lunes, agosto 20, 2007

Rodriguez Marchante, La playa perfecta

lunes 20 de agosto de 2007
La playa perfecta
E. RODRÍGUEZ MARCHANTE
La playa perfecta no existe; pero, si existiera, nos gustaría más la otra, a la que no hemos ido para ir a ella. Ni siquiera en alguna de esas islas paradisíacas que al parecer sí existen se acierta: vas a las playas del norte, cuando era un día claramente de las del sur; justo hoy, se apelotonan las algas; desaparecen las algas y aparecen las medusas; demasiado sol y pocas sombrillas; la arena oscura; no hay una arena gustosa; piedras para entrar al agua; no hay chiringuito; hay un chiringuito con la música muy alta; no se pueden clavar las sombrillas; demasiados italianos... En fin, la lista de peros y contraperos que se le pueden poner a cualquier playa es demasiado larga como para que la agote un simple humano en una simple columnilla.
A mi modo de ver, una playa se acerca unos centímetros más a la perfección si por ella cruza de vez en cuando un señor que silba y que vende una maravillosas piñas, las cuales trocea con un espadín como maorí (hoja de Albacete) y con una pericia que ya quisiera Hannibal Lecter. Esas piñas jugosas y frescas no tienen precio, aunque el tipo se las arregla para ponerles uno que te hace silbar esta vez a ti. Unos cuantos dados de esa piña justifican un día de cualquier playa.
De no haber señor con piñas, lo siguiente, a mucha distancia, es que venga el de los cocos. Otro silbido, pero mismo espadín: crash, crash, crash... trago de líquido blancuzco y rumia de esa carne casi obscena que ofrece el coco. No es la lascivia de la piña, pero vaya, tampoco esos precios.
Si la playa es amplia y la arena blanca y limpia, el paisaje imponente, las aguas azul turquesa, si no hay medusas ni una colonia entera de italianos con la braga náutica, ni la armada inglesa en forma de yates a treinta metros de la orilla... bueno, tal vez se pueda aceptar que en vez de piñas o cocos pase por allí alguien con bombones helados, o hasta con «birras» del tiempo... Porque, como todo el mundo sabe, la perfección no existe, y además es aburrida.

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