martes, agosto 14, 2007

Pello Salaburu, Apoyos inesperados

Apoyos inesperados
14.08.2007 -
PELLO SALABURU

El presidente del PNV, Josu Jon Imaz, lanzó una apuesta en su conocido artículo, pretendiendo poner las bases de actuación que considera más adecuadas en la política vasca. Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los votantes del PNV comparte de forma clara esa manera de ver las cosas. Seguramente, también la comparten los propios afiliados al partido. Es conveniente distinguir en estas cosas entre afiliados, por un lado, que son los que dan el visto bueno a los documentos básicos que conforman la política general a medio plazo que va a defender el partido, y votantes, por otro, que son quienes aseguran con su voto que esa política se pueda llevar a cabo. Aunque tengo la impresión de que algunos dirigentes del PNV no acaban de ver con claridad una cuestión tan sencilla y básica como ésta. En efecto, una disociación entre afiliados y votantes puede resultar, a medio plazo, nefasta para el propio partido. Desde esta perspectiva tengo el convencimiento pleno, como digo, de que la política planteada por Imaz va a tener una capacidad de arrastre mucho mayor entre los votantes (afiliados y simpatizantes) que otras políticas basadas en la confrontación.Pero vivimos en un país singular, como todos sabemos. Aunque muchos jóvenes quizás no sean conscientes, el caso es que el voto de quienes vamos a San Mamés cada quince días vale mucho menos que el de quienes se bañan en La Concha. Y mucho menos, todavía, para qué lo voy a recordar, que el de quienes pasean cada domingo por la calle Dato. Por la misma regla, nos encontramos con otra paradoja: la mayoría de los afiliados del PNV, que son vizcaínos, comparten las tesis de Imaz. Dentro de EA, la mayoría de los afiliados son guipuzcoanos y éstos son también proclives, dentro de su partido, a llegar a fórmulas «tranquilas y duraderas» de entendimiento con el PNV, manifestando en el fondo una forma de ver las cosas bastante similar a Imaz. Pero, lo que son las cosas, minorías de fuera de Bizkaia, en el caso del PNV, y de fuera de Gipuzkoa, en el caso de EA, acaban poniendo serias trabas, cuando no impidiendo, lo que parece ser el deseo mayoritario entre sus propios afiliados. Y no digo nada entre los votantes. Por eso, las tesis de Imaz van a tener problemas dentro del partido: hay sectores importantes que, aun no siendo mayoritarios, pueden acabar imponiendo sus opiniones, porque el sistema interno de votos está basado más en el reparto territorial que en la máxima de 'una persona (un militante), un voto'. Esto es lo que se pondrá de manifiesto en las próximas semanas, cuando los militantes del PNV discutan el documento elaborado por la ejecutiva.El presidente del PNV defiende una política basada en la transversalidad: pongámonos de acuerdo todos entre nosotros, dentro de la comunidad, y negociemos el resultado del acuerdo con Madrid, para hacer finalmente un pacto con el Estado que asegure una convivencia durante unos cuantos años. Y hagámoslo con tranquilidad: nada de preguntas en referéndum mientras ETA siga queriendo intervenir en política con sus bombas. Mientras haya violencia no pueden existir preguntas de ese tipo. Los socialistas vascos han aplaudido esa idea y han afirmado que, llegado el caso, no sería difícil ponerse de acuerdo en algunos puntos básicos que pudieran tener como consecuencia, incluso, modificaciones de tipo legal. El propio Felipe González ha alabado también las propuestas de Imaz.El caso es que uno de los argumentos en contra más repetidos, cuando el llamado plan Ibarretxe se presentó en Madrid, era que la falta de consenso interno de la que adolecía la propuesta hacía inviable el plan del lehendakari. Es una propuesta de parte, se decía, y se ha marginado a otra parte importante. Una pena, seguía el argumento machacado en múltiples foros, porque si el acuerdo hubiera sido apoyado por una mayoría de fuerzas, se habría podido defender sin problemas: 'Pónganse de acuerdo entre nacionalistas y constitucionalistas, condenen la violencia y verán cómo lo que ahora parece imposible puede ser posible en ese otro contexto'. Muchos nos lo creímos. Sin embargo, otra paradoja del país, las tesis de Egibar han encontrado un aliado inesperado en la persona del presidente de Gobierno. Porque después de lo de Ibarretxe se materializó en otra parte otro acuerdo, respetando de forma escrupulosa lo que nos decían que debíamos hacer los vascos: sin violencia, después de muchas discusiones y pactos, tras no pocos cambios, los catalanes pudieron llegar a acuerdos sustanciales y alumbraron un nuevo Estatuto. Estatuto que el sonriente Rodríguez Zapatero tumbó en Madrid a las primeras de cambio. Asimismo, los navarros se habían puesto también de acuerdo, con muchas cesiones entre las partes: no olvidemos que Nafarroa Bai había cedido en cuestiones esenciales, de la misma forma que el PSN también lo había hecho, como sucede en cualquier negociación. El acuerdo final fue tumbado también -esta vez a las segundas de cambio- por el sonriente Rodríguez Zapatero, aunque ahora haya asegurado que la oposición que va a practicar el PSN ante UPN tendrá una ferocidad mayor que la mostrada por el lobo de Caperucita. UPN debe de estar muerto de miedo. Dos actuaciones y dos estafas que ilustran a la perfección lo que los dirigentes del PSOE entienden en realidad cuando nos dicen que nos pongamos de acuerdo antes de llevar nada a Madrid. Da la impresión de que los acuerdos tienen que ser en realidad más verticales que transversales, si queremos que tengan alguna posibilidad de ser puestos en práctica. Por eso digo que las tesis de Egibar se han encontrado con un aliado cuya ayuda no se esperaba. ¿Existen garantías, en estas condiciones, de que podamos llegar a acuerdos que tengan alguna posibilidad de ser respetados? El miedo que atenaza al PSOE ante las andanadas del PP y sus acólitos mediáticos, que incluyen emisoras sacras y sermones preconstitucionales de cardenales y obispos (actitud evangélica de modestia y humildad), es tan evidente que uno se pregunta si de verdad se creen algo de lo que dicen. Diría que están acongojados, aunque otra palabra de eufonía similar sería mucho más adecuada. Por desgracia para todos, creo que en estos momentos una propuesta como la adelantada por Imaz, que está muy bien razonada y argumentada, lo tiene más difícil que hace unos días. Ésta es una de las consecuencias que tienen las actuaciones insensatas. Es que en política hay compañeros de cama más extraños que en los matrimonios.

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