lunes, agosto 27, 2007

Mi vida acabó cuando el doctor Juan Reyes arrancó a mi bebé de mi vientre

lunes 27 de agosto de 2007
Mi vida acabó cuando el doctor Juan Reyes arrancó a mi bebé de mi vientre
Luis Losada (Hispanidad.com)

E scalofriante testimonio de Shaila, quien abortó en Santa Cruz de Tenerife el pasado 6 de febrero. El ‘doctor’ Juan Reyes ejecutó la operación “Mi vida acabó un 6 de febrero de este año, cuando me arrancaron a mi bebé de mi vientre. Ese bebé que hubiera sido la gran felicidad de mi vida, y el motivo de mi existencia. Ese bebé que, si le hubiera dado la oportunidad de vivir, hubiera sido el más feliz del mundo. Sufrí el aborto en la Clínica Tacoronte, de manos del Doctor Juan Reyes”. Así comienza a relatar su historia Shaila. Es su historia, personal e intransferible. Pero desgraciadamente es demasiado común al de otras muchas mujeres: el día de su aborto comienza la oscuridad, la depresión, el ahogo, la muerte. La muerte de su hijo arrastra de alguna forma a la madre como si el cordón umbilical la llevara al otro mundo. Un infierno que en la mayoría de los casos viven en silencio. La sociedad les dice que hicieron lo que tenían que hacer. En el caso de Shaila, la presión vino por parte de la familia. Era muy joven y pensaba que su familia no aceptaría bien su embarazo, pero que finalmente terminaría aceptándolo. “Jamás tuve ese apoyo”, señala. Por si fuera poco, su pareja, que siempre le había dicho que le apoyaría en caso de embarazo, desapareció. “Desde el momento que se enteró de que estaba embaraza, siempre estaba con su hija, a mí me dejaba de lado, no estaba para nada ilusionado”, relata Shaila, que entonces lloraba más de la cuenta. Su novio le decía que estaba “insoportable” y ella lloraba más al ver cómo su único apoyo se desvanecía. En paralelo sus padres le dijeron que “les avergonzaban como hija” y que “les había defraudado”. Shaila cree que los padres actuaron presionados por el ‘qué dirán’. Pero los padres insistieron en que su hija abortara. No le veían futuro con su pareja y creyeron que era lo mejor. ¿Para quién? “Estaba entre la espada y la pared”, relata Shaila. Había defraudado a sus padres y su pareja había hecho mutis por el foro de la afectividad. No la apoyó, le dijo que la decisión era suya (aunque el hijo fuera de ambos) y que quizás abortar sería lo mejor para evitar la presión paterna. “Jamás tuve un apoyo de él en seguir adelante, ¡jamás1; le guardé mucho rencor a partir de ahí”, relata. Así que si quería seguir adelante con su embarazo debía hacerlo sola. “Se iba aproximando lo peor”, relata. Tras muchos nervios, acudió acompañada de su madre al centro Tacoronte de Tenerife para pedir una cita “para lo que acabaría siendo mi mayor tristeza”. Y llegó el día de la “tragedia”. Tras una larga espera le hicieron unas pruebas. “Me dejó marcada la imagen de mi bebé; tenía 7 semanas y poco; lo vi tan pequeño en la ecografia, tan indefenso… ¡Dios mío! Estoy segura que mi bebe sentía que algo estaba yendo mal, que notaba mis nervios y mi tristeza”. El aborto fue por anestesia general. “Tan sólo sentí que me metían una especie de manguera para desgarrar mi bebé”. Y ocurrió lo que ocurre casi siempre: en la sala de recuperación invade una especie de vacío. “Me derrumbé y me eché a llorar otra vez; me tocaba mi vientre y no estaba mi pequeño dentro”. Y tras esto, el sentimiento de culpa: “Me sentí la peor persona, la peor madre; pensaba que nunca seria una buena madre; me di cuenta de que ahora sí que estaba realmente sola; no supe valorar la enorme compañía que minutos antes tenía dentro de mí, mi pequeño, intentando luchar contra su muerte”. Como es lógico, todo el mundo trató de calmar a Shaila. Que si el embrión no era nada. “Pero era mucho, para mí lo era todo, era una vida que dependía de mí para vivir...” Shaila prosigue: “Maté a un bebe que no tenía culpa ninguna de lo que estaba pasando, de lo que su “padre” era y de lo que mis padres eran. Sólo necesitaba a alguien que me dijera: ¡Sigue adelante! Un solo apoyo”. El apoyo nunca llegó. Shaila pensó que hasta el último momento su madre o su pareja iban a llegar para decirla que no lo hiciera. Pero no llegó nadie y el centro Tacoronte prefiere facturar. Las cosas no se solucionaron con el aborto. La relación con su pareja se vio enturbiada. Shaila no le perdonaba que no le hubiera apoyado. Y no soportaba ver a su hija. ¿Por qué a ella sí la quiso y a nuestro bebé no? ¿Por qué a esa niña sí le dio la oportunidad de vivir y mi bebé no? Sólo necesitaba un apoyo y no lo tuve...”. El dolor de Shaila le acompañará por siempre. No logra desconectar. Se acuerda de su bebé, se siente culpable y le pide perdón “miles de veces” esperando que “algún día me perdone lo que hice”. “Ahora soy la persona más triste e infeliz del mundo”, concluye. Se siente triste por no poderle llorar la muerte de su bebé “como es debido, sino a escondidas, por las esquinas para que nadie me vea”. Y lo peor: no hay moviola, no hay marcha atrás. La muerte de su bebé es irreversible. “Muchas veces sueño que me lo devuelven, y lo tengo en mis brazos muy feliz, protegiéndolo de todo. Pero cuando despierto, empieza mi pesadilla”. Para sus padres acabó la vergüenza familiar, pero para Shaila es el comienzo de una vida con recuerdos muy dolorosos “que no me dejarán vivir tranquila”. Ahora –tarde- Shaila concluye que “no tenía que haber pensado en NADIE sino en mi bebé y en mí”. Quizás no sea tarde para otras ‘Shailas’. Ánimo. No estáis solas.

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