viernes, agosto 17, 2007

Polemica absurda en Navarra

viernes 17 de agosto de 2007
Polémica absurda en Navarra
LA polémica sobre la posibilidad de que Unión del Pueblo Navarro tenga grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados ha empañado el acierto político del PP y de UPN consistente en la renovación de Miguel Sanz como presidente del Gobierno Foral de Navarra. Hasta hace pocas semanas, la alternativa a un Ejecutivo foralista formado por UPN y Convergencia de Demócratas Navarros era una coalición de socialistas, nacionalistas panvasquistas y extrema izquierda, que habría respondido a una estrategia general de arrinconamiento del PP y a un intento agónico de mantener con vida el proceso de diálogo político con ETA. Gracias a la presión realizada por el PP, en el ejercicio legítimo de su labor de oposición, y al rechazo general en el resto de España de un pacto con nacionalistas independentistas, el PSOE dio marcha atrás, Zapatero se desdijo de su preferencia por el acuerdo con Nafarroa Bai y los socialistas navarros quedaron sin crédito alguno, descabezados y sin rumbo, después de haberse decidido unánimemente por conformar un gobierno con el nacionalismo panvasquista. No ha habido tanto sentido de Estado como cálculo de costes electorales en la decisión del PSOE de facilitar la investidura de Miguel Sanz como presidente de Navarra. Tacticismo electoral, que es el que justifica la sospecha de que esta nueva legislatura tenga una vida tan corta como convenga al PSOE una vez celebradas las elecciones generales de 2008.
Ahora bien, la súbita propuesta de que UPN constituya un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados introduce un debate de dudosa necesidad y manifiestamente inoportuno. Tiempo ha habido para plantear esta iniciativa en las anteriores legislaturas y tiempo habrá de cara al nuevo Parlamento que surja de las próximas elecciones generales. Que haya o no un grupo propio de UPN debe ser, en todo caso, el resultado de una valoración interna entre este partido y el PP, y en función de lo que más convenga a su concertación. Pero plantear esta segregación parlamentaria en el momento actual -más aún si da lugar a que pueda ser interpretado como una especie de premio al PSOE por facilitar a Miguel Sanz la presidencia de Navarra- tiene unas connotaciones negativas para el PP, porque da a entender que este partido es una rémora para UPN y que la verdadera crisis política en Navarra está ubicada en estos dos partidos, y no en el Partido Socialista de Navarra, que sí tiene motivos para pensarse dos veces cómo debe ser su relación con la dirección del PSOE.
Los mensajes equívocos distorsionan la realidad y la presentan como no es. Las decisiones que se toman sobre estos errores agravan, a su vez, las consecuencias. UPN ha ganado holgadamente las elecciones forales, cuenta con el apoyo de CDN y juntos suman 24 escaños, a dos de la mayoría absoluta. Frente a este bloque foralista, el PSN ha pasado de gobernar la comunidad hasta hace doce años a ser el tercer partido de la comunidad, dejándose en el camino dirigentes implicados en casos de corrupción y sufriendo, desde el 27 de mayo, fracturas internas sin precedentes. Y todo ello, sin contar con el extraordinario favor que han hecho al nacionalismo legitimando, de manera más o menos ambigua y velada, sus aspiraciones panvasquistas.
Hoy, la estabilidad de Navarra está más y mejor garantizada por UPN. Sanz y el PP han mantenido una posición coherente y firme y, gracias a ella, el PSOE ha tenido que desistir de su peligrosa aventura filonacionalista en Navarra. El problema en Navarra lo tiene Zapatero, no Rajoy ni el PP ni UPN, aunque hayan dado pie de forma innecesaria a que se especule sobre una inexistente crisis entre ambos. Crisis inexistente que se encargó ayer de aclarar muy expresivamente el líder del PP, quien por fin hizo un alto en sus vacaciones para acudir al acto de toma de posesión de Sanz: «Jamás hemos tenido un problema ni lo vamos a tener en el futuro», dijo para zanjar el asunto. Fórmulas hay para que Miguel Sanz y su partido remarquen sus perfiles propios en materia de programas, de gestión política, de voz autónoma e, incluso, de relación institucional con los socialistas navarros, en la que UPN deberá contar con un amplio margen de maniobra. Pero el don de la oportunidad es fundamental para no causar daños innecesarios y dar oxígeno a quien sí está sumido en una crisis de envergadura.

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