jueves, agosto 09, 2007

Sombras de duda con Madeleine

jueves 9 de agosto de 2007
Sombras de duda con Madeleine
CUANDO se produce un caso tan dramático como el de la niña inglesa Madeleine McCann es natural que se susciten sentimientos automáticos de solidaridad hacia el sufrimiento de los padres. Desde el primer momento en que se denunció la desaparición de esta menor, así ha sido y no sólo en Gran Bretaña o en Portugal, sino en todo el mundo. La suerte de la pequeña Madeleine ha estado, aún está, en el corazón de millones de personas de los cinco continentes. Todos los manuales que se refieren a qué hacer ante una desaparición de un niño sugieren que la difusión lo más amplia y rápida posible de la noticia y de la imagen del desaparecido es la mejor conducta, y así se hizo con este caso. El grado de apoyo popular que suscitó ha sido espectacular, incluyendo una audiencia extraordinaria con el Papa y mensajes de decenas de autoridades y famosos. Los padres han recibido más de un millón de euros en donativos populares y ciertas empresas han ofrecido hasta cuatro millones de recompensa por pistas que conduzcan al hallazgo de la niña.
Ahora que se van a cumplir cien días de búsqueda y que han salido a la luz una serie de indicios que dan a entender que la niña pudo morir el mismo día de su desaparición -y que podrían apuntar a teorías cuyo solo enunciado resulta estremecedor-, se impone una reflexión sobre el grado de utilización al que se ha visto sometida la historia de esta niña por parte de todos a quienes incumbe este triste episodio: en primer lugar, los padres; después, los medios de comunicación sensacionalistas, y, en tercer lugar, hasta la Policía, que ya conocía desde hace más de un mes los restos de presencia de sangre en el apartamento, la pista que le ha llevado a dar este giro en las investigaciones, y que de todo lo que sabe o cree saber sólo cuenta la parte que le interesa para avanzar en su investigación, de manera que también se vale de la repercusión de ciertas noticias. No es el primer caso de utilización de una investigación para determinados intereses -ayer se informaba de la presentación de las «memorias» de Natascha Kampusch, la austriaca secuestrada durante ocho años-, ni probablemente será el último. Estamos ante un suceso lamentable. Los padres que han perdido a uno de sus hijos han sido sometidos a una presión emocional inmensa y, por desgracia, poco o nada parece apuntar a un final feliz de este drama. Esto, en condiciones normales, podría llegar a justificar algunos excesos que se han cometido en el caso de Madeleine, pero difícilmente resulta justificable la conversión de una tragedia en un espectáculo morboso. Al final, sería muy nocivo llegar a transmitir la impresión de que todos han abusado de una manera u otra de la buena fe de la sociedad, convirtiendo en un caso especial unos hechos que pueden tener características muy diferentes y que pueden sentar un pernicioso precedente ante futuras desapariciones de niños.

No hay comentarios: