que la comunidad internacional le ha puesto a Hamás serían sólo una estrategia en el más estricto sentido de la palabra, i.e., una táctica; no una cuestión de principios: de ahí que les parezca tan fácil sustituirla por cualquier otra, incluida su contraria.
No todos los llamados al diálogo con Hamás que se han dejado oír últimamente descansarían, sin embargo, en estos mismos y controvertibles supuestos políticos y éticos. Muchos de los que se han declarado partidarios de seguir esforzándose por integrar a Hamás o, al menos -como ha acabado matizando el portavoz de Romano Prodi-, de «dejar abierta una rendija de diálogo» con ella, no lo habrían hecho a partir de la hipótesis de que la estrategia comunitaria habría fracasado completamente y de que, por consiguiente, habría que corregirla aceptando a Hamás sin condiciones. Todo lo contrario. Dado que las presiones del Cuarteto habrían desembocado en la insólita secesión palestina y puesto que esto, drama o no, es lo que ha hecho posible que, por primera vez en muchos años, palestinos e israelíes puedan retomar las conversaciones sobre el establecimiento del futuro Estado palestino, algunos estadistas y líderes europeos, en su mayoría de adscripción socialista, han caído en la cuenta de que todo este halagüeño panorama -el más prometedor desde el estallido de la Segunda Intifada- tropieza, sin embargo, con el serio inconveniente de la misma división que lo habría hecho posible. De ahí que, en un movimiento antagónico consigo mismos, se hayan manifestado a favor de «ayudar» a Hamás a evolucionar, sin por eso renunciar, ni mucho menos, a apoyar a la Autoridad Palestina y sus futuras negociaciones con Israel.
No habría sido, pues, el fracaso, sino el relativo éxito de la política del Cuarteto el que habría estado en el origen de este repentino deseo por hablar con Hamás. Sólo porque hay un horizonte de conversaciones, porque existe la perspectiva de una conferencia de paz y porque, además, por primera vez, ésta va a contar con el respaldo de la Liga Árabe, es por lo que los más impacientes echan tanto de menos un mínimo de consenso palestino capaz de hacer prosperar las futuras y por ahora hipotéticas negociaciones.
Lo que se teme es, lógicamente, que en ausencia de ese consenso no sirvan para nada el resto de los factores, por muy positivos que éstos sean. Se trataría, pues, de un planteamiento similar al esbozado, también en fechas recientes, por el historiador y político Shlomo Ben-Ami, cuyas opiniones y recomendaciones son siempre seguidas muy de cerca por la clase política europea, en especial por la socialista. Ha sido en uno de sus últimos artículos donde el ahora vicepresidente del Círculo de Toledo para la Paz -institución donde comparte tareas con el ministro Moratinos- ha reconocido que los últimos acontecimientos habrían creado, en efecto, «condiciones favorables para una paz árabe-israelí». Sólo que, en vez de admitir que la actual política estadounidense e israelí haya tenido alguna parte en ello, ha preferido apresurarse a detectar las grietas de la presente situación, alertando del riesgo de unas negociaciones de las que van a quedar excluidas por completo las «fuerzas revolucionarias» (en alusión explícita a Irán y Siria), así como los movimientos islámicos que, según él, habrían abandonado el yihadismo y optado por la participación política -en aparente referencia a Hamás, de la que, sin embargo, todavía no consta que haya renunciado al principio de la yihad.
Con bastantes dosis de ambigüedad y sin dejar, pues, completamente clara cuál sería la razón de su discrepancia con la última iniciativa estadounidense, el ex ministro ha abogado por «tratar», «respetar» y «no aislar» a todas estas fuerzas y movimientos, lo cual podría muy bien haber alentado esa serie de recientes declaraciones europeas en defensa de Hamás, que han parecido tanto más extemporáneas por cuanto formuladas justo en el momento en que el propio presidente Abbás estaba rechazando cualquier posibilidad de diálogo político con quienes, tras la toma de Gaza y las subsiguientes masacres, ha llegado a calificar de «terroristas asesinos».

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