domingo, agosto 12, 2007

Sobre la libertas en las cuadras politicas

domingo 12 de agosto de 2007
LAS ZORRERAS
Sobre la libertad en las cuadras políticas
@Antonio Bernabéu - 10/08/2007

Ni siquiera el hallazgo de un espía, suceso que nos llena de orgullo, ha conseguido elevar el listón de la política española. Seguimos como siempre. Al sectarismo fantasmal de Zaplana y Acebes, que nos desaconseja beber la información en los medios de Prisa, viene a oponerse el nuevo sectarismo, llamémosle ilustrado, dada su procedencia, de quien dirige la Biblioteca Nacional. Rosa Regás propone y recomienda que el personal prescinda de periódicos, sobre todo de aquellos que escatiman el doro a Zapatero.
Fuera de esta mala fe partidista, de este permanente y ramplón auto sacramental, donde lo obvio combate con lo obtuso, ¿qué espacio ofrecen, entre PP y PSOE, a la ciudadanía, cada vez más extensa, que no se aviene a comulgar con ruedas de molino? Prácticamente el exilio interior –madre del absentismo-, y el seguir abrazados a la pequeña y honrada incertidumbre de la libertad personal.
Porque los partidos olvidan, de modo recurrente, que la libertad no se configura, tan sólo, en el carácter positivo del tejido social sino que habita, también, las conciencias privadas, roza con la equidad y determina la dirección del voto. Porque los partidos ignoran la existencia de la libertad negativa, intransferible y personal. Y que esta libertad, tal como nos lo explica sir Isaiah Berlin, tiene que formar parte del credo liberal, del que PP. y PSOE se reclaman hijuelos. Y ello comporta reconocer al individuo una capacidad para deambular en cualquier dirección, siempre que no interfiera los circuitos del otro
En el mundo político sólo parece merecer atención aquello que se llama libertad positiva, contrafigura de la negatividad que apuntábamos antes y artefacto que puede soportar la más atrevida teoría –a veces tontería- de la emancipación. En esta alternativa los líderes se arrogan un papel de videntes. Se instalan como mediums, se declaran intérpretes del oculto sentir de un grupo de individuos y lo sitúan alrededor de un eje doctrinal, ordenado y preciso, de ideas e intereses. Y nos prometen la felicidad si les damos el voto. Este es el margen de libertad que ofrecen.
De cualquier modo, esta desencantada reflexión no debe conducirnos al aberrante “Libertad, ¿para qué?”, fórmula de prestigio en las más reputadas dictaduras. Ni, tampoco, a caer de rodillas ante la cuantificación del nivel democrático en dólares per capita.
Desde la óptica individual el tema de la libertad se percibe casi del mismo modo que se percibe la salud; como una ausencia. Resulta perentorio su aspecto carencial. Y, si los partidos se encierran en el funcionamiento rígido, sin contemplar espacios de participación, estarán conduciendo el disfrute de las libertades humanas a la escondida soledad personal. Y en este reino, tan lleno de silencio, de empobrecimiento sublime, de propósitos lentos, se puede producir un gran desequilibrio; que se diluya la pulsión de lo público y se desdibujen, también, los débiles instintos de solidaridad. Nada recomendable para la salud democrática.
Por eso, los políticos que no lo vean claro tendrían que abstenerse de aconsejar a nadie. Y cumplir con la recomendación del filósofo de que no se incrementen los ruidos del mundo. Y lo que resulte difícil de nombrar permanezca callado.

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