jueves, agosto 09, 2007

Primo Gonzalez, J¿Que hacen con tanto dinero?

jueves 9 de agosto de 2007
¿Qué hacen con tanto dinero? Primo González

La inveterada costumbre de echarle las culpas a Madrid de todo lo que sucede en España, particularmente si es malo, tiene hondas raíces en la Historia española. Lo que no está del todo claro es que ese automatismo, en el que la periferia (representada ahora por los partidos nacionalistas) clama contra el Gobierno de la nación como máximo exponente de todas las desgracias, tenga aún vigencia. Desde luego, sí está claro que resulta bastante menos vigente que antes del año 1978, cuando España aprobó la nueva Constitución y se pusieron los cimientos del Estado de las Autonomías, una experiencia que, en la velocidad de su implantación, tiene pocos precedentes en el mundo pero que ha convertido a la España centralizada de la primera mitad del siglo pasado en un Estado que sólo nominalmente carece del apellido de “federal”, ya que en la práctica muchos querrían para sí el grado de descentralización existente en la España de nuestros días.
La afirmación no es gratuita y se apoya desde luego en las cifras, aunque no sólo. Pero en el terreno de los números, el Presupuesto del Estado español ha experimentado un cambio espectacular en los últimos 30 años, hasta el punto de que cabe dudar de que el país, en especial las Autonomías más periféricas y con mayor conciencia de su personalidad, lo hayan asimilado adecuadamente. La reflexión ha sido expuesta en las primeras páginas de algunos periódicos de ámbito internacional este mismo mes de agosto, en concreto en The Wall Street Journal, versión española y europea.
Resulta bastante sorprendente, por ello, la virulencia con la que se cargan sobre el Gobierno de la nación las más diversas responsabilidades con ocasión de desgracias naturales y problemas de índole operativa en los servicios públicos, como es el caso de los incendios de las Canarias o de la quiebra prácticamente sistemática en el funcionamiento de servicios esenciales en Cataluña. El sistemático reproche con el que algunos siguen bombardeando al Gobierno central a causa de una pretendida “falta de competencias” se corresponde cada vez menos con la realidad. Y quizás lo peor de todo es que con ocasión de estos problemas, se ha hecho norma política (que siguen escrupulosamente Gobierno y oposición) desplazarse a la zona en cuestión para hacerse la consiguiente fotografía en demostración de proximidad y cercanía con los ciudadanos afectados. No están mal estas muestras de solidaridad y apoyo personal, pero ¿son realmente proporcionales a las responsabilidades en que incurren los diversos entes políticos?
Se preguntaba el diario citado cómo es posible que en España se siga hablando de un problema de exceso de centralismo cuando a estas alturas solamente el 51% del gasto público se administra desde el Gobierno central, un gobierno que naturalmente debe atender a necesidades de los ciudadanos independientemente de su ubicación territorial, lo que significa que la asignación de los recursos correspondientes a ese 51% se efectúa en función de criterios no geográficos peor que incluyen a ciudadanos de todas las Autonomías. No hay que perder de vista que la territorialidad del gasto y de las inversiones es una cuestión que afecta sólo de forma parcial al conjunto del Presupuesto del Estado.
El grueso del dinero está gestionado actualmente en España por las Comunidades Autónomas. España no es, ciertamente, un Estado Federal. Pero federales son Estados Unidos y Alemania, en donde el gasto del Gobierno central representa un 54% en el primer caso y un 63% en el segundo. Dicho en breve, la parte del gasto público descentralizada en España (y, por lo tanto, en manos de las Autonomías) supera, en algún caso de forma amplia, a la que gestionan países de dilatada raigambre federalista, caso de Estados Unidos (el del federalismo alemán podría considerarse más reciente, ya que su última versión fue diseñada por los aliados tras la Guerra Mundial, a imagen de la estructura federal de Estados Unidos, la potencia militar dominante al final del conflicto). No obstante, Alemania cuenta con una tradición milenaria de autonomía territorial que justificaría una mayor proporción de recursos públicos en manos de los “länder”. Por el contrario, las autonomías alemanas son, en términos comparativos, “más pobres” que las españolas.
Habría sido de esperar que a medida que el peso de las Autonomías, financieramente hablando, en el reparto del gasto y de la inversión pública aumentaba, disminuían las quejas, lamentaciones y reivindicaciones contra el Gobierno central. La práctica y la observación diaria nos revelan que no es eso exactamente lo que está sucediendo. No ha existido una proporcionalidad entre la recepción de competencias y el correspondiente dinero para ejercerlas con la asunción de responsabilidades. Madrid sigue siendo el culpable. No carece por ello de justificación la pregunta que a estas alturas podríamos hacer los contribuyentes españoles: ¿qué hacen realmente con el dinero las Autonomías?

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