jueves, agosto 02, 2007

Primo Gonzalez, Entre Sarkozy y Trichet

viernes 3 de agosto de 2007
Entre Sarkozy y Trichet Primo González

Difícil papeleta tiene el presidente del Banco Central Europeo (BCE), el francés Jean-Claude Trichet, para tomar decisiones en política monetaria en estos momentos. Y lo que está sucediendo en los diversos frentes no ha hecho más que complicarle las cosas. Este jueves, el BCE ha optado por mantener estables, en el 4%, los tipos de interés de la zona euro, lo que para algunos es un alivio (los que tienen deudas) y para otros una contrariedad (los que creen que España necesita más disciplina monetaria para doblegar de verdad la inflación y favorecer la competitividad exterior). El que mantenga estables los tipos un mes más no quiere decir que haya renunciado a mover los tipos en un próximo futuro.
Uno de los frentes más complicados es el político e institucional. Sabido es que el Tratado existente de la UE otorga al Banco Central Europeo plena autonomía en su capacidad para determinar el nivel de los instrumentos necesarios para mantener la tasa de inflación en cotas adecuadas para la economía europea, lo que significa desde hace unos años para acá por debajo del 2%. Pero desde la llegada de Nicolas Sarkozy a la presidencia de Francia (Trichet y Sarkozy comparten muchas cosas, entre otras la nacionalidad), los márgenes de maniobra de Trichet parecen haberse estrechado. Sarkozy ha dicho que el BCE tiene que instrumentar una política monetaria expansiva para ayudar al crecimiento y dejarse de tantas estrecheces monetarias. Realmente, lo que Sarkozy ha dicho es que la capacidad de decisión del BCE sobre la economía europea debe ser sometida a algunas cautelas, para dar capacidad de participación a las instancias políticas. Desde luego, bien o mal, la actual legislación europea no le otorga a Sarkozy ninguna razón, ya que el poder del BCE en su parcela es casi ilimitado.
Pero Francia no quiere caminar tan fielmente por la vía de la virtud y prefiere que Europa se tome algunos atajos en materia económica, para impulsar el crecimiento aunque sea a costa de un poco más de inflación. Un punto de vista que replica férreamente Alemania y alguno de los demás miembros de la UE, aliados de Trichet. Así las cosas, Trichet podría estar necesitado de un gesto de autoridad, una subida lo antes posible de los tipos de interés para poner en evidencia ante Sarkozy que el BCE es realmente independiente y que su política no se desplaza en función de los intereses de los gobernantes sino de la estabilidad monetaria, virtud esencial para la prosperidad de los ciudadanos europeos más allá de las conveniencias políticas del momento.
Entre tanto, la inflación se mueve claramente por debajo del 2%, en torno al 1,8 ó 1,9%, de forma que no hay premuras en la adopción de medidas, si bien casi todo el mundo está de acuerdo en que la tasa de inflación en el cuarto trimestre del año será menos benévola y justificaría, desde ya mismo, un apretón de las tuerzas para evitar que la economía europea se deslice por la pendiente inflacionista y ponga fin anticipadamente a la fase de expansión que estamos empezando a vivir.
Por otro lado, el momento en los mercados es delicado, debido a sus elevadas dosis de inestabilidad. Bien es verdad que el argumento inverso quizás tendría más validez: hay volatilidad e inestabilidad en los mercados porque las autoridades europeas han mostrado el lado débil de su escasa cohesión interna, están divididas y carecen de la credibilidad suficiente. Es una de las peores cosas que le pueden suceder a un banco central: que pierda el respeto y la credibilidad en los mercados.
Todo ello lleva a pensar que quizás podríamos encontrarnos no muy lejos de una subida de tipos en la que las conveniencias monetarias y las exigencias de recuperación de la credibilidad desempeñen papeles bastante parejos. Es una pena que las cosas sucedan de esa forma y siempre nos quedaremos con la duda de saber si, en caso de que los políticos (en este caso, Sarkozy) no se hubieran metido por el medio, podríamos seguir disfrutando de tipos de interés razonablemente bajos. El fuero es el fuero.

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