miércoles, agosto 29, 2007

Serias disensiones en CiU

miercoles 29 de agosto de 2007
Serias disensiones en CiU
CORREN malos tiempos para la coalición entre Convergencia Democrática de Cataluña y Unión Democrática. Alejados del poder en la Generalitat y sin un papel definido en el Congreso de los Diputados, los nacionalistas catalanes mantienen serias discrepancias a la hora de enfocar su estrategia política. Artur Mas es un líder indeciso y cuestionado en el ámbito interno. No supo sacar provecho electoral del fracaso manifiesto del primer tripartito y tampoco logró rentabilizar el extraño pacto de La Moncloa que permitió salvar del naufragio a un Estatuto que agonizaba. Las tentaciones soberanistas de un sector de Convergencia le aproximan más a Esquerra Republicana -con la que compite por este grupo de votantes- que a Unión, formación mucho más pragmática y equilibrada. Mientras Mas acudía al notario para escenificar su rechazo a pactar con el PP, Duran i Lleida prodiga declaraciones sensatas sobre los elementos comunes a las diferentes formaciones del centro-derecha. El inequívoco perfil social-cristiano de Unión y su postura en cuestiones como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo distancian a sus líderes de las bases extremistas de Convergencia, con un eco relativamente notable entre los jóvenes. No obstante, la clave reside en una perspectiva casi contrapuesta sobre la cuestión territorial: Durán rechaza las ideas de Mas acerca de una «casa grande» del catalanismo que supondría la creación de un partido transversal en el terreno ideológico. En último término, se trata de manifestar una posición concreta sobre esas aventuras soberanistas que el actual líder de Convergencia no parece dispuesto a condenar de forma explícita.
Como es lógico, estas diferencias de fondo se plasman en actitudes muy diferentes respecto de la implicación de CiU en la política nacional. Los convergentes mantienen una postura de reivindicación permanente mientras que Unión juega la baza del prestigio acumulado por Durán en el Congreso para lanzar guiños a una posible implicación del nacionalismo catalán en el Gobierno que surja de las próximas elecciones generales. Aunque el acuerdo entre uno y otro sector de la coalición no corra peligro inminente, tal vez porque nadie puede ofrecer una opción mejor, no hay que descartar que las tensiones, incluso el cuestionamiento del liderazgo de Mas en la coalición, desemboquen a medio plazo en la ruptura. Algunos sectores de Convergencia se plantean esta posibilidad más allá de la pura retórica. El gran beneficiado de la situación es, por supuesto, el PSC. Los socialistas catalanes contemplan con regocijo que nadie entre sus adversarios coja el timón para pilotar la herencia de Jordi Pujol. El fracaso evidente de Maragall al frente de la Generalitat y los problemas constantes de José Montilla con sus socios del tripartito no se traducen en consecuencias electorales a causa del desbarajuste que reina entre sus adversarios. CiU es a día de hoy un barco a la deriva que no consigue encontrar el sitio que le corresponde, ni en la política nacional ni en el ámbito autonómico.

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