miércoles, agosto 22, 2007

Quintano, El Madrid y la España de ZP

miercoles 22 de agosto de 2007
El Madrid y la España de ZP

POR IGNACIO RUIZ QUINTANO
VUELVE el fútbol, el único resorte mágico -junto con el mito de la revolución zapateril- capaz de despertar el entusiasmo de las masas. Marina, el gran filósofo de la «Educación para la Progresía», ha dicho en el «As» que el deporte de «elite» es socialmente perturbador, porque cada vez parece más difícil celebrar algo sin alcohol, cosa que tiene con las orejas tiesas al Merlín de nuestra Salud, el ministro D. Bernat, que es como el Conejo de Alicia, melifluo y huidizo -«me voy a investigar, me voy a investigar, me voy a investigar»-, pero siempre en coche oficial.
-El fútbol ha dado un ejemplo de multiculturalidad -dice Marina, que no se priva de un puto lugar común-. En nuestros clubes hay muy pocos jugadores de la nacionalidad del equipo. Un caso como el del Athletic de Bilbao me parece magnífico, pero es excepcional.
Con Caparrós en el banquillo de San Mamés, el Athletic es, desde luego, un «¡Arriba los valores hispánicos!» frente al «oscurantismo de España», representado, hoy, por el Madrid de Calderón: «Me llamo Calderón y doy suerte.» De hecho, su Madrid ha alquilado la camiseta a una casa de apuestas y sus jugadores creen que el fútbol es un juego de azar, como, por ejemplo, el gol de Drenthe al Sevilla.
En los círculos políticos, a Calderón se lo conoce como «el senador de Massachussets», porque es un clan, como los Kennedy o la «gent blaugrana», comprometido en la lucha, no contra Berlusconi o el Barça, sino contra la oligarquía financiera, razón por la cual el Madrid de Calderón viene a ser lo mismo que la España de Rodríguez: dinero tonto y desvarío listillo. El año pasado había prometido a Kaká y trajo a Emerson. Este año prometió «excelencia» y ha traído a Pepe. «A los futbolistas hay que mirarles la jeta», decía Bernabéu, que no contrató a Cruyff porque no le gustaba su cara. Pero Pepe no ha venido por la cara («parece un cascabel pisado», dice un amigo mío de Úbeda), sino por treinta millones. En el Madrid, la camiseta obliga, y llevando en el pecho una casa de apuestas no se puede andar regateando. Por menos de treinta millones (años, en el caso de Kaká, que todavía tiene veintitrés), a este Madrid de la «excelencia» no viene nadie.
Detrás, Casillas empieza a cimbrearse más como morsa que como delfín, y delante, Raúl lleva cuatro años moviéndose como un animador de hotel. Sin laterales ni extremos, la «excelencia» del Madrid se reduce a sustituir a unos brasileños de «claqué» por holandeses industriosos.
Ricardo Bada, un renacentista de Huelva que vive en Alemania casado con una holandesa, tiene observado que en los Países Bajos sólo han tenido dos enemigos invasores en su historia: España durante la guerra de los ochenta años y Alemania durante la segunda guerra mundial.
-Y el himno holandés dice en su primera estrofa: «Yo soy Guillermo de Orange, soy príncipe de sangre alemana y me siento orgulloso de ello, y al Rey de España siempre le rendí pleitesía.» ¡Y lo cantan en estadios llenos, y a voz en cuello, como en éxtasis, hasta cuando juegan contra España y Alemania!
A Calderón, que tiene don de lenguas -es relaciones públicas de la plaza de toros de las Ventas-, no se le escapan, sin duda, los tropos del himno holandés. Ahora que los futbolistas españoles pelean por una letra para el himno español -¡ese Sabio de Hortaleza cantando «Corazón Santo, Tú reinarás» al son de la Marcha Real!-, es natural que Calderón, en vez de comprar para la banda izquierda a Reyes, que parece un príncipe gitano de Utrera, compre a Drenthe, que se siente orgulloso de ser príncipe de sangre alemana y que siempre rindió pleitesía al Rey de España. Más difícil de entender es lo de Schuster («Zapatero», para el vulgo), que es de Colonia. El propio Bada cita a una reportera de TV de Alemania en su Mundial: «Dentro de poco esta plaza de Colonia estará ocupada por los mejicanos y, sobre todo, por los argentinos. Ya he oído por ahí muchísimas castañuelas.»

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