jueves, agosto 02, 2007

Ricardo Medina Macias, El proteccionismo laboral perjudica a los trabajadores

viernes 3 de agosto de 2007
Empleo, capital y globalización
El proteccionismo laboral perjudica a los trabajadores
Es muy probable que este proteccionismo laboral sea la causa de que, aparentemente, el libre comercio y los avances tecnológicos beneficien más en términos relativos al factor capital que al factor trabajo.
Ricardo Medina Macías

Una de las falacias más comunes en las políticas públicas respecto del trabajo es la que supone que las medidas de proteccionismo laboral –que tanto complacen a políticos y sindicatos– contribuyen a incrementar el empleo y los salarios; en realidad, suele suceder lo contrario.
Muchas de las políticas habitualmente puestas en práctica de protección al empleo y a los salarios –que no son necesariamente lo mismo– nacieron en el siglo pasado de un admirable afán por evitar los abusos de un capitalismo descarnado como, por ejemplo, los abusos que había descrito vívidamente Charles Dickens (1812-1870) en algunas de sus novelas. Pero la nobleza y virtud de las intenciones no se conduelen con los efectos: el trabajador de carne y hueso, en términos tanto de empleo como de salarios, ha sido perjudicado por el proteccionismo.
Ejemplos de estas políticas de protección laboral son el salario mínimo, la seguridad social obligatoria, la contratación colectiva, el ahorro forzoso para fondos de pensiones y de retiro, la proliferación de prestaciones sociales auspiciada por beneficios fiscales y el ahorro forzoso para vivienda.
El primer efecto pernicioso de este bien intencionado proteccionismo es que el factor trabajo se vuelve más oneroso –en términos relativos– que el factor capital. Las asimetrías entre el trabajo y el capital han crecido en la medida que el primer factor permanece rígido, a causa de las políticas de protección, y el segundo ha experimentado una creciente flexibilización en las últimas décadas.
Esto hace que el empresario puesto a elegir, por ejemplo, entre opciones para expandir su producción ante un incremento de la demanda parta de un escenario que inevitablemente –debido al aparato de protección laboral– tiene un sesgo desfavorable para el trabajo. Dicho en términos muy simples: "En caso de que súbitamente la demanda se desplome, ¿qué opción me ofrece más flexibilidad para adaptarme a una inesperada época de vacas flacas? ¿Comprar una máquina o contratar cinco trabajadores más?". La respuesta es obvia: la máquina (capital) ofrece mayor adaptabilidad.
Es muy probable que este proteccionismo laboral sea la causa de que, aparentemente, el libre comercio y los avances tecnológicos beneficien más en términos relativos al factor capital que al factor trabajo. La culpa de esta desventaja relativa no hay que achacársela a la globalización, sino al sesgo contrario al trabajo que ha acarreado el proteccionismo laboral a ultranza.

© AIPE

Ricardo Medina Macías es analista político mexicano

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