miércoles, agosto 22, 2007

Puño de hierro contra la pederastia

miercoles 22 de agosto de 2007
Puño de hierro contra la pederastia
EL presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha propuesto una serie de medidas legales contra los delincuentes pederastas que está dando lugar a un amplio debate social y jurídico. El detonante de estas iniciativas ha sido el abuso de un menor por parte de un pederasta que había sido condenado en tres ocasiones por el mismo delito. La última agresión, origen de este golpe de mano legislativo de Sarkozy, la cometió el delincuente en julio pasado, después de cumplir dieciocho años de cárcel, de los veinticinco a los que fue sentenciado. El presidente galo ha propuesto la castración química de los pederastas, el cumplimiento íntegro de sus condenas y el ingreso en un centro hospitalario en tanto perdure su peligrosidad, a juicio de los médicos. Son medidas contundentes, sin duda, pero exponen con toda claridad la gravedad del problema que plantean los delincuentes sexuales, cuya rehabilitación es sumamente difícil. Además, desmonta el tópico habitual de que no es bueno legislar «en caliente», excusa muy extendida en la política pusilánime que predomina en no pocas ocasiones en relación con la delincuencia y la seguridad ciudadana.
Hace pocos meses, un violador múltiple fue puesto en libertad en Cataluña a pesar de que los médicos certificaron que seguía predispuesto a cometer nuevas agresiones sexuales. Otro -el llamado «violador del Valle de Hebrón»- será excarcelado próximamente. En estos casos no cabe hablar de fallos judiciales o benevolencia penitenciaria, porque no los ha habido, sino de carencias de un sistema penal que no afronta la espinosa cuestión de que hay delincuentes que no son aptos para vivir en libertad y cuyos gravísimos delitos merecerían, en el sentir de muchos ciudadanos, la prisión a perpetuidad. Sin embargo, la corrección política y una inflación garantista de la jurisprudencia actúan, en ocasiones, como frenos a la necesaria toma de decisiones legislativas y judiciales. Incluso la propuesta sensata y razonable de aplicar la «doctrina Parot» al violador del Valle de Hebrón fue rechazada por la Audiencia Provincial de Barcelona con argumentos de más que discutible acierto.
Es de agradecer que Sarkozy haya abierto un debate de manera tan sincera y explícita, porque sólo así se puede avanzar en la protección de sociedades que no siempre saben integrar el sistema de libertades con el derecho a la seguridad. Sin embargo, las propuestas del presidente galo no están exentas de dificultades legales y médicas. La castración química no garantiza la neutralización absoluta del delincuente y exige, en cualquier caso, un seguimiento estricto de su evolución, lo que sobre el papel es fácil de comprometer, pero la práctica de supuestos similares suele verse entorpecida por factores burocráticos y técnicos. Por otro lado, el concepto de peligrosidad es esencial para entender la naturaleza de estos delincuentes y el tipo de medidas judiciales que se les debe aplicar, incluso una vez cumplida su condena, porque los pederastas y los violadores múltiples siguen siendo peligrosos aun cuando hayan agotado su culpabilidad con el cumplimiento de la pena. En la legislación española existen medidas de seguridad que se aplican después de la excarcelación del delincuente, como el alejamiento de la víctima o la prohibición de residencia en la misma población. El mismo fundamento de estas restricciones debe servir para mantener protegida a la sociedad, en su conjunto, frente a quien representa un peligro constante para cualquier ciudadano.
Sarkozy ha puesto el dedo en la llaga y, además, ha demostrado cómo se debe afrontar políticamente un problema social. La reunión con los ministros competentes, el encuentro con los familiares del menor agredido y su comparecencia pública para explicar personalmente las medidas legales contra los pederastas son actos de responsabilidad política, ejemplo que debería seguirse en España, donde la regla general del Gobierno es esconderse de la opinión pública y negar los problemas, en vez de resolverlos.

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