lunes, agosto 20, 2007

Ruben Loza, El mes de Borges: arrebatos verbales

martes 21 de agosto de 2007
El mes de Borges: arrebatos verbales Rubén Loza Aguerrebere

Este es el mes de Borges: nació el 24 de agosto de 1899, en Buenos Aires. En 1986 dijo adiós a todos en Ginebra. Hoy queremos recordarlo, aunque de una manera diferente: Borges, el conversador, a quien bastaba sugerir un tema para que de inmediato comenzara a hablar largamente. Tenía recuerdos insólitos, más allá de la literatura, le interesaban todos los temas y daba la impresión de no entender demasiado la fama de la que gozaba.
Recuerdo haberle llevado muchas veces hasta la librería “La Ciudad”, frente a su casa, en Buenos Aires, donde firmaba un libro tras otro y hablaba sin parar para delicia de los que estábamos allí. O bien, en Montevideo, caminando por la calle Melián Lafinur, su pariente; naturalmente no la veía, pero me comentaba: “Qué linda, ¿no?”. Acaso percibiera, qué sé yo, como en su verso, el “resplandor de patio” de una apacible calle de barrio.
A lo largo de los años fui recogiendo comentarios de Borges. Arrebatos verbales, diría Canetti. ¿Sobre qué? Sobre lo que fuere. Una respuesta a una pregunta mía o, sencillamente, lo que decía de lo que deseaba hablar. Veamos algunos de esos comentarios del maestro de la prosa iberoamericana, por ejemplo uno de sus temas preferidos: el coraje. Decía:
—Mire, escuche esto: “Yo soy del barrio del Alto, soy del barrio del Retiro, yo soy aquel que no miro con quien tiene que pelear”. Y también estaba aquello que decía: “Soy del barrio Montserrat, donde relumbra el acero, lo que digo con el pico, lo sostengo con el cuero”. —¿Los cuentos? —Lo fundamental de un cuento es contar algo y hacerlo de modo claro. Algunas amigas me leen cuentos que se pasan describiendo muebles o crepúsculos y se olvidan de lo demás. Si tiene personajes, eso debe explicarse enseguida, porque el lector quiere saber qué pasa con ellos... Yo empecé escribiendo de un modo muy barroco, muy vanidoso, pero ya no estoy de acuerdo con eso. Creo que en mis últimos cuentos hay cierta sencillez, cierta deliberada pobreza de vocabulario, que es beneficiosa. —¿Cuántas veces dicta un cuento? —No muchas. Porque cuando lo dicto por primera vez, en realidad es el cuarto borrador que he hecho en la cabeza, en la imaginación. Después, es sólo corregir detalles, buscar la sencillez, la economía”. —¿El Premio Nóbel? —Yo creo que en general la Academia Sueca tiene una especie de imparcialidad geográfica. Una vez le dieron el premio a un australiano porque era un australiano. Mañana le darán el premio a un esquimal porque es un esquimal. Y le darán el premio a un negro del Congo. Y ahí van, desparramando premios. Creo que ese es el criterio que tienen. —¿Recibirá el Nóbel alguna vez? —Bueno, yo estoy seguro de no recibirlo nunca pero de ser siempre el candidato del año que viene. —¿Los libros? —Mi idea es que hay libros que han sido escritos para unos y otros que fueron escritos para otros. Leer debe ser un acto de felicidad, no un acto de agobio, ¿no? Se lee para el placer... Lo que importa es la literatura, no la cronología de las obras. Y quizá, más que una obra, importa cada página, y más que cada página, cada línea. —¿Leopoldo Lugones? —¿Sabe que se suicidó? Intentó tres veces. Las dos primeras no dio con las dosis justas. Cuando murió, un imbécil escribió en una revista que: “Lugones se dio la muerte que merecía, la de un insecto”. Ahora, eso es una porquería, porque si se dedica una revista a un escritor, no es para insultarlo, ¿no?”. —¿James Joyce? —Joyce decía que de todas las cosas que le ocurrieron la ceguera fue la menos importante. Ahora yo creo que estaba compadreando... Porque no pudo ser cierto, ser ciego no es fácil. Pero, claro, eso es mejor que estar quejándose. —¿Y sus libros, maestro? —Yo tengo un solo libro, “El libro de arena”... Pero si me ha sido dado dejar alguna fábula en la memoria de los hombres, dejar algún verso que sea parte del idioma castellano, me sentiré muy feliz”. —¿Y quién es Borges? —Una..., eh, una generosa equivocación de mucha gente, ¿no?

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