jueves, agosto 09, 2007

Pio Moa, Un consejo a Gibson

Un consejo a Gibson
9 de Agosto de 2007 - 08:56:09 - Pío Moa
"Si yo tuviera un abuelo enterrado como un perro en una cuneta, buscaría a mi abuelo. Todos los cristianos deben entender que el ser humano necesita enterrar a sus muertos", dice Gibson.
Verá este sembrador de cizaña: los cristianos puede que “necesiten” eso, pero él, Gibson, al igual que la mayoría de la izquierda y de los componentes del Frente Popular, no son cristianos; son, precisamente, anticristianos, son los que quemaron, o se identifican con los que quemaron, templos, monasterios, bibliotecas y centros de enseñanza por el mero hecho de su carácter cristiano y asesinaron a miles de clérigos y laicos por la misma “razón”. Si Gibson no fuera un redomado hipócrita no invocaría un cristianismo en el que no cree, e invocaría en cambio sus propias creencias.
Los suyos, señor Gibson, expresaron perfectamente su punto de vista en las frases de la Pasionaria incitando a usar los cuerpos de los enemigos como abono de los campos. Esta actitud, señor Gibson, es perfectamente coherente con su interpretación digamos materialista. Se puede enterrar los cadáveres simplemente por razones higiénicas, pero no cabe duda de que es mucho más “racional” y productivo darles esa utilidad como fertilizante. Después de todo ya no son más que un amontonamiento de células en descomposición, ¿no? Esa es la lógica de su pensamiento, sean ustedes consecuentes y déjense de trucos baratos con el cristianismo.
En cuanto a los cristianos, le bastará visitar Paracuellos o el Valle de los Caídos para comprobar que allí se mantienen los restos, en anonimato impuesto por las circunstancias, de miles de personas inidentificables, como ocurre en las fosas que todavía guardan a cientos cientos (no 40.000, desde luego) de fusilados de uno u otro lado. Son muchos los cristianos que han renunciado a encontrar los restos de sus deudos y que no se dedican a buscar subvenciones ni menos a hurgar en viejas heridas con ese pretexto, como hacen ustedes. En el Valle de los Caídos hay también numerosos restos de combatientes izquierdistas o separatistas (que no demócratas, señor Gibson), en pro de una reconciliación que ustedes no sienten en lo más mínimo y que nunca aceptarán, y menos bajo la cruz del monumento; lo que no obsta para que, de repente, les dé a ustedes por recurrir al cristianismo, con su tradicional falta de escrúpulos.
Dice también este sembrador de odios que "hasta que los perdedores no busquen a sus asesinados y les den un entierro digno, este país no está en paz". Señor Gibson, España está en paz y vive en paz desde 1939. Una paz que ustedes pretenden perturbar ahora con esa “memoria” falsa de la raíz a la copa.
Y un consejo, señor Gibson y compañía: dejen en paz a los muertos, porque al final los muertos van a revolverse contra ustedes, van a poner en evidencia toda la vileza de quienes intentan utilizarlos de munición política y contra una paz que, le repito, dura ya en España casi setenta años.
Compruebo que las infamias de Gibson han sido reproducidas por numerosos periódicos en toda España y supongo que también por otros muchos medios de comunicación. Eso lo saben hacer muy bien estos caballeros. Tienen derecho a ello, nada que objetar ...salvo que los puntos de vista contrarios, como los aquí expresados chocan con la censura (inquisitorial o chequista, como se prefiera), exceptuando unos pocos medios. Obstáculo que debiera salvarse con la actividad difusora de las personas que sienten la paz y la democracia. Lástima que esa actividad sea tan poco activa, tan por debajo de lo que exige el momento.
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"No menos indicativo fue un suceso que levantó densa polvareda a finales del verano de 2003: el hallazgo, en un barranco de Órgiva, Granada, de un osario durante la construcción de unas obras del ministerio de Fomento. De inmediato empezó a hablarse de una enorme fosa común "perfectamente documentada", de "fusilamientos masivos", de "exterminio de compatriotas por motivos ideológicos". Un catedrático de Economía de la universidad de Granada caracterizó el barranco como "lugar de crímenes y de muertes" por donde "había corrido un río de sangre". Supuestos testigos recordaban la llegada de camiones cargados de "hombres, mujeres y niños", a quienes bajaban, mataban a tiros y hacían caer rodando a la zanja, echándoles luego cal viva, "y así un día y otro". El catedrático calculó en 5.000 las víctimas, si bien la Asociación por la Memoria, algo menos sanguinaria, las rebajaba a la mitad. Se aumentó el dramatismo poniendo en la picota la "indiferencia" del gobierno Aznar, o hablando del "miedo" de los obreros a perder el trabajo si hablaban de los huesos hallados. Los de la "memoria" señalaban piadosamente que sólo buscaban "el respeto a las familias" de los fusilados, como si alguien les faltara a ese respeto.
El ayuntamiento resolvió homenajear a las víctimas y erigir un gran monumento recordatorio en medio de un parque a crear ex profeso. El dinero vendría aprovechando una orden oficial que subvencionaba a los ayuntamientos para "coordinar actuaciones de recuperación de la memoria histórica". Se exigió la paralización de los trabajos de Fomento, y que los gastos de excavación entrasen en los presupuestos de la obra. En muchos periódicos, y en Internet corrían las noticias y comentarios.
Aquello venía a ser el Paracuellos de la izquierda, después de años de excavar y lanzar insinuaciones, pero sin encontrar más que algunos restos dispersos, de origen no siempre claro. El diario El País dedicó al acontecimiento una página el 1 de septiembre, ofreciendo además de lo ya reseñado, la siguiente información, como si la fuente mereciera alguna confianza: "Según datos de los socialistas, más de 500.000 personas sufrieron prisión y otras 150.000 murieron fusiladas". Y para hincar más el aguijón en el gobierno de Aznar sugería el carácter fascistoide de éste al mencionar que había gastado 13.000 euros en recuperar cadáveres de la División Azul y honrar su memoria mediante un pequeño monumento (en realidad el gobierno recuperó restos de españoles de los dos bandos caídos en Rusia, y hubo otro pequeño monumento para los comunistas españoles muertos allí, que fueron muchos menos).
Se anunciaba, evidentemente, una ofensiva mediática de gran estilo. Pero el 2 de septiembre El País informaba, no a toda plana, sino en el lugar menos visible de una página muy interior: "Los restos óseos hallados el pasado sábado son, según los forenses, de origen animal". De cabras y perros, en concreto. Así se vino abajo la operación. La derecha, prácticamente la pasó por alto, pero puede imaginarse la oleada de sarcasmos, insultos y comentarios moralmente aniquiladores si hubiera sido ella la autora del montaje. Durante muchos años seguiríamos oyéndolos.
Cito el caso no como prueba de que la derecha no cometiera atrocidades, pues ciertamente las cometió, sino como muestra de la explotación cínica de los sentimientos ligados a las víctimas del pasado para sacar tajada política actual. Un hecho muy desgraciado de los últimos años ha sido precisamente la sistemática recuperación de los rencores, que no de la memoria, por los partidos de la izquierda y separatistas. Y como insisten en esa vía y por desgracia logran hacer creer a mucha gente su propaganda, no queda más remedio que hacer un esfuerzo, aun si penoso, por restablecer la verdad histórica, único modo de combatir los odios.

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