viernes, agosto 17, 2007

Primo Gonzalez, El papel de agencias y supervisores de los mercados

viernes 17 de agosto de 2007
El papel de agencias y supervisores de los mercados Primo González

Las quejas sobre el papel que han jugado en los prolegómenos de la presente crisis hipotecaria y bursátil las agencias de calificación (Standard & Poor’s y Moody’s, más alguna otra de menor ámbito) no se han hecho esperar. Hasta la Comisión Europea parece decidida a tomar cartas en el asunto ya que no resulta comprensible la ausencia absoluta de alertas por parte de las agencias de calificación de riesgos en relación con las entidades que estaban acumulando en sus carteras masivas emisiones de títulos con baja o muy baja calidad crediticia y de solvencia. Hay ya algunos precedentes de exigencia de responsabilidades que podrían salir ahora a la luz, de la misma forma con que la todopoderosa Arthur Andersen (empresa de auditoría en aquel caso) acabó en la más absoluta insolvencia con ocasión de su discutible actuación en la supervisión de la multinacional Enron.
Han fallado los filtros encargados de detectar la calidad de los activos en los que, en una época dorada para la liquidez, invertía todo el mundo con la expectativa de rápidos y seguros beneficios. Sigue sin existir una cuantificación siquiera aproximada del volumen total de activos afectados por calificaciones de riesgo inferiores a lo que los inversores institucionales consideran como permisible, aunque en Estados Unidos se han avanzado cifras del orden de los 100.000 millones de dólares.
Entre los diversos filtros existentes en los países desarrollados para prevenir quebrantos potenciales, no solamente las agencias de calificación han demostrado una insuficiente capacidad de diagnóstico. Las agencias de calificación de riesgos son entidades de ámbito privado y que viven de las tarifas que cobran a sus clientes, que no son otros que los emisores de los títulos sobre los que las agencias emiten sus opiniones, un sistema que por definición genera un conflicto de intereses que ha sido criticado en numerosas ocasiones y que está necesitado de alguna revisión. También se ha echado en falta alguna actuación de los bancos centrales y de las comisiones reguladoras de los mercados de valores, ya que unos y otras tienen amplias potestades para investigar y revisar con la frecuencia que consideren oportuno la calidad de las carteras y de los activos de las entidades sometidas a su control.
En los últimos meses, ni las agencias calificadoras han emitido dictámenes detectando riesgos en las emisiones de sus clientes ni los bancos centrales o las comisiones de control (tipo CNMV en España o SEC en Estados Unidos) han llamado al orden a sus supervisados por presuntas prácticas inconvenientes en sus inversiones o por riesgos inasumibles. Como consecuencia de ello, unos y otros han mantenido su intensa actividad de dilución y reparto de los activos a lo largo y ancho de los mercados, de forma que han ido llegando poco a poco a inversores finales mucho más desprotegidos que los inversores de corte institucional. Unos y otros, sin embargo, han caído en la trampa de unas inversiones de muy dudosa calidad sin que los profesionales de la supervisión y de la calificación de riesgos hayan logrado hacer nada por impedirlo…
La crisis de la compañía energética estadounidense Enron el año 2001 se llevó por delante la imagen de prestigio y solvencia de algunas de las más reputadas compañías de auditoría de cuentas, aunque la experiencia de aquellos amargos acontecimientos ha servido para establecer códigos de conducta muy precisos para las empresas de auditoría. De hecho, y como consecuencia de su desdichada intervención en la vigilancia de la compañía eléctrica, Arthur Andersen entró en barrena en el año 2002 y sus casi 30.000 empleados de Estados Unidos se quedaron en la calle, aunque tres años más tarde el Supremo absolvió a la ya desaparecida compañía de los cargos por los que había sido juzgada, cargos que afectaban a su actuación colateral en relación con los trabajos que realizaba para la empresa en crisis. Pero desde entonces nada ha vuelto a ser igual en el mundo de la auditoría. Aquí y ahora, y a la vista de la impunidad con la que se ha desarrollado todo el fenómeno de las hipotecas de baja calidad crediticia, sería bueno establecer también algunos códigos de actuación para las empresas de calificación de riesgos, con vistas a exigir una más estricta vigilancia y difusión de los riesgos que puedan afectar a amplios segmentos de los mercados.

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