lunes, agosto 27, 2007

Paulo Coelho, Dialogos con el maestro. Amor en los detalles

lunes 27 de agosto de 2007
Diálogos con el maestro. Amor en los detalles

Termino hoy la transcripción de algunas notas que fui tomando entre 1982 y 1986 de mis conversaciones con J., mi maestro y amigo.Cuando volvimos a encontrarnos, le pregunté qué debía hacer para organizar un poco mi búsqueda espiritual, que parecía no llevar a ningún sitio. Esto es lo que me respondió:–No quieras ser siempre tan coherente. Descubre la alegría de sorprenderte a ti mismo. Ser coherente supone tener que llevar siempre una corbata conjuntada con los calcetines. También se deben mantener mañana las mismas opiniones que se tenían hoy... ¡Eso es ignorar el movimiento del mundo! Mientras no hagas mal a nadie, cambia de opinión de vez en cuando, y no te avergüences por contradecirte: estás en tu derecho. No importa lo que piensen los demás, porque lo pensarán de todas formas.–Pero estamos hablando de fe.–Exacto. Continúa con lo que haces, pero intenta poner amor en cada gesto: esto bastará para organizar tu búsqueda. No solemos dar valor a lo que hacemos todos los días, pero esto es lo que transforma el mundo que nos rodea. Pensamos que la fe es un trabajo de gigantes, pero si leemos algunas páginas de la biografía de cualquier santo, nos daremos cuenta de que era una persona absolutamente común, con la particularidad de que decidió firmemente compartir con los demás lo mejor de sí mismo. Son muy diversas las emociones que pueden impulsar el corazón del hombre a emprender el camino de la espiritualidad. El motivo puede ser «noble» (como la fe, el amor al prójimo o la caridad), pero también puede reducirse a un capricho, como el miedo a la soledad, la curiosidad, o el temor a la muerte. Nada de esto importa. El verdadero camino espiritual es más fuerte que las razones que nos condujeron a él, y poco a poco acaba imponiéndose, con amor, disciplina y dignidad. Llega un momento en el que miramos atrás, recordamos el inicio de nuestra jornada, y nos reímos de nosotros mismos en aquel entonces. En definitiva, fuimos capaces de crecer, a pesar de la banalidad de los motivos iniciales que nos llevaron al camino.–¿Pero cómo puedo saber si, por lo menos, estoy recorriendo este camino con amor y dignidad?–Dios suele emplear la soledad para enseñarnos algo acerca de la convivencia. A veces usa la rabia para que podamos comprender el infinito valor de la paz. En otras ocasiones, con el tedio quiere mostrarnos la importancia de dejarse llevar por la aventura.Dios suele emplear el silencio para enseñarnos algo acerca de la responsabilidad de lo que decimos. A veces usa el cansancio para que podamos comprender el valor del despertar. En otras ocasiones, con la enfermedad quiere mostrarnos la importancia de tener buena salud. Dios suele emplear el fuego para enseñarnos algo acerca del agua. A veces usa la tierra para que podamos comprender el valor del aire. En otras ocasiones, con la muerte quiere mostrarnos la importancia de la vida. –Pero, ¿qué hacer con la sensación de culpa que todos tenemos?–En uno de los más trágicos momentos de la crucifixión, uno de los ladrones se da cuenta de que el hombre que muere a su lado es el Hijo de Dios. «Señor, acuérdate de mí cuando entres en el Reino de los Cielos», dice el ladrón. «En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso», responde Jesús, haciendo del bandido el primer santo de la Iglesia Católica: San Dimas.No sabemos por qué razón Dimas fue condenado a muerte. En la Biblia, él confiesa su culpa, reconociendo que lo crucifican por los crímenes cometidos. Podemos incluso suponer que había realizado algo cruel o tenebroso que justificase para los jueces semejante final. A pesar de todo esto, en los últimos minutos de su existencia, un acto de fe lo redime, y lo glorifica. Acuérdate de este ejemplo cuando, por la razón que sea, te sientas incapaz de proseguir.

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