domingo, agosto 05, 2007

Mila Beldarrain, Murallas

Murallas
06.08.2007 -
MILA BELDARRAIN

Las murallas, hace muchos siglos, fueron imprescindibles para nuestros antepasados. Gracias a las murallas, las ciudades se defendían de las invasiones enemigas y cerraban sus puertas a muchas enfermedades contagiosas, por ejemplo, la peste, el cólera morbo, y un montón de males más, todos con nombres muy feos. A partir de finales del II milenio a. C., se empezó a construir, contra la amenaza de invasión de los hunos, la Gran Muralla china, la 'Larga Muralla de los diez mil li' (un li es más o menos 500 metros), como la llaman en China. Millones de trabajadores forzados construyeron primero un trozo aquí, luego otro allá, hasta que el primer emperador, Qin Shihuangdi, decidió unirlos todos, creando un gran muro protector que tiene más de seis mil kilómetros. Los chinos dicen que su muralla es la única obra del hombre que se puede ver desde la Luna. Hoy, esas construcciones tan serias se han convertido en simples objetivos turísticos, igual de inofensivos que los ejércitos de brillantes armaduras de juguete que invaden Toledo. Sin embargo, no todas las murallas se han vuelto tan bonitas como inútiles. Es tiempo de vacaciones. Recorreremos lujosas playas de países exóticos y pobres, contemplaremos desiertos ardientes, parajes misteriosos y selváticos, donde vivir es un milagro. Y por fin volveremos a casa, a resguardarnos a este lado de la muralla. Más allá de la línea roja, de la muralla inexpugnable del hambre, la miseria y la enfermedad, se quedarán otros. Si nadie lo remedia, esa triste muralla crecerá tanto, que un día se verá desde la Luna, desde los planetas más lejanos, desde la galaxia más escondida, siempre desde más lejos.

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