jueves, agosto 23, 2007

Primo Gonzalez, Pecata minuta

viernes 24 de agosto de 2007
Pecata minuta Primo González

Las cifras son las que son y a veces dicen con su escueta frialdad mucho más que las miles de páginas que se habrán escrito a lo largo de las últimas semanas sobre el peligro de las denominadas hipotecas subprime, es decir, las hipotecas que en Estados Unidos se sitúan en el escalón inferior de la solvencia.
La CNMV, que en esta ocasión ha estado muy bien de reflejos y está desarrollando una buena labor de esclarecimiento del impacto real que esta crisis puede tener sobre los inversores españoles, ha dictaminado que los activos dañados en el conjunto de las instituciones de ahorro colectivo que están dentro de su ámbito de supervisión apenas llegan a los 49 millones de euros. Para tan poco dinero quizás no hubiera merecido la pena tanto despilfarro de malas expectativas.
Las cifras son, en todo caso, provisionales y no incluyen los posibles quebrantos que hayan podido producirse en otras instituciones de ahorro colectivo, como los planes de pensiones, que ya reúnen cifras importantes de ahorro, por encima de los 80.000 millones de euros. En los últimos años, algunos planes de pensiones habían empezado a invertir en instrumentos de mayor riesgo, básicamente de gestión alternativa, que han ido alcanzando un peso cada vez mayor en las carteras de inversión de los planes de pensiones privados. No sería descartable que, cuando la dirección general de Seguros disponga de las cifras (quizás hoy mismo), aparezca algún quebranto adicional. Pero será previsiblemente de similar cuantía a los aparecidos en los 14 fondos de inversión y sicav en los que se han detectado activos de este tipo.
Pero no por pequeñas que sean las cifras del impacto directo y real vamos a salir indemnes de este bache financiero. Las crisis financieras tienen un impacto en la economía real que excede con mucho las frías cifras que sirven de argumento inicial. En estas últimas cinco o seis semanas han pasado muchas cosas como consecuencia de la incertidumbre desatada en los mercados. Por ejemplo, se ha producido una caída en el valor de la capitalización bursátil del orden del 8%, lo que sólo en las 35 empresas del Ibex 35 ya representa una pérdida de valor del orden de los 45.000 millones de euros. Se ha producido una aceleración en la subida de los tipos de interés que afectan a la financiación hipotecaria que tendrá un impacto directo en los bolsillos de los españoles muy apreciable a lo largo de los próximos meses.
Se ha desencadenado una nueva estrategia de valoración de los riesgos por parte de las entidades financieras que puede traducirse en que mucha gente se va a quedar sin poder financiar su casa o su consumo y algunas iniciativas empresariales se van a quedar para mejor ocasión por falta de la suficiente comprensión entre sus financiadores a la hora de otorgar créditos. El crédito, en general, ha sido la principal víctima de toda esta avalancha de cautelas y ello repercutirá muy posiblemente en las posibilidades de crecimiento de las empresas y de la economía.
Se podrá decir que si estas cautelas se hubieran adoptado en Estados Unidos, otro gallo hubiera cantado y ahora quizás no estaríamos hablando de esta crisis financiera y monetaria. Al fin y al cabo, la crisis tiene en su origen una mala gestión de los controles de riesgo, asunto que en Europa suele estar bastante mejor controlado y en el que las entidades adoptan actitudes mucho más estrictas. Sobre todo en el caso del sistema bancario español, a la vista de la experiencia.
La crisis monetaria exportada esta vez desde Estados Unidos al resto del mundo ha tenido notables efectos negativas sobre la economía española y sobre los bolsillos de los ciudadanos. Parece mentira que con tan poco impacto como ha tenido en España se hayan generado tantas pérdidas. Pero la economía tiene unas leyes muy peculiares, que no siempre se pueden prever ni predecir. Lo importante en nuestro caso es que los gestores del dinero y de la inversión de los españoles han actuado con eficacia y con la debida prudencia. Lo que constituye una gran tranquilidad.

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