jueves, agosto 23, 2007

Patxi Andion, Victimas

jueves 23 de agosto de 2007
Víctimas Patxi Andión

La sociedad civil se pregunta por las víctimas. Tiene corazón aunque colectivo y de pronto, cuando los medios se lo recuerdan, cae en la cuenta de los que sufren, que suele ser cuando los demás saben que sufren y se pregunta por ellos. Eso, delata un carácter practiquista y desata una oleada mediática. De pronto, las víctimas se le amontonan a la sociedad en el dintel de su casa y su hedor sube hasta los comedores, se cuela en los dormitorios y hace ir al baño a los ciudadanos de primera. Asqueados por la carroña y nauseabundos se amontonan ante el wc. Y lejos de pedir la vez, se empujan sin miramiento alguno para ver quien es capaz de vomitar primero.
El hedor victimario es un aldabonazo que resuena en las bóvedas suntuarias de las sociedades desarrolladas, que son las exclusivamente “civiles” de verdad. Las otras, aquellas que aguardan el salto de las vallas de la opulencia, las que ni se bañan ni perfuman, las que dormitan como los perros con un ojo abierto y otro cerrado para vigilar que no le roben los cartones, la que aguanta la hambruna y se despioja en las marcas del despilfarro, esa, ni pincha ni corta. Al menos. Hasta que no sale en los periódicos. Hasta que no colocan los cadáveres flotando en las riadas en la tele al mediodía, o no restriegan sus rostros vencidos por la fatalidad antes que salgamos a cenar con los amigos.
Las víctimas son a veces, tan solo un asunto estadístico, que es cuando quizá son menos. Sabemos que tal porcentaje de población sobrevive por debajo del nivel de la pobreza, por ejemplo, que no es otra cosa que el nivel marcado por la opulencia para desaparecer por la puerta de atrás, donde se arrojan los subsidios como a los chanchos y reclamar con aquellos “pitas…pitas”. Esa marca que como un bote sifónico permite estar cerca sin que el hedor de la subhumanidad nos haga las pascuas aguándonos las mismas. El nivel de la pobreza es un brillante eufemismo, tan ajustadamente enunciado que parece depurado durante siglos por la Iglesia, aquella católica que tanto supo de miseria y a la que tanto debe y que tan frecuentemente olvida.
Ser víctima es un orden de infortunio difuso donde los casos particulares se mezclan con los colectivos y donde la pelea de cifras es igual de virulenta, que práctica para la sociedad e inútil para el colectivo que lo sufre. La categoría se alcanza en diversos niveles de desgracia y de onerosa popularidad. Y por eso, algunas se consideran mas que otras e igual que las disputas entre ciegos descritas por los clásicos, la cuestión, entre ellas, es de diferenciarse y ser “mas víctima que tu”. El orden trascendente es inversamente moral a la vida descrita por los textos sagrados y promocionada por las leyes. Cuanto más abajo, mayor nivel victimario y mayor categoría infernal.
Las víctimas son tantas, de tan diferente calaña y con tanta acumulación desgraciada que la somera enumeración desborda los espíritus más circunspectos. Las hay de todas clases y tamaños, estaturas, pesos, medidas y volúmenes, orígenes y nacionalidades, colores y religiones, sexos y edades.
Las víctimas a veces, se revelan ante la sociedad civil que atiende antes los derechos y deberes que los estómagos y llegan por oleadas, cabalgan en los terremotos, descienden desde los volcanes como lava, derrotan en las playas como las olas o llueven desde el cielo tras las bombas. A veces son un sordo rumor desde lugares remotos, desconocidos, y por ello indoloros y a veces tienen DNI y se apellidan como cualquiera. Como cualquiera que, de pronto, puede encontrarse tumbado en un banco de la calle abrigado por un tetrabrik barato. Invisible. Como seres abisales, perdidos en la negrura del egoísmo.
Los goterones de un tormentón apenas humedecen un paladar. Sed. Agosto

1 comentario:

feryub dijo...

Me alegra, después de tantos años ya escuchando tus canciones, este reencuentro a través del "milagro internet". De vez en cuando busco en el ciberespacio y, hasta ahora, de Patxi Andión no hubo nada. Sí, alguna breve noticia relacionada con tu actividad (¿última?)como profesor de la Universidad de Castilla La Mancha.Era de esperar porque nunca fuiste amigo de escaparates y de famas. Hace dos o tres años (quizá más) te escuché en el Centro Cultural de la Villa las canciones de Nunca,nadie. Y un poco antes en una sala de Fuenlabrada. Genial. El de siempre, o sea, emocionante, auténtico, verdadero. Me dejaste dos entradas en ventanilla y yo quería hacerte una entrevista, pero me di cuenta a tiempo de que esa no era la entrevista que quería hacerte.Sigo en ello, por supuesto. Ya llegará (espero) el momento. Y en cuanto a "Víctimas" de acuerdo totalmente y en cada una de tus palabras se oye el eco del vagabundo o la Jacinta o tantas otras canciones de antes o de ahora. Lo que dices es una verdad colectiva que nos deja en la más absoluta perplejidad. Sufrimos, aunque nos refugiemos en el bienestar, el consumo... Ya se encargará nuestra generosa sociedad de ofrecernos el bálsamo de fierabrás para curar todo tipo de contradicciones, aunque haya incluso que llegar al cinismo y hacer de éste la clave de la existencia. La realidad que describes es otro aspecto más de la crisis de valores en la que estamos inmersos y hacen falta poetas que aunque no dan respuestas nos ofrecen el consejo de la incomodidad y la crítica.